Se acabó el año y no hicimos 'ná'

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Dentro de algo más de un mes va a comenzar el primer balance de la gestión de los gobernantes locales que les ha tocado gastar toda su energía en la contención de la pandemia y la atención de sus efectos así que lo que habrá para mostrar será poco.

Así como la pandemia ayudó al Presidente Iván Duque a encontrar una agenda de gobierno, los alcaldes se quedaron sin foco, les  cambiaron las urgencias y las prioridades sin que hayan podido “reinventarse”.

Había expectativas porque las elecciones dejaron un espectro político renovado en lo local, sin embargo, la pandemia dio al traste, al menos por ahora, con las ilusiones. La situación es dramática por diversas razones especialmente porque las alcaldías tienen pocos instrumentos para atender la prioridad que es recuperar la economía y porque los efectos de la pandemia en las finanzas municipales de las ciudades serán de enormes dimensiones.

Los sistemas de transporte masivo están al borde de la quiebra, la reducción de los ingresos tributarios en rubros como impuestos a los combustibles e industria y comercio y la necesidad de incurrir en gastos no previstos como algunos subsidios monetarios o en especie han puesto a correr a los alcaldes. Por ahora intentan sobreaguar con créditos que dejarán en serias dificultades a los que vengan.

Más allá de atender los efectos sociales y de salubridad de la pandemia, hay algunos pequeños logros de gobiernos locales pero ninguno alcanza para avisorar que se va a cambiar la historia, los alcaldes tienen que asumir riesgos, ser innovadores en las políticas públicas que emprenden y entender que el desafío es de corto plazo y de resultados concretos.

Hay varios intentando apoyar la generación de empleo, con subsidios, incentivos tributarios y otros estímulos pero hay barreras que hay que concentrarse a tratar de superar rápidamente. Por ejemplo, una empresa de call center anda buscando 10.000 personas que tengan un buen nivel de inglés y no ha podido encontrar ni al 20%.

Ahí hay una oportunidad pero hasta ahora no se ha oído que algún gobernante local se haya puesto en la tarea de hacer algo concreto y relativamente rápido que permita que las personas que aspiran a esos empleos logren cumplir la exigencia del idioma. Claro, buen nivel de inglés no se logra de un momento para otro pero seguramente debe haber personas que estuvieron cerca de obtener el puntaje requerido y que con algún subsidio y dedicación podrían alcanzarlo y conseguir el empleo.

Está claro que el sector de la economía que va a crecer rápidamente y que tiene la capacidad de absorber miles de empleos, de jóvenes y mujeres que además podrían trabajar desde su casa, es el de la economía digital y las telecomunicaciones, pero, entonces, los subsidios tienen que dirigirse a grandes empresas y no a pequeñas y los gobiernos deben esforzarse por preparar el personal que se requiere que básicamente tiene que tener buen nivel en algún otro idioma, no solo inglés, también italiano o portugués que quizás son más fáciles de aprender.

Pero las políticas públicas locales no son innovadoras. Algunos le apuntan a emprendimientos que tienen, como lo muestran las estadísticas del programa Emprender del Sena, un nivel de supervivencia, en el mediano plazo, que no llega al 15%.

Los gobernantes de municipios en los que tradicionalmente se han ofrecido servicios, especialmente de educación, de baja calidad, tienen ahora con la dinámica que tiene el método virtual la enorme oportunidad de ofrecer un servicio de calidad similar al que se puede ofrecer en las ciudades de mayor capacidad institucional. La enseñanza de otras lenguas podría crecer exponencialmente aprovechando que ya la comunidad educativa sabe que es posible adelantar procesos más o menos completos por los métodos virtuales.

El déficit de profesores de inglés se podría superar sin dificultad asumiendo la virtualidad para solo citar una cosa que se podría aprovechar.

Universidades regionales, como la Tecnológica del Chocó para poner un ejemplo, podrían tener como profesores invitados o incluso con vinculaciones más permanentes y formales a los mejores de las mejores universidades públicas y privadas de Colombia e incluso del mundo, muchos de los cuales estarían incluso dispuestos a donar tiempo para participar en el ciclo de formación de jóvenes profesionales residentes en esos lugares. Pero nada, nadie se atreve a promover algo innovador.

En la gestión pública el tiempo pasa muy rápido y en Colombia la situación se ha vuelto cada vez más compleja. Hacer una obra tarda varios años, así que es casi seguro que la mayoría de las ideas que hoy tienen los alcaldes, si todo sale bien solo se estén concretando a mitad del período del siguiente gobierno si es que hay continuidad y después de la tragedia quedan recursos para financiarlas.

En Bogotá construir una troncal de Transmilenio como la de la Avenida 68 se lleva un proceso de 8 años, así es imposible. En Cartagena hacer un muro para mitigar el efecto del cambio climático en el nivel del mar tarde décadas y nada que empieza. Hacer una doble calzada entre Buga y Buenaventura se lleva 15 años.

Dentro de algo más de un mes va a comenzar el primer balance de la gestión de los gobernantes locales que les ha tocado gastar toda su energía en la contención de la pandemia y la atención de sus efectos así que lo que habrá para mostrar será poco.

Se perdió el tiempo más valioso, el del primer año que es en el que hay un mayor capital político y entonces una mayor capacidad de gestión. Ya quedan solo tres años.

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