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Esta foto fue tomada en la posesión de Uribe en 2006 cuando Vargas era su más seguro sucesor. |
El delfín de los Lleras, el primer senador que le dio un portazo al liberalismo para irse con Álvaro Uribe, se está quedando solo. Después de haber subido todos los escalones desde el Concejo de Bojacá hasta la presidencia del Senado; de ser galanista y furibista; de ser el jefe de la cuarta bancada más grande en el Congreso, Germán Vargas Lleras ya no tiene la misma capacidad de convocatoria.
El trámite del referendo ha minado su autoridad dentro del Congreso. En la votación del referendo en la Cámara de Representantes el gobierno logró voltear cuatro de los 21 representantes de Cambio: Tarquino Pacheco, Roy Barreras, Luis Felipe Barrios y Édgar Ulises Torres. Luego, la estantería se cayó del todo en el Senado.
El lunes fue víctima de un motín, cuando los senadores Nancy Patricia Gutierréz, Antonio Guerra, Plinio Olano y Javier Cáceres lo sentaron a manteles para decirle que no le harán caso: que apoyarán el cambio del texto del referendo en Plenaria del Senado y que Uribe es su candidato a la Presidencia.
Ahora que el referendo pasó a Plenaria, sólo seis de los 15 senadores le han profesado su fidelidad a toda costa. Muchos son “negociables” y otros ya se pasaron al otro lado como Elsa Gladys Cifuentes, quien, aunque no lo firmó, participó en la redacción del acto legislativo que recientemente presentó el senador Jorge Visbal como un Plan B en caso de no salir el referendo. Y ayer, el representante Roy Barreras, a quien Vargas Lleras expulsó por desobediencia, llegó al Partido de la U anunciando que varios congresistas pronto dejarán el “vargasllerismo” para irse al uribismo puro.
¿Qué le pasó a Vargas?
La razón más poderosa es que a Vargas se le complicó la Presidencia. En el 2006, el ex Presidente del Senado era visto como el más fiel defensor de la Seguridad Democrática, que por sus posiciones duras contra las FARC había sido víctima de varios atentados, y como un político hábil con madera para suceder a Uribe en el 2010. Por eso muchos congresistas se le pegaron en las elecciones.
Cuando Vargas anunció que iba a reencauchar el movimiento galanista que lanzó a Alfonso Valdivieso a la Presidencia en 1998 para convertirlo en un gran partido uribista, más de un cacique le tocó la puerta. Con la reforma política del 2003, muchos de ellos quedaron bloqueados para lanzarse en listas individuales y estaban desesperados por agruparse. Caciques como Miguel Pinedo, Luis Carlos Torres y Mario Londoño vieron en Cambio Radical una buena sombrilla.
En este partido, como en la U, podían capitalizar la popularidad del Presidente, cargar menos con el estigma de la parapolítica, pues en ese momento había menos cuestionados que en otros partidos uribistas, y contar con un líder fuerte: un curtido político que les aseguraba la construcción de un partido con futuro.
Tenían razón. En esa elección del 2006, Vargas Lleras fue el senador más votado. Sacó 200 mil votos propios y su bancada quedó como la tercera más fuerte en el Congreso. Pero con Uribe quedándose otro período, el castillo del delfín se desmoronó.
Vargas pasó de ser visto como Uribe II a verse como un hombre que compite con el Presidente, que no está de acuerdo con la reelección y que privilegia su propia agenda y esto ha alejado a varios de los congresistas que sólo estaban con Vargas por puro pragmatismo político. A ellos no les sirve quedarse con un líder que tiene complicado el triunfo, más si esto implica una pelea con el gobierno en época de elecciones.
Palacio le ha cobrado caro la posición antireeleccionista a Cambio Radical y a los congresistas no les conviene seguir perdiendo burocracia ahora, que entre más cuotas tengan aseguradas en las entidades del Estado mayor será su músculo político para el 2010.
Vargas ya perdió el Ministerio de Medio Ambiente, que estaba en manos de Juan Lozano, el Viceministerio del Interior, en cabeza de María Isabel Nieto, la dirección de Comcaja, de la ESAP del Cauca y de Caprecom en Bogotá. Este hecho le demostró a los congresistas que antes de enfrentarse al gran jefe hay que pensarlo dos veces.
Fuera de este argumento de puestos, también hay lealtades personales involucradas. Muchos de los congresistas que en el 2006 entraron a Cambio Radical le deben parte de su carrera política directamente a Uribe y no quieren traicionarlo. Este es el caso de Nancy Patricia Gutiérrez, quien desde que Uribe se posesionó en el 2002, ganó un gran protagonismo. Y de la senadora Claudia Rodriguez de Castellanos, líder cristiana de la Misión Carismática Internacional, quien fue embajadora en Brasil durante el primer gobierno de Álvaro Uribe.
¿Qué le queda?
Vargas está mal pero no perdido. Es el único de los candidatos presidenciales que tiene su propio partido, un capital muy valioso teniendo en cuenta que con la reforma política del 2003 los congresistas tienen muy pocas opciones para lanzarse.
Vargas, además, tiene poder local: 1.700 concejales, casi 300 alcaldes, 55 diputados y tres gobernadores, algo que ni Juan Manuel Santos, ni Andrés Felipe Arias tienen. Por ejemplo, la bancada de Cambio en el Concejo de Bogotá le es totalmente fiel y funciona como un relojito. La fidelidad de los 11 concejales y sus ediles hacen de Cambio Radical una de las fuerzas políticas más importantes de Bogotá.
Como en política, las carreras no son de 100 metros sino una maratón hay que esperar un tiempo para declarar a Vargas Lleras como el gran sacrificado de la reelección. Lo que sí es claro, es que en los próximos días la única arma que le queda frente al referendo es Germán Varón, el Presidente de la Cámara y su mano derecha. Si Varón se sale con la suya y nombra a conciliadores opositores al referendo con capacidad de bloquear la iniciativa, Vargas Lleras tendrá un respiro para barajar de nuevo sus cartas.