Los pases para que el ‘baile plebe’ no pase en el Concejo

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Antes del 31 de julio se sabrá si el actual Concejo de Cartagena pasará a la historia como el que censuró, en pleno siglo XXI, la forma de bailar champeta y reguetón de los menores de edad, como cuando en 1921 el mismo Cabildo prohibió la cumbia y el mapalé.

Antes del 31 de julio se sabrá si el actual Concejo de Cartagena pasará a la historia como el que censuró, en pleno siglo XXI, la forma de bailar champeta y reguetón de los menores de edad, como cuando en 1921 el mismo Cabildo prohibió la cumbia y el mapalé.

El proyecto de acuerdo, propuesto por un concejal cristiano afín al senador Antonio Correa (del grupo de Enilse López, más conocida como La Gata), pasó la semana pasada en la Comisión Tercera y será discutido en plenaria, en donde podría hundirse porque hasta ahora solo tiene asegurados cuatro de los 19 votos.

Antonio Salim Guerra, de Cambio Radical, oficialmente busca “prevenir la participación de menores de edad en bailes o danzas que incidan en el contacto físico de tipo sexual, que hagan apología al sexo o a posiciones sexuales”.

Aunque no menciona ningún género musical, el proyecto es visto como un ataque frontal contra la champeta porque ese ritmo se baila con tanta fogosidad que incluye los movimientos pélvicos y de cadera a los que el concejal ha hecho referencia recientemente con videos y fotografías. 

La champeta nació hace menos de 30 años en las barriadas de Cartagena y hoy es considerada una de sus mejores expresiones autóctonas. De hecho, en el mismo Concejo que busca restringir sus coreografías hace trámite un proyecto de acuerdo para declararla patrimonio cultural.

El concejal Guerra también propone sanciones pedagógicas (clases de educación sexual) para los padres o adultos que inciten a los menores a practicar esos movimientos y amonestaciones, que la Secretaría de Educación deberá determinar, para los docentes y directivos de colegios privados y oficiales que sean permisivos con los bailes eróticos.

Uno de los concejales que no apoya a Guerra en esa cruzada es su compañero de bancada Pastor Jaramillo, quien hoy martes radicará una carta dirigida al presidente del Concejo. En ella argumenta que la iniciativa va en contravía de las libertades individuales al pretender que los adultos no bailen de manera sensual delante de los menores y propone más pedagogía para evitar la “erotización temprana” a la que alude Guerra.

También apelando a las libertades individuales, el concejal del Polo Democrático David Múnera anuncia que liderará un bloque mayoritario para votar negativamente la propuesta. “Voy a pelear para no dejarla pasar”, le dijo Múnera a La Silla.

A las acciones de los concejales Múnera y Jaramillo se suma la presión ciudadana, que aumenta día tras día desde las redes sociales y las columnas de opinión en medios locales y regionales para que el Concejo hunda pronto la iniciativa.

Además del voto de Guerra, hasta ahora el proyecto solo tiene el respaldo de los concejales de La U César Pión y Duvina Torres, y de la Alianza Verde Saray Aguas.

De "movimientos indecentes" y embarazos

El concejal de Cambio Radical Antonio Salim Guerra asegura que busca defender los derechos de los niños. Fotografía tomada de eluniversal.com.co. 

 

En entrevista con la FM, el cantante de champeta Charles King dijo que este proyecto de acuerdo forma parte de las “continuas persecuciones raciales y culturales que han existido en la ciudad de Cartagena”.

Opinión similar tiene la investigadora cultural Gina Ruz, quien manifestó que “aunque hoy suene risible, las prohibiciones de los bailes de negros vienen desde la colonia” y han sido una constante de las autoridades civiles y eclesiásticas de esa ciudad.

Ruz recordó que al Concejo no le está dado gobernar sobre el cuerpo de la gente porque de hacerlo “entonces mañana regulará sobre cómo debemos cuidar a nuestros hijos o cómo debemos relacionarnos”.

Y es que el proyecto de acuerdo del concejal Guerra tiene similitudes, casi tres siglos después, con una petición que hizo el obispo de Cartagena en 1781 para evitar los bundes. Así se le llamaban entonces a las fiestas populares en las que concurrían indios mestizos, mulatos, negros y zambos.

En su informe sobre el estado de la religión y la iglesia en los pueblos de la Costa y que la revista Huellas de la Universidad del Norte reprodujo, el religioso aseguraba que los bailadores se congregaban “sin orden, ni separación de sexos” y todos cantaban versos lascivos, “haciendo indecentes movimientos con sus cuerpos”.

Al proyecto del ‘baile plebe’ también le critican que quiera mostrar los movimientos corporales como causas indirectas de los embarazos no deseados en Cartagena. En su exposición de motivos, se lee que los bailes eróticos despiertan de manera temprana el deseo sexual y una de esas consecuencias son los embarazos.

