Dentro de una semana, más de 500 mil trabajadores elegirán a la nueva junta de la central sindical más grande del país. Todo parece indicar que la cúpula de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) no cambiará sustancialmente, aunque se mantendrá una vez más el duro pulso que enfrenta a los sectores del sindicalismo más afines al Polo y a los Progresistas.
Elecciones sindicales, otro pulso entre Polo y Progresistas
El próximo viernes medio millón de trabajadores escogerán, como cada cuatro años, el nuevo comité ejecutivo de la CUT, la mayor central obrera del país. |
Dentro de una semana, más de 500 mil trabajadores elegirán a la nueva junta de la central sindical más grande del país. Todo parece indicar que la cúpula de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) no cambiará sustancialmente, aunque se mantendrá una vez más el duro pulso que enfrenta a los sectores del sindicalismo más afines al Polo y a los Progresistas.
Cinco fuentes cercanas al sindicalismo le confirmaron a La Silla que esperan muy pocos cambios y pocas caras nuevas en los dos grandes bloques que se disputan la dirección nacional de la CUT el próximo 7 de junio. Y tampoco hay demasiadas esperanzas de que se rompa la polarización que ha acompañado a la central obrera desde hace cinco años.
“De los 21 integrantes, habrá como mucho unas seis caras nuevas. Y no habrá cambios profundos, sino que se mantendrá la correlación y, de esta forma, también la polarización política”, le dijo a La Silla una persona del movimiento sindical que prefirió -como los demás consultados- omitir su nombre porque se relaciona con todos los sectores.
Los 21 integrantes del comité ejecutivo de la CUT son elegidos por más de medio millón de trabajadores que están afiliados a los 700 sindicatos reunidos en esta central, en una de las pocas votaciones directas dentro del sector sindical en el mundo.
Esos líderes sindicales luego definen, por mayorías, quién ocupará la presidencia, la secretaría general y los otros cargos directivos que resultan claves en una de las centrales sindicales cuyos grandes retos incluyen negociar el salario mínimo, hacer presión durante la reforma a las pensiones y aumentar la presencia sindical en sectores como el comercio y la industria.
El problema es que la dirección de la CUT llega, como en elecciones anteriores, dividida en dos grandes bloques.
Por un lado está el sector conocido como ‘democrático’, que es más cercano al movimiento Progresistas que lideran Gustavo Petro y Antonio Navarro Wolff. Hoy tiene ocho miembros en la cúpula de la central sindical, incluyendo dos de Unidad Democrática -cercana al senador Luis Carlos Avellaneda-, tres del Psoc del senador Jorge Guevara, una elegida por las mujeres, uno del PTC que lidera el alcalde de Magangué Marcelo Torres y un liberal.
Y por el otro lado está el sector tradicionalmente llamado ‘clasista’ porque defiende la lucha de clases. Actualmente tiene nueve miembros en el comité ejecutivo, que pertenecen al Moir del senador Jorge Enrique Robledo, al Partido Comunista que lidera Carlos Lozano, a Poder y Unidad Popular y al Colectivo Guillermo Marín.
Con ellos suelen identificarse otros tres líderes sindicales, incluyendo dos de Sintrainagro -el sindicato de bananeros del Urabá- y uno del magisterio de Santander asociado al antiguo partido Convergencia Ciudadana y hoy al PIN. Este grupo es el que, en gran medida, ha definido la dirección de la CUT.
Entre ellos hay diferencias y matices ideológicos, pero también una visión enfrentada sobre cómo debe conducirse el sindicalismo. El sector más cercano a Progresistas cree, por ejemplo, que la CUT debe estar más cerca del Comando Nacional Unitario, una instancia de coordinación y encuentro con las otras dos grandes centrales obreras, la Confederación de Trabajadores Colombianos y la Confederación General del Trabajo.
Y también difieren en el tema de la afiliación internacional. Mientras el bloque democrático cree que debe fortalecerse su vínculo con la Confederación Sindical Internacional y su filial para la Américas, los clasistas preferirían retirarse de ella para ir a la Federación Sindical Mundial, a donde ellos han afiliado varios sindicatos. Además al sector progresista le gustaría ver un acercamiento a la Internacional Socialista, organización en la que participan miles de sindicatos alrededor del mundo, y donde están partidos socialistas, laboristas o social demócratas. Es decir, la izquierda moderada.
