La persistente figurilla del paramilitarismo
Desde hace ya varios meses vienen incrementándose los panfletos amenazantes y las masacres han vuelto a sonar −más pasito que de costumbre−; los asesinatos selectivos se han disparado de manera aterradora en el Caribe colombiano, aún a pesar de la desmovilización de miles de miembros de los grupos paramilitares. Definitivamente las cosas no han cambiado. Las prácticas de dominio y control de las “bandas re-emergentes” hacia las comunidades en las zonas rurales o en la periferia de las ciudades siguen ahí. El negocio de expendio de droga, los toques de queda, las vacunas a todo lo que implique dinero (desde el conductor de bus, pasando por el tendero hasta el jíbaro) la amenaza y el sicariato se resisten a desaparecer. La senda de los Castaño, el “Mono Mancuso”, “Don Berna”, “Jorge 40”, entre otros, ha sido retomada por sus segundos, haciendo que su “espíritu empresarial” perdure a través de “los Paisas”, “los Nevados”, las “Águilas Negras” y “Don Mario”. De su cacofonía antisubversiva por ahora no ha quedado mucho, pero permanece la dosis suficiente para amedrentar lo poco de oposición, reclamo y rechazo que sobrevivió a las AUC, a la parapolítica y al macartismo en una sociedad cada vez mas autoritaria* y apática.
*Y si no, tan sólo échenle un ojo a este documento que evidencia el grado de intolerancia cada vez más acentuado de los colombianos: Corporación Latinobarómetro Informe 2008, en: http://www.latinobarometro.org/docs/INFORME_LATINOBAROMETRO_2008.pdf Y me cuentan.
Diego Quiroga
CINEP-ODECOFI