Cuando se celebra la Cumbre Mundial de Políticos en Defensa de la Vida, la Familia y la Libertad, presidida entre otros por Uribe, Tomás Barrero, profesor de Filosofía de Los Andes, analiza el conservadurismo actual.
“Los conservadores se sienten expulsados del paraíso e intentan volver”
Foto: Tomás Barrero. Tomada por Emilith Muñoz
Este viernes habrá una “cumbre mundial de políticos sobre defensa de la vida, la familia y la libertad” en el Capitolio, donde sesiona el Congreso. Participan, entre otros, el expresidente y senador Álvaro Uribe, la senadora María del Rosario Guerra quien es una de las anfitrionas y varios movimientos conservadores religiosos , lo que refrenda la cercanía entre éstos y el uribismo que viene desde el plebiscito de 2016.
“Frente al recrudecimiento de la ofensiva a escala global –ideología de género, antinatalismo, populismo, corrupción, crimen organizado– urge la afirmación de principios sólidos sobre los que construir el futuro”, dicen los organizadores del evento.
Para analizar el tema, La Silla Académica habló con Tomás Barrero, profesor del Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes, autor de varios artículos académicos sobre historia de las ideas entre ellos:: “La paradoja del Republicanismo”, “Laureano Gómez y la democracia”, “El Liberalismo de Alfonso López Pumarejo” y “Alberto Lleras: democracia, tradición y compromiso intelectual”.
Usted ha escrito varios artículos sobre el conservatismo y el liberalismo en Colombia ¿Cómo ha sido su evolución en la historia colombiana?
Tomás Barrero: Una de las características que ha marcado la historia política colombiana son las exclusiones. Rafael Núñez puede servir como una figura histórica para dar cuenta de cómo ha sido esa evolución. Comienza siendo una especie de librepensador y después se va moviendo cada vez más hacia una posición conservadora, que no está de acuerdo con los radicales ni con la Constitución de Rionegro (1863), porque excluye a los conservadores.
Con el tiempo, después de las guerras civiles, Núñez se rodea de Carlos Holguín y de Miguel Antonio Caro quienes lo ayudan a formular la Constitución de 1886 que tiene los mismos problemas a su manera que tenía la Constitución de Rionegro y excluía ahora a los liberales.
En el siglo XIX hubo una lucha por dos maneras de ver el mundo. En el diseño de esa Constitución, cuando Núñez llegó al punto religioso, fundamental para cualquier escritor político en Colombia, y más de esa época, habló de dos maneras de entender su rol: ‘La religión como el hecho sociológico que colabora para que haya una determinada forma de gobierno o, el gobierno como un instrumento de una visión religiosa del mundo’.
Núñez enfatizó el lado sociológico por su formación inicial librepensadora pero Caro, quién era su colaborador más cercano, creía que el Estado era prácticamente una rama de la religión. Y nos legaron esa tensión.
En el Republicanismo Carlos E. Restrepo, un conservador tolerante, se ve enfrentado al mismo tipo de situación cuando pretende renovar la educación dándole un énfasis más técnico. Pero para lograr gobernabilidad, tuvo que designar conservadores intolerantes como ministros de Instrucción pública. . Restrepo se inclinaba por una formación técnica, pero la educación en 1910 era parte de la religión.
LSA: ¿En el siglo XX cambia?
T.B.: En el siglo XX se introduce un nuevo elemento a la disputa y son las formas de producción capitalista, si bien incipientes. La única manera en que los sectores tradicionales consiguieron enfrentarse a los de avanzada fue creando ellos mismos sindicatos católicos.
Desde que se conservaran las formas, la transformación social no importaba tanto.
Posteriormente, en el Frente Nacional, los liberales se dieron cuenta de que lo que podían obtener de los conservadores era la aceptación de esas instituciones republicanas de las que habían sido defensores. Pero en contraprestación debían aceptar una forma tradicionalista de sociedad. Unas instituciones progresistas, pero una estructura social más o menos estática y temerosa no solo de la movilidad, sino de la movilización social. En ese sentido, la reacción del Estado que hoy vemos frente a la Minga indígena, no es nueva.
