Así falló la maquinaria del Sí

Silla Santandereana

Con poca plata, cambios de última hora, la sensación de que el Sí tenía todo para ganar y los congresistas sin jugarse su futuro, el Gobierno movió muy poco la maquinaria en el plebiscito

En una foto que recuerda lo que pasó en la primera vuelta presidencial, cuando el uribismo le ganó a Juan Manuel Santos en parte porque muchos caciques decidieron no moverse y ‘cotizarse’ para la segunda vuelta, en la jornada del plebiscito la maquinaria no se terminó de prender.

Aunque originalmente la idea era que la movilización del día de elecciones se centralizara en el ex ministro Miguel Peñaloza, trabajando con los alcaldes y gobernadores, la semana pasada decidieron que mejor se manejara directamente con los congresistas.

Sobre quién quedó con ese manejo, las fuentes se contradicen. Unas afirman que quedó en manos del ministro de Interior, Juan Fernando Cristo; otras que el director para asuntos políticos de Presidencia, Luis Miguel Pico, otras que en las de Mauricio Vega, el presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pereira. En cualquier caso, Peñaloza no manejó recursos.

Tampoco es claro quién tomó esa decisión. Según una fuente del alto gobierno, fue Gina Parody como coordinadora de la campaña. Otra afirma que fueron Juan Mesa y el mismo Cristo. Otra más que no hubo mayores cambios, porque Peñaloza nunca iba a manejar plata.

“Peñaloza nunca ha manejado plata, entonces no es cierto que se la haya quitado nadie”, nos dijo una fuente conocedora de Palacio.

Además, el dinero no era mucho y daba apenas para contratar parte del transporte, mucho menos de las que manejan en las presidenciales. “No había dinero ni para los sánduches”, explicó uno de los organizadores. Otro aseguró que la plata que llegó “era miserable”.

Y es que, aunque los empresarios sí donaron para la campaña del Sí, la canalizó Fabio Villegas en en la fundación Todos por la Paz, que no tuvo relación con la maquinaria y la dedicó a mover la publicidad.

Uno de los congresistas consultados aseguró que, el dinero que les repartieron el viernes y sábado antes de las elecciones “no servía para nada”. Para esa fuente recibir entre 10 y 20 millones de pesos no alcanzaba para llevar a la gente a los puestos de votación en taxis. Y cuando alcanzó, como contamos en el caso de Barranquilla en nuestra crónica en vivo, igual los líderes locales decían que faltaba lo otro: la plata para comprar votos.

A pesar de eso, en la campaña no estaban preocupados, porque las encuestas internas con las que se guiaron no mostraban un No tan fuerte, sino con máximo 3,5 millones de votos. Por eso la organización terminó delegada en los congresistas, y la sorpresa fue mayor cuando la campaña opositora logró casi que doblar la cifra anunciada por las encuestadoras.

Así la maquinaria no tenía mucha gasolina y los maquinistas, que ahora eran los congresistas, no se jugaban su pellejo, así que tampoco tenían el incentivo de moverse hasta el fondo para asegurar sus supervivencia política. “No es el pellejo de nadie (...) esto es una cosa como debía ser”, explicó un congresista.

Sea como fuera Peñalosa siguió manejando la parte logística, como tener el transporte listo, y los congresistas quedaron encargados de llevar la gente a los buses. Y la gente no llegó, o llegó muy poco.

“A los congresistas no se les dio la plata que normalmente se les da en una elección presidencial. Entonces no se movieron, porque era una campaña sin candidato y en donde el voto de opinión del No salió por debajo de las piedras”, dice un alto funcionario de Palacio.

La maquinaria caribe a media marcha

En el Caribe, que determinó el triunfo santista en la segunda vuelta de 2014 y por eso estaba llamada a contrarrestar los votos por el No en Antioquia, ganó el Sí a los acuerdos con las Farc, pero claramente no fue suficiente.

En general, la votación por el Sí en la región fue muy similar a la de aquella derrota santista en la que no alcanzaron los apoyos para vencer al Centro Democrático.

