Así compraron votos en la capital del fraude

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En todas las elecciones hay compra de votos, pero en las legislativas de hace nueve días el fenómeno parece haber alcanzado nuevas proporciones según varias denuncias. Hasta el punto en que la Fiscalía finalmente está investigando el delito. En realidad bastaba ir a Soledad, Atlántico, para ser testigo de primera mano de la compra-venta de sufragios.

En todas las elecciones hay compra de votos, pero en las legislativas de hace nueve días el fenómeno parece haber alcanzado nuevas proporciones según varias denuncias. Hasta el punto en que la Fiscalía finalmente está investigando el delito. En realidad bastaba ir a Soledad, Atlántico, para ser testigo de primera mano de la compra-venta de sufragios.

Soledad es "la capital mundial del fraude". Al menos así se refiere a ese, el noveno municipio en población del país, al lado de Barranquilla, una fuente que conoce por dentro la Registraduría Nacional, debido a que es el sitio en el que por lo general cierran tarde los escrutinios para cuadrar "la caja nacional de Senado": si a un senador X le hacen falta unos votos para quedar, le pueden aparecer por arte de magia en Soledad no importa de qué parte del país sea el candidato. Por esto, el Ejército y la Policía vigilan el lugar en el que tienen los documentos electorales.

Para ver la compra de votos, La Silla estuvo el día de las elecciones en el pueblo en el que vive casi un millón de personas y es muy apetecido porque en él pueden votar 254.789 de ellas. Esta es la crónica que contamos en vivo durante esa jornada.

El imperio de los caballos, tigres y compañía

Sin que se notara el más mínimo esfuerzo por ocultarlos, durante toda la jornada electoral del domingo pasado en Soledad funcionaron alrededor de los sitios de votación unos puestos de control a votantes, que se parecían mucho a los primeros, y que permanecían adornados con diferentes figuras como caballos, tigres o unas manos.

A las 8:35 de la mañana (es decir, apenas 35 minutos después de abiertas las votaciones) muy cerca a uno de estos puestos de control -uno de caballos- habían ofrecido comprarme el voto en tres ocasiones. 

En la primera, una mujer gorda a la que le busqué el lado -supongo que al verme sola- se me acercó para preguntarme que con qué líder estaba, y decirme amablemente que le permitiera mi cédula para indicarme mi mesa y que si votaba “por Verdeza” había “una colaboración”.

En la segunda, justo al frente del puesto que a las claras se ve que es para que los candidatos controlen sus votantes, dos muchachas me entregaron un sticker con las instrucciones para votar por un candidato. De nuevo por Verdeza. Ya alistaban un refrigerio cuando un hombre de gorra y gafas que parecía su jefe me lo quitó con agresividad y me preguntó que quién era yo. Me hice la perdida y huí. (Verdeza es Laureano Verdeza, a la Cámara por el Atlántico con el liberalismo, quien se quemó y sacó en Soledad 2033 apoyos).

En la tercera, llegando otro puesto de control, un muchacho y una señora con un ojo morado -al verme supuestamente perdida- me dijeron que la fórmula Miguel Amín-Martha Villalba estaba dando “colaboración” si les entregaba el número de la cédula, entraba a votar y regresaba con mi certificado electoral. La señora del ojo morado agregó que si no tenía candidato, de todas formas preguntara en todos los “puestos de control” de aspirantes de los alrededores antes de decidirme.

Todo esto sucedió en los alrededores de la plaza principal de Soledad "la vieja", que es como llaman a la parte antigua del pueblo, pero también lo viví en las afueras del colegio Metropolitano en Soledad "la nueva", como le dicen a Soledad 2.000 una urbanización que se hizo después y que expandió el municipio casi hasta volverlo un barrio grande de Barranquilla.

Soledad es el oeste, me había dicho un colega la noche anterior a los comicios, "allá te compran el voto de frente y te llevan a votar con pistola". No es una exageración. Las filas interminables de personas en los alrededores del colegio Metropolitano, a muchas de las cuales les vi al lado al “padrino” que las acompañó a votar, y las mesas de control en las que se hizo proselitismo, se entregó publicidad política y se ofrecieron “colaboraciones”, efectivamente recuerdan el viejo oeste sin ley. En este caso, sin más ley que las presiones indebidas.

