El Paro nacional: ¿una burda copia?

El Paro nacional: ¿una burda copia?

La estantería se derrumba cual castillo de naipes. Era previsible porque, como se dice coloquialmente, está "pegada con babas". La idea de realizar un paro nacional prolongado, a fin de cambiar el statu quo vigente, implosiona por defecto. Nelson Alarcón, directivo de Fecode, puso el dedo en el detonador cuando se filtró aquel video en el que desvelaba las verdaderas motivaciones del movimiento social.

En el ahora se formulan diferentes hipótesis y se esbozan teorías para explicar por qué fracasó el Paro nacional o por qué no alcanzó los objetivos previstos por el comité convocante. Quisiera agregar otra tesis: nuestro ADN xenófilo —del que ni siquiera escapa la izquierda, abandera indiscutible de la nacionalización en línea, aquí y en Cafarnaúm— hizo de esta enésima versión de Paro nacional una vulgar copia de movimientos sociales de similar naturaleza, pero acaecidos en ultramar. Un documental que está en Netflix, el servicio de contenidos audiovisuales por "streaming", probaría mi teoría.

"Winter on fire" ("Invierno en llamas") narra una serie de acontecimientos ocurridos en Ucrania a partir del 21 de noviembre de 2013. Aquel día, entre 300 y 400 ucranianos se concentraron en la capital, Kiev, en un sector céntrico conocido como Maidán Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) para protestar contra el presidente Víktor Yanukóvich. El mandatario, abiertamente prorruso, había prometido a su pueblo firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea y deslindarse del Kremlin.

Pero, mientras el pueblo ucraniano fincaba sus esperanzas en Occidente, su presidente añoraba volver a la federación rusa, luego de que el país había logrado su independencia en 1991 tras la disolución de la Unión Soviética. Yanukóvich reculó en su promesa de campaña porque había negociado una alianza de mercado secreta con Putin.

Esta fue la chispa que prendió esa hoguera que el mundo conocería como la Euromadián o protesta de la Europlaza, convocada a través de Facebook y otras redes sociales. El 25 de noviembre se sumaron los estudiantes, sobrepasando el millar de manifestantes, con una única exigencia: "Ucrania es Europa, firmen el tratado". Pero Yanukóvich jugó mal sus cartas cuando proclamó nuevas leyes antiprotestas y desató una violenta represión con los bérkut (antidisturbios) a partir del 29 de noviembre.

En menos de una semana, los manifestantes pasaron de un millar a más de un millón y el pliego de peticiones de una única exigencia a dos: la firma del acuerdo comercial con la Unión Europea y la caída del régimen. Luego de 93 días −primero de protestas pacíficas y luego de una lucha de barricadas alrededor de Maidán−, el presidente ucraniano y parte de su gabinete huyeron a Moscú. Era el 21 de febrero de 2014.

Del análisis de esta pieza audiovisual surge mi convicción de que el modus operandi del Paro nacional es fiel copia de la experiencia ucraniana y quizá de movimientos sociales ocurridos en otras latitudes. Los conceptos de "resistencia"; "primera línea" (y sus variantes, como el de "madres de la primera línea"); la utilización de escudos metálicos o de madera, pintados con elementos simbólicos; el empleo de infraestructura del paisaje urbano para construir barricadas, aplicando incluso soldadura; la participación de jóvenes sin una aparente filiación política; el apoyo de algunos veteranos de guerra; el rol de los estudiantes y una campaña de largo aliento, se aprecian en "Winter on fire" como si se tratara de fotografías de las protestas en Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla, pero documentan lo acaecido en Kiev.

Claro, con lo que no contaban los arquitectos del paro es que los manifestantes no serían ucranianos sino colombianos. Y que, en vez de un pliego de dos puntos, las exigencias sumarían más de un centenar. Mientras en Ucrania la protesta tomó visos de causa nacional, en Colombia cada sector —indígenas, sindicatos, profesores, estudiantes y jóvenes— tira para su lado. 

Disperso y fragmentado, el paro jamás ha contado con el apoyo de las mayorías. Si bien es cierto que en cada jornada de protesta han salido miles de personas en las principales ciudades del país y en uno que otro municipio, no es menos cierto que sumados el número de manifestantes por día apenas se acercaban al millón de colombianos. Una cifra ínfima para un país que, según el último censo, está por encima de los 50 millones de habitantes.

Por eso, jamás he estado de acuerdo con darle el rótulo de "estallido social" a lo ocurrido en estos últimos sesenta días, como sí lo hace una parte de la prensa para captar audiencias. Las recurrentes jornadas de protesta se vieron y se ven ensuciadas por cierres vandálicos y traumáticos bloqueos de vías, dos realidades que, a mi juicio, le restan el apoyo del otro 98 por ciento de la población, si de colocarlo en términos numéricos se trata.

Defiendo mi postura, así algunas encuestas de opinión indiquen que el 70 por ciento de los colombianos apoya el Paro. Porque hay una gran brecha entre la intención y la acción. Una cosa es acompañar moralmente las protestas y otra salir a la calle a "frentear" la situación. "Del dicho al hecho, hay mucho trecho", reza el refranero popular.

Este es otro punto de disloque entre un movimiento y otro. El millón de personas concentradas en Maidán estuvo allí las 24 horas, durante 93 días consecutivos. Además, en estas últimas exhalaciones del Paro nacional, los jóvenes y los estudiantes, por ejemplo, se dieron cuenta de que fueron instrumentalizados por los viejos zorros del comité y dejados al garete para actuar sin un norte claro. Nadie representa a nadie.

Confieso que mi teoría puede resultar fantasiosa o traída de los cabellos. Por eso, miren "Winter on fire" y saquen sus propias conclusiones, porque no creo en la confluencia de tantas coincidencias. Entre tanto, solo terminaré por decir que así son los movimientos contestatarios en Colombia. Les caracteriza el desorden, el oportunismo, el egoísmo, el egocentrismo de sus líderes y ahora una absoluta falta de originalidad. De ahí que jamás serán la mejor alternativa de poder, como bien se puede colegir de su ejercicio de gobierno en ciudades como Bogotá y Cali.

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Paz

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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