Como muchos de sus colegas, el reelegido alcalde barranquillero Alejandro Char ya está gobernando. Y comenzó a hacerlo mostrando su mano más dura. Char anunció que va a meter al Ejército en Barranquilla, una polémica medida con la que pretende contrarrestar las peores cifras de homicidios en la ciudad durante el último lustro y el mayor dolor de cabeza del charismo en los ocho años que lleva en el poder.
Char militariza Barranquilla y muestra su mano dura
Como muchos de sus colegas, el reelegido alcalde barranquillero Alejandro Char ya está gobernando. Y comenzó a hacerlo mostrando su mano más dura. Char anunció que va a meter al Ejército en Barranquilla, una polémica medida con la que pretende contrarrestar las peores cifras de homicidios en la ciudad durante el último lustro y el mayor dolor de cabeza del charismo en los ocho años que lleva en el poder.
El 26 de octubre pasado, en sus primeras declaraciones como mandatario electo, Char le dio un ultimátum a la Policía. “Estamos mamados de la inseguridad. A la gente en todas las esquinas la atracan, la roban, la matan por quitarle un bendito celular y no puede ser (...) La Policía tiene que ponerse las pilas con Barranquilla y el Caribe colombiano sino vamos a tener que meter el Ejército en las calles”, dijo exaltado.
Desde ese día, no han parado sus anuncios de más pie de fuerza, más cámaras en los parques y más laboratorios de criminalística. Y de un trabajo conjunto con la justicia para que los jueces no dejen en libertad horas después a “los bandidos”. De todas esas medidas, que le sacan a Char su lado uribista, es la llegada de los militares la que más dudas genera entre analistas, académicos y veedores por su verdadero impacto a largo plazo.
Cumpliendo con lo que prometió un día después de ser elegido alcalde, Char dijo esta semana que desde el primero de enero el Ejército estará junto a la Policía en las calles barranquilleras. El anuncio lo hizo en compañía del comandante de la segunda Brigada del Ejército, general Carlos Moreno. El mandatario y su equipo todavía no dan a conocer los detalles de cómo patrullará la tropa y en qué zonas de la ciudad estará.
Lo que Char sí le dijo a La Silla es que se trata de una estrategia conjunta, que involucra al CTI, al Gaula Militar y a los guardacostas para prevenir “el delito en zonas específicas”. Y que el tiempo que durará su presencia en las calles dependerá de los resultados que muestren las evaluaciones de los primeros comités de orden público el próximo año.
Y aunque por Constitución el Ejército no está para cuidar las ciudades, porque esa es función de la Policía, Char le explicó a La Silla que se basa en jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia que establece que las Fuerzas Militares también pueden ayudar en el mantenimiento del orden público.
Sacar el Ejército a las calles es una decisión que no sorprende en Char. En su primera administración en 2008, él se caracterizó por hablarle duro a la Policía y exigirle constantemente resultados, a la par que comenzaba la transformación de Barranquilla en salud, educación e infraestructura. Cambios que han continuado con su heredera Elsa Noguera y hoy tienen a esa capital como un ejemplo nacional.
El primero en mostrar su desacuerdo con el anuncio fue el director nacional de la Policía, general Rodolfo Palomino. El alto oficial le recordó en entrevista con BLU Radio que los ejércitos “están para la guerra”, mucho más en un país con décadas de conflicto armado como éste.
“Hay que hacer un esfuerzo integral para mejorar la capacidad de judicialización. No nos olvidemos que hemos tenido que capturar jueces y fiscales en Barranquilla por favorecer comportamientos delictivos”, dijo Palomino en clara referencia a que el problema de inseguridad de esa capital no solo le atañe a sus hombres.
También líderes de opinión de Barranquilla como el ex alto consejero para la Prosperidad, Samuel Azout, y el investigador y decano de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte, José Amar, han dicho que la solución de la inseguridad comienza con más inversiones en educación y han mostrado su desacuerdo con medidas represivas de este tipo.
“Los policías jamás podrán acabar con las pandillas; sí podrán la educación y las oportunidades para jóvenes”, trinó recientemente Azout.
En el debate también hay quienes piensan que podrían darse resultados a corto plazo. “Lo que (Char) busca generar con la llegada del Ejército es una percepción de seguridad. Creo que en enero y febrero los índices de criminalidad van a disminuir”, opinó el profesor e investigador Luis Fernando Trejos a La Silla. Lo dice porque con la presencia de más uniformados en ciertos sectores los ciudadanos se sentirán más seguros y los delincuentes, más intimidados para delinquir.