A pesar de sus diferencias, hace un año encontraron un punto de convergencia: ambos bloques llegaron a la conclusión de que preferían la salida de Tarsicio Mora, uno de los pocos que ha saltado de un sector a otro, de la presidencia de la CUT. Para los clasistas, su líder tenía más intereses políticos que sindicales. Y a los democráticos les molestaba que él la había alejado de las otras grandes centrales obreras y que no había un frente común del sindicalismo.
Tan grande era la molestia con Mora como para forzar su salida un año antes del fin del período de cuatro años del comité ejecutivo. Tras ese remezón, democráticos e independientes llegaron a un acuerdo que permitió la llegada a la presidencia del sucreño Domingo Tovar, quien hoy es más cercano a los clasistas.
Por ahora los dos bloques están concentrados en ganar una o dos sillas adicionales que les permitan depender menos de los tres independientes, que suelen votar siempre juntos ya que uno representa a Sintrainagro, uno está afiliado al PIN y el último pertenece a los dos. Para obtener un asiento en el comité se necesitan entre 6500 y 7000 votos.
Cualquier cambio puede depender de dos factores. Primero, lo que puede suceder con el sector más cercano a Marcha Patriótica y el Partido Comunista resulta una incógnita. En vez de presentar cuatro listas -el número de asientos que tiene-, postularon siete, una movida que algunos interpretan como una jugada arriesgada y otros como una señal de división interna.
Y segundo, de que los liberales e independientes cercanos a los ‘democráticos’ ganen dos escaños que están a su alcance: uno que los liberales tradicionalmente tenían y podrían recuperar con Viviano Romaña y otro que podría recuperar el antiguo guevarista Hernán Trujillo.
Pero, como dice otra fuente sindical, “caras nuevas no significa posiciones nuevas”. Senén Niño, el reconocido presidente de Fecode, podría apuntalar el regreso de la corriente de Jaime Dussán a la dirección de CUT, pero posiblemente a costa de otra figura clasista. El Moir elegiría a Winston Petro y a Elías Fonseca, pero ellos reemplazarían a dos que se retiran. Y lo mismo del otro lado, ya que Rosalba Gómez del magisterio antioqueño tomaría el lugar de un guevarista. O incluso entre no ‘afiliados’ como Bertha Rey, que tomaría el lugar de su esposo Tarsicio Mora. Así las cosas, no queda claro dónde podría sacarle ventaja un sector al otro.
En todo caso, parte del futuro de la CUT se está jugando en otro terreno. Además de votar a los líderes del comité ejecutivo, se van a elegir todas las subdirectivas departamentales y el panorama menos politizado que hay en éstas permite vislumbrar un recambio generacional en el sindicalismo.
“Si uno mira las listas nacionales, sus cabezas no expresan la renovación que sí se está dando al interior de muchos de los sindicatos. A nivel regional, la CUT va a ser otra. Pero esos cambios se van a demorar otros cuatro años en llegar al comité ejecutivo nacional”, dijo una fuente.
A esto contribuye el hecho de que, a diferencia de lo que sucede en la cúpula nacional, en regiones como Bogotá o Antioquia más de la mitad de los actuales miembros no se volverán a presentar. Eso ha llevado a varios a pensar que la próxima generación podría traer al sindicalismo nacional a líderes como Rodolfo Vecino y Edwin Palma (Uso), Igor Díaz (Sintracarbón), Luz Fanny Zambrano (Sintrasaludcoop) o Ramón Cuervo (Uneb, el sindicato bancario).
Todos coinciden en que, de todos modos, la polarización a nivel nacional se mantendrá. Y que una gobernabilidad asegurada por dos votos encontrará muchos problemas para representar al sindicalismo en su integridad.
"Seguiremos por el mismo camino de los últimos cinco años y muy lejos de tiempos, como los de Lucho Garzón, en que se lograban acuerdos de al menos el 80 por cierto de la dirigencia", dice otra fuente.