Hay un cuento en Valledupar que por años ha corrido de boca en boca y refleja bien cómo es Jorge Oñate. Ocurrió a comienzos de siglo, cuando la mega estrella del vallenato Diomedes Díaz estaba recluido en la cárcel de esa ciudad por la muerte de una de sus fanáticas y su rival artístico Oñate quiso ir a visitarlo. Envidioso y hablador, Jorge Oñate nunca había disimulado su malquerencia por Diomedes
Jorge Oñate, el juglar castigado por su vanidad política
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Hay un cuento en Valledupar que por años ha corrido de boca en boca y refleja bien cómo es Jorge Oñate. Ocurrió a comienzos de siglo, cuando la mega estrella del vallenato Diomedes Díaz estaba recluido en la cárcel de esa ciudad por la muerte de una de sus fanáticas y su rival artístico Oñate quiso ir a visitarlo. Envidioso y hablador, Jorge Oñate nunca había disimulado su malquerencia por Diomedes. Pero ese día en la puerta del penal se mostraba acongojado frente a varios curiosos:
“Mi compadre Diomedes, ¿cómo está pagando por una cosa que él no hizo? Diomedes Díaz es incapaz de hacer eso. Diomedes Díaz es un hombre sano”, cuenta Javier Fernández, director artístico de Olímpica Stereo Valledupar y compadre de Oñate, que decía el cantante.
La aflicción le duró los minutos que tardó el guardia en volver con la razón de Diomedes quien no aceptó recibir la visita. Herido en su orgullo, ofendido en público, -prosigue Fernández- Oñate le dio la vuelta al libreto en un segundo y comenzó a decir en voz alta: “¡Él fue!, ¡yo sabía!, ¡yo estaba aquí era por solidaridad con él! ¡él fue! ¡él la mató!”.
La anécdota hace parte del millón de historias, unas confirmadas, otras con más sabor a mito, que coleccionan en el Valle de Upar para contar la fama de juglar lenguaraz y mala clase del cantante oriundo de La Paz (Cesar), que con su extraordinaria voz y su osadía dividió en dos la historia del folclor vallenato:
Jorge Oñate cambió la tradición que fundaron leyendas como Alejo Durán, Juancho Polo Valencia o Abel Antonio Villa, en la que el acordeonero era la figura central, para dar paso a una nueva costumbre en la que el cantante se convirtió en la estrella con más brillo en el vallenato.
Un hombre pacífico, como se les llama a los nacidos en su municipio, a 15 minutos de Valledupar, que está por estos días bajo la lupa de los medios nacionales y de las autoridades por cuenta del homicidio de su primo Efraín Ovalle Oñate. Y no precisamente por sus cantos o cuentos de envidia inofensiva.
A sus 64 años, habría podido sentarse a mirar el ocaso de su vida artística a la sombra de la dignidad, como el único de los cuatro grandes cantantes vallenatos (los otros, Rafael Orozco, Diomedes Díaz y Poncho Zuleta) que nunca había enfrentado líos de tipo judicial. Pero su ambición política le pudo más porque, curiosamente, también es el único de esos cuatro gigantes al que desde hace muchos años se le dio por meterse en serio en el juego de lo electoral. Casi siempre bajo la sombrilla de sus parientes políticos, la cuestionada familia Gnecco.
Llegó, incluso, a ser representante a la Cámara por el Cesar y a ocupar silla en el Congreso durante seis meses, en la época en que las listas de su departamento debían por obligación ser autorizadas por el paramilitar Jorge 40.
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La muerte del viejo cacique político Efraín Ovalle Oñate sacudió al pueblo de La Paz el 25 de febrero de 2012, exactamente cuatro meses después de una caliente campaña a la Alcaldía en la que se enfrentaron candidatos de las tres casas políticas de la localidad: los Ovalle, los Calderón y los Gnecco Oñate.
Como suele pasar por estas tierras en las que la política es el deporte nacional, las elecciones estuvieron pasadas por los dramas electorales de siempre: rencillas, chismes y rumores de conspiraciones. Pero enmarcado todo en la particular situación de La Paz, que con unos 30 mil habitantes desde hace 15 años se ha convertido en el principal centro de acopio y distribución del combustible ilegal que entra al país por La Guajira y es llevado al Cesar, al Magdalena, al Atlántico.
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Esa condición ilegal, evidenciada en kilómetros de expendedores de gasolina apostados a lo largo de la vía principal del municipio, hace que la pelea por el poder local en la tierra de las mejores almojábanas y deditos de queso sea especialmente importante.
