El Paro y el despertar democrático en las ciudades

El Paro y el despertar democrático en las ciudades

En la antigua Grecia la polis era el epicentro del debate, en donde los asuntos públicos eran discutidos con la “ciudadanía” buscando consensos para la toma de decisiones. De ahí la tradición democrática occidental en donde el gobierno —del país o las ciudades— está sometido al escrutinio público. Es el deber ser.  Las democracias modernas han previsto múltiples modelos dispositivos de participación ciudadana, que sirven para tramitar las tensiones entre gobernados y gobernantes mediante el debate y la gobernanza.

En Latinoamérica no ocurre lo mismo, los gobiernos se cierran por el temor de perder gobernabilidad y la profusa desigualdad en el poder que crea roscas cerradas para tomar decisiones. Eso parece estar cambiando a fuerza de la presión ciudadana. Las grandes manifestaciones —que cumplieron dos meses de haber comenzado— nos invitan a pensar que en el caso colombiano el asunto parece estar cambiando.  ¿Nos quedaremos con la protesta y su dinámica democrática?

La posibilidad de la interpelación ciudadana, a través de la movilización, continuará presente en ausencia de la apertura a la deliberación y la toma de decisiones concertadas. Sobre todo en las ciudades en donde la dinámica del estallido social fue mucho más fuerte, como lo señaló el profesor Luis Fernando Trejos en un foro con Gustavo Duncan: “aunque hubo movilización en algunos casos, una característica fundamental del estallido social en Colombia es que hubo una migración de las expresiones rurales a las urbanas”. En las zonas de conflicto rural la cosa es a otro precio.  

El Paro, que tuvo como razones principales motivaciones nacionales en temas de trascendencia general (la corrupción, la crisis social, las violaciones de derechos humanos, entre otras), terminó teniendo un cariz local, sobre todo en las zonas con mayor conflictividad como Cali y Bogotá, en donde la georreferenciación de las primeras líneas y bloqueos están íntimamente ligados a zonas con graves carencias sociales y olvido estatal.

¿Pasará lo mismo en otras ciudades? Es posible, en la medida que la descentralización implica la cercanía de los ciudadanos con los gobiernos locales. Si no hay respuestas prontas a la grave crisis social y económica que nos dejó la pandemia, el clima social y político puede virar hacia una mayor conflictividad política local.

Un modelo de gestión que fomente la deliberación pública y la participación conseguirá canalizar el descontento de un movimiento estudiantil con ganas de cambios estructurales, que rápidamente pasarán de expectativas nacionales hacia una creciente desconcentración de las protestas.  De la capacidad de alcaldes y gobernadores para tramitar estas exigencias dependerá el resultado de la crispación social local.

El principal logro del Paro es la interpelación ciudadana a los poderes del Estado en la perspectiva de la consolidación de una gobernabilidad democrática. El despertar de la ciudadanía colombiana, jalonada por los jóvenes que —en ausencia de respuestas— pusieron a la sociedad como un actor de intermediación política (la democracia participativa). Como lo señala Tibout, la ciudadanía suele votar con los pies, en el sentido que es en lo local en donde espera que le resuelvan sus problemas. Más que cambios formales, se necesitan cambios reales (Duncan) y es en lo local donde aumentarán las demandas sociales. Este será el nuevo epicentro tectónico de la democracia colombiana.

Este espacio es posible gracias a

Social

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

Compartir
0
Preloader
  • Amigo
  • Lector
  • Usuario

Cargando...

Preloader
  • Los periodistas están prendiendo sus computadores
  • Micrófonos encendidos
  • Estamos cargando últimas noticias