El resultado del experimento del Frente Nacional fue una forma de gobierno republicana al servicio de una cultura profundamente conservadora. En un discurso en 1974 Alberto Lleras, el cerebro del pacto entre liberales y conservadores, sostenía que lo que importaba era defender las instituciones republicanas a toda costa, incluso a costa de las reformas necesarias para que el país enfrentara los retos del capitalismo contemporáneo sin sufrir una crisis social. . El liberalismo colombiano se acostumbró a temerle a las reformas sociales.
Que una sociedad sea conservadora va más allá de un partido político, hay algo más profundo que es la cultura en la que han educado a la gente.
Que una sociedad sea conservadora va más allá de un partido político, hay algo más profundo que es la cultura en la que han educado a la gente.
LSA: La cumbre mundial de políticos por la defensa de la vida, la familia, la “libertad” de la que participan varios miembros del partido de Gobierno entre ellos Álvaro Uribe ¿Da cuenta de un resurgimiento del conservatismo en Colombia?
T.B.: Esta cumbre pone en evidencia una necesidad de imponer un modelo único de familia, libertad y vida que contrasta con el hecho sociológico obvio de que no hay modelos únicos y de que el mundo cambió.
Más que un resurgimiento, hay una utilización de conceptos que en estos momentos resultan muy asociados con ideologías tradicionalistas. Creo que esto es producto de una estrategia retórica muy exitosa, pero falaz. Conceptos como la vida, la familia, la libertad, no son ni liberales ni conservadores, lo es el uso que de ellos se hace.
Lo que debemos entender es por qué identificamos estos conceptos con el pensamiento conservador. La vida, la familia o la libertad son para los conservadores su último refugio. El conservador siente que el mundo se está acabando todo el tiempo porque se están acabando las instituciones que le son familiares y en las que ha sido educado por siglos. Los conservadores sienten que han sido expulsados del Paraíso, por eso intentan volver todo el tiempo. Por el contrario, para muchos liberales, el Paraíso nunca ha existido, siempre ha habido algún tipo de conflicto que hay que resolver y que implica cambiar ciertas cosas.
LSA: ¿La lucha contra la ideología de género podría ser la forma en que en el siglo XXI se puede seguir garantizando en el país la injerencia de la religión en la educación?
T.B.: Las instituciones en Colombia están constituidas formalmente, pero no tienen un respaldo real. Dependiendo del uso que el gobernante de turno le dé a los conceptos, las instituciones toman una dirección u otra y eso es muy problemático.
Con respecto a la ideología de género la discusión es si se le debe decir a los niños y niñas desde pequeños que hay otras identidades de género. ¿Por qué no hacerlo? El problema es nombrar las cosas, reconocer que existen. Los conservadores se resisten a aceptar una realidad como el homosexualismo.
Es definitorio de una posición conservadora suponer que hay un modelo en algún lugar, en algún libro de religión, en alguna tradición, que te define como persona, como familia, como Estado.
LSA: ¿Qué caracteriza entonces a los liberales?
T.B.: Pensar que las formas en que se organiza la sociedad son las que actualizan el concepto de familia y que por eso el concepto se puede transformar.
Este lado siempre va a aparecer más débil porque no tiene un modelo, lo que tiene es una reacción frente al cambio social. Los pueblos van cambiando y con ello algunas instituciones se van quedando obsoletas. La única manera en que puedes organizar una sociedad cambiante es teniendo formas estatales que se adecúen al cambio, esa es una manera liberal de ver las cosas.
Ser liberal es mucho más difícil que ser conservador porque no tiene una respuesta debajo de la manga para cada desafío social. Al mismo tiempo el conservador tiene muchos problemas con el mundo, porque ve formas sociales que no quiere reconocer y por eso hay una disociación entre sus conceptos y la realidad.
LSA: ¿Todos los conservadores son iguales?
T.B.: Así como en Colombia ha habido liberales más tradicionalistas que los propios conservadores, dentro de los conservadores hay muchas vertientes. En los 40, por ejemplo, de un lado está Laureano Gómez y, del otro, Gilberto Alzate Avendaño, y no son equivalentes. Alzate es conscientemente populista, dice que lo que les legó Gaitán, a conservadores y liberales, fue saber que el pueblo, “la masa de gente” como decían en esa época, existía y era un factor político importante.
