La política minera del nuevo gobierno (2018-2022) se fundamenta en los mismos pilares que la han sustentado desde el año 2000 por lo menos; así, el gobierno actual apuesta por posicionar la extracción de minerales como la actividad decisiva en el crecimiento de la economía de Colombia. Al basar el crecimiento económico del país en la actividad minera, principalmente en la extracción de carbón térmico y de petróleo (este mediante fracking), la política minera del gobierno Duque está repitiendo los mismos errores de sus predecesores, que han convertido a la minería y extracción de hidrocarburos en una de las principales fuentes de violencia y conflictividad social.
El primer error que repite el gobierno es fundamentar la elección de fuentes de energía (petróleo y carbón particularmente) en proyecciones futuras que pueden no realizarse, por ejemplo mediante el cálculo que hace el Plan Nacional de Desarrollo de que el precio del barril de petróleo oscilará entre 70 y 75 dólares entre 2019 y 2022. Por el contrario, la política minera que propone el actual gobierno, subestima hallazgos como los devenidos de la Comisión de Expertos para el Fracking, la cual indicó que esta actividad sólo es viable cuando se fortalezca la institucionalidad, la "licencia social" y se adelanten estudios rigurosos sobre sus impactos en los suelos, en los acuíferos, en la salud, etc. El segundo error que repite en temas mineros, es comprender y tratar la política minera como independiente de la política ambiental, la cual abarca los compromisos internacionales de reducción de las emisiones de dióxido de carbono, lo cual choca con la apuesta de asegurar el futuro energético de una nación en la extracción de carbón y petróleo.
En resumen, el tratamiento de los asuntos mineros y energéticos del actual gobierno parece dar continuidad a las falencias que han acompañado la política que regula estos temas, y es la de planear el desarrollo económico y energético con fundamento en proyecciones inciertas (como el valor futuro del petróleo), y al mismo tiempo desestimar los efectos negativos y problemáticas que se ha documentado trae este enfoque extractivista, así como el alto riesgo que implica desarrollar actividades (como el fracking) sin un conocimiento preciso de sus consecuencias, contrariando el principio de precaución que por Constitución debe regir la política ambiental y minero energética.