Votar por el SÍ requiere coraje y compromiso. Coraje por que votar por el SÍ demanda aceptar los riesgos que trae cuestionar el statu quo, y siempre es más fácil votar por que todo siga igual. Compromiso, por que votar por el SÍ implica adquirir responsabilidades a largo plazo. Sostener la paz es mucho más complicado que firmar un acuerdo. Esto último requiere una verdadera reconciliación social donde los colombianos seamos capaces de resolver nuestros conflictos sin intercambios violentos o corruptos. Por ello, votar por el SÍ requiere un compromiso a largo plazo con la paz, algo que va más allá de las victorias militares que sentaron a la mesa de negociación a las FARC, más allá de la Habana y más allá del Gobierno Santos. Voy a votar por el SÍ porque aunque lo pre-acordado en el Acuerdo General, como en cualquier negociación de este calibre, dista de ser perfecto, es la mejor propuesta que tenemos para desmontar a las FARC, reparar a muchas víctimas y tener mecanismos para luchar contra las causas objetivas que dieron lugar a este largo conflicto. Un acuerdo mucho menos estructurado y completamente desconocido por la mayoría de los colombianos como el que produjo la incompleta desmovilización de los paramilitares durante el gobierno Uribe logro desmantelar una máquina de guerra capaz de “refundar a la patria” y disminuir considerablemente los niveles de violencia existentes, a pesar de que subsistan las BACRIM y otros grupos criminales. El proceso con las FARC va mucho más allá pues no solo desmontara gran parte de la máquina de guerra de las FARC, sino que corrige muchos de los errores de todas las negociaciones que lo antecedieron. En primer lugar, pone a las víctimas en el centro del proceso dándoles derechos concretos y verdaderas posibilidades de sanar. En segundo lugar, reconoce que la responsabilidad de la guerra no se inicia ni se agota con las FARC: el conflicto actual es producto de una guerra sucia entre las guerrillas, el Estado, los paramilitares y quienes los apoyaron. En tercer lugar, porque aunque el acuerdo no transforma el modelo económico imperante, ni los principios democráticos de la Constitución de 1991, si intenta abrir espacios para que quienes se han quedado por fuera de los arreglos existentes tengan opciones reales de integrarse. Finalmente, este plebiscito es en realidad una oportunidad para que todos los colombianos decidamos si aceptamos o no los acuerdos de la Habana. Si gana el SÍ, estos acuerdos tendrán que pasar por el filtro del Congreso de la Republica y no entraran directamente a hacer parte de la Constitución. Yo por mi parte seguiré estudiando los acuerdos pero hoy, estoy convencida de votar por el SÍ. Tenemos todos las posibilidades de informarnos: los textos de lo que se ha pre-acordado en la Habana están en la página la Oficina del Alto Comisionado y hay cantidad de insumos en la red. Para mi esta es la primera oportunidad que tenemos como colombianos de participar pacíficamente en la resolución de un conflicto que para muchos de nosotros ha estado presente todas nuestras vidas.
El SÍ o NO frente al plebiscito
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Expertos
Me obligaron entonces a votar por el NO al plebiscito a sabiendas que con la publicidad gubernamental, los recursos del tesoro, la venta de Isagen, la mermelada política y la desinformación de la gran mayoría y, ciertamente, la convicción de muchos compatriotas sumergidos en las tesis socialdemócratas, quienes así pensamos perderemos esas elecciones. Quizás y muy a pesar de mis convicciones democráticas, me abstendré, para mandar un simbólico mensaje al establecimiento político de que mi voluntad es decente y acepta la derrota pero no se inclina ante la degradación ética representada en la abolición del umbral legitimante del mecanismo plebiscitario. Tampoco ante la desnaturalización del sistema democrático ni ante quienes antes me amenazaban con la pena de muerte por atreverme a pensar distinto a ellos y que ahora quieren despojarme del poder soberano que se le imputa a todos los pueblos que quieren denominarse civilizados. Voy a votar por el NO o a abstenerme como quiera que no creo en la tiranía en cualquiera de sus manifestaciones, así ella se vaya a posar “temporalmente” en manos del ejecutivo pues el poder no se mide por el tiempo que se detenta sino que se pesa por su magnitud. Me forzaron a votar por el NO o a abstenerme de participar en las elecciones porque no considero sano que el pueblo renuncie a ser el poder constituyente soberano ni siquiera en nombre y procura de la tan manoseada “Paz”. Votaré en contra del SÍ o me abstendré de ser cómplice de una historia que no quiero construir porque no me gusta que me traten como un idiota útil formulándoseme unas preguntas maniqueas y sin el más mínimo horizonte de sentido, tales como: ¿quiere usted la Paz o la guerra? Haré campaña como parte minoritaria porque creo que nos mienten abierta y descaradamente cuando se nos dice que con la validación de ese acuerdo cesarán los secuestros, las muertes, la guerra, el terror y el país crecerá 1.9% del PIB, se creará riqueza para todos y que viviremos con estándares de bienestar nunca antes visto. Yo participo de la idea de que el bienestar no se construye en el papel ni mediante leyes y decretos sino en la cotidianidad y en el marco de la cultura del mérito y el esfuerzo y el honrado trabajo. Me opondré porque creo que todo lo que