Por Leopoldo Fergusson ()
Esta reforma tributaria es más completa que cualquiera que se haya presentado en Colombia en muchos años. Pero el vaso también está medio vacío: en aspectos fundamentales, se quedan cortos los pasos para un cambio que corrija los principales problemas de nuestro régimen tributario.
Es claro que la reforma llega con el afán de conseguir más recursos por la caída de la renta petrolera. En este aspecto, de conseguir ingresos, la pepa es el IVA (como bien lo dijo ). A pesar de esto, soy de los que se opone al incremento en su tasa general. Algunos me tacharán de , o de ignorar a las calificadoras de riesgo. Ni lo uno ni lo otro. Creo en cambio que hay que dar unas luchas más difíciles.
Pero no debemos confundirnos: si Colombia pierde el grado de inversión por no conseguir los recursos que las calificadoras juzguen prudentes, no podemos achacarle la responsabilidad a la reticencia a incrementar una tasa que tiene niveles completamente normales. No. La culpa viene de años y años (cuatrenios y cuatrenios) de postergar decisiones difíciles para construir un sistema tributario moderno, que arregle los verdaderos líos de fondo. Esos líos están más que diagnosticados: un sistema tributario poco productivo y nada progresivo, lleno de exenciones y beneficios, plagado por la evasión y elusión, muy exigente para quienes juegan con las reglas pero blando con quienes las evaden o las aprovechan para su beneficio, y demasiado dependiente de las (pocas) empresas que tributan y de los impuestos indirectos, sin suficiente carga sobre las personas más ricas en una sociedad desigual.
Para descubrirlos, no teníamos que esperar a la caída de los precios del petróleo. Para atacarlos, tristemente la experiencia lo está mostrando, sí. Pero no pasemos al tablero a los "populistas" que nos preocupamos por un incremento del IVA. Estrictamente, deben pasar los líderes (Presidentes, Ministros de Hacienda y Congresos) de al menos dos décadas sin armar el rompecabezas tributario. Y los privados que en el entre tanto se han beneficiado y han promovido los regalos, en el mejor de los casos, o que simplemente le incumplen al sistema.
Que esta reforma logre o no el propósito de ser estructural, es todavía una incógnita. La restricción política es clara, y tristemente como otras veces el gobierno parece haber decidido perder la pelea en algunos temas sin siquiera darla. Ojalá el Congreso no solo no agüe los varios pasos correctos que se dan, sino que ayude a fortalecer algunas dimensiones que quedaron flojas (yo sé, pero no pierdo nada con soñarlo...).
Finalmente, insisto como en otras ocasiones ( y ) que este país no será viable si no resolvemos el problema de evasión tributaria. Los impuestos están en el corazón del contrato social en una democracia. Además de otras medidas para frenar la evasión, la reforma da un buen paso (cárcel para evasores) acompañado de un accesorio ridículo (solo los de ciertos impuestos, solo los enormes evasores). Más vale que el plan de fortalecer a la Dian logre implementarse y resulte exitoso.
Sin más preámbulos, va una lista (no exhaustiva) de mi selección de aciertos y desaciertos de la reforma que propone el gobierno. Para ver la explicación de cada uno, haga click en el acierto o desacierto.
Impuestos sobre bienes y servicios
Se dice que la tasa en Colombia es baja comparada con la del resto de América Latina. Pero lo es solo frente a las economías más grandes de la región. Comparándonos con todas, estamos . El de la Comisión de Expertos (gráficas 26 y 29) es muy claro en mostrar que nuestro rezago grande es en productividad, más que en tasa. Esto es consecuencia de exenciones, tarifas diferenciales, y evasión al detal ( para evitar el IVA) y al por mayor (organizaciones ilegales que le hacen trampa a la Dian, como el caso de las ).
Aunque la reforma tiene elementos para mejorar la productividad (como la implementación de la factura electrónica y los incentivos para reducir el uso del efectivo), el gobierno (y la Comisión, ¡a pesar de sus propias cifras!) se equivoca al poner el énfasis en la tasa. Seguramente, lo hace porque resolver los problemas de evasión toma tiempo, y por los obstáculos políticos de reducir tratamientos diferenciales y exenciones.
Pero no es buena idea subirle la tasa a un impuesto que funciona mal.
