La verdad que deben las Farc (y la justicia colombiana) al periodismo

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Judith Aristizabal Muñoz pudo vivir con su esposo apenas cinco años.  Cuando el sicario salió corriendo, en medio de la confusión, ella pensó que era su marido quien corría en busca de ayuda y por eso lo persiguió durante varias cuadras. Una bala le había rozado un seno, pero no sentía dolor. Como no lo alcanzó, volvió al carro al que se estaba subiendo cuando sintió la ráfaga. Allí encontró tendidos, ya muertos, a Carlos Julio Rodríguez y a José Libardo Méndez. José Libardo era su esposo.
 

Judith Aristizabal Muñoz pudo vivir con su esposo apenas cinco años.  Cuando el sicario salió corriendo, en medio de la confusión, ella pensó que era su marido quien corría en busca de ayuda y por eso lo persiguió durante varias cuadras. Una bala le había rozado un seno, pero no sentía dolor. Como no lo alcanzó, volvió al carro al que se estaba subiendo cuando sintió la ráfaga. Allí encontró tendidos, ya muertos, a Carlos Julio Rodríguez y a José Libardo Méndez. José Libardo era su esposo.

Carlos Julio, José Libardo y Judith trabajaban juntos en el radioperiódico ‘La Conga’ de la emisora ‘La Voz de la Selva’, en el Centro de Florencia, Caquetá. Era el 20 de mayo de 1991. A las 5:30 de la mañana se habían montado los tres en el carro de José Libardo para ir a hacer el programa que iba todos los días de seis a 6:45 de la mañana. El sicario ni siquiera les permitió arrancar. Con eficiencia cumplió lo que no lograron los dos atentados de los que habían sido víctimas ambos periodistas el año anterior.

Radioperiódico ‘La Conga’, que había nacido en 1986 con José Libardo Méndez como su director, no volvió a ver la luz. Judith tenía una hija de tres años y por ella prefirió cerrar para siempre esos micrófonos. Los micrófonos a través de los cuales José Libardo Méndez y Carlos Julio Rodríguez valientemente denunciaron robos como un desfalco a la Empresa de Licores del Caquetá y asesinatos como el de la líder comunal Natalia Mejía en el vecino municipio de Puerto Rico. Judith les colaboraba como locutora de las noticias.

Al aire, los tres rechazaban constantemente los actos de las Farc, por la época dueñas y señoras en la región: sus atentados a la infraestructura, sus asesinatos. Luego de hacerlo, siempre recibían amenazas: llamadas a los teléfonos y panfletos.

José Libardo y Carlos Julio, pero sobre todo José Libardo, decían haberse formado como periodistas de ideas liberales, defendiendo la justicia social y alertando acerca de la necesidad de excluir del conflicto a la población no uniformada. Méndez era un militante liberal y al momento de su muerte era diputado liberal suplente. Rodríguez sí era periodista de tiempo completo.

Para bien y para mal, ambos eran testarudos. En el 90, por ejemplo, cuando atentaron en contra de su vida por primera vez, Carlos Julio fue abaleado y quedó tan mal que permaneció hospitalizado casi seis meses en el Hospital Militar de Bogotá. José Libardo nunca paró el radioperiódico por eso -a pesar de que había salido ileso de un atentado el mismo año-. Al regresar ya recuperado, su compañero volvió por sus fueros al oficio. No se amilanaron. 

En la intimidad de su casa, José Libardo a veces le advertía a su esposa que se preparara porque seguramente le iba a tocar criar a su hija sola. Colaborador en política de la familia Turbay Cote (dueños de la emisora y cuyos miembros fueron asesinados por las Farc años después), este periodista se negó a buscar ayuda de las autoridades o a irse de la región. “Yo muero en mi ley, muero en mi tierra. Si por estas verdades me tengo que morir, me muero”, cuenta Judith que él decía.

Y se murió. Y murió su compañero. Y los asesinos lograron que el programa se acabara. Estos dos crímenes prescribieron el 20 de mayo de 2011 sin que la justicia colombiana hubiese logrado avanzar, al menos, en la captura de algún sospechoso. Y aunque no hay una sentencia que condene a las Farc, para las víctimas todo apunta a que fueron ellas pues las amenazas siempre provinieron de sectores de esa guerrilla. También por las denuncias que sobre las Farc hacían los dos periodistas.

