‘Los populismos son más el efecto que la causa de las fallas de la democracia’

Imagen

Luke Melchiorre

Con la detención de Álvaro Uribe, los uribistas revivieron el fantasma del “castrochavismo” y el temor al populismo de izquierda. Luke Melchiorre, profesor de Ciencia Política, de la Universidad de Los Andes, cuestiona las ideas que hay sobre ese fenómeno político. 

 

La detención de Álvaro Uribe ha renovado entre los empresarios el fantasma del castrochavismo, una idea que han revivido los uribistas para desprestigiar la decisión de la Corte Suprema.

Detrás de ese temor, que nuevamente estará en la agenda de la campaña para el 2022, está el miedo al populismo de izquierda, que tiene su peor espejo en Venezuela.

¿Se justifica tanto temor?  Como parte de toda una corriente crítica de las posturas críticas del populismo, La Silla Académica entrevistó a Luke Melchiorre, canadiense, quien dicta el curso “Populism in Global Perspective” en el Departamento de Ciencia Política de La Universidad de Los Andes.

Melchiorre cuestiona nueve ideas generalizadas sobre el populismo comunes en nuestro imaginario político, que muestran la complejidad de este fenómeno y, sobre todo, sus efectos diferenciados dependiendo el contexto de cada sociedad y del momento histórico.

1

La peor respuesta a la pandemia no se debe principalmente a liderazgos populistas

Un artículo reciente de The New York Times atribuye la mala respuesta frente al coronavirus de países como: Brasil, EE.UU., Rusia o Inglaterra, a estar gobernados por líderes populistas.

“No hay duda de que las declaraciones públicas y el liderazgo errático de políticos como Bolsonaro y Trump han obstaculizado la capacidad de sus Estados para contener el virus de manera efectiva. Han aprovechado además la crisis para exacerbar las divisiones internas dentro de los electores con miras, en el caso de Trump, a reelegirse”, anota Melchiorre.

“¿Una administración de Obama habría coordinado una mejor respuesta a la pandemia? Casi seguro”, dice Melchiorre.

Pero, el investigador cree que concentrarse en las fallas de los líderes "populistas", nos hace perder de vista problemas causados por políticas públicas que llevan décadas en algunos de esos países.

Cuenta que aunque Trump intentó eliminar el Affordable Care Act, no creó el sistema de atención médica privatizada que rige en los Estados Unidos y ha dejado a millones sin seguro.

Tampoco es el principal responsable de la escasa inversión en salud pública de ese país, o del desmonte de la red de seguridad social, que han promovido los dos partidos políticos tradicionales.

El debilitamiento del National Health Service en Gran Bretaña tampoco puede atribuírsele, según Melchiorre, al liderazgo de Boris Johnson, sino que es producto de medidas adoptadas por los partidos políticos tradicionales y de efectos acumulados de reformas económicas neoliberales que se remontan a Margaret Thatcher.

“Es un error culpar exclusivamente a estos líderes, por irresponsables o ineptos que sean. Si Trump, por ejemplo, es expulsado del poder en noviembre, muchos de los principales desafíos que enfrenta el país hoy no desaparecerán mágicamente, ni serán resueltos por los demócratas de Joe Biden, a menos que un gobierno de Biden sea empujado hacia la izquierda por una presión persistente y sostenida de un movimiento social”, concluye Melchiorre.

2

Los populismos son más el efecto, que la causa, de las fallas de la democracia

“Una opinión común, anota Melchiorre, es que el populismo y los líderes populistas amenazan las democracias liberales. La relación causal es a menudo a la inversa, como lo han sostenido los filósofos Chantal Mouffe y Ernesto Laclau”.

El populismo, según el investigador, tiende a prosperar en condiciones en las que las personas sienten que realmente no tienen una opción real cuando votan: no importa cómo lo hagan, sus vidas seguirán siendo las mismas: “se sienten desconectadas del proceso político, subrepresentadas por los partidos tradicionales o el statu quo político”.

Históricamente hablando cuando las democracias eran más jóvenes, el populismo fue una especie de “revuelta de los excluidos”. En democracias establecidas lo ha sido de los “incluidos”. Esta es la tesis del pensador italiano Marco Revelli, que Melchiorre comparte.