La afluencia de votantes fue tal que la MOE (Misión de Observación Electoral) la calificó posteriormente de "atípica". Esta pudo deberse entre otras cosas a una inscripción inusual de cédulas en el municipio.

Municipio en el que se hizo publicidad política en día de elecciones sin ningún recato.

Esa atipicidad en el número de votantes que detectó la MOE, la señaló ese día un mototaxista al que llamaré Jason cuando le comenté, señalando las filas de votantes que le daban la vuelta dos veces colegio Metropolitano del pueblo a pesar del sol, “esto es muchas ganas de votar”. Jason respondió a ese comentario: “¿Ganas? Esos son los 50 mil que están pagando por cada voto”. 

Me pareció que esa era la misma historia que se dice en todas las elecciones. Pero aunque la revelación de Jason me sonara trasnochada, le pedí que me llevara a donde supuestamente estaban entregando los billetes a cambio de los votos, pues quienes me habían ofrecido “colaboración” a cambio de mi voto, no habían sacado un billete. Al principio, Jason se negó. Dijo que le daba miedo que detrás de esa compra y venta estuvieran los paramilitares. Al final, aceptó llevarme a un barrio llamado El Ferrocarril, pero con la condición de que no me bajara de la mototaxi.

El Ferrocarril es un barrio caliente y polvoriento de Soledad (en lo que vi no cuenta con pavimento en sus calles), a unos 20 minutos del colegio Metropolitano. Una fuente de Barranquilla dice que es de lo más peligroso del municipio.

Allí, en una casa anaranjada, bajo la sombra de un árbol, a eso de las 12 del día se amontonaba un grupo de personas en lo que podría parecer una fiesta o una pelea de barrio. Jason se acercó y se dirigió a una muchacha que cargaba a una bebé.

-  Nena, para lo de las votaciones.

La muchacha sonrió.

- ¿Ya votaron?

- No, es que queremos saber a cómo está el voto.

- A 50, ¿ya te registraste en el puesto?

- No.

- Se tienen que registrar, allá les dicen en qué mesa votan y luego ustedes regresan y les muestran el papelito de que sí votaron y después vienen acá por la plata.

No mencionó por qué candidato debíamos votar. Nosotros, al menos yo, por temor no pregunté. Las miradas de tres hombres que en ese momento se asomaron por la ventana de la casa me intimidaron.

Nos devolvimos.

“El puesto” del que habló la muchacha son los puestos de control, el imperio del caballo, del tigre, de las manitos pintadas, alrededor de los puestos de votación, que varias campañas pusieron. Contaban con computadores para mirar en qué mesa tocaba votar.

Para que los electores puedan identificarlos fácilmente. Los vehículos en los que transportan a los votantes también llevan esos símbolos.

Como ante cualquier pregunta inusual algunas personas se ponían groseras, no pude verificar a qué candidato pertenecía cada símbolo de estos, pero en el primer puesto de control en el que estuve (el de los caballos) estaban registrando a los votantes del candidato liberal a la Cámara por el Atlántico, Laureano Verdeza que resultó quemdado. Un vendedor de tintos me dijo que la figura del tigre era para identificar al Centro Democrático, pero no pude confirmarlo.

Por lo que dijo la muchacha que cargaba a la bebé en el barrio El Ferrocarril, es posible que muchos de estos puestos sean el último paso en la cadena de la compra del voto.

Sin embargo, hubo candidatos que, pese a las restricciones en la publicidad política del domingo de elecciones, no se molestaron en inventarse caballos o tigres para camuflar su proselitismo. Esta camioneta y este carro taxi se paseaban como si nada con propaganda para el senador Roberto Gerlein, en los alrededores de los puestos de votación en Soledad.

Después de ir a El Ferrocarril pedí a Jason, el mototaxista, que me llevara a la Registraduría de Soledad, a ver si allá sabían del tema. Aceptó, pero me dijo que, como no quería problemas, no me haría más carreras después de esa.

En la Registraduría, gracias a una llamada previa, nos recibió la registradora delegada en el Atlántico Ruth María Escobar, quien se encontraba en Soledad haciendo un recorrido por varios puestos de votación.