Primero, hay que hacerlo funcionar bien resolviendo estos problemas. Es decir, darse la pela atacando la evasión y ampliando la base (contemplando, incluso, transferencias compensatorias para los más pobres si se tocan los bienes de primera necesidad). Hecho esto se puede evaluar si el incremento en tasa es o no necesario. No solo porque un aumento en productividad puede generar recursos suficientes, sino porque subir la tasa sin arreglar las falencias solo exacerba los incentivos a evadir y hacerle trampa el impuesto.
Aunque no fue el camino elegido con el IVA como regla general, la reforma sí plantea corregir algunos tratamientos diferenciales en gravámenes sobre bienes y servicios que no tienen una buena justificación y en cambio implican distorsiones ineficientes y tratamiento inequitativo de actividades similares.
Por ejemplo, se reconoce que el impuesto sobre el consumo de telefonía celular debe incorporar tanto la voz como los datos (estos últimos estaban insólitamente exentos). Otro ejemplo: se unificó el tratamiento de restaurantes y franquicias, quedando los dos amparados con el impuesto al consumo. Hasta ahora, las franquicias quedan en ventaja pues continúan pagando IVA, pudiendo descontar el pagado por arriendos, insumos importados y alimentos procesados sujetos a este impuesto. Uno más: la venta de vivienda nueva debe pagar IVA del 5% (y además se limitó a más de 800 millones de pesos, por lo que la propuesta no es agresiva e incorpora criterios de equidad). De paso: los constructores no deberían quejarse por esto si cumplen con todas las reglas, pues podrán descontar costos que antes no. ¿O es que acaso están comprando insumos sin IVA?
También es interesante que se cobre IVA por los servicios prestados a través de plataformas digitales (por ejemplo, Airbnb y Netflix) que, a pesar de su creciente importancia en la economía, van pasando por debajo del radar.
A los bienes que producen daños (como las bebidas azucaradas y los cigarrillos sobre la salud, o los combustibles fósiles sobre el medio ambiente) es razonable cobrarles impuestos diferenciados para que se incorpore ese efecto social en su precio. Es uno de los pocos casos en que la tributación puede darse el lujo de recaudar recursos sin sacrificar eficiencia, sino todo lo contrario. Algunos temen que estos tributos no serán efectivos para reducir el consumo de estos bienes. Puede ser, y siempre hay que complementar con más medidas (como la educación y la innovación en otros productos). Pero aún si esto sucede, por lo menos tendremos recursos para enfrentar en parte sus efectos nocivos.
Impuestos sobre la renta de las sociedades
La tributación sobre las sociedades en Colombia es muy alta, pero sobre una base muy limitada. Esto le resta competitividad a las empresas que juegan dentro de las reglas, e incentiva la evasión y elusión. Es urgente por lo tanto reducir las cargas, y simplificar los impuestos, para que más y más empresas contribuyan con una carga razonable. En línea con esto, es importante también reducir las exenciones y subsidios.
Infortunadamente, en Colombia hemos transitado a una situación donde hay unas reglas de papel que pocos cumplen: unos porque recibieron un regalo del Estado (alguna exención o tratamiento diferencial); otros porque buscan el truco o el hueco para evadir la responsabilidad; y otros más porque simplemente no tienen incentivos de formalizarse.
La maraña tributaria es tan complicada que para un observador como yo es imposible saber si estamos transitando todo lo que deberíamos en la eliminación de huecos y regalos. Por lo menos, la reforma incorpora unos cuantos y la bulla que algunos han hecho recientemente en los medios, sugiere que se está avanzando en la dirección de pedir que todos pongan.
Ahora no queda más que prenderle una vela al Congreso para que no sucumba a conservarle o darle regalos a los política y económicamente poderosos. No sólo es ineficiente. El pacto social es más legítimo si todos ponen.
Impuestos sobre la renta de las sociedades sin ánimo de lucro
La reforma plantea: definir las actividades meritorias a las que pueden ocuparse las ESAL; prohibir el reparto de excedentes y la contratación de miembros de su junta directiva, y de sus empresas o familias; y obligar a una mayor transparencia en la información sobre pagos, gastos, contratos y conformación de su equipo directivo. Idealmente, esto debería contribuir a que sea más difícil usar estas entidades como vehículo de la corrupción y evasión a pequeña y gran escala.