En América Latina, por ejemplo, a principios de siglo XX, la política, según el investigador, se caracterizaba por sistemas de partidos oligárquicos, que excluían a los sectores populares. 

En el Brasil de los años 30, explica, sólo cerca del 10 por ciento de la población adulta podía votar. 

La movilidad social que generó la modernización socioeconómica, según Melchiorre, trajo consigo que clases sociales, antes excluidas, exigieran derechos políticos y justicia social y económica. El éxito de líderes populistas, como Vargas en Brasil, o Perón, en Argentina, consistió en canalizar esas demandas.

“Recientemente, en los Estados Unidos y Europa occidental, los populistas de derecha, como Donald Trump y Nigel Farage, el líder del Partido del Brexit, han sido exitosos en democracias más antiguas y establecidas. ¿Por qué?”, pregunta Melchiorre.

'Make American Great Again', de Trump, o “Leave”, de Farage, tuvieron eco, principalmente en los lugares más afectados por la desindustrialización en EE.UU. (en el Rust Belt) y Gran Bretaña. 

“Se trata de personas que alguna vez se beneficiaron de las prósperas economías industriales de sus países, es decir, ‘los incluidos’, que ahora se sienten traicionados y anhelan con nostalgia el regreso de un pasado en el que tenían poder e influencia”.

3

El populismo puede restringir libertades individuales pero también empoderar a los ciudadanos

Los movimientos populistas de izquierda en EE.UU, España, Grecia y Latinoamérica, según Melchiorre, han reavivado el interés popular por ciertas ideas como la redistribución de la riqueza y el restablecimiento de las redes de seguridad social, así como, la responsabilidad que tienen los gobiernos en ello, al tiempo, que han llamado la atención de la opinión pública sobre la influencia desmedida de las corporaciones privadas en los procesos políticos.

De hecho un estudio, citado por el investigador, que hicieron académicos de diferentes partes del mundo, entre ellos, de la Universidad de Oxford y del German Institute of Global and Area Studies, en alianza con The Guardian, sobre liderazgos populistas en 40 países en los últimos 20 años encontró que uno de sus efectos ha sido la repolitización o empoderamiento de los ciudadanos en términos de aumentar su interés de votar, así como, de ejercer un mayor control sobre los gobernantes, por ejemplo.

Al mismo tiempo, ese estudio, así como el que hicieron los politólogos Mudde y Kaltwasser sobre populismos en Latinoamérica y Europa, señalan que el recurso frecuente a la soberanía popular o a la voluntad de pueblo que hacen los líderes populistas, también ha sido usado en contra de pilares de las democracias liberales como la separación de las ramas del poder o sistema de contrapesos y la libertad de prensa, por ejemplo.

Por eso Mudde y Kaltwasser dicen que los populismos producen efectos ambivalentes en la democracia.

Sobre esto, Melchiorre trae el caso de Evo Morales, el expresidente boliviano, criticado por su intento de permanecer en el poder a través de dos referendos que quiso impulsar, habiendo fallado en el último, en lo que muchos han calificado como una tendencia autoritaria. 

“Pero, me pregunto, si el gobierno interino de Jeanine Añez, que representa al cristianismo radical en ese país, que llegó al poder tras el golpe de estado contra Morales, será más democrático o respetuoso de las libertades liberales y estará tan comprometido en reducir la pobreza de ese país? Me atrevo a decir que no”, dice Melchiorre.

Por otro lado, Melchiorre señala que, constantemente, se confunde al populismo con fenómenos políticos distintos, como el etno-nacionalismo y el autoritarismo en Europa occidental, o el clientelismo y mala gestión económica en América Latina.

“Partiendo de la suposición básica de que el populismo representa un claro "peligro" para la supervivencia de las democracias liberales se generalizan los efectos particulares que pueden haber tenido en determinados contextos”, señala Melchiorre.

4

El populismo ha puesto en la agenda la desigualdad y la ha reducido

Presidentes y primeros ministros populistas de izquierda, pero también de centro y de derecha -aunque en una mucho menor proporción-, han logrado disminuir la brecha entre ricos y pobres en sus países, anota Melchiorre.

