Colombia pasó de las cuarentenas estrictas al “sálvese quien pueda”, con vacunación

Colombia pasó de las cuarentenas estrictas al “sálvese quien pueda”, con vacunación

Foto: Twitter @Ahanubis

Ayer se reportaron 593 muertos por covid en Colombia y 28.315 casos nuevos. Anteayer fueron 610 muertos. Y el día antes, 608. Según los datos del INS, en el mes de junio murieron 14.986 personas por covid en el país. 

En Australia, la ciudad de Sydney, con 83 casos activos de covid detectados, decretó a partir del 26 de junio cuarentena general. Malasia hizo lo mismo desde el 28 de mayo, con un registro de 9 mil casos diarios. Allá la cuarentena, que ya lleva más de un mes, seguirá hasta llegar a menos de 4 mil. Bangladesh empezó cuarentena el 28 de junio, ante 108 muertes y 6 mil casos diarios. 

Entre tanto, en Colombia ayer contábamos 185.742 casos activos, y hay menos restricciones que nunca. Todos los comercios, restaurantes y bares están abiertos, volvieron las reuniones familiares y los planes con amigos, incluso las fiestas en discotecas. El registro diario de muertes ya no retiene nuestra atención más de unos cuantos segundos. 

El Gobierno central, las alcaldías y la sociedad parecen haber bajado los brazos frente a la pandemia justo en su peor momento. Toda una paradoja, en uno de los países que tuvo una de las respuestas más restrictivas a la pandemia durante el primer año. 

El pacto roto

La cooperación por parte de la sociedad colombiana fue desde el principio un elemento clave para el control de la crisis. “Cuando no tienes infraestructura, a lo único que puedes apelar es al comportamiento social”, explica Andrés Casas, científico comportamental y asesor de las Naciones Unidas para ese tema. Pero ahora, ese pacto de cuidado parece haberse roto. 

Las ciencias del comportamiento estudian la conducta humana y cómo influye y es influida por el comportamiento de las otras personas. Esta disciplina se aparta de la idea de que la gente es racional y toma las mejores decisiones basadas en la información que tiene —como  lo asume la economía. En cambio, se fija en qué emociones y factores externos cambian el comportamiento.

Tanto para Casas como para Santiago Borda, director científico de la consultora para ciencias de comportamiento Instintivo, el paro fue un punto de quiebre importante. Ver a otras personas saliendo a la calle refuerza la percepción de que ese comportamiento no es tan riesgoso como podía percibirse antes. 

Esa percepción llegó no solo a la gente, sino también a los mandatarios. En pleno paro, con manifestantes en la calle, desde el Gobierno hasta ciudades como Bogotá y Medellín levantaron las pocas restricciones que quedaban. 

Esa eliminación, según Borda, envía la señal de que quizás es más importante volver a la normalidad y reactivar la economía que cuidarnos, y refuerza la idea de que podemos dejar de lado el riesgo.

Para Luis Jorge Hernández, experto en salud pública y profesor de medicina en la Universidad de Los Andes, la dicotomía que se planteó desde un principio entre salud y economía fue uno de los grandes errores de la pandemia. “Separamos salud de bienestar, y eso fue un error”, le dijo Hernández a La Silla.

Pero ese equilibrio nos sigue eludiendo, mientras sumamos decenas de miles de muertes al mes y cada vez lo naturalizamos más. 

“¿Cómo estamos respondiendo a esos reportes de muertos? Yo no veo que eso tenga un efecto, ya parecen solo números. Hay un fallo como sociedad en Colombia frente a lo que significa la vida”, le dijo a La Silla la epidemióloga Lyda Osorio.

La normalización de estas cifras corresponde a un proceso de habituación: al recibir información repetida sobre el mismo estímulo, cada vez respondemos menos y nos desensibilizamos más, explica Borda. Esta también es una forma que tiene nuestro cerebro de protegernos, según Andrés Casas: cuando nos hablan de catástrofes, cuando sentimos que algo nos gana emocionalmente y somos incapaces de solucionarlo, las emociones se cierran. 

Como dice el doctor Hernández, “la gente ya no le come al miedo, el miedo se agotó”.