Los Ovalle, liderados por Efraín Ovalle, se la jugaron con un político llamado Wilson Rincón. Los Calderón, comandados por el cuestionado empresario del chance y aliado de la actual Gobernación del Cesar Benjamín Calderón, con Francisco Oyola. Y los Gnecco Oñate, al mando de Gustavo Gnecco Oñate, hermano materno de Jorge Oñate, presentaron como aspirante a Nancy Zuleta. Ella es la esposa del cantante.
Al final ganó la ficha de los Ovalle y con ese triunfo una suma de fuertes malestares se alineó y desembocó en la muerte del patriarca que algún tiempo atrás había sido concejal y aliado político de Jorge Oñate, y llegó a tener tanto dinero que fue la primera persona en llevar un carro marca Jaguar a La Paz.
Un malestar tuvo que ver con que Wilson Rincón hubiera quedado alcalde gracias al apoyo de una disidencia de la casa Calderón (liderada por el excandidato a gobernador y opositor de la actual Gobernación, Arturo Calderón), pero con el viejo Efraín cerrado a otras alianzas porque estaba muy convencido de su triunfo.
En algún momento de la campaña al viejo le ofrecieron una coalición alrededor de Nancy Zuleta de Oñate, pero se negó porque -zorro rejugado, conocedor de las dinámicas electorales de su pueblo- sabía que con su aspirante tenía las de ganar. La razón es que mientras en el casco urbano de La Paz la votación parecía repartida y él ya contaba con un sector de los Calderón, su proyecto además se había embolsillado los votos del corregimiento en el que nació Wilson Rincón: San José de Oriente.
Enclavado en la Serranía del Perijá y de clima templado, San José es considerada casa de “cachacos” por la vestimenta y cultura más interiorana que costeña de sus residentes, a pesar de ser tan cesarense como el río Guatapurí. Es, también, la principal despensa agrícola de La Paz. Y con unos 10 mil habitantes, el factor que ayudó a definir la disputa por la Alcaldía por su potencial de votantes.
“Además de que Efraín Ovalle les ganó, les ganó con un ‘cachaco’. Eso en gracia no cayó”, dice sobre esos resultados un político cercano al muerto que lo acompañó en la campaña pero prefirió que omitiera su nombre por seguridad.
Pero acaso el mayor sabor a pelea seria lo dejó un episodio ocurrido unos 15 días antes de la última elección que impulsó en su vida Ovalle: en San José de Oriente, la campaña del hoy alcalde realizó un desfile en el que un hombre vestido de mujer imitaba con burla a la esposa de Jorge Oñate. A Nancy Zuleta, la aspirante contraria.
Las palabras que corren por las esquinas de La Paz estos días comentando el homicidio, sin quien se atreva a atribuirselas en esta historia por temor, señalan como uno de los posibles detonantes del crimen ese mal chiste. En una cultura en la que los hombres quieren ser gallitos finos, la humillación a una de sus mujeres puede llegar a pagarse caro.
El capítulo en la vida de Jorge Oñate va en que la Fiscalía, que ya lo llamó a interrogatorio y además ha ordenado siete capturas en el caso (incluyendo la de un sobrino suyo), determinará mañana lunes en un comité si lo acusa o no por homicidio ante un juez. En los medios han detallado que el cantante aparece en interceptaciones supuestamente hablando de los Ovalle con uno de los capturados: alias Guanábano. Que un supuesto testigo en su contra apareció muerto. Que su hijo Jorge Luis, una semana después de las regionales, llegó pistola en mano a amenazar a esa familia por no haber apoyado a su mamá. Que confesó haber comprado votos en las pasadas legislativas. Y que fichas relacionadas con el capo Marquitos Figueroa fueron contratadas para el asesinato.
Oñate ha insistido en su inocencia.
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(Tarima Jorge Oñate en La Paz).
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Que en la película tenebrosa sobre Jorge Oñate apareciera el nombre de Marquitos Figueroa sorprendió más bien a pocos en la región. En 2012 “El Jilguero de América”, “el Ruiseñor del Cesar”, como lo han llamado, había demostrado en público su afinidad con el recién capturado capo de la gasolina en su canción ‘Descarga de besos’:
“Al perrero de los malcríaos, al piso, al piso”,
Saludó un efusivo Oñate a Marquitos usando la expresión con la que éste es conocido en el Cesar y La Guajira. “Perrero” en algunas partes de la Costa hace alusión a la vara con la que se le pega a los animales para domarlos. Y es bien sabido que entre criminales “dar piso” significa matar a alguien.