 

Eso pasó excepto en Atlántico y Bolívar en donde la distancia de los números entre las dos ocasiones con maquinaria a medias fue más amplia.

En Atlántico, en la primera vuelta el santismo sacó 195 mil votos y ahora el Sí alcanzó 258 mil. Y en Bolívar, se pasó de 144 mil (primera vuelta) a 207 mil respaldos al Sí (plebiscito).

En cambio, los resultados fueron mucho menores que los de la segunda vuelta en todos los departamentos. 

Si en Atlántico hubieran votado las 702 mil personas que votaron en segunda vuelta, cuando la maquinaria se movió toda a favor de Santos, habrían aparecido 271 mil votos más. Aun si esos votos extra hubieran tenido la misma división que tuvieron los que sí aparecieron el domingo, el Sí habría obtenido 54 mil votos más. Es decir, habría recortado toda la diferencia en el país excepto unos 2 mil votos.

En Bolívar, hubo 190 mil votos menos el domingo frente a la segunda vuelta. Si hubieran aparecido, y el Sí hubiera mantenido el 60 por ciento de los votos que obtuvo, habría conseguido 38 mil votos más.

Sin desconocer que el del plebiscito fue un voto emocional al que con seguridad sumaron organizaciones de ciudadanos y mucho espontáneo, la baja votación podría explicarse recordando que los vargaslleristas Char, que mandan políticamente en Barranquilla, sí se subieron al bus de los acuerdos pero cinco días antes de la votación. Y, en el caso de Bolívar, que el gobernador liberal Dumek Turbay se echó al hombro la campaña desde el día uno recorriendo todo el departamento, pero estuvo solo.

¿Por qué en general los congresistas de la Unidad Nacional no prendieron a toda sus máquinas de votos costeños?

Lo que pudimos hablar con fuentes conocedoras de Córdoba, Sucre y Atlántico señala que se debió a que de la campaña central del Sí en Bogotá “apenas mandaron para el transporte, y eso faltando dos días (para el plebiscito)”, como nos dijo una de esas fuentes.

Por ejemplo, como lo contamos en nuestra crónica en vivo sobre la jornada, a Córdoba (en donde están los dos senadores más votados de la coalición santista: Bernardo ‘el Ñoño’ Elías y Musa Besaile) llegaron unos recursos para todos los congresistas de la Unidad Nacional.

Lo que hicieron ellos fue que dos días antes de la apertura de las urnas, en Montería, reunieron a sus principales líderes municipales y los hicieron ponerse de acuerdo para que entre todos administraran entre ocho y 15 millones de pesos, dependiendo del tamaño de cada pueblo.

Líderes del Ñoño y de Musa (de La U), de Arleth Casado (liberal) y de la exsenadora Zulema Jattin (cuyo senador Martín Morales, de La U, está como ella detenido bajo investigación por posible parapolítica), armaron comités para garantizarles a algunos de sus votantes, que no tienen o no están dispuestos a gastar un peso para ir a votar, la movilización. Para ello, organizaron rutas de buses y, en el caso de las veredas, contrataron mototaxis.

Los conservadores de Córdoba quedaron a cargo del impulso al Sí en su fortín: Montería, que terminó siendo la única capital del Caribe en donde ganó el No (47.850 votos contra 44.207).

La instrucción de los políticos, tanto azules como de la Unidad Nacional, a sus militantes fue respaldar el Sí.

Sin embargo, como esta vez no corrieron los ríos de recursos que suelen darse en las elecciones legislativas o locales, no se vieron largas filas, comandos ni tampoco muchas planillas con las que los líderes controlan que sus votantes les cumplan.

En el Atlántico la escena fue más o menos la misma. Senadores de gruesa votación como José David Name (de La U) y Arturo Char (de Cambio Radical) movilizaron a parte de sus votantes en taxis y además les brindaron refrigerio.

