Es posible que el sábado pasado, cuando por primera vez en la historia del largo conflicto colombiano un grupo de víctimas de varios de sus actores se reunió con representantes del Estado y de las Farc, muchos en el país hayan sentido más que ningún otro día los avances del proceso de paz entre esa guerrilla y el Gobierno.
El encuentro con las Farc a los ojos de las víctimas
Es posible que el sábado pasado, cuando por primera vez en la historia del largo conflicto colombiano un grupo de víctimas se reunió con representantes del Estado y de las Farc, muchos en el país hayan sentido más que ningún otro día los avances del proceso de paz entre esa guerrilla y el Gobierno.
No se anunciaron los acuerdos en ningún punto, no se dieron la mano los integrantes de las dos delegaciones que conversan, pero en cambio voces desde todas las orillas que han padecido el conflicto llegaron hasta La Habana -sede de los diálogos- y la paz pasó de discutirse sobre papeles a verse más real con la presencia de quienes han padecido la guerra.
En el encuentro de este fin de semana en La Habana hubo momentos donde el protocolo cedió ante la informalidad para permitir acercamientos entre víctimas y victimarios y que fueron determinantes para explicar el sentimiento de esperanza con el que los 12 viajeros regresaron al país.
Por un lado, el acercamiento entre Iván Márquez y Constanza Turbay (cuya familia fue asesinada por las Farc en el Caquetá) cuando el guerrillero le pidió perdón en un gesto que ella misma valoró como “más sincero que mecánico”.
Los doce representantes de las víctimas y los del Gobierno y las Farc fueron testigos de aquel encuentro porque ocurrió en el receso, cuando quedaron todos juntos en una pequeña sala donde les tenían listos un pastel y un café de medias nueves. “No había donde esconderse”, le dijo una de las viajeras a La Silla.
Después hubo otro momento similar cuando María Eugenia Cruz, líder de víctimas de violencia sexual contó su historia. Aunque ya había preparado sus palabras y las tenía escritas en un papel, no fue suficiente. Antes de empezar a hablar se le cortó la voz. “Me temblaban las manos. Fue muy duro”, recuerda.
Sin embargo, logró terminar su intervención y al final el evento, una guerrillera se le acercó. “Me dijo que se le había hecho un nudo en la garganta cuando oyó mi historia”, recuerda. María Eugenia, que ha trabajado con víctimas que han padecido lo mismo que ella, sabe que la violación es recurrente entre las filas de la guerrilla y aunque la guerrillera no le dijo explícitamente, sintió que se pudo haber sentido identificada con su relato.
Entre el miércoles y el jueves de la semana pasada, los 12 integrantes de la primera comisión se enteraron de que habían sido seleccionados y, en una operación relámpago, viajaron primero a Bogotá y después a Cuba. No tuvieron mucho tiempo para preparar sus maletas e incluso a uno le tocó comprar la ropa para el viaje en la capital.
“Al principio estábamos muy escépticos”, le dijo a La Silla Jaime Peña, padre de uno de los 32 jóvenes desaparecidos y asesinados en Barrancabermeja por un grupo paramilitar el 16 de mayo de 1998. Por su experiencia, le ha tocado darse cuenta de que a los victimarios no siempre les importa lo que pase con las víctimas. Sin embargo, después de volver de La Habana está seguro que esta visita fue un hecho histórico.
Lo mismo opina María Eugenia Cruz. “Teníamos temor de estar al frente de miembros del Estado y de la guerrilla que han violado los derechos humanos. Pero también fue muy bonito saber que todos estábamos ahí con un mismo interés, la paz”, dice.
Para las víctimas, esta era una oportunidad no sólo para hablar de su propio dolor sino para presentar sus propuestas a los negociadores de la paz. Y lo que más se repitió era que querían saber la verdad.
En el aeropuerto de La Habana la comisión empezó a sentir confianza. Allí los esperó una delegación de la guerrilla y del gobierno: María Paulina Riveros y Nigeria Rentería y Marcos Calarcá y Victoria Sandino. También estaban representantes de los gobiernos garantes: el canciller de Cuba y el embajador de Noruega.
Una de las cosas que más llamó la atención de los recién llegados fue la cara de los miembros de las Farc. “Se les notaba el temor en la mirada. Estaban tímidos y ansiosos, seguramente por la vergüenza de recibir a sus víctimas directas”, dice una de las víctimas.
Todo el tiempo los organizadores estuvieron al lado de los 12 viajeros. Además de Fabrizio Hochschild, Alejo Vargas y monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, estaba un padre de la Iglesia Católica y Belén Sanz Luque, la coordinadora de ONU Mujeres en Colombia. Ellos también los acompañaron durante la audiencia, mientras en una salita contigua estaba un grupo de psicólogos preparados para atenderlos en cualquier momento.
“Nos dijeron que iba a ser una reunión solemne. Yo no sé qué significa eso pero lo que sí puedo decir es que la guerrilla le dio toda la importancia”, le dijo a La Silla María Eugenia Cruz. “No sabíamos cómo les íbamos a hablar, si con respeto o con rabia. Todo se valía”, agrega.
En la primera vez en la historia en la que los máximos jefes de las Farc reciben a un grupo de víctimas, las emociones le ganaron al protocolo. Cada uno de los 12 representantes de víctimas de los diferentes actores del conflicto debía intervenir por unos 15 minutos, pero casi todos se pasaron del tiempo en medio de la emotividad de sus relatos.
El encuentro arrancó a puerta cerrada a las 9 de la mañana en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en donde se llevan a cabo las conversaciones entre el Gobierno y las Farc, y debido a eso se extendió a casi las 4 de la tarde.