Un concepto similar tiene la directora del programa Barranquilla cómo vamos Rocío Mendoza. “Las declaraciones que anuncian el ingreso del Ejército le permiten al alcalde ganar favorabilidad y comenzar su periodo de gobierno con una imagen de poder, contundencia y autoridad”.
Lo que ambos cuestionan es si este tipo de medidas que garantizan un impacto cortoplacista terminarán mejorando la seguridad de Barranquilla cuando la inseguridad también la generan los problemas de convivencia entre vecinos, la intolerancia o la violencia intrafamiliar. Según la Policía, representan la mitad de las muertes violentas cada año.
Además, aunque la imagen del Ejército genera confianza, como lo muestra la última Polimétrica de Cifras & Conceptos, el anuncio de la llegada de estos uniformados a las calles de La Arenosa tiene como antecedente la dolorosa operación Orión en la comuna 13 de Medellín. Si bien la iniciativa de Char en principio no se parece en nada a ese hecho por el que todavía se cuentan desaparecidos, tendrían que conocerse los detalles de la propuesta para disipar cualquier duda e inquietud al respecto.
El problema de la inseguridad
Barranquilla es, después de Bogotá, la ciudad en donde la gente más insegura se siente, según la última encuesta de la red Cómo vamos, y es la capital en la que los encuestados más reportaron haber sido víctimas de un delito recientemente. Por eso, es común que los barranquilleros cada vez más reclamen, en las conversaciones informales y a través de la prensa local, aquel buen vividero al que estuvieron acostumbrados durante décadas, inclusive en los peores tiempos de la violencia colombiana durante los años 80 y 90.
Además de la percepción, las estadísticas muestran que Barranquilla cerrará este año como el más violento de su último lustro. Hasta el domingo pasado, la ciudad registraba 375 homicidios y con las fiestas decembrinas apenas por comenzar las víctimas podrían superar las 400.
Esa es una cifra que allí no veían desde 2007, año en que se desmovilizó el frente paramilitar José Pablo Díaz, cuyos hombres hicieron presencia durante cuatro años bajo las órdenes de Édgar Ignacio Fierro alias ‘Don Antonio’.
La Policía le achaca esos homicidios a las peleas que generan el microtráfico, los préstamos a ‘cuenta gotas’ y la intolerancia, especialmente en las fiestas callejeras. Aunque para la Defensoría del Pueblo y Fundepaz estas cifras son también el producto de las acciones de bandas criminales porque, dicen ambas entidades, este tipo de grupos tienen presencia en Barranquilla. Esa afirmación, no obstante, es negada tajantemente por la Policía.
Lo cierto es que durante los últimos cinco años la ciudad se ha estremecido por una seguidilla de descuartizamientos, como los cuatro ocurridos en 2013 y otro más el año pasado. Las partes de estos cuerpos fueron dejadas en diferentes sectores y la Policía aseguró que no tenía elementos suficientes para ligar esos hechos con actividades del narcotráfico.
Uno de esos asesinatos ocurrió en el barrio ribereño de Siape. Se trató de un reciclador de la zona, cuyos brazos y piernas se encontraron en una maleta, mientras que el tronco y la cabeza varios metros arriba.
En 2013, Barranquilla también se sacudió con la muerte de cinco conductores de transporte público y vendedoras de chance por no pagar extorsiones, mientras que otros cuatro sobrevivieron a las balas.
De manera paralela, la curva de atracos se ha mantenido en ascenso. De 451 casos por 100 mil habitantes en 2009 la tasa pasó a 516 en 2013. Y estos dos años tampoco ha bajado. De allí que en Barranquilla sea común escucharle a la gente decir que por cualquier cosa los atracan. Las últimas semanas, por ejemplo, algunos intentos de robos de celulares han sido mediáticos. Como el que sufrió el hijo del cantante vallenato Beto Zabaleta, en el suroccidente, o el estudiante que se graduaba de bachiller este diciembre, pero perdió la vida en un bus.
Y toda esa situación de inseguridad persiste pese a que la Policía en el último año ha desarticulado varias bandas de extorsionistas y que la señal de celulares está bloqueada en la penitenciaría El Bosque, desde donde los presos le ordenaban a sus cómplices en libertad cometer robos y asesinatos, según las autoridades.
Ante una percepción generalizada de inseguridad y unas estadísticas que confirman esa sensación, Barranquilla afronta uno de sus años más críticos. Char quiere ser recordado como el alcalde que disminuyó esos indicadores negativos.
En el marco del proceso de paz que se realiza en La Habana, hay expectativa por saber cómo será el Ejército en el posconflicto. Lo que pocos esperarían es que pase de defender el campo a patrullar las ciudades. Habrá que esperar a ver si el polémico experimento le funciona a Char para resolver una de sus mayores dolores de cabeza.