Y en el Cesar también se movió a media marcha. Allí estaba el senador José Alfredo Gnecco pero no su tía Cielo Gnecco, que es la cabeza del poderoso clan que domina la política departamental.

Pero allá, en La Guajira, en el Magdalena, en Cesar y en Bolívar, no ayudó además la lluvia que comenzó a caer desde el sábado por culpa del huracán Matthew que pasó cerca al Caribe.

Consultado al respecto, un congresista costeño que prefirió que se omitiera su nombre dijo que a la hora de pasar facturas por la derrota del Sí hay que decir que, en cualquier caso, en el Caribe sí ganó esa opción, contrario a otras regiones en las que no pasó lo mismo aunque se esperaba. Especialmente en los santanderes.

La debacle en los santanderes

Santander y Norte de Santander no solo son los departamentos de dos de los principales dirigentes liberales e impulsores del Sí, el senador Horacio Serpa y el ministro del Interior Juan Fernando Cristo, sino dos departamentos con peso electoral que votaron por Santos en segunda vuelta pero en los que ganó el No el domingo.

Por eso, fueron tan claves en el resultado final como la Costa.

En Santander, en donde los liberales tienen al gobernador Didier Tavera y al presidente de la Cámara Miguel Ángel Pinto, el No venció al Sí 389.598 votos contra 310.555.

En Norte, en donde Cristo ayudó a hacer senador a su hermano Andrés y el gobernador William Villamizar es de La U, la derrota de los acuerdos con las Farc fue de 282.183 contra 159.255.

En ambos sitios la maquinaria marchó a medias: no hubo transporte para ir a votar ni refrigerios. Los esfuerzos de los congresistas se quedaron en eventos y debates, y solo en algunos casos puntuales movilizaron sus líderes, que en todo caso se movieron poco y solo entregaban propaganda en algunos sitios.

“Santos se equivocó, creyó que con solo la opinión ganaba. Si hubiera utilizado a los políticos, nosotros hubiéramos jalado 20% más de votos. Él no interpretó que lo que pasó en la segunda vuelta y fue que nosotros ganamos por él”, le dijo a La Silla bajo la condición de la reserva de su nombre un congresista santandereano.

Ese argumento tiene sustento en que en la primera vuelta de 2014 ganó Óscar Iván Zuluaga en los dos departamentos y para la segunda vuelta la maquinaria de la Unidad Nacional volteó los resultados e hizo que Santos duplicara en Norte y casi triplicara en Santander su votación.

Una de las excepciones fue la máquina de votos y clientela que se movió por el Sí en Cúcuta donde, como lo contó La Silla Santandereana, el exalcalde Ramiro Suárez Corzo (condenado por homicidio y jefe político del alcalde de Cúcuta César Rojas) movió su ‘mancha amarilla’ con comandos, trasteo de gente y hasta denuncias de supuesta compra de votos a 10 mil pesos.

Pese a ello, en Cúcuta la derrota del Sí fue aplastante, y solo contó con 83.572, mientras que el No contabilizó 157.742, el 65 por ciento de la votación.

Dos congresistas le dijeron a La Silla que en ese departamento el resultado obedeció a que la crisis de la frontera y la sensación de abandono del Gobierno le pasaron factura a Santos.

“No era suficiente la maquinaria en algunos departamentos y ese fue el caso de Norte de Santander. Usted no puede tapar con un dedo todo lo que está pasando. En Cúcuta tenemos 18% de desempleo y un gobierno que poco mira hacia nosotros a pesar de toda la crisis de la frontera”, le contó a La Silla un congresista de esa región que también pidió no ser nombrado.

Con la maquinaria moviéndose muy poco, lo que primó fue el voto emocional, según los consultados. Y ahí ganó el No.

“Finalmente la gente se expresó como quiso y es posible que, al no ser una elección tradicional, pesaran cosas mucho más emocionales que la orden de un político, fuera con billete o no”, dijo fuera de micrófonos un mandatario costeño al tratar de explicar el asunto de la maquinaria.

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