Para la prescripción, de nada valieron las advertencias que en su momento hicieron la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y la Nieman Foundation de la Universidad de Harvard, y las exhortaciones para encontrar a los asesinos que hizo desde el principio el entonces presidente César Gaviria.

En este punto de la historia, Judith Aristizabal llora. Dice que es difìcil retomar el relato. Está indignada con la justicia. "Es que pasan los gobiernos, y todos los políticos se eligen hablando de la justicia y de la libertad de prensa, pero nadie ha sido capaz de mover un dedo por esos casos".

Tal y como se lo pidió su esposo, ella siguió estudiando y hoy es docente de primaria en Florencia y una reconocida líder de la Red de Mujeres del Caquetá. Su hija es abogada.

Antes de poder retomar el relato para detallar que nunca encontró el proceso de su esposo en la Fiscalía, a pesar de que mandó derechos de petición a la seccional de Florencia, y que extraoficialmente accedió a un documento que le decía que ni siquiera había folios, prefiere contar que por cosas de la vida es docente en la Normal de Florencia en la que se conoció con José Libardo. Ella era estudiante miembro de la tuna y él era un periodista que transmitía las actividades culturales del colegio. Eran tiempos mejores.

Tanja, Iván Márquez y Jesús Santrich, en La Habana, en donde las Farc habla con el Gobierno Santos.

Impunidad: se acallan las voces, triunfan las balas

Los de José Libardo Méndez y Carlos Julio Rodríguez no son los únicos asesinatos de periodistas de la emisora ‘La Voz de la Selva’, que hoy funciona con otro nombre según le dijo a La Silla una líder de Derechos Humanos de la región.

A fines de 2000, en menos de 15 días fueron asesinados los periodistas de esa emisora (pero de programas distintos a ‘La Conga’) Guillermo León Agudelo (30 de noviembre) y Alfredo Abad López (13 de diciembre). Y a los seis meses, el 6 de julio de 2001, la misma suerte corrió José Duviel Vásquez.

José Duviel era el director de la emisora y en febrero había revelado un video en el que aparecía la entonces alcaldesa Lucrecia Murcia Losada entregando dinero a unos concejales. Así lo detalló desde el exilio -a donde se fue por amenazas- su compañero y colega Ómar García.

En abril José Duviel denunció al entonces gobernador Pablo Adriano Muñoz, quien había asegurado en una rueda de prensa que tenía problemas de seguridad por la persecución que le hacía el periodista José Duviel Vásquez. Según una entrevista que dio al portal Verdad Abierta el exparamilitar que delinquió en el Caquetá, alias ‘Paquita’, este gobernador era “cien por cien afín a las Farc”. Y además, este político, según la revista Semana, apareció en un reporte de las Farc como un asiduo visitante a uno de sus campamentos.

Los casos de Alfredo, Guillermo y José Duviel no han prescrito. Aún. Porque, según el más reciente reporte que la Fiscalía entregó a la FLIP a través de derecho de petición, van directo por el camino de la impunidad.

Al 15 de febrero pasado, los procesos de Guillermo León Agudelo y de Alfredo Abad -luego de 13 años de ocurridos los hechos- apenas estaban en etapa previa o preliminar. Es decir, en un punto cero. Y el de José Duviel Vásquez está en etapa de instrucción que indica que la justicia al menos tiene un sospechoso, aunque no hay juicio todavía.

En estos tres casos, aunque no haya aún condenas, la FLIP asume la responsabilidad de decir que posiblemente los autores de los crímenes son las Farc. Así se lo explicó a La Silla uno de los abogados de esa fundación: “Decimos que todo apunta a que fueron las Farc porque las circunstancias que rodean los hechos así lo señalan. Se trata de periodistas que han denunciado atropellos de esta guerrilla o de políticos cercanos a ella”.

De hecho, la FLIP, que viene trabajando los 140 asesinatos a periodistas en ejercicio de su oficio ocurridos en el país desde 1977, maneja una lista con los presuntos responsables y dos veces al año le pide cuentas a la Fiscalía acerca de cómo va cada proceso.

