Desigualdad en la riqueza

Desigualdad en la riqueza

La distribución de la riqueza es un tema recurrente, en mayor o menor grado, en todas las corrientes de doctrinas religiosas, políticas y económicas desde que la humanidad tiene memoria. Aún más, una significativa parte del discurso político contemporáneo se refiere al objetivo de reducir la distancia material entre los que más riqueza poseen y los que ninguna. Paradójicamente, durante el siglo XXI —en los países desarrollados— se ha estado revirtiendo lo obtenido en términos de mejoramiento en la distribución de la riqueza durante todo el siglo XX.

En Colombia ha tomado carrera la idea de que nuestro país es de los más “desiguales” del mundo, que esto tiene una categoría de “pecado original” y que probablemente allí se siembran la mayor parte de nuestros problemas, desde el subdesarrollo económico hasta la violencia. Es, por lo tanto, relevante sofisticar el análisis de un tema en esencia complejo y común a toda la humanidad.

Lo primero, sobre el índice de Gini —que tiene la gran virtud de resumir en un solo número la “desigualdad” en una distribución (donde 1 es máxima desigualdad y 0 igualdad total)— es clave advertir que es apenas un modelo estadístico con inevitables limitaciones. El coeficiente Gini indica cuánto se aleja de la media de la riqueza la diferencia promedio, entre sí, de todos los individuos. Estructuras muy diferentes de distribución pueden resultar en números Gini similares y no existe una especie de gradualidad constante entre los diferentes saltos del coeficiente, que es una función exponencial. Es decir, pasar de 0,3 a 0,4 o de 0,7 a 0,8 no son “aumentos de desigualdad en proporciones equivalentes”. Dadas estas acotaciones, la mayor utilidad responsable del Gini —que irremediablemente se presta para los famosos rankings— sería la de establecer comparaciones intertemporales de la distribución de un mismo país y ser un complemento a otros análisis, que permitan comprender las características de la desigualdad en cada caso específico.

Lo segundo, es no confundir la “distribución de la riqueza” con la “distribución del ingreso”. La riqueza es el stock patrimonial de una sociedad, el valor de bienes, tierra y capital, acumulado generalmente a través de generaciones y de una magnitud cientos de veces superior al ingreso que tiene una sociedad en un año determinado. De acuerdo al Banco Mundial (List of countries by wealth inequality based on information by the World Bank 2019), los países con mayor desigualdad en la distribución de su riqueza, de acuerdo al Gini, son: Holanda (Gini: 0,9), Rusia (0,879), Suecia (0,867), Estados Unidos (0,852), Brasil (0,849) y Dinamarca (0,838). En esta misma lista figura Colombia con un Gini de 0,77 —menos desigual que Haití, Chile, Perú y México—. Lo más llamativo con respecto a la distribución de la riqueza en los países desarrollados es que gracias a las posibilidades de endeudamiento, una amplia porción de la población más pobre tiene “riqueza negativa”, sus deudas superan con creces cualquier activo.

El listado de la desigualdad del ingreso es diferente. Esto se explica por varias razones. La gran proporción de la población que tiene “riqueza negativa”, recibe ingresos eventualmente importantes, “positivos”, por su trabajo. La disponibilidad inmensa de apalancamiento permite a los más pobres generar ingresos presentes contra pagos futuros, aunque su “riqueza” sea crecientemente “negativa”. El incremento en el valor de los activos, primordialmente en manos de los más ricos, no se registra en general como un “ingreso” ni en las cuentas nacionales ni para efectos fiscales; ni tampoco el “consumo” de esta, minimizando el ingreso aparente de los más ricos. Y, muy importante, la tributación y el gasto social disminuyen el efecto de la desigualdad de la riqueza sobre el ingreso disponible.

El listado de los países más desiguales por ingreso lo lidera Sudáfrica, con un Gini de 0,65. Holanda, Suecia y Dinamarca, los campeones de la desigualdad en la distribución de la riqueza, tienen un Gini de ingreso de alrededor de 0,42, que se convierte en alrededor de 0,25 después de impuestos y transferencias sociales. La intervención del Estado en estos países redistribuye el ingreso efectivo y —aunque esto no altera la gigantesca desigualdad en la distribución de la riqueza— es un paliativo significativo a los efectos más evidentes. 

Colombia tiene un Gini de ingreso de 0,52 y —como han anotado numerosos analistas desde hace años— dado que las más sustanciales transferencias sociales (subsidio a pensiones régimen prima media y giros para educación superior) se dirigen principalmente al 20 % con mayores ingresos del país, este Gini permanece inalterado después de la acción del Estado. El presupuesto de gastos del Gobierno colombiano se debe redirigir, en su gran mayoría, hacia el 40 % de la población con menores ingresos, para mejorar en el corto plazo nuestro índice Gini de distribución del ingreso. Allí es donde se debe centrar el debate y manifestar la voluntad política para actuar decisivamente.

Este espacio es posible gracias a

Social

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

Compartir
0
Preloader
  • Amigo
  • Lector
  • Usuario

Cargando...

Preloader
  • Los periodistas están prendiendo sus computadores
  • Micrófonos encendidos
  • Estamos cargando últimas noticias