Aunque Laureano Gómez jamás aceptaría eso, el conservatismo de Colombia hoy en día es muy populista, sólo que apela a otros temas. No apela a la movilización social, pero sí, al sentimiento religioso que en Colombia ha sido una manera muy natural de comunicarse con las masas, todos los políticos en algún momento tienen que entrar en el discurso religioso.
LSA: De la mano de la defensa de la vida, la familia y la libertad, en la cumbre mundial está la lucha contra del populismo ¿es una paradoja entonces?
T.B.: La cumbre mundial de políticos sobre la defensa de la vida, la familia y la libertad muestra cómo es un uso conservador del populismo.
Así como el uso de los conceptos de vida y familia, por ejemplo, es lo que determina que sean conservadores o liberales, el uso del populismo también determina a qué ideología pertenece.
La cumbre mundial de políticos sobre la defensa de la vida, la familia y la libertad muestra cómo es un uso conservador del populismo.
LSA: ¿En qué sentido?
T.B.: El populismo no es un fenómeno de izquierda, es la forma en que un político se conecta con sus electores.
Por eso, a su manera, gente tan diferente en teoría como Stalin, Hitler y Mussolini, eran todos populistas. En el siglo XX, con la radio, los políticos entienden que los medios de comunicación son sus mejores aliados y por eso no es extraño que tanto Hitler como Stalin, tuvieran sistemas de propaganda muy exitosos.
De vuelta a Colombia, el conservador Gilberto Alzate Avendaño entendió muy bien que la jugada era hablarle a las clases populares, por eso su relación con Rojas Pinilla fue buena.
Es contradictorio del discurso contemporáneo conservador en Colombia no reconocer su propio populismo.
La cumbre reúne gente que le habla a ciertas personas de ciertos estratos populares a través de un discurso tan populista en Colombia como el de los valores.
La discusión no es si tenemos o no valores, sino cuáles son los que queremos promover en una sociedad contemporánea.
Es contradictorio del discurso contemporáneo conservador en Colombia no reconocer su propio populismo.
LSA: ¿Cómo se explica que haya una cumbre de estas en un Estado que se supone liberal?
T.B.: Esto se explica porque Colombia es uno de los países culturalmente más conservadores de América Latina, eso sí convencido de que sus instituciones son perfectas en comparación con otros países de la región.
LSA: ¿Por qué lo dice en tono irónico?
T.B.: Porque se defienden las instituciones, pero la forma como está organizada la sociedad no permite que esas instituciones desarrollen sus posibilidades más progresistas: sino que ocasiona que se queden congeladas en el tiempo. Es parte de la cultura política colombiana que lo importante sea el cascarón y no el contenido.
La libre empresa, por ejemplo, dentro de una sociedad de privilegios ¿De quién es? Básicamente se trata de proteger unos cuantos monopolios y eso no es lo que se piensa al hablar de competencia.
Se trata pues de una estructura aparentemente liberal al servicio de una manera profundamente conservadora de ver las cosas .Hay otras culturas políticas que incluso pueden ser más conservadoras en su institucionalidad pero que tienen garantizados muchos más derechos y formas de participación. En ese sentido una monarquía constitucional no necesariamente es más conservadora que una democracia, por ejemplo.
En un discurso de Jorge Eliécer Gaitán que es fantástico llamado “Rusia y la Democracia”, él argumenta que las formas de organización rusas son económicamente mucho más democráticas que las colombianas. Para él, el problema del liberalismo posterior a la Revolución Francesa es que no entendió que había liberado a los hombres como individuos, pero los había esclavizado como trabajadores. Su tesis, en otras palabras, era que las libertades políticas sin formas de producción más equitativas se traduce en una libertad individual y socialmente retrógrada.
Personas como Laureano Gómez, por el contrario, creen que hay una forma superior de libertad que se realiza a ojos del Creador, que se da en virtud de la religión. Y ese es el tipo de libertad de la que habla la cumbre.
LSA: ¿Puede elaborar más sobre este tipo de libertad?
T.B.: Es una forma inscrita en tu conciencia por un ente superior. Esa forma dicta unos principios que se corresponden con un modelo de persona que le tiene mucho miedo al cambio porque no entiende cómo se puede cambiar sin corromper esos principios.
Al principio creía que el liberalismo y el conservatismo se distinguían porque uno defendía la libertad y el otro no, eso es un error. El concepto de libertad tiene un uso conservador y otro liberal.