Es innegable que Cartagena es una de las ciudades con mayor número de embarazos adolescentes del país y que durante los últimos cuatro años 16 mil menores entre los 10 y 17 años han estado embarazadas en esa ciudad. Sin embargo, no existen estudios que relacionen la fecundidad con el baile.

En defensa de su iniciativa, Guerra le dijo a La Silla que la erotización a la que los menores se exponen sí influye en las relaciones sexuales a temprana edad y en los embarazos no deseados y reitetó que no está en contra de la champeta ni de ningún ritmo musical.

Sin embargo, los champetúos se sienten perseguidos por él. Guerra también citó a una audiencia pública, el 27 de junio pasado, a los gerentes de las emisoras cartageneras para proponerles que las canciones con contenido sexual y violento se programen en horarios específicos. Son las letras del género urbano, incluida la champeta, las que suelen narrar explícitamente situaciones sexuales y violentas. A la audiencia solo se presentó un gerente y al final no se firmó ningún compromiso.

Tan polémico ha sido el proyecto del ‘baile plebe’ que muchos cartageneros consideran que el Concejo pierde el tiempo y no actúa frente a los problemas de inseguridad y pobreza que tiene una de las ciudades más desiguales de Colombia.

Esa percepción de que el Cabildo no está debatiendo los temas verdaderamente importantes de Cartagena aumentó el viernes pasado, cuando el concejal de La U César González Pión presentó un proyecto con el que busca sancionar a los turistas que estén con el torso desnudo fuera de los balnearios.

En entrevista con El Universal, el presidente de la corporación David Dáger Lequerica negó que las discusiones del Concejo fueran baladíes porque el actual periodo de sesiones también ha incluido debates sobre el alumbrado público, el sistema de transporte masivo Transcaribe, la construcción de puestos de salud y el estado de las finanzas del Distrito. Aclaró que propuestas polémicas como la del ‘baile plebe’ y los torsos desnudos deben tramitarse como cualquier otro proyecto de acuerdo.

Pero más allá de la polémica por el proyecto contra el llamado ‘baile plebe’, hay un concejal cuyas declaraciones también han sido polémicas en el pasado.

A la caza del voto religioso

Miguel Arrázola es el pastor de la iglesia Ríos de Vida. En las esferas políticas de Cartagena se le ve como un influenciador en épocas electorales.

 

El organizador de eventos picoteros de champeta Moisés Ariza acusó al concejal Guerra de estar buscando los votos de la comunidad cristiana, ahora que aspira a reelegirse por segunda vez consecutiva y lograr así un tercer periodo en el Concejo.

Ariza se lo dijo durante una audiencia celebrada en el Concejo, el 25 de junio pasado, en la que el presidente tocó la campana ante las rechiflas y vivas que su intervención despertó entre los simpatizantes y detractores del proyecto de acuerdo.

Como Ariza piensa una persona del mismo grupo político del concejal Guerra. La fuente pidió la reserva de su nombre y nos aseguró que además de ser una iniciativa que va en contra de la cultura cartagenera el proyecto del 'baile plebe' claramente persigue votos.

A Guerra lo acusan de estar detrás de los votos cristianos porque él asiste a la iglesia Ríos de Vida, uno de los colectivos protestantes más grandes de Cartagena liderado por el pastor Miguel Arrázola.

En los corrillos políticos de esa ciudad ven a esa comunidad como jugadora clave en las elecciones locales porque su pastor es capaz de congregar hasta a 15 mil personas en el estadio de fútbol Jaime Morón durante las jornadas masivas de oración.

Arrázola también suele hablarles sobre política a sus 25 mil seguidores en Twitter. Sus trinos demuestran, por ejemplo, su descontento con el proceso de paz y las Farc. Y uno de sus mensajes en 140 caracteres más polémicos lo escribió el año pasado cuando en época de presidenciales aseguró que paz era con Z y no con S en claro guiño al candidato uribista Óscar Iván Zuluaga.

El concejal Guerra no solo niega tener intenciones electorales sino que le dijo a La Silla que actúa, una vez más, acorde con su bandera de los derechos de los niños y los valores familiares.

El año pasado también fue noticia por denunciar las actividades de prostitución que se realizaban en una casa del turístico barrio Bocagrande. En 2013 fue criticado por estar a favor de un proyecto de acuerdo con el que se quería promover la lectura de la Biblia para mejorar la convivencia y en 2009, cuando apenas cumplía su segundo año como concejal, dijo que la Marcha de la Diversidad Sexual debía haberse celebrado en un recinto cerrado, y no en las calles, porque los niños vieron como naturales las manifestaciones de cariño de la comunidad Lgbti durante aquellas Fiestas de La Independencia.

Ahora, invocando una vez más la bandera de la niñez, Guerra espera salir victorioso de la nueva cruzada que emprendió. Para ello convocará esta semana a los concejales para que lean el proyecto de acuerdo sobre el baile porque, nos dijo, ante la polémica nacional muchos han preferido no leerlo.  Cartagena podría pasar a la historia como una ciudad pionera en regular la manera como los menores bailan. Es eso lo que está en juego.

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