Creo que estas protestas hacen parte del juego de la democracia. Pero cuando éstas escalan a niveles de violencia como la destrucción de un carro, se salen de esa lógica. No me parece mal que una figura política esté promoviendo esta manifestaciones. Cualquier protesta es promovida por una figura política. Otro debate distinto es si esto se está haciendo en el marco de un debate alrededor de la reconciliación, o el proceso de paz, o si es puramente electoral. Esto que ha pasado en los últimos días me recuerda bastante en las protestas en contra de Trump o de otros actores de extrema derecha. En últimas es una discusión sobre el modelo de país. Estas protestas son un efecto positivo del acuerdo de paz. Ha puesto a la sociedad a pensar sobre cómo tratar a estas personas ¿cómo tratarlos en la política? ¿cómo tratarlos antes de que cuenten la verdad? ¿cómo juega esto en la democracia? No se cual es el límite en términos de violencia, pero es claro que es una pregunta que se está haciendo la sociedad y, al final del día, será ésta la que termine definiendo los límites. Esto es una parte de la democracia que no le gusta a todo el mundo o puede no ayudar para la paz, pero igual hacer parte ella.
¿Las protestas contra Timochenko hacen parte del juego de la democracia?
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Creo que lo que ha pasado durante los últimos días es una demostración del sectarismo en el que estamos sumidos. Cuando hablo de sectarismo me refiero a esas actitudes que afirman “no perteneces”, “te quisiera borrar del mapa” que en el fondo son una forma de continuar la guerra por otros medios. Esto muestra las grandes fracturas y la imposibilidad de ver al otro como un ser humano titular de derechos. ¡Muy triste! Hay formas democráticas de conversar y debatir, y formas que no permiten un espacio para la palabara. Lo que hemos visto durante los últimos días levanta toda posibilidad de un diálogo democrático. Si a alguien le escupen en una plaza, no hay nada más que decir. Hay una forma implícita en el sueño democrático que tiene que ver con reconocer que el otro razona y tiene la posibilidad de disentir. Pero el respeto es algo fundamental para entablar ese debate.
Las protestas en contra de los candidatos, tanto para los tradicionales como para los no convencionales, tienen que ver con tema de la cultura política de un país. Las protestas y los mecanismos sociales de rechazo en contra de uno u otro candidato son un ejercicio sano. En el momento en que los candidatos de la Farc entran al sistema tienen que ajustarse a las reglas del juego. Vemos que Timochenko estaba fuera del sistema, y ahora que entra tiene que aceptar que hay gente a favor y en contra. La violencia en ningun momento es válida. En el caso de Timo no es válido que le tiren un huevo o una piedra. Sin embargo, es algo que él tiene que asumir por su pasado. Hay que poner esto en un balanza que es definida por las lógicas sociales. La gente está poniendo en esa balanza el Club el Nogal, las masacres, etc. No lo estoy justificando, pero es parte de entrar a la democracia. Es el costo de transacción mínimo que Timochenko debe asumir. La población ya los asumió durante mucho años. Más allá de cualquier cosa, es importante dejar claro que atentar en contra su integridad física nunca debe ser un límite transgredido.
Las protestas de los últimos días muestran el grado de intolerancia de este país. Es cierto que las Farc cometieron crímenes atroces, pero también es cierto que se firmó una paz donde se pactó que puedan participar en política. Entrar en a la arena política permite gritar y protestar. Pero ninguna forma de violencia, bien sea física o verbal, hace parte de ésta. La protesta pacífica es totalmente válida. Pero cuando cuando hay violencia no es válida de ninguna manera. Si pusiéramos esto a al revés, con cualquier otro candidato, la respuesta de la gente sería muy distinta. Lo que ha pasado es una prueba de la falta de cultura política y de tolerancia de los colombianos.
Yo creo que las Farc no hacen parte de la democracia porque no han asistido ni siquiera a la ventajosa JEP que se les otorgó. Cualquier participación política debería ser después de su juzgamiento en ésta. Ahora bien, la reacción de la ciudadanía si bien puede ser comprensible ante la falta de justicia, hay que mirarla con cuidado. En la medida en que se repitan este tipo de hechos, las Farc podrán manifestar que precisamente por cosas como estas alzarse en armas es realmente un derecho. Lo que está pasando es el resultado de un proceso mal negociado, pero sobre todo mal implementado.
César Rodríguez dijo una cosa inteligente. Quizá no estamos preparados para una transición tan inmediata. En todo caso hubiera sido preferible que pasaran primero por la jurisdicción y contaran lo que hicieron antes de hacer la transición.
