El golpe al punk y a otras movidas underground con los cierres por la pandemia

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Foto tomada del Facebook de Asilo Bar

Justo en la semana de los pilotos para abrir los bares, se han anunciado medidas de toque de queda para contener una tercera ola. Un estudio de Minerva Campion y Javier Rodríguez, profesores de la U. Javeriana, muestra los impactos políticos y sociales de los cierres a través del lente de los punkeros.

 

Justo cuando arranca el plan piloto de reapertura de bares en Bogotá, se anuncian nuevas medidas de toque de queda por temor a una tercera ola de contagio que apagan la esperanza de la reactivación de la movida cultural.

El golpe a la música en vivo en el mundo entero ha sido devastador, pero en el caso particular de Colombia, los cierres llegaron cuando apenas comenzaba el segundo año de la apuesta del Gobierno porque las industrias creativas y culturales aportaran un poco más del 5 por ciento del PIB, después de que en 2019 lo hicieran en un 3.2 por ciento.

El impacto negativo va mucho más allá de lo económico.

Un estudio de los profesores Minerva Campion, del Departamento de Ciencia Política y de Javier Rodríguez, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, de la Universidad Javeriana, junto con un grupo de estudiantes de los semilleros de investigación “Música y Resistencia” y “Desarrollo Empresarial Javeriano”, arroja luces sobre los efectos sociales y políticos en la escena underground de Bogotá y, puntualmente, punk, debido a los cierres de los lugares donde suelen moverse las personas con afinidad por ese género musical.

Entrevistaron a los gestores de 10 de los espacios más frecuentados y encuestaron a 167 personas anónimas que suelen visitarlos.

Los resultados fueron publicados en el artículo “Efectos del coronavirus en el circuito punk de Chapinero a partir de la cartografía de la territorialidad nómada: producción, consumo y participación” de Campio y Rodríguez, con base en los cuales la Silla Académica presenta cinco impactos del cierre de bares, discotecas y ensayaderos a través del lente de los punkeros:

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El golpe también ha sido al pensamiento contracultural del punk (incluida la protesta)

El punk nació en los años 70 como un movimiento en contra de la forma de hacer rock en ese momento que exigía unos conocimientos e instrumentos específicos y en contra de la vida suntuosa que llevaban las celebridades.

Si bien no es un bloque homogéneo, según Campion, a menudo ha estado asociado a ideas contra sistema o contra cultura: opuestas al capitalismo, al patriarcado, al fascismo. Y dada su crítica al poder establecido, se ha ubicado mucho más a la izquierda que a la derecha.

Concordante con esto, un 13 por ciento -uno de los porcentajes más altos- de las personas encuestadas por Campión y Rodríguez dijeron que habían participado en las protestas que hubo en el país en 2019.

También hay una corriente que cree que no hay futuro y a la que se le asocia con el consumo de trago, drogas y diversión llanamente.

En términos de su apariencia, hay ciertas marcas o estampados en la ropa, accesorios como los pines, cortes de cabello como la cresta, el gusto por el género musical punk del que son representantes bandas famosas como “Sex Pistols”, “The Ramones” o más recientes como “Green Day“, o el consumo de comida vegana, que identifican a las personas cercanas a la movida punk.

Independientemente de las diferentes vertientes, el punk, y la movida underground o subterránea en general, que es aquella que ocurre en los márgenes de los lugares oficiales o más frecuentados de consumo, se caracteriza porque su existencia está ligada a los espacios físicos que frecuentan.

Uno de los hallazgos del estudio de Campion y Rodríguez es que hay un circuito punk en Chapinero, que a veces se extiende a Barrios Unidos, Teusaquillo y el centro, conformado por bares, discotecas, restaurantes, casas culturales, ensayaderos, librerías, talleres, que eran frecuentados por personas afines al punk en las que hacían actividades que iban más allá del consumo, que no se han podido trasladar a lo virtual con los cierres y limitaciones en el funcionamiento que han sufrido.

