OPINIÓN

¿Soy capaz de… escribir algo nuevo sobre la reforma tributaria?

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Algunos puntos con los que concuerdo y difiero en el marco de la discusión de la próxima reforma tributaria

Por David Bardey

La reforma tributaria anunciada la semana pasada por el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas ha sido muy comentada en los medios de comunicación pero también por mis  compañeros economistas (de manera no exhaustiva Salomón Kalmanovitz, el director de Fedesarrollo Leonardo Villar, mis amigas Marcelas Eslava y Meléndez, Marc Hofstetter, Leopoldo Fergusson, etc.). En esta entrada, retomo algunos puntos mencionados con los cuales presentaré mis sintonías y divergencias.

Primero, son varios de mis colegas que sugieren gravar los dividendos en lugar del patrimonio. La diferencia técnica entre los dos es básicamente que gravar los dividendos permite recaudar sobre los flujos, mientras que el patrimonio sobre los stocks. Estoy totalmente de acuerdo sobre las ventajas comparativas que se han mencionado a favor de los impuestos a los dividendos, especialmente en que: i) el impuesto al patrimonio genera distorsiones importantes para las empresas, cobrando a las más grandes y no necesariamente a las más rentables, lo que puede causar problemas de competitividad; ii) coincido plenamente con Marc Hofstetter y Salomón Kalmanovitz que el argumento de la doble tributación no tiene mucho sentido (¡intento con un argumento similar convencer a mi nutricionista que no es malo repetir un plato rico siempre y cuando me haya servido una primera porción razonable!). Sin embargo, concuerdo con Christian Jaramillo, un especialista de las finanzas públicas quien reaccionó a la entrada de las “Marcelas”, cuando afirma que un impuesto a los dividendos de 5% no da la talla frente al hueco que toca llenar para el presupuesto del año 2015 (Christian habla del 1/30 de lo que se debe financiar). Dicho eso, mi primera propuesta es que a pesar de que yo también prefiero el impuesto a los dividendos que el del patrimonio, y eso por razones técnicas como “filosóficas”, es seguramente una combinación de los dos que el país necesita en este contexto “pre-post-conflicto”. ¡Mejor dicho, en la situación actual son dos impuestos más complementarios que sustitutos!

Otra crítica tradicional al impuesto al patrimonio es que es muy fácil de evadir, una de las técnicas siendo la sub-evaluación de su patrimonio. Acá hago una segunda propuesta: aplicar el mecanismo sugerido por Maurice Allais, premio Nobel de economía, para resolver este problema de sub-evaluación. Hagan públicas estas auto-estimaciones de los bienes que constituyen el patrimonio de los individuos y apliquen la regla de que cualquier persona que ofrezca 20 o 30% más de este valor lo pueda adquirir. Lo garantizo que tal mecanismo le quitaría a los más avispados las  ganas de sub-evaluar su patrimonio.

El otro punto con el cual difiero es que esta reforma puede afectar a la clase media como lo subraya María Isabel Rueda en su columna en El Tiempo. María Isabel argumenta que para una persona de la clase media (María Isabel habla de “muchos colombianos no necesariamente ricos”), que logró “el sueño de tener casa propia”, por la burbuja inmobiliaria que hemos vivido, puede rápidamente pasar el umbral de 1000 millones de pesos y tener que pagar este impuesto a pesar de tener ingresos modestos. Primero toca recordar cuál es la definición del patrimonio líquido, al menos en la norma anterior, “el que excluye el valor patrimonial neto de las acciones poseídas en sociedades nacionales, así como los primeros trescientos diecinueve millones doscientos quince mil pesos ($319.215.000) del valor de la casa o apartamento de habitación.” Para hacer simple, tomamos entonces un hogar compuesto de dos personas adultas. Por esta definición del patrimonio líquido y multiplicando por dos este umbral de 1000 millones, digamos que ese hogar puede llegar a tener un patrimonio real alrededor de 2500-3000 millones antes de tener que pagar ese impuesto. Hasta si ese hogar tiene un apartamento que vale más de 1000 millones de pesos (lo que ya sería bastante costoso hasta para la clase media que sale del imaginario de María Isabel) queda suficientemente patrimonio líquido de tal forma que el “patrimonio se reproduce solo”, pues quiero decir que las inversiones generan rendimientos financieros. Por tanto, se puede pagar algo de impuesto sobre estos ingresos sin tener que vender la “casita”.

Al final, lo que más da pesar con un impuesto al patrimonio es la consecuencia siguiente que mencionó Marc: para bajar nuestro patrimonio, una manera sencilla es usar el sector financiero, pidiendo préstamos. Obviamente los bancos se van a beneficiar de eso pero voy a prolongar el punto de Marc: todo el resto igual, eso nos hace más inelásticos en el mercado de los créditos, lo que seguramente se verá reflejado en mayores tasas de intereses cobradas por los bancos. Lo que menciona Marc es que los más ricos que acudirán a esta estrategia  para bajar su patrimonio van a enriquecer a los bancos. Eso me parece lo menos grave. Lo más preocupante, es que al final de cuentas, los más ricos, vía el incremento de las tasas de interés, crearán una externalidad negativa hacia los menos ricos que padecerán de un encarecimiento de las condiciones en las cuales pueden acceder al crédito y por tanto enfrentarán condiciones aun más difíciles para constituir su patrimonio.

Algunos hipervínculos de columnas/entradas citadas:

Marcela Eslava y Marcela Melendez: http://bbtlatam.com/elblogueo/blog/mejor-gravar-los-dividendos-que-s...

Leopoldo Fergusson: http://bbtlatam.com/elblogueo/blog/hoy-no-fio-manana-si

Salomón Kalmanovitz: http://www.elespectador.com/opinion/el-impuesto-los-dividendos-columna-5...

Marc Hofstetter: http://www.larepublica.co/impuestos-los-dividendos_166731

María Isabel Rueda: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-hueco-de-125-billones/145...

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