está sucediendo es una fraguada estrategia para mantenernos siempre al vilo y con la esperanza de un permanente e inalcanzable sueño, como el de la revolución para los socialistas o el de la supremacía racial para los fascistas. Antes nos hablaban de Paz como desarrollo integral; después de paz como ausencia de conflicto. A medida que la gente votaba por la reelección y validaban los acuerdos de La Habana, empezaron a hablar de post conflicto y ahora se habla de post acuerdo como punto de partida para, ahora sí, empezar a construir el sendero de la Paz. Es que para mis opositores la Paz es siempre un horizonte inalcanzable y perpetuo que sirve de libreto pero no de realidad vital. Me opondré porque mi único sueño es el que avizora que algún día aprenderemos que sin orden no hay convivencia pacífica posible y sin institucionalidad no hay progreso alcanzable. Tendré que pasar por la humillación de las mayorías, probablemente amorfas y asexuadas como las definiera Ortega y Gasset pero no votaré por un plebiscito que permite la sustitución constitucional, lo que se asemeja más a un laberinto de soluciones y a un hormiguero de problemas antes que a una lúcida visión de Estado y de Nación. Votaré por el NO porque a través de él probablemente aporte un grano de esperanza para las decenas de miles de compatriotas que serán (¿seremos?) juzgados por Tribunales Especiales de Justicia sin la más mínima objetividad, imparcialidad y ecuanimidad que impone la más sagrada acción humana: ¡la acción de justicia! Y mucho menos mediante un procedimiento preferente y sumario cimentado sobre una comisión histórica del conflicto cuanto más parcializada y una comisión de la verdad cuanto más mentirosa. Votaré por el NO o me abstendré de siquiera caminar a las urnas toda vez que no le doy valía a la Historia creada por la Comisión Histórica proveniente de la Habana. Porque NO considero que esa historia sea cierta, verídica y represente la visión y la perspectiva de la gran mayoría de colombianos. Votaré por el NO o me abstendré de dialogar democráticamente ese día en las urnas, porque estoy convencido que la parcializada comisión de la verdad servirá de insumo a la parcializada y en nada objetiva justicia especial agraria y justicia especial para la Paz que juzgará a vivos y muertos, civiles y militares y a todo aquél quien como yo se atreva a elevar su voz de inconformidad contra lo que han dado en bautizar como “un nuevo País”. Votaré por el NO porque aun cuando considero que lo que construimos a partir de la Constitución de 1991 era mediocre y descuadernado, inarmónico y peligroso, ofrecía mucho más de seguridad jurídica e institucional de lo que se nos viene encima y, recordemos, no hay progreso ni bienestar viable si no se cuenta con la institucionalidad necesaria y suficiente para ello. Votaré por el NO porque me parece que el acuerdo es inmoral por lo desigual y discriminatorio al impedir un futuro diálogo de Paz con otras organizaciones igualmente criminales como el ELN o las Bacrim lo que nos somete a un conflicto interminable y eterno en contravía de la cultura del diálogo que con tanto esfuerzo han logrado imponer las generaciones complacientes y acomodaticias. Voy a votar por el NO o a abstenerme de participar porque no creo merecido que se establezcan jurisdicciones especiales electorales para premiar a los reinsertados en detrimento del esfuerzo de tantas mujeres y jóvenes que tratamos de acceder pacífica y honradamente al servicio público a través del voto limpio y honorable. Voy a votar por el NO o a abstenerme de participar en un plebiscito que no fue inventado por el ordenamiento jurídico para cambiar el sistema de justicia; el electoral; la forma de crear, interpretar y aplicar las leyes; ni el sistema económico y la visión que tenemos actualmente sobre la propiedad privada. Voy a votar por el NO o a abstenerme de participar en un plebiscito que valida la tesis según la cual la entelequia y la abstracción priman sobre la razón, lo concreto y lo conocido. Votaré negativamente como quiera que en política no me gusta saltar al vacío y porque estoy convencido que la mejor definición de Paz es bienestar, ese que tan sólo se llega mediante el respeto al derecho ajeno, la cultura de la tolerancia, el apego a las reglas de juego y el amor por la institucionalidad y el orden. Voy a votar por el NO porque creo en las enseñanzas de la historia cuando señalan que de las conversaciones con los radicales solamente se cosecha desilusión y violencia como cuando se sucedieron las conversaciones del primer Ministro Chamberlain con el socialista Hitler o los pactos de Postdam y Yalta con el envalentonado Stalin. Voy a votar por el No o voy a dejar gritar mi silencio de abstención para sentirme a gusto conmigo mismo, ser coherente con mis creencias políticas y tratar de aplicar lo que predico. Naturalmente, como no me gusta la mentira en ninguna de sus acepciones o formas, votaré por el NO porque creo que me han mentido de principio a fin y porque todo esto desvía nuestra atención en lo que debe ser el futuro: un horizonte de verdadero esfuerzo, de trabajo, de valentía para denunciar y enfrentar la corrupción, de defender con cada acción humana nuestro entorno y medio ambiente y en donde de verdad se le dé vía libre sin dilación y con orden y seguridad al trabajo, a la libre empresa, a la creatividad e ingenio humano y a la más completa educación de las personas.