Oñate no es, ni más faltaba, el primer cantante vallenato que saluda a un ilegal en una canción. La banda sonora de los mandamases versión vallenata está llena de homenajes a marimberos, políticos condenados, narcotraficantes. Eso significa que el cantante en cuestión probablemente amenizó alguna parranda mal habida, o recibió un regalo, o un contrato, pero no necesariamente que haga parte de una estructura por fuera de la ley.
Pero como el gesto de Oñate el año pasado fue más allá, en Valledupar y La Paz hay quienes no dudan de su amistad con “el Perrero de los malcríaos”:
Tiene que ver con un episodio que sucedió en agosto de 2013, durante una mega parranda para celebrar el cumpleaños de la primera dama del departamento, Cielo Gnecco Cerchar. Desde la tarima, micrófono en mano, Jorge Oñate saludó al hoy encarcelado exgobernador guajiro Kiko Gómez, quien se encontraba en la celebración de su pariente Cielo, y agregó:
“Y me le manda un abrazo a nuestro amigo común, el perrero de los malcríaos, al piso”.
Oñate estaba ahí como otro de los cotizados artistas vallenatos que le cantaron a la matrona de la casa Gnecco -con gobernación y 19 de 25 alcaldías, ama y señora en el Cesar-. Pero también por su parentesco político con esa cuestionada familia, que lo ha arropado para que ejerza la segunda de sus pasiones después de la música: la política.
Jorge Oñate es pariente político de los Gnecco porque sus hermanos maternos (Gustavo y el fallecido Jesualdo, ‘el mocho’, Gnecco Oñate, quien estuvo procesado por homicidio) son hijos de un tío de Cielo y Lucas Gnecco Cerchar. Este último, exgobernador, condenado por constreñimiento al elector y padre del senador de esa casa política: José Alfredo Gnecco.
El primer apellido de Jorge Oñate es González, pero nunca lo usa.
Jesualdo ‘el mocho’ Gnecco es el papá de Armando Gnecco, conocido como “mandarino”, uno de los capturados por la muerte de Efraín Ovalle.
Además, la esposa de Oñate Nancy Zuleta es hermana de la esposa de Lucas Gnecco, a quien el juglar no se cansa de saludar afectuosamente en varias de sus canciones simplemente como “LG”.
“(Jorge Oñate) siempre ha sido de esa casa”, “él es como un familiar para los Gnecco, aunque se hayan separado en más de una ocasión siempre vuelven”, dicen por aparte dos voces conocedoras de primera mano del asunto en Valledupar.
“Los Gnecco lo metieron en política”, agrega la voz de un político que ha ocupado altos cargos pero que, también por seguridad, prefirió no ser citado.
Evidencia de esa cercanía es también un video que se encuentra en youtube del cierre de campaña de Lucas Gnecco a la Gobernación del Cesar en 1999: ahí aparece Oñate como figura central en una tarima, cantando un estribillo pegajoso para el entonces candidato, y justo detrás de él (de camiseta oscura y bigote) Jorge Gnecco Cerchar, el hombre que tenía el sueño mafioso de fundar el Magdalena Grande. Lucas Gnecco le ganó esa vez la Gobernación a la cacica Consuelo Araújo Noguera y su hermano Jorge Gnecco fue asesinado dos años después por su supuesto exsocio Jorge 40.
En realidad, según contó por otro lado un vecino de toda la vida de Oñate, la política se le metió en la cabeza antes por el lado de su hermano Gustavo Gnecco Oñate, uno de los dos primeros candidatos que se presentaron a la Alcaldía de La Paz cuando comenzó la elección popular de mandatarios. Fue en 1988.
Gnecco Oñate perdió aquella vez con Juancho Calderón, de la casa Calderón, y ciertamente su grupo nunca ha ganado la Alcaldía del pueblo pero ha puesto concejales y jefes de organismos de control.