LSA: Pareciera que un efecto del plebiscito es que el expresidente Álvaro Uribe logró reunir todas las corrientes conservadoras bajo su ala. ¿Sin las Farc, es posible que sigan unidos?
T.B.: En la campaña por el No al plebiscito, se apeló a la cultura conservadora colombiana y se utilizaron todas las estrategias que funcionan para indignar a alguien que tiene una posición conservadora ante la vida.
Más allá del rechazo a las Farc, se envió el mensaje de que ciertos valores tradicionales estaban en juego: el valor religioso, ciertos valores sociales y ligados a éstos, una forma de participación política. Por el contenido de la convocatoria de la cumbre, el mensaje es el mismo y siguen estando unidos en torno a esto.
En ese sentido se me parece a la Guerra Fría porque hay una necesidad de armar bloques con alguien para defenderse. El mensaje es claro: 'hay ‘una cultura que se está perdiendo y otra falsa, que quiere derrotar a nuestra cultura que es la genuina’.
LSA: ¿Qué tiene que ver la participación política con el conservatismo en este caso?
T.B.: Uno de los argumentos en contra de las circunscripciones especiales que promovía el Acuerdo de Paz, por ejemplo, era que las personas que estaban en esas regiones o estaban enajenadas mentalmente por el conflicto o eran colaboradoras de la guerrilla. En otras palabras, que esas personas no podían participar y eso viene de un temor tradicional que se ha repetido en el tiempo por la movilización popular.
De acuerdo con el pensamiento tradicionalista, las personas necesitan un intermediario para hacer política. Y eso se remonta, por ejemplo, al modelo constitucional de Laureano Gómez que era corporativista y en el que la gente no votaba directamente sino a través de unos grupos sociales que los representaban.
Nuestra versión contemporánea son los gremios. Y tenemos un gobierno de los gremios. Éstos tienen todas las razones para ser conservadores porque tienen unos intereses que defender. Mi pregunta es por qué son los únicos intereses legítimos.
Del otro lado, se supone que hay unos populistas que le hablan a la gente y la desconciertan y la confunden en las elecciones. Pero de pronto la gente ya está desconcertada ante unas opciones políticas, las de los gremios, que no representan sus intereses.
Tal vez, como lo vieron los liberales del siglo XIX según las cuales la única forma en que alguien aprende a elegir es eligiendo, en otras palabras, los únicos que pueden saber lo que necesitan son los directamente afectados.
LSA: ¿El uribismo es el nuevo conservatismo?
T.B.: Los partidos políticos tradicionales son interesantes por historia y por filiación pero si no le hablan a nadie se tienen que acabar y tienen que venir otros partidos y otros liderazgos. Hoy los partidos tradicionales son entidades políticas burocráticas.
Lo del Centro Democrático es interesante en el sentido que ha vuelto a interesar a la gente en política, más allá de que se haya creado en torno a una persona.
En cuanto a ideología, el político más parecido a Laureano Gómez es Álvaro Uribe. Gómez y Alberto Lleras, un liberal -Uribe salió del Partido Liberal- con una idea profundamente conservadora de la sociedad, deben ser dos de los personajes que el expresidente más admira. Lo único que le queda de liberal son sus tesis económicas que además son neoliberales.
Esto porque el conservatismo tuvo una época en que pensaba que el capitalismo era liberal. Miguel Antonio Caro, un intelectual muy importante, no sólo en Colombia, sino en América Latina, dijo una vez que no era bueno acabar con la pobreza porque sin pobreza no se podía dar limosna y sin esto no se podía cumplir con los mandamientos de Dios.
Los que hablaban de la libre propiedad, el libre comercio, eran los liberales, generalmente. Para Caro ese Estado tradicional en que hay ciertos pobres estaba bien ‘porque es lo que quisimos nosotros respetando la voluntad de Dios’.
LSA: Usted habla de algunos tránsitos de políticos que se dan del liberalismo al conservatismo… el expresidente Uribe es un ejemplo de eso ¿qué lo explica?
T.B.: Muchas veces la filiación política se hereda, se es liberal o conservador porque la familia lo era o, actualmente, puede obedecer a razones burocráticas.
