Quintero y Aníbal pasan de los apretones de manos a la guerra fría

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Aunque fueron aliados en la campaña y al principio de sus mandatos, la llegada de la segunda ola de contagios en Antioquia reveló una tensión. Aunque esta va más allá del manejo de la pandemia.

La relación entre el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, y el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, aliados durante la campaña y al principio de sus mandatos, se reveló en las últimas semanas como una guerra no declarada en la que, por ahora, ambos juegan a la indiferencia. 

Desde que Gaviria quedó libre el 16 de octubre -por un recurso de habeas corpus un juez suspendió su detención en el proceso judicial que enfrenta por presunta falsedad de contrato-, no ha mencionado ni aparecido en público con Quintero.

En contraste, el lunes se reunió con el exgobernador Sergio Fajardo, y ha interactuado en redes sobre el manejo de la pandemia con figuras públicas como el expresidente Álvaro Uribe y la gobernadora del Atlántico Elsa Noguera.

La distancia frente al alcalde de la capital del departamento que gobierna va más allá de los encuentros. Gobernación y Alcaldía llevan cuentas distintas sobre la pandemia en Antioquia, que ayer volvió a ser el departamento con más contagios, 1.989, para un total de 157.970, y parece ya estar entrando en una segunda oleada, como muestran los datos más recientes de contagios y muertes.

Como contamos, la Alcaldía insistió la semana pasada en que la ocupación de Unidades de Cuidado Intensivo en Medellín no estaba al borde del colapso, porque la ciudad tiene 1.000 camas. Sin embargo, la Gobernación solo cuenta las 729 que están instaladas y listas para recibir enfermos (activas), por lo que encuentra una ocupación mucho más alta en porcentaje, y por eso Gaviria decretó el viernes la alerta roja hospitalaria que Quintero había tratado de evitar.

Gaviria se ha tomado desde entonces el micrófono del manejo de la pandemia que hasta ahora sostenía Quintero, mientras que el Alcalde ha preferido mirar para otro lado. 

Ayer, por ejemplo, mientras Gaviria presidía una reunión con el Ministerio de Salud y los alcaldes del Valle de Aburrá para tomar medidas para el puente de Halloween, Quintero envió a su Secretaria de Salud, viajó a Bogotá para recibir un premio en la Casa de Nariño y no hizo ninguna mención del tema de salud en sus redes.

Dos fuentes cercanas a la Alcaldía le dijeron a La Silla que es una pelea que Quintero -metido en una confrontación con parte del empresariado paisa- no está dispuesto a dar. 

A pesar de eso, ha mostrado los dientes. 

El 20 de octubre, respondió un trino del escritor Héctor Abad Faciolince en el que, sin mencionar a Gaviria, criticó su gestión como alcalde por la fusión de UNE, la división de telecomunicaciones de EPM, con la transnacional Millicom en 2014.

 

 

Entre indiferencia y reclamos sutiles, la distancia entre los dos mandatarios más importantes de Antioquia, y dos de los más poderosos de Colombia, se parece cada vez más al escenario de tensión de sus antecesores, Luis Pérez en la Gobernación y Federico Gutiérrez en la Alcaldía. 

Esto sin que en ninguno haya dado, por lo menos hasta ahora, el paso a la confrontación directa. 

Alianza con caducidad

El pacto electoral entre Gaviria y Quintero fue poco visible pero se hizo evidente, como reveló La Silla, horas antes de las elecciones del año pasado, en una reunión a la que no invitaron medios y a la que asistieron Quintero y fichas de las dos campañas.

Dos personas cercanas a la campaña de Gaviria nos volvieron a confirmar que, al menos en los días previos a las elecciones, los dos candidatos funcionaron en la práctica como una fórmula electoral. 

“Aníbal se acercó a Daniel buscando el voto de la población joven en el Valle de Aburrá, y porque entre los candidatos a la Alcaldía era el único con el que podía tener una buena relación”, dijo una de las fuentes.

La unión se reforzó luego de que ambos ganaron. 

Durante los meses de empalme y los primeros de este año ambos gobernantes posaron juntos en muchos eventos y ratificaron su trabajo conjunto.

 

 

La discordia comenzó en junio, cuando la Fiscalía ordenó detener preventivamente a Gaviria, en medio del proceso penal que le sigue por presuntas irregularidades en la contratación y construcción de la Troncal de La Paz durante su primera gobernación (2004-2007). 

Como contamos, la detención sorprendió porque era investigación que llevaba 9 años y no había nada inminente, y generó una oleada de respaldo al Gobernador que incluyó a figuras de derecha, como el expresidente Álvaro Uribe; de izquierda, como el excandidato a la presidencia Gustavo Petro; y al propio Alcalde.

 

 

El mensaje de Quintero, sin embargo, fue más escueto que otros como el de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. 

 

 

“Aníbal tomó muy mal que Quintero no fuera más contundente, lo incomodó mucho”, le dijo una fuente que conoce de cerca al Gobernador y agregó que, desde entonces “le dio la instrucción a su gente de alejarse del Alcalde”. 

