Es paradójico: En el escenario financiero de las FARC frente a su progresiva salida del narcotráfico, el desafío más grande parece darse en el mando y control, y no sólo en superar los números en rojo de su balance contable.
Los ahorritos del Bloque Oriental de las FARC
Por: Daniel M. Rico
Aunque la dimensión económica de las Farc es una reflexión necesaria y complementaria a la lectura tradicional de sus capacidades armadas o perspectivas políticas, este es un criterio con poco desarrollo institucional tanto en los cuarteles como en los despachos del CAN[1]. No es fácil definir qué rol tiene el dinero en los planes estratégicos de las Farc, reducirlos a simples criminales con ánimo de lucro que solo maximizan las rentas ilegales, es tan incompleto como definir a la guerrilla como una organización política guiada por la filantropía rural.
Institucionalmente las Farc le abrieron las puertas al narcotráfico a principios de los ochenta con la definición explicita en la séptima conferencia de financiarse con el gramaje de la coca, desde entonces y hasta hoy sus medios y sus fines han sido irreconciliables organizacionalmente. El principio estratégico de ubicarse en la cordillera oriental para rodear la capital, se fue diluyendo en la medida que sus frentes se hacían ricos y se anclaban en las fronteras agrícolas, en medio de la coca, la minería y con una bota del otro lado de la frontera, al mismo tiempo que los frentes más pobres eran diezmados militarmente. Cada bloque y cada frente tiene su propia historia económica, de todas ellas la más importante para las Farc ha sido la del Bloque Oriental.
Desde una óptica utilitaria, el Bloque Oriental es una empresa criminal de al menos 3500 afiliados –las más grande de las Farc- con presencia en diez departamentos que van desde Norte de Santander hasta Putumayo, divido en 37 franquicias fijas (frentes) y 15 representaciones móviles (columnas). Su junta directiva (Estado Mayor del Bloque –EMBO-) , ha cambiado significativamente tras las bajas del “Mono Jojoy”, “Jacobo Durango”, “Acacio”, “Carlos Patiño”, ”Jerónimo García” y “Danilo” y la degradada en el mando de “Grannobles” y “John 40”, entre otros.
Reportes financieros entre miembros del EMBO (alias “Lozada” y “Mauricio”) incautados por las autoridades y publicados por El Espectador[2], indican que su patrimonio corporativo tras 46 años de actividades –“lucha” dirían ellos- es de 45 millones de dólares, la mayoría en tierras extensas de difícil comercialización, mucho ganado y solo algunos activos productivos. Adicionalmente, su flujo de caja anual indica una pérdida de poco más de un millón de dólares, y su actual estrategia de negocio se fundamenta en la diversificación a nuevas rentas legales e ilegales, ante la caída drástica de la coca en la región.
Para entender el PyG del EMBO debemos considerar tanto lo que dicen como lo que no dicen los correos del EMBO. Sigue vigente en sus auto-declaraciones financieras lo mismo que hace una década intuyeron los pioneros del análisis económico del terrorismo en Colombia (Grajales y Lozano, 2005): Las Farc genera muy poca riqueza en relación con su tamaño, esto se constata al comparar las “ganancias” de las Farc con las de las empresas colombianas con una planta de personal de entre 15 mil y 20 mil personas, que para ese entonces triplicaban en sus balances a la guerrilla.
Los ahorros del EMBO también son pequeños comparados con las incautaciones a los bienes de narcos puros como “Chupeta” y “El Loco Barrera”, que superan de lejos los US$ 45 millones, estos narcos parecen invertir mejor la plata, si se considera la mayor valorización y productividad de los centros comerciales y docenas de apartamentos que compraron. Pero lo más importante es que ninguno de ellos necesito de miles de hombres ni medio siglo de traqueteo para lograr esta fortuna.
Parece entonces que la falta de control y miopía estratégica de las Farc no se limita a sus atrocidades armadas, la economía de la organización la manejan con el mismo paradigma mental. Primero, las Farc son una empresa criminal que tiene un monopsonio en la compra de materias primas, es decir el cabecilla le paga la base de coca al campesino cuando y como quiere. Segundo, la mayoría de los empleados no cobra sueldo pues el reclutamiento a jóvenes se hace sin ninguna remuneración; y tercero enfrenta una competencia mínima: por un lado las Bacrim no les combaten al contrario se les asocian, y por el otro la fuerza pública avanza muy poco en desmantelar sus redes financieras al concentrarse en derrotarlos principalmente en el plano militar.
Ampliemos este último punto. El enfoque de ir tras los cabecillas y bombardearlos (que ha sido un importante éxito militar) no erosiona en el largo plazo las rentas de las Farc. Los relevos generacionales reencauchan fácilmente las comisiones de finanzas y prenden el taxímetro pasada la presión militar, razón por la cual no hay condenas importantes a testaferros de las Farc y los bienes incautados se cuentan con los dedos de la mano. El enfoque de la política de drogas cada vez los afecta menos. Las Farc por necesidad se adaptaron y especializaron en niveles intermedios de la cadena, por eso erradicar la coca les pega muy poco dado que la pérdida la asume el campesino, y la cocaína que se incauta en altamar ya la vendieron, no les pertenece, no le pierden.