SÍ. Un SÍ afirmativo, rotundo, inmenso y al mismo tiempo modesto porque para ser imprescindible requiere de otros muchos SÍ. SÍ, porque es mejor un SÍ imperfecto pero razonable que un no perfecto y razonable que perpetúe para sus hijos, sus nietos, mi hija y mis nietos, un estado de agonía, de miedo, de inseguridad, de atraso, de injusticia, en fin, de no futuro. Digo SÍ y se me agolpan algunas indiscretas lágrimas en la garganta con el nombre de los jóvenes. SÍ. Renuncio a que mi trabajo de cada día sea tratar de concebir la barbarie como un estado permanente, de analizar lo inabordable, de tratar de explicar la deshumanización como camino al desarrollo de una nación acostumbrada a apuntalar su economía sobre cadáveres de casi niños. Yo digo SÍ a la posibilidad de una patria que no se resigne a la tosquedad de la muerte, a la comodidad de la desigualdad, a la gravedad de la pobreza, a la conveniencia de la injusticia y a la indiferencia del abandono. Yo digo SÍ porque, de veras, quiero que la próxima década cambiemos la persecución a las FARC por el impostergable confinamiento de todos los corruptos para quienes el conflicto ha sido tierra fértil. Digo SÍ, porque si muchos decimos SÍ ya no habrá disculpa para que nuestro país no se ocupe, con todos los esfuerzos posibles, de salir del deshonroso ranking de desigualdad que nos signa. SÍ, porque tengo la esperanza de que el sector empresarial cambie la rabia por incentivos ciertos para que los jóvenes de nuestro país tengan opción de construir un proyecto de vida en la legalidad, de la mano de empresarios e industriales. SÍ, porque me conmueve la fantasía de que dejemos de desconfiar de la paz. Digo SÍ porque hace más de un año los noticieros no muestran catorce bolsas negras en fila, preñadas de vidas humanas prematuramente silenciadas. Mi SÍ se hace grande cuando miro a esa mujer octogenaria que parió trece hijos y a quien esta guerra le quitó de tajo a uno y a otros tantos los mandó a vivir lejos de su cariño cotidiano y que la sacó -a ella- de su terruño austral para terminar su vida como una desplazada invisible en esta gris Bogotá, cuando miro a mi madre y veo que la tristeza de sus ojos cede ante la posibilidad que nos abre este SÍ, mi SÍ se hace acuoso de esperanza. Y mi SÍ cobra más sentido cuando me convenzo de que no será una varita mágica que borre de plano toda nuestra compleja historia de conflictos, pero sí será la cuota inicial para despejar nuestra geografía y que las semillas de la solidaridad broten al ritmo de los cambios estructurales que más allá de las guerrillas, reclaman los habitantes de esa Colombia profunda. Digo SÍ aun cuando entendiendo y acepto a aquellos que dicen no. Los entiendo porque de seguro es más fuerte su rabia, porque con certeza sus heridas aun supuran un dolor enquistado en el centro de sus valores más íntimos, porque no han logrado dar el paso solidario –parafraseando a Unamuno– para ser más constructores de su porvenir que lastres de su pasado. Y los acepto porque creo a pie juntillas en las reglas de la democracia, porque sé que disentir es parte inherente de ella, porque prefiero tener una controversia larga y constante basada en argumentos, que perpetuar la intolerancia. Los entiendo y los acepto, pero no escatimaré ni un solo minuto de mi existencia para dialogar con ellos con argumentos, tolerancia y sencillez. En efecto, yo digo SÍ.
Votaré Sí porque se trata de la terminación del conflicto armado con el mayor competidor armado del Estado. Votaré Sí porque aunque la terminación de ese conflicto no es condición suficiente de la paz, es condición necesaria. Votaré Sí porque aprobar los acuerdos no es lo mismo que aprobar la gestión del presidente Santos ni la forma errática en la que se comporta frente a la movilización social y las reivindicaciones populares. Votaré Sí porque este es un proceso de negociación bien planificado y porque los nueve acuerdos parciales de paz anteriores no tuvieron un diseño tan preciso como éste y sin embargo fueron exitosos: (EPL, M-19, AUC, Corriente de Renovación Socialista, Quintín Lame, etc., fueron exitosos en la medida en que ninguna de las partes renegó de lo acordado ni se reanudaron las hostilidades entre ellas). Votaré sí porque la aprobación de los acuerdos excluye por completo la opción de que las Farc continúen ejerciendo dominio militar en alguna porción del territorio y en cambio, abre las puertas a que con la sustitución de las balas por los votos, éstas puedan ser derrotadas en las urnas.
SÍ, sin ningún temor a equivocarme, pues el sí es un mundo por ganar frente a incertidumbres menores. El no, por el contrario, abre un mundo de incertidumbres, que no justifica las posibles ganancias menores para unos cuantos (y así fueran muchos... seguiría tratándose de ganancias menores).
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