Cada uno tuvo su turno y a pesar de que se alargaron en sus intervenciones, a ninguno lo callaron. La audiencia tardó toda la mañana. Primero hablaron seis y después de un receso de media hora terminaron los otros seis. El orden fue el mismo en el que se leyeron los nombres de los viajeros el viernes en la rueda de prensa.
Los negociadores de ambas orillas en pleno se apartaron unos momentos de su vocación de pedir siempre la palabra para cederla a los visitantes que duraron exactamente dos días en Cuba.
“Nuestra función era sensibilizarlos (a los miembros de las Farc) frente al dolor, al drama, a las lágrimas, que ha causado la guerra e invitarlos a la reconciliación”, le contó a La Silla a su regreso a Colombia Ángela María Giraldo, hermana del diputado del Valle Francisco Javier Giraldo, asesinado por las Farc cuando estaba en cautiverio junto a 10 de sus colegas.
Como el resto de sus compañeros de viaje, Ángela María llegó con la historia de sus pérdidas en la maleta, con la particularidad de que le tocaría abrirla frente a sus victimarios pues ella fue una de las cinco (de 12) personas de la delegación que viajaron en representación de víctimas de las Farc.
Frente al micrófono, habló de su hermano del alma: un diputado liberal de 30 años que por primera vez en su vida hacía política y que no alcanzó ni siquiera a dejar hijos. “Les dije que era irónico que hubieran matado a una persona que, al igual que dicen hacer las Farc, defendía la igualdad y la posibilidad de un país mejor”, detalló Ángela a La Silla.
También explicó por qué su único muerto no es Francisco Javier, ya que el padre de ambos falleció cinco meses después del secuestro en parte por la depresión que le causó el plagio del hijo.
Eso fue frente al micrófono. Más allá de la intervención oficial, no dijo lo duro que había sido para ella tomar la decisión de viajar a La Habana a verles las caras a los líderes del grupo que causó una de las masacres más repudiadas por los colombianos. (“Era difícil mirarlos a veces”, recuerda). Especialmente porque, en un principio, Ángela María estuvo en desacuerdo con que junto a ella viajaran víctimas de otros actores.
Sin embargo, cuenta, escuchar el sufrimiento de sus compañeros de delegación le hizo entender que al final el dolor es el mismo: “Entendí que no es bueno clasificar a las víctimas según el victimario porque las víctimas somos las víctimas”, dice esta ortodoncista que abandonó su profesión para luchar por la libertad de su hermano cuando el entonces gobernador del Valle Angelino Garzón la nombró comisionada de paz del Valle, y hoy trabaja para el Gobierno en la Agencia Presidencial para la Cooperación Internacional.
Todo ese sufrimiento causado por buena parte de los actores del conflicto colombiano tuvo también su turno de ser expresado. Cada uno contó su historia, hicieron preguntas y hasta reclamos. José Antequera (hijo del dirigente de la UP José Antequera) no conoció a su papá. A Luz Marina Bernal le mataron a su hijo discapacitado y además se lo hicieron pasar por guerrillero en el horror de los llamados falsos positivos. Otra víctima habló de su pariente quemado vivo…
Al final del evento, Pablo Catatumbo se le acercó a Ángela María Giraldo mientras ella hablaba con Sergio Jaramillo para “reconocer que lo que yo dije (sobre un intento que hizo la familia Giraldo ante él para liberar al diputado) era verdad. También me dijo que reconocía mi sufrimiento y que eso no debía repetirse”.
No le pidió perdón.
Pero acaso lo más duro del viaje para esta víctima no fue lo que vivió en La Habana, sino lo que le pasó a su regreso a Bogotá cuando se encontró con que la representante uribista María Fernanda Cabal trinó una foto de Ángela María en el evento saludando con una sonrisa a alguien.
“Esta “víctima” saluda a las Farc muy contenta… ¿Síndrome de Estocolmo?”, escribió exactamente Cabal, reconocida nacionalmente por su recalcitrante uribismo y oposición al proceso de paz con las Farc.
“(A raíz de eso) me han hecho comentarios muy duros, me han dicho guerrillera y comunista. Naciones Unidas y el Gobierno se han solidarizado conmigo, porque es que lo revictimizan a uno…”, cuenta Ángela María Giraldo.
En realidad, en esa foto ella le da la mano a un miembro de la delegación del Gobierno. Pero lo primitivo y ofensivo del trino de la representante más votada a la Cámara por Bogotá da la medida del reto tan grande que enfrenta este proceso de paz: el de pasar de ver a los otros como unos enemigos a verlos como adversarios políticos. Y sobre todo, y por ahora, de tener fe en que eso puede suceder algún día.
Este encuentro fue un salto en esa dirección y representa un abismo de diferencia frente a los encuentros entre víctimas y guerrilleros que se dieron en el Caguán. En aquel entonces, las víctimas -sobre todo las mamás de los soldados secuestrados- viajaban por su cuenta durante días a hablar de manera informal con los que tenían a sus hijos en jaulas de alambre. Un día, después de una de las múltiples audiencias que se realizaron sobre todos los temas (menos el de víctimas), incluso bailaron con ellos, tragándose la humillación. La esperanza vana de que así lograrían su libertad era más fuerte que cualquier orgullo.
“No hay que hacerle eco a esas personas. Uno sabe quiénes son y a quién representan. Sabemos que hay enemigos del proceso pero nosotros llegamos convencidos del compromiso de ambas partes de que no quieren pararse de la mesa, dice Jaime Peña.
Esta historia es parte de una serie sobre la Ley de Víctimas financiada por la Unión Europea y Oxfam.