Más de un mes en Paro: ¿qué se ha logrado?

Más de un mes en Paro: ¿qué se ha logrado?

Mi hija de 10 años es mi interlocutor más exigente. A muchos nos pasa. Las hijas (e hijos) nos exigen coherencia en los argumentos y respuestas. Este año pandémico con tanta incertidumbre ha sido una prueba de fuego.

Mi hija de 10 años es mi interlocutor más exigente. A muchos nos pasa. Las hijas (e hijos) nos exigen coherencia en los argumentos y respuestas. Este año pandémico con tanta incertidumbre ha sido una prueba de fuego.

La última pregunta de mi hija fue sobre el Paro. Cumplido el mes, mi hija sorprendida preguntó: ¿seguimos en Paro? ¿No están cansados?  Y la pregunta difícil: ¿qué han logrado?

Intento en esta columna organizar algunas respuestas con muchos matices para contestarle. Primero, ¿quiénes han logrado algo? Le explico a mi hija que son varios grupos, no necesariamente articulados y con diferentes demandas: lxs jóvenes, las comunidades étnicas, los sindicatos, lxs campesinxs, el movimiento cocalero, las mujeres, lxs maestrxs. Le hablo de algunos (de aquí en adelante sin x).

Con los maestros y las maestras de Fecode mi hija está brava. No entiende cómo no han iniciado clases en todos los colegios públicos, urbanos y rurales por temor al contagio, pero participaron en marchas y conciertos multitudinarios. Las clases también las hubieran podido hacer al aire libre, por ejemplo. Ahí al sindicato y a las secretarías de educación les ha faltado creatividad y compromiso, que sí han mostrado algunos maestros en sitios recónditos. Ella —de imaginarse el sufrimiento de sus pares que no han tenido el privilegio, al menos, de la alternancia— le pierde simpatía al sindicato de maestros. Las niñas y niños que están asumiendo el costo de la no alternancia y del cierre de colegios no tienen ninguna representación en las calles y nadie habla de esto.

¿Y los logros? La verdad es que no sé qué han logrado los de Fecode, le digo. Sé que a los maestros los están vacunando en la fase 3, pero esto se sabía antes del Paro. De pronto le apuran. En temas de educación, el Gobierno anunció gratuidad en la educación superior para estratos 1, 2 y 3.  Y me pregunta: ¿qué son los estratos? Intento explicarle lo del subsidio cruzado, pero ahí se me embolata la conversación. El tema de los “estratos”, aunque hay debate sobre lo que capturan, es parte de las discusiones profundas del Paro. La desigualdad, ahí las demandas son estructurales y no las va a solucionar este Gobierno, a quien ya le cogió la noche. Ya toca votar por el próximo (o la próxima) y los candidatos deberían estar tomando nota de lo que se reclama en las calles y en las diferentes mesas. De ahí debería salir gran parte de sus planes de gobierno.

Seguimos con las comunidades étnicas. Ella se enteró de los disparos de civiles contra la Minga en Cali. ¿Cómo explicarle este horroroso acontecimiento? ¿Cómo explicarle que hay quienes intentan justificarlo, pues se sintieron amenazados por los bloqueos? Le digo que los hechos son muy confusos y que estamos esperando que la justicia se pronuncie, pero nada justifica que les hayan disparado. Nada. Le cuento que luego hubo desorden, pues algunos mingueros empezaron a buscar a las camionetas que dispararon, pero en el balance los únicos heridos son ciudadanos indígenas. Una tragedia que las autoridades aún no han aclarado, ni los hechos ni los responsables. No le cuento que los tiroteos de civiles contra los manifestantes se han repetido, eso es inexplicable.

Mi hija también supo lo de las estatuas tumbadas. Me preguntó si ese era un logro, me dijo que ella entendía lo que las estatuas representaban para las comunidades que vivieron la barbarie de la conquista y la colonia aún presente en su memoria colectiva (como la esclavitud). Ella entendió el símbolo y la necesidad de buscar otros héroes para hacer homenajes. El logro, le dije yo, lo sabremos más adelante, si el símbolo de tumbarlas sirve para (re) plantear las demandas históricas. Mi hija me dijo que tumbar una estatua no era lo mismo que atacar un Transmilenio, un local comercial. Eso sí es vandalismo, inaceptable. Lo de las estatuas es distinto, pero no todo el mundo parece entenderlo. Toca explicar qué hay detrás de ese símbolo.

Nos embolatamos con los logros. Le cuento que tumbaron también la reforma tributaria —que pretendía, en teoría, mejorar la forma de cobrar los impuestos que financian bienes públicos y programas sociales para los más vulnerables— y al ministro que la planteó, porque no entendió el momento y las demandas sociales. Le explico que es un logro porque se oyó la voz de un gran porcentaje de ciudadanos y se entendió su inconformidad, y porque se abre la oportunidad de hacer algo mejor y en sintonía con la crisis del momento. Pero le explico que necesitamos una nueva reforma pronto, una donde los más privilegiados dentro de los privilegiados paguen más y que piense en la justicia social, la recuperación y la sostenibilidad. Si no, será un logro efímero que a la larga perjudica a los más vulnerables.

