Antioquia pasa de ser modelo en la pandemia a su peor crisis de salud

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De los 23 hospitales de Medellín, 18 se han declarado en emergencia por el colapso total de sus servicios.

El viernes 9 de abril Milton Sánchez, un joven de 20 años que vive en Medellín, se levantó con dificultad para respirar y una punzada de dolor a la altura del pecho. A las 9 de la noche tuvo que salir para urgencias hacia el Hospital La María, en Medellín. 

Una semana antes, 39 profesionales de la salud voluntarios de Misión Colombia, la misma que estuvo en al Amazonas a inicios del año pasado, habían llegado a ese hospital para reforzar la atención de pacientes graves de covid en la unidad de cuidados intensivos, que en la ciudad tenía una ocupación superior al 95 por ciento. 

Pero Milton requería oxígeno y exámenes médicos para determinar la gravedad de su enfermedad y esa tarde, el hospital le había prestado los últimos tres respiradores que tenía al Hospital General. Estaban a tope.

Lo mandaron entonces para la casa y los dos días siguientes fueron un carrusel: fue tres veces a otro centro médico cerca a su casa, hasta que le dieron traslado a una clínica al occidente de Medellín, a la que llegó con una neumonía grave por la que sigue hospitalizado. 

La suya es la historia de muchas personas en Antioquia, que hoy no encuentran camas en urgencias, hospitalización ni UCI. Hasta ayer, 18 hospitales, entre los 23 de Medellín, se habían declarado en emergencia por el colapso total de sus servicios. Lo que quiere decir que son incapaces de atender urgencias médicas de todo tipo, no solo las relacionadas con covid.

El contagio de covid en el departamento ha aumentado hasta cuatro mil casos diarios, y solo quedan 48 camas UCI disponibles para atender pacientes graves de toda la región. Por eso algunos están siendo trasladados a ciudades como Bogotá e Ibagué. 

Decisiones lentas

Como lo muestra la gráfica, desde inicios de marzo, Antioquia tenía un crecimiento de casos nuevos de covid y ocupación de UCI, pero la primera medida restrictiva en el departamento llegó hasta el 26 de marzo, con cierres nocturnos para  Semana Santa y las semanas que le siguieron.

 

“La medida de los cierres nocturnos tiene que ver sobre todo con la contención de las causas externas”, dice Silvana Zapata, epidemióloga especializada en sistemas de información geográfica y científica de datos. Es decir, buscan que las UCI no se llenen con heridos por riñas o accidentes automovilísticos por manejar borrachos.

Explica que la crisis actual es una suma de factores: falta de seguimiento a los protocolos de bioseguridad en establecimientos públicos e indisciplina ciudadana; pero, sobre todo, el relajamiento de las medidas institucionales y la falta de escalonamiento de horarios. 

“En Antioquia hubo una apertura total y eso es absolutamente peligroso”, dice. 

Solo cuando la ocupación de UCI en el departamento superaba el 95 por ciento, la gobernación declaró la cuarentena total el fin de semana pasado. En Medellín, la situación ya era crítica. 

Pero, a diferencia de inicios de año cuando se vivió el segundo pico, el alcalde Daniel Quintero prefirió esperar las medidas del gobernador. 

Andrée Uribe, secretaria de salud de Medellín, le dijo a La Silla que “desde el puente anterior a la Semana Santa habíamos visualizado algunas medidas restrictivas. Sin embargo, para ese nivel de circulación consideramos que las medidas no podían ser de Medellín solamente porque no tendríamos el efecto epidemiológico que esperábamos. Tenía que tomarlas la Gobernación de Antioquia”. 

La decisión supone un cambio en el modelo de Medellín y Antioquia para atender la pandemia, que como contamos, no ha estado exento de diferencias. Durante el primer y segundo pico, Daniel Quintero había adoptado medidas restrictivas para Medellín sin que Anibal Gaviria lo hiciera en Antioquia. Muchas veces contó con el apoyo de otros alcaldes del Valle de Aburrá, y otras, tomó medidas improvisadas de las que se desmarcaron algunos de ellos.  