Es claro que nadie está obligado a oír las campañas de alguien con quien no comparte ideología, o de quien cree que no merece estar en la política. Sin embargo, no podemos creer que cualquier forma de demostrar descontento, indignación o protesta es válida. Uno de los principales problemas que hemos tenido en el país es la legitimación de la violencia como forma de expresión de ideas, y al mismo tiempo, ha sido una de las críticas que más le hemos hecho a quienes están en orillas ideológicas distintas a las nuestras. Es necesario que entendamos como país que se puede protestar sin violencia, que se pueden hacer manifestaciones pacíficas que expresen nuestros descontentos y aún más, que pueden existir y deben existir personas que piensen distinto a nosotros en la esfera pública, porque de ese modo es del único en el que realmente estaremos defendiendo la democracia. Si bien es cierto que podemos tener muchos reparos frente a las personas que están entrando a la política nacional, o que han permanecido en ella por años, no podemos tener esos reparos como excusa para seguir legitimando el uso de la violencia, ya que esto sólo alimenta un círculo en el que será válido seguir matando a otros porque piensan diferente o porque ven el futuro del país bajo unos parámetros distintos a los nuestros.
El uso de la violencia es incompatible en los escenarios democráticos. Si en un debate, encuentro o conversatorio se agrede al interlocutor se rompen los elementos básicos para tramitar el disenso en una sociedad democrática. Era previsible que la violencia se atizara en temporada electoral, aún mas con la estrecha relación que ha tenido guerra y política en Colombia, no obstante, no deja de ser un panorama triste y desalentador, pero es muestra del nivel de degradación del debate político actual.
Estamos presenciando una degradación de la deliberación en política en Colombia y los ataques a los miembros de las Farc no son más que una manifestación más de ello. La presencia de los excombatientes en la arena política da excusas a los extremos para radicalizar aun más a sus bases. La estrategia consiste en radicalizar, radicalizar, radicalizar y plantear el debate en términos de supervivencia... Ellos o nosotros. ¿Cuáles son los límites? No puede haber agresión física, ni siquiera del tipo que pueda parecer inofensiva. Nada de empujones, golpes, huevos harina. Eso solo produce una escalada que puede degenerar en balas. Ahora, en términos del lenguaje, las cosas son diferentes. Ojalá no hubiera insultos y las controversias se desarrollaran en medio de la civilidad. Pero cualquier ciudadano está en su derecho a decir: ¨yo no voto por usted porque usted asesinó¨. Los miembros de las Farc también tienen que acostumbrarse a ser cuestionados con fuerza. El Estado debe garantizar la seguridad de todos los actores políticos y debe ofrecer a todos garantías electorales. No puede ni debe regular el lenguaje de los colombianos. Negoció la participación política de las Farc; no prometió la aceptación de la ciudadanía. Esa se la tienen que conseguir los mismos excombatientes.
No se puede aceptar la violencia o las vías de hecho en la expresión de un inconformismo frente a los líderes de las Farc en la plaza pública como tampoco el saboteo en la expresión de otro (caso Aguas de Bogotá) por más justas que sean las causas.
Sobre la pregunta del debate quiero plantear cuatro elementos que me parecen que tienen relevancia. Primero, la situación de que la gente empieza a expresarse de esa manera frente a los actos públicos del nuevo partido de la Farc es un hecho en realidad absolutamente triste. Yo denoto tristeza en esos eventos porque siento que hay un sinnúmero de sensaciones, de frustraciones que se encuentran expresadas en esos insultos, en esas agresiones, de temores y siento que hay mucho miedo, miedo de la Farc de que puedan incidir en política y, miedo de los ciudadanos de querer dejar que incidan en la política y hagan su participación política. Yo creo hay un cúmulo de razones en esos eventos. Hay razones de la gente de querer insultar a algunos voceros de la Farc, hay mucho rencor y mucho odio y, eso la Farc no puede pasar por alto. El país esta dando un paso hacia un proceso de paz, un proceso de reconciliación pero es un proceso largo, es un proceso tortuoso y no puede ser por decreto de un día a otro hacer que la gente baje la presión frente a la guerra. Las Farc a lo largo de los años cometieron muchos errores y muchos horrores y dejaron muchos heridos, entonces es natural que muchas personas quieran actuar de esa forma. Es natural más no es bueno, ni eso es democrático ni es a no hacerlo, eso debe quedar claro. También las razones de la gente de la Farc que quieran incidir en política, como es lo que está en el Acuerdo de paz, y de hecho si las Farc logra y hace un desarme, es para incidir políticamente con sus ideas, de eso se trata el proceso de Paz. De eso se trata el proceso de paz no sólo en Colombia, sino en todo el mundo, que quienes se hayan alzado en armas puedan incidir en política y el ámbito publico. Yo creo como segundo