Entre liberales, mejor político con votos que víctima sin ellos

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Desde hace cinco años el Partido Liberal viene agitando la bandera política de la Ley de Víctimas. Y hace uno convirtió la participación política de las víctimas en uno de los ejes de su campaña al Congreso, pero ahora parece haberse arrepentido para las elecciones locales. Al menos en Montes de María y el Urabá -dos de las regiones más convulsionadas del país y que seguramente serán prioritarias para el aterrizaje de La Habana- tres reconocidos líderes de víctimas se quedaron viendo un chispero.

?Desde hace cinco años el Partido Liberal viene agitando la bandera política de la Ley de Víctimas. Y hace uno convirtió la participación política de las víctimas en uno de los ejes de su campaña al Congreso, pero ahora parece haberse arrepentido para las elecciones locales.

Al menos en Montes de María y el Urabá -dos de las regiones más convulsionadas del país y que seguramente serán prioritarias para el aterrizaje de La Habana- tres reconocidos líderes de víctimas se quedaron viendo un chispero.

El sueño político de Alicia

Alicia Ramos, una de las líderes de restitución de tierras más visibles del Urabá, aspiraba al aval rojo para la alcaldía de Necoclí.

Desde hace cuatro años ella es la líder en este rincón del Urabá antioqueño de Tierra y Vida, una asociación que reúne a unos 10 mil campesinos que están intentando recuperar las tierras que perdieron por la violencia en todo el país. Su trabajo es tan conocido que ganaron el Premio Nacional de Paz en 2011.

“Habiendo un proceso de paz, ¿qué mejor que tener víctimas en los concejos y las alcaldías? Nosotros no solo tenemos compromiso con las víctimas, que a la mayoría de los alcaldes no les importan, sino que queremos trabajar en el posconflicto y con los desmovilizados de las Farc”, cuenta Ramos, quien lidera una organización de víctimas que nació al tiempo que Justicia y Paz.

Además, está reclamando la tierra de la que ha tenido que huir dos veces. Una en 1987 -cuando la guerrilla del EPL asesinó a dos primos y a su tío- y otra en 1999 durante el dominio de los paramilitares.

Ramos decidió lanzarse a la Alcaldía a pesar de considerarse apolítica. En palabras suyas, no es "ni de izquierda ni de derecha, sino solo comprometida con los derechos de las víctimas”. Y Necoclí era un buen laboratorio para intentarlo, con 44.739 personas oficialmente reconocidas como víctimas del conflicto, de una población total de 62 mil.

Por el rol que ha jugado el Partido Liberal en la Ley de Víctimas, ella -como otros líderes en el resto del país- le apostaba a llegar a la política de la mano de los rojos.

Pero pronto se estrelló con la realidad política: los avales del liberalismo los deciden los congresistas más votados en cada municipio y su lógica suele ser irse con los políticos tradicionales que, bajo su padrinazgo, tengan mayores probabilidades de ganar.

Eso significa que, en Necoclí, el turno era para el senador Luis Fernando Duque (que sacó 612 votos allí) y el representante Julián Bedoya (que recogió 773). Ellos se pusieron de acuerdo en torno a Jaime López, un político tradicional que ya había sido segundo en las elecciones de hace cuatro años.

“No tuvieron en cuenta el trabajo, el liderazgo de nosotros”, dice Ramos.

Ante la negativa roja, empezó a buscar campo en otros partidos. Inicialmente recibió el visto bueno de Jesús Javier Chávez, un reconocido líder nasa apodado el 'padre Chucho' y líder del partido indígena Mais. Pero de nuevo se estrelló: viajó a Medellín para reunirse con Aída Suárez, la presidenta de la Organización Indígena de Antioquia de quien dependía el 'sí' final, quien le dijo que ellos ya habían decidido a apoyar a Jaime López.

Al final Ramos terminó lanzándose al concejo de Necoclí con La U. Lo hizo en llave con el candidato a la alcaldía José Luis Ariza, él mismo un desplazado del Magdalena que también está solicitando la restitución de las tierras que le despojaron allí (y que fue tercero en las elecciones del 2011).

Es decir, al menos en el Urabá, La U terminará llevando dos líderes de víctimas al tarjetón.

Los candidatos de Montes de María

Si en Necoclí llueve, en Montes de María no escampa.

Mayerlis Angarita, otra muy conocida líder de víctimas en Montes de María, se quedó también viendo un chispero tras pedir el aval para ser la carta liberal a la alcaldía de San Juan Nepomuceno (Bolívar).

Angarita es una una vivaz mujer sanjuanera de 35 años que lidera la Red de Mujeres Narrar para Vivir, una organización de 840 mujeres víctimas en Montes que le ha apostado -desde que nació en 2000- a los relatos orales para reconstruir sus historias y enseñarle a la gente sobre sus derechos. Y que este año viajó a La Habana para conversar, como parte de la subcomisión de género, con las Farc y el Gobierno.

El mismo Santos ha elogiado su liderazgo. En 2013, durante una marcha en Carmen de Bolívar con 15 mil víctimas de Montes, dijo que “mujeres como Mayerly Angarita que hablan con coraje, con claridad, que hablan pidiendo que se les respeten sus derechos, eso es lo que todos queremos”.

Inicialmente Mayerlis tenía el apoyo de los dos congresistas liberales que ganaron en San Juan. Uno de ellos, el representante Silvio Carrasquilla, le organizó incluso un acto de presentación ante un centenar de personas en el Club San Juan. Aunque el senador Lidio García no fue ese día, dos fuentes le dijeron a La Silla que él apoyaba la idea.

