La consultoría filosófica
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Pocos conocen una de las funciones más importantes de la filosofía: ayudar a lidiar con las preguntas que tenemos todos los días.
A muchos el lenguaje sofisticado de la filosofía les produce espanto. Pero uno no tiene por qué leer los textos médicos cargados de jerga especializada para resolver sus dudas médicas. Va a un consultorio médico y ya está.
Puede que el médico use una que otra palabra que desconocíamos, pero con seguridad nos explicará con sencillez cómo está nuestra salud.
Lo mismo pasa con la filosofía. Puedes consultarle a un filósofo y él no tiene que hablarte como si estuviera en un congreso de especialistas.
La consultoría filosófica es la oportunidad para recibir orientación calificada y una guía seria y profesional para abordar inquietudes sobre la felicidad y el sufrimiento humano y animal, sobre el alma y la mente, sobre la sociedad, la historia, y el destino de la humanidad. Y, por supuesto, sobre el sentido de la vida y la muerte.
Todos tenemos preguntas. Preguntas puras. Genuinas. Honestas.Preguntas básicas. Las de los niños. Las de los adultos. Las de todos.
Pero muchas de esas preguntas no las podemos responder solos. Requieren de especialistas. El problema es cuando no sabemos cuál es el especialista que debemos consultar.
Es fácil identificar las preguntas médicas, legales y contables. Incluso las psicológicas y las espirituales.
¿Pero sabemos identificar las filosóficas? No es tan fácil. Quien ha estudiado algo de filosofía las identifica con rapidez.
Pero una persona que en su vida ha manifestado interés alguno por la filosofía que le mal enseñaron en el colegio necesita una guía para identificarlas.
A continuación ofrezco una guía sencilla. Aunque lo mejor siempre es consultar a un filósofo formado y hacerle la primera pregunta filosófica de todas: ¿La pregunta que tengo… es filosófica?
Vamos a la guía:
Para la consultoría filosófica no hay preguntas tontas:
¿Qué es la vida?
¿Por qué una cosa es "arte" y otra no?
¿Hay alguna verdad?
¿Hay forma de saber qué está bien y qué está mal?
¿Por qué es tan complejo el universo?
¿Aprendemos algo de los sueños?
¿Todos experimentamos la misma realidad?
¿Existe la felicidad?
¿Qué es la muerte?
¿Qué es el amor?
Las preguntas filosóficas son innumerables. Y si una pregunta no parece filosófica a primera vista, con seguridad puede ser abordada filosóficamente.
He ahí la clave del asunto: no hay preguntas filosóficas “en sí mismas”. En realidad, toda pregunta, no importa la que sea, puede ser abordada de modo filosófico.
Desde ¿Qué es el cáncer? Hasta ¿Por qué me duele amar?
Desde ¿Cómo hacemos para que este pais mejore? hasta ¿Por qué refundo las llaves?
Las preguntas que todos tenemos merecen respuestas amorosas, con método. Respuestas fundamentadas en la ancestral sabiduría filosófica de todas las culturas.
También merecen respuestas directas, útiles o prácticas. O respuestas felizmente inútiles pero llenas de dicha y asombro, de sobrecogimiento existencial o goce estético.
La consultoría filosófica es una práctica que está en auge. Los filósofos profesionales del todo el mundo se están dando cuenta de que no solo sirven para dictar clases de filosofía y escribir artículos técnicos. También pueden atender las necesidades filosóficas de las personas. A nivel individual o colectivo.
Muchos filósofos lo hacen a nivel colectivo, publicando libros y dando conferencias para el gran público. Pero también se puede hacer individualmente, en servicios privados a individuos o compañías, como hace Lou Marinoff, fundador de la APPA (American Philosophical Practitioners Association) y otras escuelas de práctica filosófica a nivel internacional. La idea de la “Philosophical Consulting” surgió de la mano del filósofo alemán Gerd B. Achenbach en la década de los 80. Achenbach fue discípulo del también sabio y feliz filósofo alemán Odo Marquard.
El movimiento internacional de la “filosofía para niños”, refleja el mismo espíritu. La Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá tiene un programa de formación en filosofía para niños, liderado por el profesor Diego Pineda. Creada por el filósofo Matthew Lipman en los 60, la filosofía para niños es todo un movimiento global.
No es extraño que esto ocurra, pues la filosofía vive en todas partes, es universal, y no es exclusiva de la formación académica de investigadores en las universidades.
Resulta extraño que la idea de la consultoría filosófica haya tardado tanto tiempo en aparecer en el mundo moderno, pues en el fondo es una idea antigua.
El filósofo francés Pierre Hadot lo ha explicado muy bien cuando describió la filosofía de la antigua Grecia y Roma fundamentalmente como “un modo de vida”. Todos podemos, además, recordar la figura de Sócrates: el arquetipo del filósofo.
Sócrates era un preguntón que nos enseño que todos podemos despertar la sabiduría que habita en nuestro interior si disponemos de una guía adecuada.
Por eso Socrates decía que él era una partera, como su madre: una profesional que te ayuda y acompaña en la concepción y facilita el parto de las ideas.
Un buen filósofo consultor nos ayuda a encontrar respuesta a todas las necesidades filosóficas: cuestiones éticas, tensiones políticas, conflictos culturales, conflictos entre razón y fe, confusiones conceptuales, ideas difíciles, problemas lógicos y epistemológicos, debates estéticos, preguntas metafísicas y cosmológicas, preguntas vitales y existenciales.
Todos tenemos preguntas filosóficas. La consultoría filosófica permite saber qué hacer con ellas. Hay que hacer la prueba y conversar con un filósofo profesional y así disfrutar de la luz que ofrece esa clase tan especial de sabiduría.
No importa cuál sea la pregunta. En una buena consultoría filosófica todas deber ser trabajadas con igual nivel de seriedad. Allí se analiza su importancia y valor y se descubre su sentido más profundo.
La consultoría filosófica es una oportunidad para que cada uno se tome sus propias preguntas en serio, de la mano de un experto, y les de el trato que se merecen.
Con la consultoría se puede además aprender mucho sobre cómo pensar temas profundos. Por puro contagio con el consultor filosófico el consultante puede descubrir con el tiempo su “filósofo interior”.
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