Se basa en una de las conclusiones a las que llegó el Team Populism que conformaron académicos en alianza con The Guardian, citados antes en esta historia, tras estudiar los casos de 40 países en los últimos 20 años.

Ese efecto en la práctica también ha estado acompañado de un cambio en la conversación política:

“¿Por qué muchos votantes se sintieron atraídos por Gustavo Petro o Bernie Sanders? Porque llamaron la atención sobre cuestiones que anteriormente se habían descuidado por completo, o que eran incluso invisibles en la arena política, como la desigualdad de clase”.

Sanders, explica el investigador, abogó por un aumento drástico del salario mínimo, por garantizar que la educación universitaria fuera gratuita en las instituciones públicas y por extender Medicaid a todos, por ejemplo.

“En los 90 era impensable que estas propuestas se debatieran seriamente, o que un ala del partido Demócrata las impulsara. Mucho menos, que un socialista autoidentificado fuera el que las defendiera; y muchísimo menos, que este candidato socialista fuera un contendor fuerte en las elecciones” señala Melchiorre.

Pese a que cierto consenso neoliberal de finales del siglo pasado que se dió entre políticos como Reagan, Clinton, Thatcher y Blair produjo, según Melchiorre, una explosión de la desigualdad de la mano del desmantelamiento del Estado de Bienestar, de la fragmentación de las organizaciones de la clase trabajadora y del declive de los estándares de vida de la mayoría de personas, “se había generado también un consenso de que la democracia liberal ganó y es la única alternativa -’the only game in town’, sin cuestionarse por su rol en la exclusión social”, concluye Melchiorre.

Las propuestas de Sanders han sido tildadas de irrealizables, pero, sorprendentemente, explica Melchiorre, el Gobierno estadounidense sí encontró los recursos para aprobar el mayor rescate financiero en la historia del país para hacerle frente a la pandemia.

5

No todos los liderazgos populistas tienen un mal desempeño económico

El populismo en términos generales, dice Melchiorre, “se asocia a políticos a quienes se les acusa de manipular las emociones populares y hacer promesas irresponsables y poco realistas”.

El caso de fracaso que se le viene a la mayoría a la cabeza es el de Venezuela. En efecto, dice el investigador: “Lo que se conoce como el populismo radical de Chávez que, en un comienzo, redujo la desigualdad y la pobreza, fue seguido del colapso económico del país, debido especialmente al mal manejo que hicieron los chavistas de su sector petrolero”. 

Pero este no ha sido el caso de otros países de la región como Ecuador y Bolivia, según varias cifras que cita el investigador:

Bajo el mandato de Evo Morales, la tasa de crecimiento promedio de la economía de ese país fue del 4.8 por ciento entre 2004 y 2017, al tiempo que se redujo de un 36 a un 17 por ciento la población bajo la línea de pobreza. 

Pasó de ser un país de ingreso bajo a uno de ingreso medio-bajo según el Banco Mundial.

En el Ecuador de Rafael Correa, la tasa de crecimiento promedio de la economía entre 2007 y 2015 fue del 4.2 por ciento y se redujo la pobreza extrema del 37 al 22 por ciento. 

Correa, según Melchiore, estableció que la educación, aún la superior, fuera gratuita, duplicó el salario mínimo, aumentó los impuestos de las personas más ricas del país e hizo grandes inversiones en salud e infraestructura, que explican esos resultados. 

“Ninguno de esos ejemplos corresponde a la idea generalizada de que los populistas producen la ruina económica, inevitablemente. Esa creencia ha servido, más bien, para deslegitimar los intentos que han hecho algunos políticos por reducir los grandes problemas de desigualdad que han aquejado a América Latina”, anota Melchiorre.

Del lado opuesto hay fracasos también como la crisis financiera del 2007-2008 que se originó en EE.UU. y se extendió además a muchos otros países.

“Los bancos de Wall Street incurrieron en un riesgo excesivo en el mercado de vivienda y las garantías hipotecarias producto de la desregulación del sistema financiero en la que las administraciones de Clinton y Bush tuvieron un rol protagónico.

