El alivio que trajo el perdón de las Farc

Silla Pacífico

Después de dos días en los que los familiares pudieron desahogarse, las Farc pidieron públicamente perdón por el secuestro y asesinato de los diputados del Valle. Aún así, todavía falta un camino para sanar las heridas. 

“Qué alivio tan berraco, hermano”, concluyó uno de los hijos de los once diputados del Valle secuestrados y asesinados por las Farc, luego de la ceremonia del acto de perdón que protagonizó esa guerrilla ayer. Era el sentimiento que cubría la iglesia San Francisco, a escasa cuadra y media de la Asamblea del Valle, en pleno centro de Cali, de donde se llevaron a los diputados el 11 de abril del 2002.

Alivio de haber podido tener cara a cara a sus victimarios, encabezados por ‘Pablo Catatumbo’, y verlos escuchar, sentados y en silencio, los reclamos de las trece familias juntas por primera vez: las de los 11 diputados asesinados; la de Sigifredo López, el único sobreviviente; y la del policía Carlos Alberto Cendales, asesinado el día del secuestro. Un intento por hacerles sentir en carne propia lo que ellos sintieron. Por hacer catarsis. Por dar el primer paso para perdonar.

 

“En la televisión se ven poderosos, se ven pudientes. Pero ya uno los ve así, cara a cara, y se ven tan insignificantes. Ya sin esas armas, ya sin ese poco de ejército. Fríos… Y feos porque la muerte está reflejada en ellos”, dice Rosana Cendales, hermana del subintendente Cendales, la primera “cuota” fatal del secuestro de los diputados.

A cambio, sólo los escucharon pedir perdón.

“En nombre de las Farc EP y de su delegación de paz queremos expresar nuestro más sincero y público reconocimiento de responsabilidad y pedir perdón a las víctimas y a los familiares de los 11 diputados del Valle del Cauca, los cuales se encontraban retenidos y bajo responsabilidad de nuestra organización”, dijo ‘Catatumbo’ durante la ceremonia de ayer.

“En esa vía”, agregó, “quisiéramos agradecer su disposición para iniciar este camino de acercamiento, de perdón y de reconciliación. Asumimos sus expectativas como una ruta necesaria para llevar adelante nuestra solicitud pública de perdón ante la sociedad colombiana, sin ningún tipo de justificación y sin exigir nada a cambio”.

Es el primer acto público para la reparación de las víctimas de este hecho (ya lo habían hecho en Bojayá y La Chinita, en el Urabá) y que se cumple como un parte del nuevo Acuerdo de Paz firmado con las Farc hace dos semanas. Y una muestra de que las Farc cumplieron su palabra de viajar a Cali solo para pedir perdón, algo que no era obligatorio pero a lo que se comprometieron en septiembre cuando aún estaban en La Habana y en plena campaña del plebiscito.

“Si eso no es una muestra de paz, yo francamente no sé qué es la paz”, dijo el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, durante la ceremonia.

Aún cuando todavía falta que se conozca toda la verdad, que se haga la reparación integral y haya justicia, el acto de ayer sirvió para cimentar el camino para que los familiares puedan perdonar a la guerrilla y sanar sus heridas. Sobre todo porque por primera vez, las víctimas empezaron a ver a sus victimarios como personas.

Un encuentro difícil

El acto de perdón que terminó ayer duró dos días, y todos los familiares con los que habló La Silla lo resumieron como “muy duro”.

El viernes hubo un encuentro privado en una finca a las afueras de Cali al que asistieron los familiares o los representantes de los diputados y del subintendente Cendales, y por las Farc ‘Pablo Catatumbo’, ‘Pastor Alape’ y ‘Victoria Sandino’. Desde las cinco de la tarde y durante cinco horas que parecieron eternas, los guerrilleros oyeron uno a uno a los familiares de sus víctimas.

“Ellos entraron tensos, con miedo, con estrés”, contó Diego Barragán, hijo del diputado Carlos Alberto Barragán. “Fue muy íntimo porque no era de interés político, no era para interés de ellos [las Farc]. Era enfrentar algo que dolió por tantos años con tanto dolor colectivo de tantas familias víctimas”.

Recuerda que cuando contó su testimonio sintió alivio porque “solté mucho odio, cosas que no son mías, que me metieron desde que era muy chiquito”. Pero dice que sintió en su mirada que su perdón era sincero.

“Yo creo que no estamos aquí para juzgar, estamos en un proceso humano para crecer, evolucionar, al igual que ellos que son guerrilleros pero al final del día también son seres humanos”, dice.

Rosana, hermana del subintendente Cendales, en cambio, tardará más tiempo para poder perdonarlos sinceramente. Esta era la primera vez que se enfrentaba a los guerrilleros que mataron al Policía cuando estaba indefenso y solo, debajo de las escaleras de la Asamblea del Valle. Y cuenta que se preparó desde antes y cogió fuerza para no llorar al frente de ellos para evitar “rebajarse a su nivel”.

“Yo le dije a ‘Catatumbo’ en público que yo no lo perdonaba y él sin embargo fue hasta donde estaba y me pidió el perdón. Estaba muy conmovido, muy tembloroso. Me abrazó y me pidió que lo perdonara”, recuerda. “Sus manos eran unas manos toscas. Parecía como si le hubiera tocado sus huesos. Sentí una sensación tan extraña… como de no haber abrazado a una persona sino como un monstruo. Esas manos llenas de tanta sangre de tanta gente”.