Pero algunos no se pueden dar ese lujo. “A los que estamos viendo morir a la gente todos los días, y vemos el sufrimiento de las familias y de los trabajadores de primera línea, nos parece absurdo que se normalice la muerte de más de 600 personas diarias.”, manifiesta Herman Bayona, presidente del Colegio Médico de Bogotá y miembro de la Federación Médica Colombiana.

Tanto para Casas como para Borda, las personas suelen tener un exceso de optimismo al evaluar su riesgo individual. En el caso del covid, subestiman la posibilidad de contagiarse y morir.

Aunque esto hace parte de la psicología de todos los seres humanos, en un principio se logró mitigar con el mensaje de yo me cuido también para proteger a otros que pueden ser más vulnerables. Sobre todo a los adultos mayores, y especialmente a aquellos en nuestras familias. 

El mensaje caló, pero perdió su efecto con la llegada de la vacunación, en la medida en que se vio que las personas más vulnerables ya estaban cubiertas con la protección de la vacuna. “El pacto social en algún momento se cumplió, pero si ya no hay a quién cuidar, no parece tan necesario”, resume Borda. 

Esto hace parte de la falsa sensación de seguridad que generó la vacunación en la sociedad, y que ha tenido un efecto muy importante en disminuir la percepción del riesgo, según los seis expertos consultados. De hecho, este mensaje errado de falsa seguridad alrededor de la vacunación es señalado por varios expertos como una de las causas del tercer pico, como contamos en esta historia.

El desgaste, las falsas seguridades y la temeridad frente al virus no solo tuvieron un impacto en la ciudadanía. “Lo que vemos en las autoridades es un desdén, una respuesta fría, sin dolor. En el desgaste que ellos también tienen como seres humanos y por las presiones que reciben, cayeron en apagar la empatía”, dice Casas.

Todos los huevos en la canasta de la vacunación

Frente a si las autoridades también bajaron los brazos frente a la pandemia, Gerson Bermont, el director de Promoción y Prevención de MinSalud, le dijo a La Silla que “el mensaje claro del Ministerio es seguir cuidándonos. Hay una responsabilidad muy grande desde el autocuidado y de las autoridades locales (...) y aumentar definitivamente la vacunación”.

Pero esta visión, para el salubrista Hernández, de Los Andes, es “errática”. Dice que estamos entre la vacunación, un rastreo de casos “a medio hacer” y el “sálvese quien pueda”.

En la práctica, además de decirle a la gente que se cuide, casi todos los esfuerzos del Gobierno frente a la pandemia están volcados a la vacunación.

Pero esta es una apuesta peligrosa, porque los resultados de la vacunación tomarán tiempo. Apenas hay 3,5 millones de personas vacunadas con esquema completo. Y, aunque el ritmo se ha acelerado de manera importante, para llegar a los 35 millones que se planteó el Gobierno Duque —o a una cobertura suficiente para hacer mella en los contagios, hospitalizaciones y muertes— aún faltan meses, como mínimo.

Si mantenemos un ritmo de vacunación promedio de 320 mil dosis diarias, como venimos haciendo en las últimas semanas, alcanzar la meta del Gobierno tomaría entre cinco y seis meses.

Especialmente ahora que la información que surge sobre las nuevas variantes del virus parece indicar que para lograr la anhelada inmunidad de rebaño habrá que apuntarle a porcentajes de vacunación más altos de lo que originalmente se pensaba. 

Entre tanto, los expertos ven con preocupación que el manejo de la pandemia desde el Gobierno nacional y los locales se base cada vez más en el autocuidado. “Se le entregó exclusivamente la responsabilidad a la ciudadanía, que ya viene con un cansancio enorme de 16 meses de pandemia”, dice Bayona, del Colegio Médico de Bogotá. 

Bermont, del MinSalud, responde acá que “tenemos que aprender a vivir en una nueva normalidad con protocolos de seguridad, y la adherencia en la población es muy importante, necesitamos muchísima disciplina social”. Y agrega que es importante mirar “el momento epidemiológico en cada territorio”. En ese sentido, el Ministerio cada vez pone más énfasis en una mirada descentralizada al control de la pandemia. 