elemento que es ingenuo pretender decir, como está diciendo ahorita la Farc, que eso son gentes del Centro Democrático, que están pagos, animados por algún sector. Yo creo que son expresiones espontáneas de la gente cargados de odio, de rencor, de resentimiento, de dolores antiguos que se han estado rumiando durante muchos años y con mucha tristeza y la gente ve la posibilidad espontanea a través de un insulto, de una agresión verbal poder desahogar esa situación. Yo no creo que sea gente paga por un partido político, por el Centro Democrático, no podemos llamarnos a ingenuidades, es darle mucho liderazgo al Centro Democrático, que cada vez es menos. En tercer lugar, hay muchas personas que estuvimos con el Proceso de paz, que lo apoyamos, que hicimos campaña por el Sí en el plebiscito. Nosotros sabemos que el triunfo del No fue evidente, no contundente pero evidente, es legal el triunfo del no, pero eso no significa que todas las personas que queríamos que el proceso de paz se diera vayamos a votar por la Farc. El castigo que le pueden dar a la Farc las personas que quieran hacerlo lo pueden hacer no votando por ellos. Por ejemplo, el senador Navarro Wolf dijo un día con mucha claridad, que el apoyaba profundamente el proceso de paz pero que no contaran con su voto, que el no votaría jamás por la Farc. Creo que ese es el caso de muchos colombianos, que están reflejando las encuestas y que seguramente es lo que va a ocurrir. El partido nuevo de la Farc va a tener una representación política lograda en el Acuerdo y seguramente va a tener alguna incidencia en algunas regiones con una votación importante pero no es lo que están planteando precisamente los enemigos del proceso, que es el acabose y que Colombia se va a castrochavizar de un día para otro o que van a llegar a llegar al poder de un día a otro la Farc. Yo creo que está demostrándose con esos hechos también esa situación. Por último, yo siento que tenemos mucho odio, y una infinita capacidad de odiarnos de matarnos con las palabras. Creo que las armas se pueden deponer, se pueden entregar, se pueden dejar, pero seguimos teniendo engatillado el corazón, tenemos envenenada el alma, y yo creo que parte de eso es lo que llamo “desaprender la guerra”. Significa atrevernos a pensar el país de una manera distinta. Es una tarea que tienen que asumir los excombatientes de la Farc, saber que ya no estamos en guerra, la sociedad civil, que por lo mismo, tiene que dejar que esos grupos se expresen así no estemos de acuerdo con sus ideas, es válido democráticamente, es fundamental, es necesario, además. Una democracia no se entiende si no hay un proceso de oposición también que la circunde, la nutra y la enriquezca. Yo creo que esa tarea de desaprender la guerra es un proceso. Nadie en Colombia se frota aquí las manos con alegría de ver que cogieron a piedra a Timochenko o que cogieron a piedra al doctor Uribe, o al doctor Vargas Lleras, al doctor Gustavo Petro, o a cualquier candidato, es reprochable cualquier situación que impida la deliberación de las ideas y de las propuestas políticas. Yo creo que los colombianos deberíamos darnos una oportunidad porque antes no podíamos hacer política por el accionar criminal y terrorista muchas veces de la Farc. Hoy no podemos hacer que ellos no puedan hacer política por una acción de odio, de inquina, de absoluta irresponsabilidad frente a la democracia, por cuenta de un poco de personas que puedan tener razón en su corazón porque tienen odios, pero que por encima de esos odios particulares que tenga la gente está el bien supremo de la democracia de nuestro país y la democracia de nuestro país necesita de la presencia de la Farc como partido político en el círculo electoral. No importa si votamos o no por ellos, pero es importante que se respete el debatir, la dialítica, la discusión de ideas, el debate electoral democrático, el país tiene que tener como fin último el fortalecimiento de la democracia y la posibilidad necesaria de trabajar por la reconciliación de los colombianos.
El debate político encuentra un límite en la violencia. Si las protestas contra el partido de las FARC se hacen sin violencia, por supuesto que son válidas. El punto es que en los últimos días hemos visto como se ha venido escalando el nivel de la protesta para convertirse en violencia física y simbólica. Esas manifestaciones violentas no pueden tener un lugar legítimo en la democracia colombiana ni en ningun democracia liberal.
Es cierto que las protestas reflejan el descontento y la desconfianza de muchos colombianos a la guerrilla, pero estas protestas son, en lo fundamental, organizadas y convocadas por actores políticos que han diseñado su campaña electoral a partir del odio y venganza contra las FARC y la inclusión democrática. Son sectores que han anclado sus imaginarios y practicas en el "país de la guerra", de la discriminación, del pasado excluyente, del odio, que no comprenden que la reconciliación debe ser, en adelante, el instrumento y el fin político democrático mas ético y constructivo.
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