Garzón en su cascarón

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Más allá de lo que se decida en el debate de esta tarde sobre el proyecto de ley para eliminar la Vicepresidencia, la realidad es que salvo la posibilidad de reemplazar al Presidente, de la Vicepresidencia ya solo queda el cascarón.

El presidente Juan Manuel Santos le ha ido reduciendo las funciones a su vicepresidente, Angelino Garzón.

Más allá de lo que se decida en el debate de esta tarde sobre el proyecto de ley para eliminar la Vicepresidencia, la realidad es que salvo la posibilidad de reemplazar al Presidente, de la Vicepresidencia ya solo queda el cascarón.

Angelino Garzón empezó su Vicepresidencia como el hombre clave de la Unidad Nacional, central en políticas como la desmovilización y las víctimas, pero al cabo de un año, como contó La Silla, había perdido su influencia en áreas como la ley de víctimas, la ley de desmovilizados o la Comisión de Reparación porque con las reformas de Juan Manuel Santos el presidente le fue quitando esos encargos. El tema de corrupción, que durante Gustavo Bell y Pacho Santos lo manejó la Vicepresidencia, pasó a manos de Carlos Fernando Galán, en Presidencia. El de juventud también desapareció.

De hecho, el presidente Santos trató de fortalecer la institucionalidad desde el primer momento, quitándole poder a la Vicepresidencia. Por ejemplo, en el marco de su reforma del Estado, le quitó responsabilidades de prevención y protección en Derechos Humanos para pasárselos al Ministerio del Interior.

Angelino conservó el tema del diálogo social, que le permitía ser el interlocutor entre el Gobierno y diferentes sectores sociales como los estudiantes, los sindicatos, los trabajadores en general. Pero con el nombramiento de Lucho Garzón como Alto Consejero para el Diálogo Social, Santos también dejó al Vicepresidente sin esa función.

El presidente Juan Manuel Santos ha ido reduciendo los asuntos que Angelino Garzón tiene a su cargo.
Foto: Juan Pablo Pino

Lo que le queda

Formalmente, hoy en la Vicepresidencia hay cuatro programas: el de derechos humanos, el de minas antipersonal, el de afros y el de indígenas. Además de los programas, por decreto Santos nombró a Angelino  como presidente de la Comisión Intersectorial de Derechos Humanos, y lo encargó de diseñar una nueva política pública en la materia. Eso es lo que el Vicepresidente, formalmente, tiene en sus manos.

En la práctica, el diseño de la nueva política de derechos humanos (que sigue en construcción pasados dos años de gobierno) ha sido la prioridad de Garzón. La Vicepresidencia ha hecho 17 foros en diferentes departamentos a los que han asistido más de 9 mil personas de la sociedad civil y varias entidades internacionales como el PNUD, y en los que se sientan varias entidades del gobierno.

“Eso ha permitido que luego se desarrollen asuntos más puntuales. Por ejemplo, ahora tenemos una mesa temática con la población LGBTI en el Atlántico, que surgió luego del foro” le contó Paola Suárez, asesora de Garzón, a La Silla Vacía.

Por otro lado, la Vicepresidencia también ha venido implementando el nuevo Sistema Nacional de Derechos Humanos, que donde se define la política del Gobierno en Derechos Humanos y se coordinan las acciones entre las diferentes entidades. Solo después de casi dos años de gobierno, en mayo de 2012, se inauguró la Comisión Intersectorial que se sentó por segunda vez la semana pasada.

Dos encuentros no son muchos, pero en la Vicepresidencia defienden los avances. "A diferencia de la que existía antes, solo pueden asistir funcionarios con rango mínimo de viceministro,s" le dijo a La Silla Alma Bibiana Pérez, directora del Programa de Derechos Humanos. “En la última no cabía la gente, lo que muestra la capacidad de convocatoria de la Vicepresidencia”.

En cualquier caso, la política aún no está lista y es improbable que arroje resultados en el corto plazo. Sobre todo porque esto se va a cruzar con el proceso de paz.

Más allá de los Derechos Humanos la situación es sombría. En el programa anti minas y en asuntos indígenas y afro la Vicepresidencia no ha tenido un liderazgo consistente, que es su principal función ya que su rol es de articulación de esfuerzos y no de ejecución.

Por ejemplo, en los asuntos indígenas su presencia ha sido casi nula y el trabajo de otras instituciones como la Defensoría del Pueblo o el Ministerio del Interior ha sido mucho más visible. En el mismo Ministerio del Interior sienten que la Vicepresidencia no es un aliado importante en casos claves como el del Cauca.

En el programa de minas la capacidad de articulación ha sido menor. Según Álvaro Jiménez, coordinador de Colombia Sin Minas, es tan poco lo que puede coordinar la Vicepresidencia que el director del programa duró seis mes tratando de conseguirles una cita en el Ministerio de Salud, para coordinar políticas, y nunca la consiguió.

En suma, la capacidad de incidir de Garzón es muy limitada, y a ello se suman varios factores.

La fragilidad estructural de la Vicepresidencia

El primer motivo para esa falta de liderazgo es el primer problema que enfrenta cualquier vicepresidente: la Vicepresidencia formalmente no existe. No tiene recursos propios, ni puede contratar directamente; todo, desde el pago de arriendos hasta la contratación de personal, pasa por el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, que también maneja administrativamente las muchas consejerías que ha creado Santos.

Angelino Garzón mantiene más poder hacia afuera del Gobierno que hacia adentro, gracias a sus declaraciones disonantes y a su exposición en los medios.

Eso incide en que ocurran cosas como la demora en pagarle a los contratistas que contó La Silla Vacía.

Esta dependencia en lo práctico contrasta con la posición pública de Garzón, quien ha alegado varias veces que él fue elegido popularmente y que la legitimidad que le da esos votos no puede ser ignorada.

La capacidad de acción del Vicepresidente realmente radica en su voluntad de hacer cosas y que el Presidente se las deje hacer porque todas sus funciones son delegadas.

Pero Santos en cambio de darle más poder se lo ha quitado porque Garzón no está alineado con las políticas del Gobierno y podría convertirse en un rival en una futura reelección.

Porque si bien Garzón ha logrado hacer poco hacia adentro del Gobierno sí ha consolidado hacia afuera un liderazgo mediático que lo tiene con una imagen positiva del 59 por ciento y una negativa del 26, frente a 60 y 34 de Santos (que está ahora en su mejor momento) y 61 y 34 de Álvaro Uribe, según cifras de Ipsos.

Pero es buena imagen también hace muy improbable que Santos le de más juego político, por lo que Garzón seguramente seguirá siendo el Vicepresidente en su cascarón así se hunda la ley que se comenzará a debatir esta tarde.

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