No hay suficiente evidencia para culpar al paro por las muertes del tercer pico

No hay suficiente evidencia para culpar al paro por las muertes del tercer pico

Foto: Juan Carlos Hernández / La Silla Vacía.

Con 599 muertes por covid reportadas ayer, es el cuarto día consecutivo que se registra un nuevo récord de fallecimientos en el país. En vista de que el tercer pico está lejos de estar bajo control, la semana pasada más de 140 asociaciones de la comunidad científica y el sector salud le pidieron al Gobierno aplazar la reapertura económica. El Gobierno, mientras tanto, sigue ocupado señalando al paro como único culpable de la crisis. 

Desde que empezó el paro, las manifestaciones han sido el chivo expiatorio preferido tanto del Gobierno nacional como de gobiernos locales para explicar el pico más brutal de la pandemia. 

Desde antes del 28A, Claudia López ya señalaba al paro de ser “un atentado contra la vida”. Hace solo dos días, el presidente Duque culpó a las aglomeraciones, aludiendo al paro, por el “deterioro” de la situación de muertes y contagios de covid en el país. Y el minSalud, Fernando Ruiz, no ha parado de pedirle a los manifestantes y al Comité del Paro que le pongan fin a las marchas para que así terminen también las muertes por covid. 

Los mandatarios han insistido en establecer una relación directa de causa-consecuencia entre el paro y el tercer pico. Pero, según tres expertas consultadas por La Silla y una revisión de los datos de contagios, no hay suficiente evidencia para afirmar que eso sea así. 

La complejidad del tercer pico es multifactorial

“La primera lección es que uno no puede atribuirlo a una única causa. El comportamiento de las enfermedades infecciosas es más complejo que solamente la movilidad”, explica Lyda Osorio, epidemióloga y especialista en enfermedades infecciosas. 

Y dentro de las otras causas que destacan está la reapertura económica, que empezó mucho antes del 8 de junio. De hecho, empezó casi al mismo tiempo que el paro. 

Por ejemplo, en Bogotá, el 3 de mayo se suspendieron las medidas restrictivas que se habían impuesto para el tercer pico: el esquema de cuarentena 4x3, el pico y cédula, e incluso se redujo el horario del toque de queda. El paro había iniciado apenas cinco días antes.

“Entonces, ¿por qué le voy a atribuir el efecto a las manifestaciones? ¿Cómo voy a independizar el efecto de las protestas del efecto de levantar las restricciones?”, señala Tatiana Andia, experta e investigadora en temas de salud. Andia resalta, además, que el riesgo de contagio en aglomeraciones al aire libre puede incluso ser menor que en algunos escenarios de la reapertura donde la gente se puede quitar el tapabocas en sitios cerrados.

La reactivación económica temprana no sucedió solo en Bogotá. Tanto Lyda Osorio como la epidemióloga Silvana Zapata señalan que desde antes del inicio del paro, la movilidad ya venía aumentando en todo el país. E incluso antes de que se empezara a hablar de reactivación desde el Gobierno, con el decreto 580 del 31 de mayo, “ya las personas habían captado un mensaje de apertura económica”, le dijo Osorio a La Silla.

Este aumento de movilidad obedece a varios factores ajenos al paro: la necesidad de salir a trabajar, la mayor flexibilidad de medidas en varias regiones, el cansancio frente a las restricciones y el deseo de tener interacciones sociales.

A esto se suma un nuevo factor que ya se ha visto en países como Chile: la falsa sensación de seguridad producto de la vacunación.

Para Osorio, este era un componente muy preocupante de las campañas de vacunación iniciales en Colombia, cuyo eslogan era “Vacunémonos y volvamos a vivir”. “Creo que ahí hubo un problema grande en sobreestimar el impacto de la vacuna, como si fuera la solución definitiva”, dice Osorio.

Además, a raíz de la vacunación de abuelos y otros adultos mayores, se reanudaron las reuniones familiares y eventos similares que se habían puesto en pausa, explica Zapata. 

Por otra parte, las nuevas variantes también han influido en el comportamiento del tercer pico, pues aumentan el contagio. Y en Colombia se ha detectado la presencia de dos variantes de preocupación: la de Brasil y la del Reino Unido (ahora denominadas alfa y gamma, respectivamente). 

Para la epidemióloga y anestesióloga Maribel Arrieta, aunque es claro que el pico ya estaba comenzando desde antes de que iniciara el paro, las protestas sí tuvieron una repercusión en los casos de covid, y pudieron haber aumentado el impacto de lo que fue el tercer pico. 

Según explica Arrieta, aunque las marchas sean al aire libre, es muy difícil mantener el distanciamiento social en estos eventos, y la adherencia a las medidas de bioseguridad tiende a no ser tan estricta. Sin embargo, reconoce que la verdadera comprobación del efecto de las marchas vendrá cuando se cumplan 14 días desde su finalización, pues no se han hecho mediciones que permitan discernir con certeza su efecto.

“Las autoridades deberían hacer mediciones más exactas para poder decir con más peso que los casos son por una cosa o la otra”, dice Arrieta. Osorio también señala que no hay una buena medición de los otros factores que pueden estar contribuyendo, como la percepción de seguridad, la adherencia a las medidas y las estrategias de rastreo y aislamiento. 

Pero hay otras mediciones en las que podemos apoyarnos.