Volviendo al balance contable queda la pregunta: ¿Cómo es posible entonces que una empresa con semejantes gabelas y ventajas absolutas vaya a pérdidas? Mi mejor explicación basada en las entrevistas a los desmovilizados está en el principio rentista de la organización, su ausencia de incentivos para la innovación y la profunda corrupción interna, casi los mismos males económicos que llevaron a la quiebra a la URSS.
Las Farc económicamente no son diferentes a los rentistas conservadores que han perseguido a sangre y fuego. Son colectivamente adversos a cualquier aventura empresarial que implique innovar o generar valor agregado. Se lee en los computadores de sus líderes[3] que sus enlaces internacionales andan más poniendo el sombrero pidiendo préstamos y donaciones desde Chávez hasta Gadafi, que generando riqueza alguna. Durante las vacas gordas del Caguán la mala administración no se les notaba tanto, contaba el Mono Jojoy en medio de sus excesos que mantener el bloque oriental le costaba un millón de dólares diarios.
Las Farc no lograron conciliar la idea del marxismo con la práctica del capitalismo más salvaje de todos: El Narcotráfico. Hoy el EMBO está en una zona de confort rentista que se basa en exprimir al campesino comprándole la base de coca a precios de pérdida, para acumular los kilos de base y vendérselos a la Bacrim asociada, a la cual también le cobran el servicio de seguridad por cuidar el cristalizadero y la ruta fluvial de los precursores. Los frentes de las Farc que se pueden integrar verticalmente para producir cocaína son cada vez menos y dependen de su ubicación en zonas fronterizas. Antes ganaban miles de dólares por kilo, hoy solo US$200 como meros intermediarios.
No hay que celebrar todavía. El Bloque Oriental y las Farc no están quebradas ni se van a extinguir por hambre, aquí es donde es importante analizar lo que NO dice el reporte financiero que reveló Juan David Laverde en El Espectador. Lo que hemos visto hasta ahora es solo la economía colectiva, la que se reporta, con la que tributan a sus jefes, pero no hemos hurgado aun en las finanzas personales de los cabecillas y jefes de finanzas. Esas sí van bien.
En los llanos del Yari o las sabanas del Ariari, no se hablan de las propiedades de las Farc sino de las fincas del “Mono”, de los herederos de “Don Manuel”, del ganado de “Romaña” y de las queseras de los familiares de “Airio”. El dilema moral no sólo lo enfrentan los cabecillas pues son constantes los casos de los caleteros -jóvenes sin educación, sin ahorros y hastiados del monte- que frente al bulto de plata que cuidan se les daña el corazón fariano y arrancan con lo que pueden cargar para la frontera con Venezuela. Las rentas y las ganancias de las Farc son esencialmente individuales, capitales propios no declarados entre ellos. Allí van las ganancias del conflicto y por esto las 203 mil hectáreas, las 48 mil cabezas de ganado y las 15 casas[4] que reporta el Bloque Oriental, son sólo los remanentes de la corrupción propia.
Por esto la extorsión (principal desafío de seguridad pública en Colombia), el contrabando y la minería ilegal, son el énfasis que hacen los cabecillas del EMBO en su revelado chat financiero. Allí están las rentas que compensan la caída de ochenta mil hectáreas de coca que ya no se cultivan en su zona de injerencia (sin duda el mayor logro hemisferico en materia de reduccion de la oferta de drogas).
El problema para las Farc como estructura económica es que estas son rentas descentralizadas sobre los que el secretariado tiene menor control. La extorsión de la que todos se quejan en La Macarena hace más parte de las horas extras del miliciano, que de la contabilidad del frente. Igual pasa con la explotación del Tungsteno en el Meta que va directo al fondo de pensiones personal de los miembros de la comisión de finanzas y no a las arcas del EMBO. Evidencia de ello son las largas discusiones y peleas entre los frentes por las rentas, por la definición de las jurisdicciones de la extorsión, y por decidir quién le administra la seguridad al laboratorio o el minero ilegal. Ningún comandante de frente quiere cederle a otro un céntimo de capital.
El manejo conservador de las ganancias en la organización no se replica a las finanzas personales, aquí la racionalidad es muy diferente, compras de tierras fuera de su zona de influencia, empresas de transporte, ferreterías, casas de cambio y exportadoras ficticias; además de lupanares, galleras, pesas de ganado, orquestas y mineras, son algunas evidencias de cómo administran los mandos de las Farc su propiedad privada.
Es paradójico: en el escenario financiero de las Farc frente a su progresiva salida del narcotráfico, el desafío más grande parece darse en el mando y control de sus hombres y no sólo en superar los números en rojo de su balance contable.
De estos números del Bloque Oriental deben salir importantes lecciones para el postconflicto y las prioridades estratégicas de la Fuerza Pública y la Justicia.
[1] La mayoría de las acciones contra las finanzas de las Farc dependen de liderazgos individuales, sin contar con una institucionalidad sólida como respaldo, contiuidad de las operaciones de inteligencia, suficientes herramientas tecnicas para la judicialización y un marco normativo adecuado.
[2] El Espectador; “El inventario de negocios de las Farc” por Juan David Laverde Palma (Octubre 8 de 2014)
[3] Computador de Raul Reyes, Contenidos publicados por los medios de comunicación y el IISS de Londres.
[4] El Espectador; “El inventario de negocios de las Farc” por Juan David Laverde Palma (Octubre 8 de 2014)