Mitos para los niños
La mitología también es para los niños. Y con eso no digo que los mitos sean despreciables por infantiles, ni que los niños sólo se merezcan mentiras.
Todo lo contrario: digo que los niños son lo suficientemente inteligentes para comprender historias arcanas, profundas y significativas.
Toda cultura tradicional lo sabe: los mitos se cuentan a los niños. No son solo para adultos.
La idea de que es necesario "adaptar" las historias tradicionales a la "sensibilidad infantil" es moderna. Parte del supuesto de que los niños son "más sensibles" y por ende menos capaces para soportar la dosis de horror y tragedia contenida en todo mito ancestral.
También parte del supuesto de que los niños son moralmente incapaces de comprender el contenido sexual de los mitos. Y parte del supuesto, igualmente cuestionable, de que intelectualmente los niños no son capaces de comprender su sentido.
Pero todos esos son meros supuestos. Es cierto que en la infancia las cosas se entienden de manera diferente, pero eso no significa que no se entiendan en absoluto ni que no se sientan con una profundidad particular.
Los niños lo perciben y sienten todo a su modo. De un modo creo yo superior al de la mente adulta, deteriorada y mutilada.
Los niños además no son seres asexuados y de todas formas la sociedad les habla de sexo de algún modo u otro. Generalmente mal.
Así que: Algún "cuento" les terminamos echando.
Durante siglos, incluso milenios, en todas las culturas del mundo, a los niños se les han contado cuentos, historias, mitos.
Eso es lo que significa la antigua palabra griega mithos: un cuento.
En el fondo un mito no es sino un cuento para niños, para ser relatado junto a la cama. O junto al fuego, al abrigo de la caverna, en medio de la noche.
Recuerdo el bello ensayo sobre los cuentos de hadas del genial escritor británico J.R.R Tolkien. Según Tolkien los cuentos de hadas no son historias adaptadas a la mentalidad "infantil". En realidad son historias para todos las edades que nos permiten acceder a una realidad más rica y compleja.
La idea de que a medida que crecemos también "avanzamos" en la compresión de la realidad es una creación de la Ilustración europea del siglo XVIII.
Se supone que la infancia es un tiempo de ignorancia al que le debe seguir la mayoría de edad, según los ilustrados. Y esa idea se corresponde con la visión de la historia propia de la Ilustración: la antigüedad es la infancia de la humanidad y sólo hasta los tiempos modernos hemos madurado.
En la mentalidad ilustrada, madurar en la historia significa para los pueblos abandonar sus mitos, que pertenecen a la infancia de la humanidad, y volverse racionales, científicos, modernos. Es decir, perder las historias que le dan sentido a su existencia.
Lo paradójico es que para el siglo siguiente, en el XIX, todo cambió, pues los mitos, con toda su carga de verdad, no debían ser entonces enseñados a los niños.
Se empezaron a crear desde entonces versiones ligeras de los mitos, descafeinadas y deslactosadas. Bajas en grasa. Cuenticos deformados en los que no se cuenta la historia como es.
Pero los mitos son historias arquetípicas. Su poder radica en que son símbolos. Inmemoriales. Que trascienden las fronteras del tiempo y del espacio.
Cambiarlos según el acomodo de la moral de la época es pervertirlos. Afectar el corazón simbólico de la historia. Alterar su significado profundo.
Es lo mismo que cambiar la Biblia, a la que le tenemos más respeto (por ahora).
Disney ha sido uno de los adalides en la manipulación y perversión de las historias tradicionales: todo tipo de mitos antiguos pero también los mitos modernos: leyendas, cuentos populares y novelas, convertidos en historias flojas o incongruentes, sin carne. Sin sexo ni violencia y, de paso, sin sentido también.
Hay versiones light y tergiversadas de todo: del Libro de la Selva y de los Cuentos de los Hermanos Grimm, de Las Mil y Una Noches y de Don Quijote.
Lo que está de moda en el siglo XXI son las versiones feministas de las historias tradicionales. Y ya comienzan a aparecer las versiones gay friendly y LGTBI.
Dentro de poco va a resultar Abraham sacrificando un plato de granola en vez de un cabrito, para no ofender a los animalistas.
Y una Caperucita Roja transexual amenazada por un lobo homofóbico.
Se avecinan las versiones femeninas de Simbad, Jesús y El Cid. Cambiando el final de las historias de hadas para que dejen de ser de hadas y convirtiéndolas en historias moralistas. La "moralina" de la que hablaba Nietzsche.
El moralismo contemporáneo va acabar hasta con los cuentos medievales.
Ya es la princesa la que rescata al caballero y convierte al dragón en mascota.
Los papás no deberían comprarle cuentos tradicionales de princesas a sus hijas si les van a cambiar el final.
Varias mamás influencers publican con orgullo en Instagram como intencionalmente pervierten el final de las historias clásicas cuando se las leen a sus hijas. Y creen que con ello hacen la gran obra de la civilización y son unas super mamás empoderadas.
Pero no es así.
Eso que hacen es pseudo feminismo light de latinas realmente machistas que sólo buscan marido rico.
Mientras el feminismo culto de los 70 leía la investigación sobre las formas arcanas de culto a las diosas, como por ejemplo la del brillante antropólogo y psicoanalista J. Campbell, el sexismo feminoide de las actrices y modelos contemporáneas se dedica a fomentar la estupidez volviendo taradas a sus hijas.
Leámosle a los niños la mitología como es. Los mitos como son. Sin maquillaje. Y permitamos que los arquetipos trasmitan su significado profundo.
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