Chapinero ha sido identificado como un epicentro de la cultura y la contracultura en el país en varias tesis de grado citadas en el estudio. Según el Censo de Música en Vivo 2019, en ese barrio viven cerca del 67 por ciento de los músicos de toda la ciudad, y hay poco más de un 26 por ciento de los sitios de música en vivo.

Si bien sólo un 27 por ciento de los encuestados por Campion y Rodríguez vive ahí mismo.

Uno de los principales impactos del cierre de esos espacios físicos es que ellos posibilitaban, por ejemplo, la generación de pensamiento contracultural propio del punk y el llamado a la movilización social o a la acción colectiva en torno a ciertas causas, gracias al encuentro cara a cara de las personas.

Así lo cree Marco Sosa, de La Valija de Fuego: “La construcción colectiva del uno con el otro, (...) en la medida en que la pandemia ha virtualizado todo eso, pues yo veo que afecta a la generación de un espacio contrahegemónico desde el punk para generar alternativas”.

En la misma línea, Leo Legrís, de Casa Bunker, apunta a lo que se perdió con la imposibilidad de hacer ferias, toques, cineclub presenciales: “todo lo que se movía en torno a eso: a los amigos, al parche, articularnos todos en torno a una idea y ver cómo la sacamos adelante”.

De hecho, dio lugar a esta crítica de Luna, de Calderita Vegana, una de las entrevistas en el estudio: “lo primero que hizo evidente esta pandemia es que dicha escena sólo existe como un escenario de confluencia para la fiesta/música, más allá de eso no hay intenciones de construcción de nada, ni siquiera en beneficio de la misma escena”.

 
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La interacción social del punk no fluye en lo virtual

Según el investigador Rodríguez, en la escena punk es común que las personas vayan juntas a los bares y a los conciertos, por esa razón la idea de que se conecten uno a uno a la transmisión en directo de eventos por internet es poco probable.

Al menos un 82 por ciento de las personas sondeadas asisten a conciertos acompañadas, según el Censo de la Música en Vivo Bogotá de 2019, y en el caso de las personas cercanas a la movida punk puede ser aún mayor como lo señala Álvaro, de Alterna:

“No están para estar haciendo cosas online porque son géneros donde converge más la unión, donde la gente quiere ir a tomarse una pola a disfrutar de las bandas: cantas, pogueas, saltas, la pasas bien en el concierto”.

Además, la idea de un circuito punk implica la existencia de varios lugares que las personas afines frecuentan y en esa medida su identidad está ligada a un territorio aunque sea móvil, como lo señala Marco Sosa, de la Valija de Fuego:

“Se pierde en cierta medida esa territorialidad nómada (...) como que varios puntos de referencia donde había punks, la falta de interacción y la falta de espacios de diálogo, de escuchar música, de ver bandas, también empieza a permear la escena”.

Estas respuestas vuelven a incidir en la importancia del encuentro con los otros y la pérdida de algunos elementos, incluso si se puede acceder a los espacios bajo condiciones restringidas.

Sobre las restricciones que ha sufrido el sector de los bares y de las discotecas, la investigadora Campion cuestiona la idea moralizante de un covid bueno y uno malo. Es decir, si las personas se contagian por la falta de distanciamiento en un Transmilenio para ir a trabajar está bien, pero si lo hacen en un espacio de interacción social está mal.

Cree que las medidas deberían ser generales y no para ciertos sectores o propósitos.

 
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La música en vivo mantenía vivo el Punk y las bandas locales

Una de las características de la movida punk son los espacios de socialización o encuentro informales, los parches como los llaman. Y la preferencia de la música en vivo sobre la música grabada, por ejemplo. De la reunión en torno a las bandas en concierto.

El punk se relaciona con la idea de que cualquiera puede tocar un instrumento: DIY (Do It Yourself).

Muchas bandas hacían conciertos, se iban de gira y con lo que recaudaban grababan sus álbumes. Ese espacio de creación y circulación se ha perdido con los cierres por la pandemia, así lo resalta Henry Muñoz, de Asilo, que dejó de ser discoteca, y de Antípoda, que tuvo que cerrar:

“Ha afectado un montón (...) en conciertos para hacer visibles las bandas emergentes, para que la gente con el cover que pague las bandas puedan sacar discos, puedan hacer giras locales, ir a Manizales, Armenia, Medellín.”

