El Presidente inauguró su propia versión de los consejos comunitarios de Uribe, aunque con un toque personal.
Así arrancó la microgerencia naranja de Duque
El recibimiento a Iván Duque en el Coliseo de ferias de Girardot. Fotos: Carlos Hernández Osorio.
Iván Duque llegó el sábado a Girardot a celebrar su primer taller “Construyendo País”, la nueva versión de los consejos comunitarios que hace más de 15 años hicieron célebre a su jefe político, Álvaro Uribe.
Llegó como “el que dijo Uribe”, a liderar un formato muy uribista y, a juzgar por la forma en la que daba órdenes a cada uno de sus ministros e iba anotando en una libreta, imitando la microgerencia del expresidente.
Pero Uribe no fue y nunca fue mencionado. Duque, además, nunca subió el tono ni se mostró pendenciero como en tantas ocasiones lo hizo su mentor. Y sobre todo, en la organización se notó la intención de darles a esos espacios una huella personal en la que predomina su discurso sobre la economía naranja.
El Presidente arrancó por Girardot porque allá empezó su campaña a la Presidencia el 13 de febrero de 2016, con un encuentro con habitantes de ese municipio y militantes del Centro Democrático al que llamó “Taller Construyendo País”.
Con la promesa de que si ganaba haría su primer taller como Presidente en Girardot, volvió y dio una muestra de cómo usará el espacio que más le servirá para interactuar con la gente. Al fin y al cabo, con los consejos comunitarios fue que Uribe concretó su apuesta por el diálogo popular y logró que el país conociera su carácter.
Entre el estilo uribista y el duquista
Pasado el primer anillo de seguridad con una requisa policial de trámite, cada asistente recibía un volante que explicaba qué es la economía naranja, una bandera de Duque desde que era senador y consiste en impulsar proyectos relacionados con industrias culturales y creativas.
Pasos más adelante se encontraba, precisamente, el “Festival de la economía naranja”, una feria con una veintena de stands que, le contaron a La Silla en la Gobernación, tuvieron que montar y contratar en tres días con indicaciones de la Presidencia.
Será el sello más visible de Duque en su versión de los consejos comunitarios, que plantea hacer cada semana.
La que se echa al hombro la logística de los talleres es la Consejera para las Regiones, Karen Abudinen, que llegó a Girardot desde el jueves no sólo para coordinar los primeros encuentros con la gente que más tarde le habló a Duque, sino para definir los detalles del Festival, un montaje hecho, esencialmente, para que el nuevo Presidente lo visitara.
Allá llevaron a una niña que pinta con los pies, sombreros decorados con pintura al óleo, proyectos audiovisuales, de turismo, gastronómicos y desarrollo de aplicaciones; todo lo que en presidencia le dijeron a la Gobernación que cabía en la economía naranja (y todo lo que pudieron conseguirse en tres días).
Para cuando Duque se bajó de su camioneta a las 10:05 de la mañana, a pocos metros de los stands, el pueblo que fue a verlo lo esperaba adentro del Coliseo de ferias de Girardot, así que primero lo recibieron, sobre todo, funcionarios con camiseta de la Gobernación, que junto con los expositores comenzaron desordenamente a pedirle selfis y estrechones de manos.
Duque se presta. Es un momento para él y así está planeado.
Comenzó así su recorrido como único visitante del Festival, y en medio de ese espacio dominado por la narrativa naranja, su impronta 2.0, dejó ver que con la gente le interesa mantener como gobernante el trato carismático que caracterizó a Uribe, y que a Juan Manuel Santos se le dificultó tanto.
Duque entró a casi todos los 20 stands. Gente del común que iba llegando vio que era posible abrazarlo, él accedió y se tomó todas las fotos que le pidieron. No lució incómodo cuando lo empujaron. Era posible tocarlo porque los escoltas no juegan el papel de muralla. Se puso un sombrero que le regalaron, unas gafas de tercera dimensión. Dijo que sí, que recordaba que a aquél señor del que le hablaba una señora lo había conocido hace años en Louisiana, Estados Unidos. Ella feliz porque él se acordaba.