El antecedente de Black Lives Matter

Las del paro nacional no son las primeras manifestaciones masivas que se dan en el contexto de la pandemia. A finales de mayo de 2020, Estados Unidos vivió una ola de protestas contra la brutalidad policial y la discriminación racial motivadas por el asesinato del civil George Floyd a manos de un policía. 

En ese entonces se hizo seguimiento a los casos de covid en las semanas siguientes a las manifestaciones, y aunque varios expertos habían predicho un aumento en los contagios, no se encontró evidencia para demostrar que las protestas lo hubieran ocasionado.

En Nueva York, según reportó el New York Times, en las semanas siguientes a las manifestaciones los casos documentados de covid mostraron una tendencia a la baja. Y según el Washington Post, en Minneapolis —el lugar donde Floyd fue asesinado— se realizaron más de 15 mil pruebas en comunidades afectadas por las protestas, y la positividad fue de 1,7 por ciento (menor que el promedio del estado, 3,6 por ciento). Mientras que en la ciudad de Seattle, más de 3 mil personas que atendieron a las protestas fueron testeadas y menos del 1 por ciento fueron positivas.

Aunque varios lugares de Estados Unidos sí vieron un aumento de casos en junio de 2020, sucedió algo similar a lo que pasa hoy en Colombia: muchos estados habían abierto la economía alrededor del mismo tiempo en el que sucedieron las protestas.

“Hay muchas otras cosas pasando en los estados que están reabriendo. En mi opinión, la única forma en la que puedes hacerte una idea de dónde se contagia la gente es rastreando los contactos”, le dijo en ese momento al Washington Post Jennifer Nuzzo, epidemióloga de la escuela de salud pública de Johns Hopkins. 

De hecho, un estudio a nivel nacional realizado por cuatro universidades destacadas de Estados Unidos, entre ellas Harvard, encontró una clara correlación negativa entre el porcentaje poblacional que reportó haber participado en protestas y el aumento de casos de covid. Es decir, en los estados donde un mayor porcentaje de gente salió a protestar, aumentaron menos los casos de covid.

En Colombia, si miramos las dinámicas del tercer pico en cada ciudad, es evidente que hay otros factores en juego además de las manifestaciones del paro.

Las diferencias regionales no se explican por las manifestaciones

Si el paro es el principal factor determinando la gravedad del tercer pico, esperaríamos ver un comportamiento muy similar de los contagios en las ciudades donde el paro se vivió más fuerte. Por ejemplo, en Cali y Bogotá se vieron manifestaciones relativamente grandes todas las semanas, y concentraciones en lugares emblemáticos como Puerto Resistencia (Cali) y Portal Américas (Bogotá) todos los días. 

Pero el comportamiento del tercer pico en ambas ciudades difiere bastante.

Mientras en Bogotá los casos han aumentado de manera constante, alcanzando su máximo a finales de mayo, en Cali los contagios subieron más rápido en abril, disminuyeron entrando a mayo y luego volvieron a subir a finales del mes.

Esto sugiere la presencia de factores ajenos a las aglomeraciones del paro influyendo en los contagios.

Por ejemplo, como señala la epidemióloga Osorio, en Cali la transmisibilidad es menor porque al cerrar fronteras durante el paro se disminuyó el riesgo de que las variantes de preocupación entraran a la ciudad. En Bogotá, en cambio, hay una mayor probabilidad de que las nuevas variantes estén circulando.

Por otro lado, en Medellín la peor parte del pico llegó antes del paro. Es decir, hay otros factores además de las protestas que pueden explicar la gravedad de la crisis que atraviesa el país.

En Barranquilla, aunque las manifestaciones del paro no fueron particularmente masivas, sí hubo jornadas importantes de protestas alrededor de los partidos de fútbol que se han jugado el último mes, especialmente los del 12 y 13 de mayo.

Pero Barranquilla, similar a Medellín, alcanzó el tercer pico en abril, sin marchas de por medio, y a pesar de las manifestaciones que se vivieron en mayo, los casos han seguido en descenso.

En cambio, otras ciudades donde el paro nacional no tuvo mucha fuerza llevan todo mayo en pleno pico. Este es el caso de Cúcuta, donde hubo solamente dos movilizaciones grandes en todo el paro, y ninguna de ellas fue realmente masiva. Y sin embargo, el tercer pico viene subiendo desde marzo y se mantuvo en su peor momento durante casi todo el mes de mayo.

En Bucaramanga, aunque el paro sí tuvo más fuerza que en Cúcuta, tampoco se vieron convocatorias masivas. En las marchas semanales se veían participaciones de entre mil y 2 mil personas —poco significativo si se compara, por ejemplo, con las manifestaciones en defensa del Páramo de Santurbán, cuando salieron alrededor de 150 mil ciudadanos.

A pesar de esto, Bucaramanga vio llegar un tercer pico muy agresivo a finales de mayo.

Así que los picos de en las diferentes ciudades no se pueden explicar solo con las manifestaciones. Aunque tampoco hay evidencia para afirmar que el paro no ha tenido ningún efecto en el tercer pico, sí es evidente que hay otros factores de peso que modifican el comportamiento de la pandemia.

Y ahora, con la reapertura económica más firme que nunca y el paro desinflado, será más difícil apuntar hacia otro lado para explicar las muertes de los días por venir.

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