Sin duda está funcionando, aún con sus dificultades políticas de aclimatación y con cambios notables sobre lo planeado. Pero, al final, esos cambios, esos contratiempos, legitiman el proceso democrático de implementación. Pruebas de que está funcionando, entre muchas, es la disminución notable de homicidios y heridos de guerra. Hoy dice el expresidente Uribe, en relación con el proceso de paz, que: "será conveniente para el país respetar aquellos aspectos que permitan la reincorporación de personas en armas y su tránsito a la vida política, pero es necesario corregir los graves desequilibrios institucionales creados en la negociación". Esta declaración, proviniendo de el más caracterizado líder de la oposición, es para mi otra prueba de que, en general, el acuerdo de paz sí está funcionando.

A un año de la firma del proceso de paz, podríamos decir que el proceso avanza pese a todas las dificultades. Es importante aclarar que veníamos de un tiempo largo de guerra y estamos en un momento de cambio y de aprendizaje conjunto, tanto de las Farc, como del Gobierno, pero sobre todo de la comunidades. Ese aprendizaje es doloroso, pero así como aprendimos a vivir en la guerra, tenemos que aprender a vivir en la paz. Ese es el principal desafío que tenemos hoy como nación. Los próximos años que vienen son mucho más complejos. El próximo año son las elecciones y es un momento en el que el miedo, la desesperanza y la polarización se van a tomar el discurso. Lo anterior poniendo más en riesgo el proceso de paz. Todos tenemos que aportar: tanto las Farc, que tiene que bajar su arrogancia que los ha caracterizado siempre; los partidos políticos, que están o no están con el proceso de paz; y también las comunidades. Y claro, el gobierno tiene que cumplir con lo pactado.