Lo que es consistente con los resultados del Censo de Música en Vivo de Bogotá 2019, según el cual casi un 56 por ciento de las personas dicen descubrir nuevos artistas y nueva música en eventos y conciertos.

En esa línea, Campion y Rodríguez encontraron que de los diferentes tipos de establecimientos que han tenido cierres temporales y que ahora funcionan con limitaciones de aforo, las discotecas, salas de conciertos y ensayaderos han sido los más afectados y con ellos el punk mismo.

“Que no se puedan reunir personas (..) impide que haya conciertos y que haya actividades que mantienen, por decirlo así, el punk vivo. (...) teniendo en cuenta que el punk es una cuestión musical y artística (...) si no existen conciertos pues no existe punk”, dice en el estudio, Camilo Rojas, del restaurante Mandrágora, uno de los que cerró y que además de vender comida vegana, hacía ferias y conciertos acústicos.

Un 65 por ciento de las personas encuestadas en la investigación que solía frecuentar los sitios que hacen parte del circuito punk de Chapinero dijeron que no continuaron participando en ninguna actividad en el mismo y apenas el 2.41 por ciento reportó haber continuado con todas sus actividades sin cambios debido a la pandemia.

Eso implica que la virtualidad no ha reemplazado las experiencias que solían tener las personas afines al punk.

 
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La falta de conciertos ha cerrado la circulación de otros productos

La mayoría de lugares del circuito punk aparte de ser bares, discotecas, restaurantes, llevaban a cabo ferias, talleres, conciertos en los que circulaban ideas y material o productos afines a la corriente punk como comida vegana, moda e indumentaria y fanzines (revistas de comic, cine, música), que además de mover otras economías afianzaban su sentido de pertenencia a la movida punk.

Entonces la afectación ha sido por partida doble.

Las personas entrevistadas de Bici Vurger que antes tenían una especie de público cautivo en los eventos a los que asistían con su comida, ahora tienen que hacer un mayor esfuerzo para convencer a la gente de que pida y se programa en los horarios y rutas que manejan.

 
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La solidaridad que ha surgido no reemplaza el compromiso con los proyectos

La palabra apoyo y solidaridad es una de las más mencionadas por las personas de los lugares del circuito punk entrevistadas en el estudio, quienes se refirieron al apoyo que recibieron de algunos usuarios de los sitios y también entre ellos mismos para afrontar las pérdidas y pagar las nóminas y los arriendos.

La mayoría hizo campañas de recolección de ayudas a través de plataformas como Vaki, lives, DJ sets y charlas para solicitar donaciones, venta de tapabocas, camisetas, buzos, gorras o pines.

Aunque la solidaridad ha sido una nota predominante durante la pandemia, puede tener un peso aún mayor en la movida punk que cobija espacios de trueque o relaciones de producción alternativas a las propias del mercado, si bien muchas de ellas tributan y tienen reguladas sus otras actividades, como las discotecas.

Pero dada esta mixtura o su pertenencia incluso en muchos casos al sector informal, pasan por debajo del radar de las políticas públicas del Gobierno y, por ende, de las ayudas ofrecidas durante la pandemia. De los once espacios físicos incluídos en el estudio, sólo uno recibió apoyo a través de un ente gremial: la Cámara del Libro.

En cualquier caso, algunos de los entrevistados no creen que las donaciones reemplacen el compromiso que requieren los proyectos por su misma naturaleza comunitaria, y de hecho, lo ven como parte del espectáculo de consumo, como lo anota Marco Sosa, de la Valija de Fuego, quien vuelve a resaltar que los espacios físicos y lo que ocurre en ellos es irremplazable por lo menos en la escena underground:

“ Entonces pienso que la solidaridad también se vuelve como un espectáculo dentro de la pandemia (...) pero como que la gente no tiene una implicación real en los proyectos, (...), nosotros no queremos que nos regalen la plata, nosotros pensamos el espacio como un espacio con una personalidad y que ese espacio genere una comunidad”.

 

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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