Escobar dijo, a pesar de todo lo visto por La Silla, que “todo está bien” en Soledad: “La biometría bien, las votaciones bien… me han dicho dizque de unos caballos y otros logos, pero yo no he visto nada”.

Le mostré las fotos que había hecho con mi celular. Y también le mostré cómo en estos puestos de control, le entregan a cada votante un sticker con el nombre del candidato por el que deben sufragar.

Escobar llamó enseguida a Javier Uribe, registrador de Soledad, y a José Paredes, el enlace entre la Policía y la Registraduría durante el día de elecciones en el municipio. Ellos miraron las fotos y coincidieron en que la Policía debía retirar esos puestos de control de los alrededores de los puestos de votación. Pero tambien dijeron que había “situaciones ajenas a la Registraduría” que debía controlar la Administración del pueblo.

No se trataba sólo de los puestos de control. También vimos incumplimientos a las normas como esta publicidad para el senador liberal barranquillero Álvaro Ashton y para Betty Echeverría, fórmula del conservador Roberto Gerlein, a la entrada de un puesto de votación.

Al final, nada pasó y quién se quedó con los votos

Los puestos de control con los caballos, los tigres, las manitos y demás figuras para que los votantes identificaran las campañas de sus candidatos y viceversa, nunca fueron retirados por la Policía de los alrededores de los puestos de votación por los que pasé en Soledad. Ruth María Escobar, registradora delegada para el Atlántico, me había dicho que les iba a mandar a las autoridades por estar repartiendo publicidad cerca de las mesas de votación, pero eso no pasó. Las campañas se fueron, pero por voluntad propia y unos cinco minutos antes del cierre de los comicios.

Enseguida, los 4.800 jurados que hubo para las 735 mesas de este pueblo en 25 puestos de votación, hicieron el preconteo que hoy está bajo cuestionamiento frente a lo que pasa en los escrutinios que hacen 10 comisiones escrutadoras en el Instituto Técnico Industrial del Atlántico.

Salud Hernández dijo en El Tiempo, por ejemplo, que "en la mesa 26 del puesto 5 del aspirante José Castillo reportan 188 votos, pero suman 133. Al Partido Conservador le adjudican 50 votos y solo hay 30". 

Hace cuatro años, un solo candidato al Senado, José Francisco Herrera de Cambio Radical, se quedó con uno de cada cinco votos válidos. Esta vez fue el conservador Laureano Acuña, conocido como ‘el gato volador’, el que se quedó con uno de cada diez (sacó 11.240 votos en Soledad en total). También sirvieron más del cinco por ciento de los votos Roberto Gerlein, Eduardo Pulgar y José David Name de La U, y Arturo Char de Cambio Radical. Entre esos cinco senadores electos se quedaron con 45 mil de los 110 mil votos. Para la Cámara la gran ganadora fue la fórmula de Acuña, Inés López, que con 10.799 se quedó también con uno de cada diez votos, casi los mismos que Alex Villar, de La U, quien se quemó.

La fuente que conoce por dentro la Registraduría nos dijo que existe un tipo de fraude conocido como “el canguro” que consiste en que al aspirante emproblemado en cuestión no le suben, por decir algo, dos mil votos de una, sino de a 3 y de a 5 entre una mesa y otra, como brincando. También, cuando la gente vota por una determinada lista y no marca candidato, pasa a veces que en el escrutinio esos votos no sólo le aparecen a esa lista sino a un aspirante necesitado de apoyos.

Rodrigo Lara, elegido representante por Bogotá con el aval de Cambio Radical, me contó que justamente fue en Soledad en donde en 2010, según él, a la 1:45 de la mañana del día después de las elecciones en las que él era candidato al Senado y le llevaba nueve mil votos de ventaja al atlanticense José Herrera, esa diferencia se redujo en siete mil apoyos en apenas 15 minutos. Durante los escrutinios.

Efectivamente, en esa ocasión el país miró a Soledad porque aquí se dio el voto-finish entre Herrera, Lara y Carlos Motoa. Lara quedó por fuera del Senado.

Cuatro años después, las autoridades miran de nuevo a Soledad, la tristemente célebre capital del fraude, otro pueblo necesitado de la Costa.

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