Y cuando llegó al stand donde exhibían guitarras eléctricas hechas en Pacho (Cundinamarca), se colgó una y, claro, tocó:
-Nos toca empujarlo para el Coliseo -le dijo una asistente a Karen Abudinen, inquieta porque adentro ya llevaban un par de horas esperando a Duque.
-Sí, pero que se demore 45 minutos aquí también puede ser estratégico -le respondió la Consejera en medio del tumulto.
Sillas llenas (de funcionarios y uribistas)
En el coliseo, donde se desarrolló propiamente el taller, a Duque lo esperaban unas mil personas.
En primera fila, todo su gabinete (como era habitual en los encuentros de Uribe) y la senadora Paloma Valencia. Él se sentó en la tarima al lado de la Ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, que es de Girardot; el Gobernador de Cundinamarca, Jorge Rey, y el alcalde del pueblo, César Villalba (de Cambio Radical, que a comienzos del año salió de la cárcel porque se vencieron los términos de un proceso que enfrentaba por presunta corrupción electoral).
Las gradas se llenaron, en buena medida, gracias a funcionarios de la Gobernación y de la Alcaldía de Girardot que vestían camisetas con logos oficiales.
Se les sumó la militancia del Centro Democrático. “¡Claro, somos del partido!”, nos dijo de afán un hombre que seguía a Duque en un tumulto que le armaron para saludarlo en la entrada al Coliseo. “Aquí mismo lo trajimos a él hace como cuatro meses, cuando estaba en campaña”.
Entre ellos predominaban las camisetas y gorras con el lema “Duque Presidente” y el logo del Centro Democrático; también alzaron los afiches de Duque y Marta Lucía Ramírez juntos en campaña, y pancartas con mensajes de bienvenida a nombre del CD.
La Silla, sin embargo, también habló con varios asistentes, gente del común que nos dijo que fue a ver a Duque por su cuenta, después de la difusión que la Alcaldía hizo del taller en redes sociales.
El dejo de Uribe se vuelve naranja
La mecánica del encuentro consiste en que Karen Abudinen, lista en mano, da la palabra a alcaldes y representantes de diferentes sectores sociales y económicos para que expongan sus necesidades. Y Duque, que anota en una libreta, oficia como moderador (tal y como lo hacía Uribe) y les pide a sus ministros que se comprometan con algo para comenzar a solucionar esos problemas.
Es la esencia del consejo comunitario a lo Uribe, aunque hay matices.
El estilo del expresidente se notó, por ejemplo, en la forma como Duque dio algunas órdenes.
“Doctor Juan Pablo Uribe (Ministro de Salud)”, dijo, “no se vaya de Girardot sin darse una pasada por el hospital, que escucho muchas inquietudes sobre la atención allá”.
A la Ministra de Transporte, Ángela María Orozco, le pidió: “Esa glorieta de la que nos están hablando es un símbolo al desgreño. Quizás una reunión con el contratista sirva para acelerar la obra. Pero recordemos una cosa: la diferencia entre un sueño y un proyecto es una fecha. Tratemos, Ministra, de que el contratista nos dé una fecha de entrega”.
“Ministra de Minas (María Fernanda Suárez)”, dijo Duque entrada la tarde. “Ahora que escucho al Alcalde del Guavio, recuerdo que hace dos años me quedé aterrado cuando allá una señora que se llama doña Elmira me mostró que tenía una tarifa de energía prácticamente de estrato 6 de Bogotá, sabiendo que allá tienen una central. Eso no es de un día, pero pensemos en cómo se puede solucionar poco a poco esa situación”.
El taller, sin embargo, también tuvo un componente duquista atravesado, una vez más, por el discurso naranja.
La ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, que es de Girardot, propuso crear en el Alto Magdalena, donde queda ese municipio, “un clúster de industrias creativas alrededor del cine y construir un estudio cinematográfico en la región”.