En el triste ranking de presuntos asesinos los primeros no son las Farc (que tienen 12 casos) sino los paramilitares y las bacrim (27 casos). Antes de ellos, la autoría es totalmente desconocida (47 casos) y también están los narcos (26 casos), los políticos, funcionarios o Fuerza Pública (18 casos), el ELN (7 casos) y particulares (3 casos).

Sea como sea, las Farc, que se encuentran en la séptima ronda de los diálogos con el Gobierno en La Habana, tendrán que contar esta verdad si, como dijo Iván Márquez, están dispuestos a "darle la cara" a sus víctimas.

“Esta es la oportunidad para que las Farc, que han demostrado tener un concepto bastante restringido de la libertad de prensa, se pronuncie”, le dijo a La Silla Ignacio Gómez, presidente de la FLIP.

Y es que, claro, las Farc no sólo han matado periodistas, sino que también los han acallado a través de amenazas, como se ha vivido sistemáticamente en Arauca con los paros armados en los cuales los han obligado a participar leyendo sus comunicados y dejando de lado sus actividades. Eso ha hecho, según Gómez, que hoy no haya periodismo en ese departamento.

'La Conga' que no volvió

Cuando se apagó 'La Conga' que había fundado José Libardo Méndez, Florencia y sus alrededores perdieron su radioperiódico de opinión por excelencia. Por un tiempo se dejaron de escuchar las críticas a las acciones de los armados, cualquiera que fuera su naturaleza, y los divertidos debates que Méndez solía protagonizar con su esposa, quien ya había comenzado a trabajar en la docencia.

"Él criticaba los paros de los profesores que se hacían por la época y yo los defendía", se acuerda Judith, "criticaba que los docentes pararan sus actividades siendo trabajadores del Estado, pero aún así siempre me permitió leer los pliegos de peticiones de los protestantes. Y lo hacía porque era un demócrata que escuchaba las opiniones de los demás".

'La Conga' se apagó, pero otros periodistas de la emisora continuaron con un trabajo, al parecer, igual de incómodo para algunos sectores. Por eso a tres de ellos también los mataron.

Hoy la emisora continúa, discreta, dando las noticias diarias bajo la sombra imborrable del golpe a los que se fueron. 

Mientras esta verdad ve la luz, La Silla recuerda a los 12 periodistas presuntamente asesinados por las Farc y en qué punto van sus respectivos procesos en la Fiscalía, según el más reciente informe de la FLIP. El panorama no es nada alentador.

Periodista

Fecha de la muerte

Medio               

Estado del caso

Gildardo Ariza Olarte 19 de abril de 1995 Emisora ‘Ondas del Carare’ (Santander) Suspendido el caso
Didier Aristizabal 2 marzo de 1998   Etapa preliminar
Pablo Emilio Medina 3 de diciembre de 1999

 
Canal Telegarzón (Huila) Caso no ubicado
Fabio Leonardo Restrepo


 
6 de febrero de 2000 Canal local de Barrancabermeja (Santander) Etapa preliminar
Guillermo León Agudelo


 
30 de noviembre de 2000 Emisora ‘La Voz de la Selva’ (Caquetá) Etapa preliminar

Alfredo Abad López


 

13 de diciembre de 2000 Emisora ‘La Voz de la Selva’(Caquetá) Etapa preliminar
José Duviel Vásquez


 
6 de julio de 2001 Emisora ‘La Voz de la Selva’ (Caquetá) Etapa de instrucción
Édgar Tavera


 
17 mayo de 2001 Emisora comunitaria (Santander) Llamado a juicio
Pablo Emilio Parra


 
27 de junio de 2001 Emisora comunitaria (Tolima) Llamado a juicio

Elizabeth Obando


 

12 de julio de 2002 El Nuevo Día (Tolima) Llamado a juicio
Alfonso Parada


 
18 de marzo de 2003 Emisora Meridiano 70 (Araúca) Etapa de instrucción
Juan Carlos Benavides


 
22 agosto de 2003 Manantial Estéreo (Putumayo) Resolución inhibitoria de la Fiscalía (no hay posibilidades de que la investigación avance)

     

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