Después el Gobierno de Obama los rescató con recursos públicos pese a haber defraudado a la gente. ¿Atribuimos las fallas en la regulación del sector financiero estadounidense a la irracionalidad del proyecto neoliberal?” pregunta Melchiorre.

6

El populismo tiene un tronco común

Según Melchiorre, aunque Sanders y Trump tenían profundas diferencias sobre las causas y la solución a la "crisis" de ese país, en las elecciones de 2016: “ambos convirtieron al "pueblo" en el centro de sus mensajes políticos. Culparon a la élite de los males sociales, económicos y políticos; y afirmaron estar defendiendo la soberanía popular y tratando de restaurar la democracia estadounidense”.

Eso los caracteriza como populistas y los distingue de otro tipo de liderazgos, según el investigador, lo que aplica para estudiar la mayoría de casos.

En primer lugar, según Melchiorre, los políticos que usan un discurso populista ponen a "la gente" en el centro, no a la "nación", la "libertad", o la "juventud", por ejemplo.

En segundo lugar, muchos políticos pueden invocar a "la gente" en sus discursos, pero los populistas plantean una relación antagónica entre el "pueblo", por un lado, y la "élite", la "oligarquía" o el "establecimiento", del otro.

En tercer lugar, usualmente proponen romper con o rehacer los sistemas políticos excluyentes, a fin de devolver el poder al "pueblo", “por esto el populismo es tan atractivo” dice Melchiorre.

En cuarto lugar;“los políticos populistas afirman ser la voz del pueblo, a menudo su única voz e incluso su encarnación”, por lo que a menudo, según el investigador, son outsiders carismáticos, que intentan establecer una relación directa e inmediata con sus partidarios, hablándoles en un lenguaje simple y fácil de entender, lo que hace que buena parte del poder de su movimiento radique en una sola persona, su líder.

“Y lo que es esencial para que el discurso populista sea efectivo es su capacidad para crear alianzas multiclase y movilizar a grupos sociales que han tendido a percibirse a sí mismos como excluidos o marginados del status quo”, dice Melchiorre.

7

Aunque con ramificaciones

Conceptos clave como “el pueblo”, la “élite”, así como las soluciones propuestas a su supuesta relación antagónica varían, en todo caso, de populista en populista.

Volviendo a las elecciones de 2016, Melchiorre señala que Trump definió "el pueblo" en términos etno-nacionalistas y raciales: el pueblo eran los blancos, cristianos estadounidenses, principalmente.

A su turno, explica el investigador, el "enemigo" de "la gente" era la élite política que había estado gobernando desde Washington D.C., de ahí sus constantes llamados a "drain the swamp" (drenar, desaguar el pantano), Washington habría sido fundado en uno.

“Fue, precisamente, debido a las fallas de esa élite política, que según Trump, la industria manufacturera estadounidense fue diezmada y la "inmigración ilegal" se convirtió en una gran amenaza para la sociedad y la economía de Estados Unidos” dice Melchiorre.

Para Bernie Sanders, en cambio, el "pueblo" era el 99 por ciento de personas que había sido defraudado por Wall Street en la crisis económica de 2008, y cuya democracia había sido secuestrada por el creciente poder e influencia del poder corporativo en los Estados Unidos.

“El enemigo, era la élite económica que representaba un uno por ciento de la población y que había "manipulado" el sistema político para promover sus propios intereses económicos a expensas de la "gente" trabajadora explotada”, señala Melchiorre.

Para Sanders, la solución era gravar a esa élite económica y hacer reformas para limitar enormemente su poder e influencia, explica el investigador.

Bajo la administración Trump, por el contrario, el Congreso aprobó una de las reducciones de impuestos más favorables para las corporaciones y la élite económica en la historia reciente de los Estados Unidos, según Melchiorre.

Esto no es exclusivo de EE.UU.

En el análisis de casos de populismos que hicieron los politólogos Mudde y Kaltwasser en 2012, encontraron que al menos para ese entonces, había una tendencia en los europeos de derecha a ser excluyentes, mientras que los casos latinoamericanos que examinaron -Correa, Morales y Chávez-, eran inclusivos.