Sin embargo, el aval lo terminó recibiendo Edgardo Sarabia Barrios, un ex concejal que -según le confirmó a La Silla un congresista- está apadrinado por Juan José García Romero, el ex senador condenado por corrupción que está casado con la ex congresista de La U Piedad Zuccardi (en juicio por parapolítica) y que es uno de los súper poderosos de Bolívar.

Sarabia no es ni siquiera un liberal de vieja data. De hecho, empezó este año haciendo campaña por un movimiento llamado 100% San Juan, que llenó el pueblo de murales con las iniciales ESB, por lo que en febrero el Consejo Nacional Electoral le abrió a Sarabia una investigación preliminar. Según ese mismo documento del CNE, a Sarabia lo apoya el cuestionado ex alcalde Jorge Fernando Barrios, que estuvo en la cárcel por parapolítica aunque no ha sido condenado.

La llegada de Sarabia donde los liberales se debe a que los García Zuccardi no podían poner candidato en La U, dado que en las elecciones al Congreso la senadora Susana Villadiego le ganó a su delfín, Andrés García Zuccardi. Villadiego, esposa del parapolítico Miguel Ángel Rangel y también súper poderosa del departamento, escogió a Gabriel Sánchez. (El único político al que sigue Sarabia en Facebook, en donde está activo haciendo campaña, es García Zuccardi de La U).

Al final Angarita -que ha sido amenazada desde que decidió lanzarse- aspirará con el aval de la ASI, en un municipio donde hay 28.980 víctimas (es decir, siete de cada ocho sanjuaneros). Otras tres mujeres de Narrar para vivir se lanzaron a los concejos de Ovejas, Los Palmitos y El Guamo, todos municipios de esa sufrida región montañosa entre Sucre y Bolívar.

Algo similar le sucedió Luis Alfredo Vásquez, el líder de Tierra y Vida en los Montes de María y nativo de San Jacinto, al que le negaron el aval liberal para la Asamblea de Bolívar y terminó lanzándose con el Polo Democrático.

¿El fin de la bandera de las víctimas?

Que víctimas como Ramos y Angarita se hayan convertido en figuras visibles, tanto en las remotas veredas donde trabajan con las víctimas como en los medios nacionales, es uno de los grandes logros de la Ley de Víctimas que Santos convirtió -gracias al acuerdo que firmó con los liberales en 2010- en una de sus banderas de gobierno.

A raíz de ese creciente protagonismo, muchas organizaciones de víctimas comenzaron a soñar con incidir a nivel local.

Lo hicieron animadas por los ex congresistas Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera, los dos padrinos de la Ley de Víctimas, que hace un año idearon una campaña para impulsarlas políticamente, con el segundo incluso lanzándose en fórmula con la líder de restitución Carmen Palencia.

Esa, la participación política de las víctimas (un grupo que ya cuenta con 7,5 millones de víctimas), era uno de los puntales de la estrategia que trazó el entonces director liberal Simón Gaviria para recuperar al electorado de centro izquierda.

“Tenemos que empezar a allanar el campo para el posconflicto. Si es cierto que va a haber un Acuerdo de paz, ¿qué mejor que haya diputados, concejales y alcaldes que sean víctimas, que vengan del movimiento de víctimas y que lleguen votados por las víctimas? Nuestra ventaja es que ya tenemos experiencia en la reconciliación”, decía en abril Palencia, la directora de Tierra y Vida.

Ese optimismo que tenían se esfumó.

“Pensamos que hablaban con la verdad cuando decían que iban a renovar, desmontar la politiquería y darle espacios a las víctimas, pero en últimas eso no pasó. Ganó el poder los grandes gamonales”, dice hoy Palencia, decepcionada porque sabe que -al aspirar por partidos minoritarios como el Polo, la ASI o el Mais- se diluyen las opciones reales de las víctimas de gobernar.

Paradójicamente, la decisión de los líderes de víctimas de participar en política ha venido con un costo personal y muchos han recibido amenazas a medida que su trabajo se vuelve más conocido. Como contó La Silla, después de que decidieron lanzarse, Angarita ha recibido varias amenazas y Vásquez fue víctima de un atentado.

Todo para quedarse con los crespos hechos, en un partido que -desde que Cristo, Rivera y Gaviria se fueron al gobierno Santos- perdió su liderazgo en el tema.

“Es muy triste. Honestamente en municipios donde ha habido tanto conflicto y donde hay tantas víctimas, esos liderazgos deberían tener reconocimiento y apoyo. El partido debe ser más plural”, dice la senadora Sofía Gaviria, quizás la única parlamentaria liberal que se sigue ocupado de temas de víctimas.

De todos modos, como las decisiones de los avales se toman en comités municipales donde los barones más votados tienen la mayor representación, es muy difícil que casos como los de Alicia, Mayerlis o Luis Alfredo Vásquez llegaran al directorio nacional rojo. Aunque, a juzgar por las decisiones que tomaron los doce congresistas codirectores en casos como el de Luis Pérez, la lógica que primó la del puro cálculo electoral. (La Silla llamó sin éxito varias veces al senador y director liberal Horacio Serpa).

“Ahí se nota que la bandera de las víctimas [en el liberalismo] era de Cristo, de Rivera y de Simón Gaviria, que la adoptó. No estando ellos, ¿dónde quedamos?”, dice Alicia Ramos.

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