Por esto mismo, emitió una circular el pasado 25 de junio, instando a los alcaldes de ciudades con ocupación de UCI mayor a 85 por ciento a proponer medidas restrictivas para controlar el contagio, planteando la posibilidad de volver a restricciones como el pico y cédula, los toques de queda y la ley seca.

“Hay una responsabilidad conjunta con las entidades territoriales; deben tomar medidas y, si ellos no lo hacen, desde MinSalud estamos tomándolas nosotros”, afirma Bermont, citando como ejemplo la carta que enviaron al MinInterior pidiendo restricciones en ciudades como Ibagué y Neiva de cara a las fiestas tradicionales de San Pedro. Esto resultó en que hoy se anunciara, en conjunto con MinInterior, la prohibición de realizar eventos de más de 50 personas durante el puente. 

El problema es que en algunas ciudades —como Bogotá y Medellín— se le dio tanto bombo a la reapertura que echarla para atrás, así sea con restricciones parciales, no pinta fácil. Sobre todo porque la ciudadanía ya no está tan dispuesta a cooperar.

Esto no quiere decir que no haya nada por hacer. Los expertos afirman que desde la comunicación y la epidemiología hay varias estrategias que se podrían implementar para enfrentar la pandemia. 

¿Cómo salir de la crisis?

Para Hernández, el país debe pasar de estrategias de mitigación a estrategias de eliminación, que son más focalizadas y se concentran en buscar los brotes para intervenirlos de manera efectiva. Aunque es más costoso, porque implica tener equipos de inteligencia epidemiológica haciendo vigilancia y rastreo, a largo plazo será más costoefectivo.

Aunque esa es precisamente la idea del rastreo de contactos —el Prass, del Gobierno Duque, o el DAR, de la Alcaldía de Bogotá— esta estrategia no se ha logrado aplicar adecuadamente. Como contamos, en todos los ámbitos se han quedado cortos: frente a la cantidad de pruebas, al rastreo de contactos y a lograr un aislamiento efectivo. 

Esto se suma a que los esfuerzos están concentrados en la vacunación y no hay suficientes equipos para hacer una vigilancia adecuada. “Esa es una apuesta riesgosa. Claro que la vacunación es importante, pero no se deben dejar de lado las medidas de vigilancia epidemiológica e intervención, deben combinarse”, dice Hernández, y señala que los chilenos cometieron un error similar al confiarse en la vacunación y dejar de lado el rastreo.

Herman Bayona también enfatiza la importancia de mejorar el Prass y tener en territorio equipos de atención primaria en salud para hacer educación y generar cercos epidemiológicos focalizados. Bayona hace parte de Alianza por la Salud y por la Vida —integrada por casi 150 organizaciones entre sociedades científicas, gremios y facultades de medicina—, donde se reúnen constantemente para discutir y proponer medidas para enfrentar la crisis. 

Entre estas propuestas también está: cambiar la estrategia de vacunación, buscando conglomerados de contagio para impactar la mortalidad; ampliar los horarios de establecimientos comerciales y bancos, para disminuir las aglomeraciones; y vigilar el riesgo en áreas comerciales con medidor de CO2, para controlar mejor el aforo. 

Tres expertos consultados señalan también la importancia de mejorar las ayudas económicas para que las personas puedan “darse el lujo” de aislarse cuando están contagiados o estuvieron expuestos a algún positivo.

Por otra parte, hay estrategias de comunicación que se podrían usar para mejorar la percepción del riesgo y la respuesta de la ciudadanía. “Hay que ver cómo comunican las cifras: es un marcador de muertes y casos, contamos muertos y todos los días batimos el récord. Hay que mostrar la información de forma diferente”, opina Hernández.

Por ejemplo, Andrés Casas explica que el dolor de los demás nos llega cuando uno lo ve de cerca: no es lo mismo saber que ayer hubo 593 muertos que saber sus historias, o conocer lo que vive el personal de salud. Y eso se podría trabajar en campañas de comunicación. 

“Pero nada de eso lo hacemos porque asumimos que esto ya es el sálvese quien pueda”, dice Bayona, con una expresión que se repite una y otra vez frente al momento actual de la pandemia.

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