La complementó el director de cine Felipe Aljure (que grabó El colombian dream en Girardot), al que Duque directamente le dio la palabra y que pidió mantener los incentivos para hacer cine en Colombia.
Y el gobernador Jorge Rey, con la idea de pedir más ayuda para el campo, le propuso a Duque hacer en Cundinamarca un piloto de proyecto que combine el potencial agroindustrial con la economía naranja. “Sería el matrimonio perfecto, Presidente”, concluyó Rey.
Duque anotaba en su libreta.
Por otra parte, ante las inquietudes de la comunidad LGBT, Duque se comprometió a que en los primeros cien días presentará las propuestas que tienen para esa población.
Que no haya evadido el tema es por lo menos un mensaje, sobre todo un día después de que la senadora uribista María del Rosario Guerra armara todo un debate al cuestionar el nombramiento como Viceministro de Vivienda de Víctor Saavedra por ser, según ella, el “responsable de las cartillas de ideología de género lideradas por Gina Parody”.
Y por último, Duque no se mostró como el que puede solucionarlo todo.
Por ejemplo, cuando el Gobernador le pidió ayuda con más plata para los hospitales, Duque en su respuesta también le pidió que los despolitizara. Y cuando la gente comenzó a quejarse de la inseguridad en Girardot, le pidió al Alcalde que asumiera compromisos para mejorarla.
Clases de escenografía
Para hablar con Duque hubo dos vías.
La primera fue la que tuvieron los representantes de gremios y poblaciones como los afro, LGBT, ancianos, jóvenes, activistas del sector salud, profesores, entre otros.
Como la Alcaldía tiene contacto con los líderes de esos sectores, los convocó el jueves y, bajo la batuta de Karen Abudinen, armaron grupos de discusión de los que salieron las inquietudes para presentarle al Presidente.
El viernes los citaron a una jornada “de escenografía”, nos contaron por aparte la líder afro Cristina Reyes y el representante de los LGBT Paul Renne Cavanzo. “Fueron consejos para saber manejar la expresión corporal en los tres minutos que nos daban”, precisó él. “Aprendimos a manejar la voz para que no se nos fuera el aire”, agregó ella.
Ambos dijeron que nadie les había dicho qué decir.
La otra vía para hablar con Duque la debían tomar los que no asistieron a esas reuniones previas y llegaron directo al Coliseo.
Dos hombres en computador anotaban sus nombres, el tema y los dejaban en lista de espera. Pronto, frente a ambos funcionarios comenzó a alargarse la fila.
Ese fue un público que la organización no controló tanto, aunque Duque sí lo intentó.
Después de cinco horas, cuando el coliseo comenzaba a vaciarse, la tarde caía y Abudinen seguía dando la palabra según el orden de su lista, un grupo de personas comenzó a gritar: “¡Dejen hablar al pueblo!”.
Duque entonces se puso de pie, le dijo a su consejera que él mismo daría la palabra y comenzó a escuchar quejas sobre desalojos, sobre la presunta corrupción del Alcalde, sobre irregularidades en entregas de lotes y de casas, sobre la falta de pago a los ediles.
Duque les pidió a sus ministros que tomaran nota, aunque ya de afán sólo pasaba de uno a otro participante, con la idea de dejarlos hablar.
Al final no todos lograron hacerlo, a pesar del propósito de Duque de no irse hasta haber hablado con todo el mundo. Aunque como les anotaron el correo electrónico, se fueron con la promesa de que por ahí mismo la nueva Presidencia va a responderles.
Pasadas las 6 de la tarde, Duque se bajó de la tarima, volvió a ser abordado para que se tomara más selfis y volvió a estar metido en un tumulto de seguidores, aunque esta vez su escolta lo jaló hacia la parte trasera del coliseo, ya prácticamente vacío, y lo sacó para subirlo a la camioneta.
El próximo sábado irá a hacer lo mismo a La Unión (Valle), porque sus talleres, como los de Uribe, serán cada semana.