“Pero ¿sabes qué es de admirarlos?”, agrega. “Que se sentaron ahí como un personaje más, sin armas, a enfrentarnos. Se necesita valentía para uno ver como a diez familias enardecidas, muy tristes, muchos lloraban, les preguntaban por qué los habían matado. Y ese señor [Catatumbo] era sentado ahí. Simplemente se ponía rojo, simplemente no decía nada, simplemente observaba. Uno les da y les da y quiere que esa persona te responda. Pero ellos no respondían. Ellos sabían que iban a ser insultados, que les iban a mentar la madre, pero ellos tenían que dejar que hubiera ese desahogo”.

Aunque no cree todavía que las palabras de los guerrilleros hubieran sido sinceras, ella siente se quitó un peso de encima, que descansó. Y sobre todo, reconoce el gesto de los guerrilleros porque, dice, “es difícil pedir perdón”.

“Los familiares hemos sido muy críticos y lo hemos dicho sin ninguna prevención. Les hemos reprochado a las Farc el secuestro y el asesinato de los diputados de forma totalmente despiadada y ellos con confianza, paciencia, tolerancia y respeto, han escuchado. Eso es un punto a favor de ellos y a favor de Colombia”, agregó Ángela María Giraldo, hermana del diputado asesinado Francisco Javier Giraldo.

La ceremonia

Luego de esa descarga emocional, las víctimas llegaron ayer a la Plaza de la iglesia San Francisco más tranquilos. Aunque en un principio querían que este evento fuera en la Asamblea del Valle la idea se descartó no sólo porque no había suficientes condiciones de seguridad sino porque algunos de los diputados actuales, como los del Centro Democrático, rechazaron la idea.

Eligieron entonces la Iglesia, al frente de la Gobernación, donde antes se habían sentado las familias de los diputados para encontrarse y rezar por la suerte de sus familiares, como le contó Ángela María Giraldo a La Silla.

El acto de ayer fue público, aunque cerrado para la prensa, y contó con la asistencia además de los familiares y sus invitados, de políticos como la gobernadora Dilian Francisca Toro, los senadores Roy Barreras e Iván Cepeda y los representantes a la Cámara, Ángela María Robledo y Alirio Uribe.

Fue sobre todo un homenaje para los diputados, para conmemorar su vida y para pedirle al gobierno que los declare como héroes y que pongan en la Asamblea un mural para que su memoria “quede plasmada para siempre”. La ceremonia ecuménica fue presidida por el arzobispo de Cali, Monseñor Darío Monsalve y lo acompañaron otros religiosos como el padre Francisco de Roux y Francisco Duque, de la Iglesia Episcopal Anglicana, entre otros.

Además, hubo un reconocimiento especial de perdón a Sigifredo López y a su familia.

‘Catatumbo’ dijo que “ni él ni su familia jamás han tenido relación alguna con las Farc EP, que Sigifredo jamás ha sido militante, simpatizante o colaborador nuestro y que lo ocurrido con los montajes judiciales en su contra, no son otra cosa que una revictimización absurda e indigna contra su persona. Por eso hoy en nombre de las Farc EP quiero pedirles perdón, a él y a su familia, no solo por su injusta y prolongada retención, sino por la dificultad de no aclarar desde un principio lo ocurrido”.

Además de exigirle a las Farc que les cuente toda la verdad de lo que ocurrió en este crimen, algo para lo que no hubo tiempo de entrar en detalles en estos dos días pero que esperan que se conozca ahora que se implementará el Acuerdo y se cree la Comisión de la Verdad y el Tribunal Especial para la Paz, los familiares de los diputados aprovecharon para exigirle al Estado que les ofrezca perdón también.

“El Estado fue culpable por omisión. Los diputados habían pedido antes del secuestro que les reforzaran las medidas de seguridad y nunca les tuvieron en cuenta esa solicitud. No fueron capaces el día del secuestro de rescatarlos. Y tampoco fueron capaces de negociar a través de un acuerdo humanitario. Tuvieron todos los argumentos políticos y legales para que los diputados pudieron salir vivos”, dijo Ángela María Giraldo tras terminar la ceremonia.

Eso se hará más adelante, según dijo Sergio Jaramillo. Mientras tanto, las víctimas seguirán trabajando para que poco a poco sanen sus heridas.

Por ahora, incluso los más escépticos como Rosana Cendales, creen que participar en estos actos no sólo les da tranquilidad a ellos mismos sino que les da confianza de la voluntad de las Farc para desarmarse y no volver a repetir crímenes como estos.

El perdón llegará con el tiempo porque, en últimas, es necesario para seguir viviendo, como dice Ángela María Giraldo. “Es como si uno se tapara la nariz y estuviera debajo del agua conteniendo la respiración. Necesitas salir a flote, necesitas respirar. Uno no puede vivir eternamente con odio en el corazón, uno necesita liberarse. Entonces el perdón, más que ser un acto a favor de los victimarios, es un acto a favor de uno mismo”.

 

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