Otra fuente, de la Asamblea y cercana a Quintero , nos dijo que “Aníbal en ese momento estaba buscando barra para torear a la Fiscalía” y que no la encontró en el Alcalde.

Las diferencias se comenzaron a notar poco después. 

En julio, Quintero contradijo la decisión de la Gobernación de terminar con las cuarentenas estrictas los fines de semana y decretó que estas siguieran en el Área Metropolitana.

La tensión se mantuvo y en septiembre el gobernador encargado y mano derecha de Gaviria, Luis Fernando Suárez, en una entrevista en el diario El Colombiano, señaló al alcalde de tener “un afán de protagonismo” frente al tema de la pandemia.

Otra lectura del distanciamiento, según le dijo a La Silla una fuente del Partido Liberal, es que “Quintero se cansó de que Aníbal lo llevara para arriba y para abajo haciendo anuncios. Para él fue un respiro la detención, porque pudo empezar a trabajar solo”.

Para Juan Sebastián Delgado, consultor político y confundador de Estrategik Consultores, sí fue una oportunidad: “La detención de Aníbal, un político veterano en el departamento, fue un momento muy propicio para que Quintero, un líder joven, fuera el protagonista de las acciones contra la pandemia”.

Con el regreso del Gobernador, por lo tanto, el escenario de la guerra fría estaba instalado.

Indiferencias hostiles

La tensión de Gaviria y Quintero tiene otro frente: la disputa del Alcalde con parte del empresariado y la élite paisa, que comenzó en agosto cuando la junta de Empresas Públicas de medellín (EPM) renunció, en rechazo a la decisión de Quintero de demandar a los contratistas del proyecto Hidroituango.

Como contamos, el Alcalde pateó el tablero del poder en Medellín, que en las últimas décadas había consistido en un enroque entre empresarios y administraciones locales. 

Esa es una alianza de la que Aníbal hizo parte como gobernador (2004-2007) y en especial como alcalde (2012-2015), pues bajo su gobierno se construyeron los túneles de desviación del río Cauca para Hidroituango, entre ellos el que colapsó en 2018 y generó la contingencia.

Ese contexto explica mejor la foto de Gaviria con el también exalcalde y exgobernador Sergio Fajardo, con el que hizo fórmula en 2011 y cuyos seguidores en Antioquia están entre los más críticos con Quintero. 

De hecho, varios fajardistas se han reunido en torno a una veeduría, también en alianza con empresarios, que busca vigilar a la Alcaldía.

Un vínculo claro de la cercanía de Gaviria con ese sector empresarial es su amistad íntima con Juan Esteban Álvarez, miembro de la junta directiva de la Asociación de Bananeros de Colombia (Augura), que es uno de los gremios constituyentes de la veeduría.

Una fuente de Compromiso Ciudadano, el movimiento de Fajardo, nos dijo que cree que Gaviria “va a tratar de ser un contrapeso” en la pelea del Alcalde con los empresarios y que intentará recomponer, desde la Gobernación, las relaciones que Quintero rompa desde la Alcaldía.

Aunque el Alcalde ha sido enfático en su ruptura con esa parte de la élite antioqueña que lo ha enfrentado entre otros con el exalcalde Federico Gutiérrez, no parece interesado en chocar con Aníbal.

“No podemos funcionar como caballito de batalla para que el gobernador distraiga a la opinión de sus problemas con la justicia. Hay que saber escoger las peleas, y una con el gobernador es poco rentable”, nos dijo una fuente cercana a Quintero.

La bandera de la pandemia, que Quintero cede de momento a Gaviria, ha demostrado además que puede ser riesgosa: el Alcalde cosechó inicialmente elogios pero con el aumento reciente de contagios le han llegado críticas.

Por ahora, la guerra fría se acomoda a ambos: Gaviria obtiene el protagonismo en el manejo de la pandemia y refuerza su liderazgo luego del revés de su detención; y Quintero se mantiene en la agenda con otros temas. Esta semana, por ejemplo, fue tendencia por su disputa con los movimientos que promueven la revocatoria en su contra.

La duda, ante tantos frentes abiertos -pandemia, revocatoria, pelea con el empresariado- es si esa tregua hostil entre el alcalde y el gobernador puede escalar y convertirse en una guerra declarada en la que, independiente del ganador en lo político, los perdedores serán los medellinenses y los antioqueños.

Esto porque la Alcaldía y la Gobernación trabajan en llave en asuntos como el manejo de los servicios públicos a cargo de EPM; el Metro, cuya deuda es solventada en parte con una renta departamental, el tabaco; a Hidroituango, donde la Gobernación es socio mayoritario y el municipio es minoritario, y la construcción está a cargo de EPM, que es de la ciudad.

Pero en la situación actual, el tema principal es el manejo de la pandemia, a través del uso coordinado de las Unidades de Cuidado Intensivo, el rastreo de casos y la reactivación económica; temas en los que la falta de coordinación podría hacer la crisis aún más dura.

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