A la hora de aproximarse a un proceso histórico como el de la Independencia algunas de las historiadoras -y los historiadores, por supuesto- contemporáneas, inmersas tanto en las exaltadas celebraciones como en las reflexiones y usos políticos que los bicentenarios suscitan, nos preguntamos sobre la memoria pública que hemos construido entorno a tal proceso, sobre la manera en que dicha memoria ha sido producida e interrogada y sobre la forma como ha llegado hasta nosotros. Y es que a veces no nos sorprende que hagan parte de nuestros recuerdos y de nuestra cotidianidad algunos personajes que vivieron hace doscientos años, como Policarpa Salavarrieta, Antonio Nariño o Camilo Torres; ciertos lugares, como la Casa del Florero o el Puente de Boyacá, y unos acontecimientos que se han convertido en días festivos celebrados con desfiles militares, como el 20 de julio y el 7 de agosto, o con reinados de belleza como el 11 de noviembre.
Lo cierto es que para que estos personajes, lugares y acontecimientos estén presentes en nuestra memoria ha sido necesario un proceso de construcción de su recuerdo, de creación y superposición de imágenes y relatos que los han hecho presentes a pesar de su ausencia, a pesar de que hacen parte de otra época. Atendiendo a tales consideraciones el texto que se presenta a continuación tiene como propósito central estudiar las representaciones que se elaboraron sobre los actores, las escenas y los escenarios de la Independencia, durante el periodo comprendido entre 1880 y 1909, teniendo en cuenta tanto el sentido de dichas representaciones como su materialidad y, en la medida de lo posible, las formas como han circulado y han sido apropiadas por diferentes públicos.