Hablamos, por supuesto, de los costos sociales y económicos de los bloqueos. Oyó las noticias sobre el paso de las ambulancias y no entendió nada. Yo tampoco, no hay cómo explicar eso.  La vida es sagrada, de cualquier lado y el símbolo de la ambulancia y la cruz roja también lo son.

Le conté de las mesas en el Catatumbo. Ahí la discusión está enredada por las condiciones de un lado de la mesa. El diálogo con los cocaleros depende de los compromisos de no erradicar forzadamente (ni fumigación ni manual). Al Gobierno nacional le parece una condición impresentable. Sin embargo, no le parece impresentable que de las casi 3 mil familias cocaleras que firmaron acuerdos con el Pnis, en Tibú y Sardineta, solo 180 han accedido a proyectos productivos. Esto implica que el Estado solo le ha cumplido al 6 por ciento de los hogares que se vincularon al programa, pero en cambio los cocaleros que firmaron, casi todos, han cumplido en no volver a sembrar. Para ser exigente, el Gobierno al menos debería hacer un "mea culpa" (como el que propone Carlos Fernando Galán) sobre lo que les prometieron antes y no han cumplido. En este punto, un compromiso importante y también estratégico del Gobierno nacional es cumplir con esta responsabilidad adquirida.

En este contexto, ¿será mucho pedir que el Gobierno se comprometa a no fumigar con glifosato?  Se le está acabando el tiempo. Además, sería un gesto muy importante porque, entre otras cosas, destrabaría varias mesas de diálogo en la zona rural. Que ceda en eso, le explico, porque igual ya no alcanza a hacerlo. Reanudando la fumigación, le pasaría lo mismo que con la terquedad de la reforma tributaria.

Hablamos de los jóvenes y los estudiantes, y le digo que yo creo que en eso hay logros importantes. De pronto aún no en los resultados, pero sí en el proceso y eso no es menor. Después de un año de encierro, lograron salir, expresar sus emociones, organizarse y canalizar sus demandas en escenarios relevantes. Eso de por sí es una ganancia. Sin embargo, también los han violentado y de eso también toca hablar. Pero no le quiero dar detalles, sobre eso escribí una carta para recodarle al presidente que es su obligación proteger los Derechos Humanos y frenar los abusos de la policía.

Dentro de los logros del proceso, resalto el liderado por un grupo de representantes a la Cámara de muy distintas posiciones políticas e ideológicas que se organizaron para tener 12 audiencias públicas en diferentes ciudades del país con jóvenes protagonistas del Paro, para recoger sus demandas pues algunas de estas pueden y deben ser tramitadas en el Congreso.  El grupo de representantes son miembros de partidos de gobierno y de la oposición: Centro Democrático, Cambio Radical, Partido Conservador, Partido de la U, Colombia Humana, Partido Liberal y Partido Verde. Que se haya organizado un grupo tan diverso para esta causa me parece un logro muy importante, entre otras  cosas, porque envía una señal sobre la posibilidad de trabajar con quien piensa distinto. Además, se comprometieron a radicar conjuntamente proyectos de ley y/o actos legislativos el 20 de julio de 2021 a partir de lo que recojan en las audiencias con lxs jóvenes. Las tres primeras audiencias ya ocurrieron en Cali (y Buenaventura), Ibagué y una tercera que reunía a jóvenes de Pereira, Manizales y Armenia. De estos encuentros han salido varias ideas concretas para potenciales proyectos legislativos. Varias se repiten en cada ciudad y evidencian la urgencia: reforma a la Policía, reforma al Código de Policía y Convivencia Ciudadana (Ley 1806 de 2016), reformas sobre el Congreso y sus privilegios, empleo para los jóvenes, reforma al Icfes e impulso a la etnoeducación son algunas de las propuestas.

Este no es el único espacio que está recogiendo las demandas de los jóvenes. Las universidades de Bogotá —articuladas con el Pnud y la Iglesia católica— también habilitaron espacios a nivel de los barrios de la ciudad. Estas mesas se encuentran en una fase exploratoria.

Estos espacios me parecen en sí mismo un logro, jóvenes y estudiantes pidieron ser escuchados y les abrieron los espacios. Ahora se trata de concretar propuestas y tramitarlas a nivel local, regional y nacional. Pero ahí le digo a mi hija que los jóvenes —y eso también va para los del Comité del Paro— también tendrán que entender que los logros no serán, en la mayoría, inmediatos.

Las trasformaciones importantes como acceso a educación toman tiempo (¡y no pueden suspender las clases mientras tanto!). Tendrán que definir metas de corto, mediano y largo plazo para construir confianza y sentir que avanzan. Y, aunque muchos jóvenes sienten que no tienen nada que perder, si sienten que son escuchados, tratados con respeto y dignidad, y se restablece la confianza en las autoridades y en las instituciones deberían estar dispuestos a aceptar el mejor acuerdo posible, como ya vimos en otros contextos no menos complicados.

Los logros, para resumirle a mi hija, en términos de resultados aún están por verse, pero a pesar de algunos horrores que han ocurrido hay procesos valiosos y toca seguir avanzando. No es parar para no hacer nada, sino parar para avanzar. Ojalá este proceso termine en cambios estructurales en nuestra sociedad, a pesar de las grandes dificultades.  Algo bueno tenemos que sacar de todo esto. ¿O qué más le dirían a su hija de 10 años?

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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