“Para el populista europeo de derecha, que concibe al "pueblo" en términos etno-nacionalistas, su objetivo es proteger el bienestar, los privilegios y los derechos del "pueblo", definidos como "europeos nativos" lo que implica excluir a los inmigrantes de participar políticamente o del Estado de Bienestar”, dice Melchiorre.

Por el contrario, en el caso de Bolivia, por ejemplo, cuenta el investigador que Morales buscó incorporar a las comunidades indígenas de manera más significativa en el sistema político del país.

8

Hay políticos más o menos populistas, más que populistas y no populistas

El populismo, según Melchiorre, es una especie de continuo y no tanto una identidad permanente, por lo que para él la pregunta clave es en qué grado un político o el conjunto de políticos pertenecientes a un partido es populista.

“Me parece que cuando en Colombia la gente habla de Uribe como un populista, tiende a centrarse en cómo ha trabajado para cultivar una imagen de un "hombre del pueblo" y un outsider político. También hablan sobre el lenguaje sencillo que usa cuando hace campaña, o la forma en que busca establecer un vínculo directo con sus seguidores a través de Twitter o de los consejos comunitarios. Algunos incluso pueden referirse a lo que perciben como sus impulsos autoritarios”.

“Pero, creo que en la última campaña electoral la retórica de Petro fue claramente más populista que la de Uribe, por ejemplo”, anota Melchiorre.

Según él, el discurso de Petro se basó en el enfrentamiento entre el pueblo colombiano y la élite política tradicional que se reflejaba en frases como: “Colombia es un pueblo honesto ... que fue defraudado por una minoría política corrupta”.

“Si bien Uribe definitivamente afirmó querer proteger al pueblo colombiano, su discurso estaba más dirigido a las guerrillas de izquierda o la amenaza del Castro-Chavismo, que a la élite política o al establishment, tal vez porque, al menos ahora, él y su partido, el Centro Democrático, son parte central de ese establecimiento”, concluye Melchiorre.

9

El populismo no es la solución ideal a los problemas de la democracia

Más allá de las bondades y defectos del populismo, Melchiorre no cree que sea la mejor solución a las fallas que ha evidenciado tener la democracia liberal.

Uno de las principales limitaciones, que según el investigador, han evidenciado liderazgos populistas de izquierda como Podemos, en España, Syriza, en Grecia, el partido laborista de Jeremy Corbyn en Reino Unido, Morales en Bolivia o Bernie Sanders, en EE.UU., es su incapacidad para institucionalizar movimientos políticos democráticos que aseguren amplias victorias electorales, entre otras, por el enorme peso que ponen en sus líderes individuales.

Melchiorre cree que la mejor alternativa está en la conformación de movimientos sociales masivos que hagan presencia en las calles y que puedan tener una incidencia política clara en las decisiones de los gobernantes.

“Uno de los aspectos más alentadores del movimiento de protesta en los Estados Unidos en este momento es el aparente divorcio con la política electoral, en el sentido que los jóvenes manifestantes no creen en la idea democrática liberal de "si quieres una sociedad mejor, todo lo que tienes que hacer es votar mejor o votar por la persona adecuada". Para muchos de ellos ni Trump ni Biden representan el mundo en el que quieren vivir. Su agenda política va más allá: quieren presionar a sus gobiernos, a nivel municipal, estatal y nacional, para garantizar reformas que pongan fin a la brutalidad policial, que promuevan la justicia racial y una respuesta más integral al cambio climático. Si este movimiento logra mantener, en el largo plazo, una presencia sostenida en las calles, existe la posibilidad de que empujen a Biden hacia la izquierda, aunque sea moderadamente. En ausencia de tal presión popular, no veo que Biden implemente el tipo de reformas de gran alcance que buscan muchos de los manifestantes y que requiere este momento histórico”, concluye Melchiorre.

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

Compartir
0
Preloader
  • Amigo
  • Lector
  • Usuario

Cargando...

Preloader
  • Los periodistas están prendiendo sus computadores
  • Micrófonos encendidos
  • Estamos cargando últimas noticias