Los remito a , quien por obvias razones conoce más del tejemaneje tributario que casi cualquiera, y teme que la Dian simplemente sea incapaz de controlar los miles de entidades de este tipo que hay en el país. Su propuesta: que se establezca "un ente de acreditación y unas reglas de juego estrictas. Todas deberían tributar, a menos que sean acreditadas por este ente antes de dos años."
Impuestos sobre la renta de las personas
Una de las grandes fallas del sistema tributario colombiano es que depende en exceso de los impuestos indirectos (sobre bienes y servicios) y de los directos sobre las rentas de las empresas, con una muy baja participación de la tributación directa a las personas. En uno los países más desiguales del mundo, no tiene sentido que aún haga falta un esquema tributario que recaiga con mayor fuerza sobre quienes tienen el privilegio de ganar más ingresos o tener mayor riqueza.
Por esto, considero un acierto ampliar la base de quienes estamos obligados a pagar renta, y hacer que la tasa impositiva crezca más rápido con el ingreso.
Algunos dicen que con el cambio se castiga a la clase media más que a los verdaderos ricos. Esto no es muy preciso. Es cierto que los más ricos entre los ricos posiblemente continúan teniendo una cantidad desproporcionada de beneficios y trucos a su alcance que les permiten reducir su carga tributaria (véase Papeles de Panamá). Eso se debe corregir. Pero, es falso que al poner a tributar a los colombianos con ingresos superiores a los 2.75 millones de pesos, estemos afectando a "nuestra" clase media. A menos que usted crea que el 10% más rico de la sociedad es clase media. Esos ingresos no son muy altos en términos absolutos, pero lo son en términos relativos en un país donde muchos ganan menos que el salario mínimo. Que aporten (iniciando con tasas bajas, como es el caso) es "justo y necesario" en nuestro contexto social. Además, recaudar renta en cantidades modestas desde menores ingresos puede contribuir a fortalecer la cultura tributaria.
Aunque se eliminó el IMAN y el IMAS, se mantuvo su esencia: ponerle un techo a los beneficios que se pueden acumular. Además, es progresivo: con un tope en porcentaje y en valores absolutos como el propuesto, se evita que los más ricos terminen pagando poco a punta de gabelas.
Le cedo la palabra a Marc Hofstetter. (y en 140 caracteres, ) explica porqué debemos gravarlos, y a la misma tasa que el resto de fuentes de ingreso, no a una tasa menor (máximo del 10%) como se propone. Además, hay errores en la base. Por un lado, que solo se tribute desde dividendos mayores a un corte límite, no tiene buena justificación aparente y en cambio se presta para maromas (distribuyendo para apenas evitar el tope). Por otro lado y más grave, al incluir solo los dividendos a las personas naturales, hecho el impuesto : distribuirlos a una sociedad de papel.
Medidas para controlar la evasión
Se contemplan penas que pueden llevar a la cárcel en el caso de esconder activos e inventar pasivos. Lo que no se entiende, es por qué solo es un problema si los montos ascienden a ¡5.000 millones de pesos! Con esto no solo se consolida la cultura de que evadir "en sus justas proporciones" no es grave. Algo peor: la señal es que esas justas proporciones son monumentales.
Evadir impuestos es un robo. No sólo eso. Es de los peores robos que existen: a los recursos públicos les corresponde un valor especial al tener como objetivo fundamental servir a la sociedad y atender a los más vulnerables.
Los colombianos no pensamos así. Yo, créanme, me he metido en más de un problema personal al señalarle a amigos y conocidos que un evasor de impuestos es un ladrón, y de la peor calaña. ¿Por qué tratar a estos ladrones con tanta consideración? Todos los impuestos se los roban, responden. La plata que tanto nos cuesta ganar va a parar en manos de funcionarios corruptos.
Perdón, pero como dice un amigo, esa excusa es de cuarto de primaria (me perdonarán los de cuarto). Primero, si bien la corrupción de nuestras instituciones es una realidad innegable que debemos combatir, no nos da licencia para incumplir nuestra parte. Segundo, que "todo se lo roban" no solo es una exageración muy conveniente para el tramposo, sino una falta de respeto con los muchos funcionarios públicos honestos que también tenemos y dedican su vida a servir al país. Usted, haga lo suyo, pague los impuestos, y sin rabo de paja, ahí sí, vele porque no se desvíen los recursos públicos.