Más allá de eso, el caso de Uribe fundando el Centro Democrático no es impensable en el liberalismo sino el resultado propiamente de ser un liberal porque es de su naturaleza que las personas puedan reflexionar libremente y elegir y ese ejercicio puede conducir a alguien a la tradición, en este caso por elección propia.
El conservador, en cambio, tiene una línea de mando muy clara, más allá de los matices. Este conservatismo está basado en un principio de autoridad. Durante finales de siglo XIX y principios del siglo XX era común que los presidentes fueran de la tercera edad porque había una fila esperando en el conservatismo para ser presidente y era claro quién iba después de quién. José Manuel Marroquín reemplazó a Sanclemente en 1900 y tenía 70 años, por ejemplo.
LSA: Usted dice que se tienen que renovar los liderazgos políticos ¿Cómo está Colombia en esa materia?
T.B.: No creo que ningún político contemporáneo sea superior intelectualmente ni a Laureano Gómez, Jorge Eliécer Gaitán, Gilberto Alzate o a Alfonso López Pumarejo. Es un momento de orfandad ideológica.
Los políticos no son grandes intelectuales como en el pasado cuando eran escritores. Miguel Antonio Caro, por ejemplo, escribió una gramática del Latín. ¿Qué político colombiano puede hacer eso hoy en día?
Alberto Lleras es uno de los mejores escritores de su generación, dicho por otros escritores. Gaitán, por su parte, era un intelectual muy completo. Era especialista en criminología de una escuela de Italia que era líder en el mundo en su época.
El que se distingue tiene algo más. Ahora, yo creo que Uribe tiene algo más. Conoce perfectamente la historia política de Colombia. Sabe quién es Gaitán, quien es López, Lleras. Sabe quién es Laureano Gómez y lo ha leído. Quienes se enfrentan con él, tienen que saber eso también.
Del otro lado, Petro también conoce muy bien la historia política colombiana. Ambos saben qué uso se le da a los conceptos. Lo que sucede ahora es que volvemos a los caudillos porque los partidos políticos son muy malos.
Sin embargo, Petro y Uribe son menos "intelectuales" que los políticos del siglo pasado, pero de pronto es que no lo necesitan. Actualmente, los discursos ya no son tan elaborados, ni los que me gustan ni los que no me gustan.
Quizá no es una cuestión de elaboración solamente sino también de una sociedad más mediatizada en la que el discurso se puede reproducir más rápido y ser más corto, enfocarse en dos o tres ideas. López o Alzate escribían para otra gente y para muy poquita gente, porque la mayoría no los entendía.
La política tradicional ahora no le interesa a casi nadie pero, paradójicamente, es para mucha gente.
Uribe como Petro saben perfectamente de qué hay que hablar; el resto, incluido el Presidente, no tiene idea.
LSA: ¿Qué importancia tiene la cumbre?
T.B.: La razón por la que me parece interesante la cumbre es porque nos permite saber de qué están hablando en un lado. Uribe, al igual que Petro en la otra orilla, saben perfectamente de qué hay que hablar y qué hay que hacer. El resto no tiene ni idea, incluido el Presidente que es el luminotécnico de la novela, no el protagonista. La agenda la ponen otros y él reacciona. Sería lógico que él estuviera participando en esta cumbre, pero quien va es el ideólogo.
Y ¿Qué es lo llama a la gente?
Lo que la llama es lo que la toca más en su vida cotidiana. La familia, la libertad, la seguridad. Del otro lado, no es distinto. Petro también sabe de qué hay que hablar: del trabajo, la equidad, la distribución de la riqueza.
Para citar:
Barrero, T. (2018). “Alberto Lleras: democracia, tradición y compromiso intelectual”. En La hegemonía conservadora (edt) Rubén Sierra Mejía. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas.1-24
Barrero, T. (2018). “La paradoja del republicanismo”. En La Hegemonía conservadora. (edt) Rubén Sierra Mejía. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas. 1-28
Barrero, T. (2012). “Laureano Gómez y la democracia”. En La Restauración conservadora 1946-1957. (edt). Rubén Sierra Mejía. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas. 1-19
Barrero, T. (2009). “El liberalismo de Alfonso López Pumarejo”. En República Liberal: sociedad y cultura (edt) Rubén Sierra Mejía. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas. 1-29
Textos Académicos Relacionados
*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.