En este tercer pico, la decisión de Quintero de esperar al Gobernador coincidió con la crisis institucional que la Gobernación de Antioquia tuvo a inicios de mes, cuando Anibal Gaviria fue capturado por segunda vez el 3 de marzo y Luis Fernando Suárez asumió el cargo. 

En sus intervenciones en medios de comunicación y redes sociales, Suárez, como antes Gaviria, ha insistido en la idea de cuidar la economía y promover la reapertura económica y por eso se había abstenido de decretar toques de queda desde mediados de febrero cuando se vivió el segundo pico.

Antioquia había decidido asumir un riesgo que ya conocía con su propuesta de reapertura económica. 

“La restricción de la emergencia únicamente era para aglomeraciones, pero el resto de acciones a nivel general estaban abiertas, eso aumenta el riesgo de contagios”, dice Leopoldo Giraldo, el gerente para la atención de covid de Antioquia. 

Giraldo le dijo a La Silla que el departamento también había considerado una cuarentena en el puente del 20 de marzo anterior a Semana Santa, cuando la ocupación de UCI era del 80 por ciento y los casos nuevos estaban por encima de mil. Pero que fue “muy difícil porque si la percepción en todas partes es que estamos tranquilos y el puente va a revitalizar algunas acciones, no es fácil concretarlo”, dice.

Se refiere a la coordinación con alcaldes de algunos municipios con pocos casos de covid activos, y que viven del turismo. 

Entonces solo hasta el 25 de marzo la Gobernación de Antioquia declaró la alerta roja hospitalaria y las medidas restrictivas solo llegaron un día después, el fin de semana previo a Semana Santa. 

Pero como cada caso positivo suma a la posibilidad de que un paciente se agrave y requiera atención en una UCI del departamento, la suma de las decisiones de ambos gobernantes llevó a que cuando llegaron los toques de queda y las cuarentenas, la red hospitalaria de la ciudad y del departamento (Medellín tiene mil de las 1380 UCI disponibles, y recibe pacientes de todas las subregiones) estaba a punto de colapsar.

Ahora Medellín le atribuye responsabilidades a la Gobernación, mientras que el departamento se las atribuye a los ciudadanos y al Gobierno Nacional, y de paso demuestra su falta de liderazgo. 

El fracaso de la estrategia

Cuando diarios como The New York Times y The Washington Post referenciaron a Medellín como modelo en la atención de la pandemia, Quintero dijo que el éxito era atribuible a la plataforma Medellín Me Cuida.

En esta historia contamos que no había sido así y que hasta ese momento la contención de los contagios y el número de muertes por covid tenía que ver principalmente con una suma de factores, como el trabajo manual de equipos de epidemiología y el número de pruebas realizadas. 

Sin embargo, en las últimas semanas la aplicación que Quintero defendió como la razón de su éxito no funcionó como lo hizo durante los primeros meses de la pandemia. Varios ciudadanos manifestaron en redes sociales que no volvieron a recibir información durante meses de casos cercanos de covid. 

En Antioquia, donde el gobernador encargado ha reproducido el discurso de que la indisciplina ciudadana tiene culpa en la crisis, el número de pruebas realizadas en los primeros días de marzo disminuyó. 

“El tema de las pruebas y la búsqueda de pacientes sintomáticos no ha sido lo más oportuno. Nos quedamos cortos al momento de hacer pruebas”, le dijo Giraldo a La Silla, quien cree que la gente ya no quiere someterse a pruebas PCR o de antígenos. 

Por ejemplo en Medellín, según datos del INS, se pasaron de tomar cerca de cuatro mil muestras diarias en enero a poco más de la mitad en los meses de febrero e inicios de marzo.  

A los gobiernos de Antioquia se les pasó tomar medidas más estrictas a tiempo y a la ciudadanía se relajó con el cuidado. Ahora, ambos tienen que asumir el colapso del sistema de salud con las medidas extremas de cierres totales, que ponen nuevamente en riesgo la economía que quisieron proteger.

 

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