Ahí, en esa casa política no tan exitosa a nivel municipio, creció políticamente el Jilguero, con muchas ganas de poder pero sin mayores banderas y alternando esas ambiciones con su aplaudida carrera de cantante deslenguado. Así lo cuenta una persona que trabajó con él cuando se lanzó a la Cámara como segundo renglón del hoy representante por el Cesar Alfredo Ape Cuello:
Era 2002. El paramilitar Jorge 40 era la autoridad máxima que aprobaba o no que alguien fuera candidato. Autor del asesinato, un año antes, de su presunto socio Jorge Gnecco Cerchar (hermano de la primera dama Cielo y de Lucas Gnecco Cerchar), 40 se negó en un principio a la inclusión de Jorge Oñate como segundo renglón de Ape Cuello.
Decía Jorge 40 -cuenta la fuente que trabajó en esa campaña electoral- que Jorge Oñate era de la casa Gnecco y que ellos a esas alturas ya se habían convertido en sus enemigos. “Pero Ape lo convenció de dar la autorización porque sabía que Oñate le aseguraba unos buenos votos en La Paz”.
Así fue que el cantante, años después de haber sido concejal de su pueblo y diputado como segundo renglón del también hoy representante Eloy Chichi Quintero (el único de los cuatro del Cesar que no es aliado de los Gnecco), tuvo una palomita de seis meses en el Congreso. Y ninguna iniciativa de su autoría que hoy recuerden en el departamento.
Cuando ya habían pasado años desde que se contara su última aventura política, Jorge Oñate decidió lanzar a su esposa Nancy Zuleta a la fatídica campaña de 2011. “Lo traicionó su vanidad, ha debido quedarse quieto”, dice un político de La Paz.
“Oñate no tiene banderas ni formación ni propuestas, esto de Nancy era una vanidad”, coincide otra persona que lo conoce y que recuerda que otros cantantes vallenatos han llegado incluso a hacerle campaña a políticos, pero sin meterse nunca de militantes en serio.
En la puerta de su casa de La Paz aún hay afiches con la foto de Nancy alcaldesa y la frase de apoyo, cómo no, al entonces candidato y hoy gobernador Luis Alberto Monsalvo Gnecco. El hijo de Cielo Gnecco Cerchar.
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Celso Guerra, discotecario y programador musical desde hace 26 años en la local Radio Guatapurí, con quien hablé única y exclusivamente sobre la historia artística de Jorge Oñate, cuenta en su oficina repleta de unos 25 mil acetatos que les llaman “las oñatadas”.
Son los cuentos sobre las salidas pendencieras y disparatadas del cantante que se dicen por toda la región, entre risas y celebraciones, para evidenciar su personalidad de envidioso y egocéntrico.
“Yo pensaba que eran mitos hasta que trabajé dos años con él como su presentador y me di cuenta que son ciertas”, explica aparte el director artístico de Olímpica Valledupar y compadre de Oñate, Javier Fernández, quien está recopilando las anécdotas para un libro al que quiere llamar ‘Las oñatadas’. Y quien todo el tiempo declara cariño y admiración por su amigo al que le dicen “ají picante” en La Paz porque a todo el mundo cae mal algún día.
Las oñatadas que dan vueltas por todo el Cesar incluyen las historias de cuando Oñate pasaba por las emisoras locales a promocionar sus discos y aprovechaba para rayar los acetatos de rivales, como Diomedez y Poncho. “Compadre, esos que han salido, compadre, ninguno sirve compadre”, “aquí el que canta soy yo”, dicen que decía con su ego del tamaño de una catedral y su particular voz ronca de cantado guajiro.
Jorge Oñate sacó las rivalidades de siempre en el vallenato, que solían resolverse a punta de versos en una tarima o con una canción -como en el caso del viejo Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales ‘Moralito’- de ese escenario tranquilo para llevarlas al área de la maledicencia y el chisme.
Sus blancos siempre han sido, por supuesto, sus grandes rivales tanto en la música como en la política: a Diomedes Díaz no lo bajaba de “bizcorocho” y al Binomio de Oro de Rafael Orozco lo llamaba “las hermanitas Calle” por los uniformes que usaban. Y cada vez que perdía alguna elección en La Paz salía a asegurar que sus contradictores se habían robado los comicios.
Cuando Diomedes estaba preso, Oñate lanzó una canción con este dicho:
- ¡Te acabaste, cabo e vela, y ahora ni quién te prenda!
A lo que Diomedes, en una canción que grabó tras las rejas, contestó con un verso:
- Al hombre del cabo e vela, al hombre del cabo e vela, ahí le dejo este mensaje: todos los pájaros vuelan, ¡pero no cantan iguales!
Un primero de enero falleció la abuela de uno de sus compadres y Oñate, amigo de sus amigos, eso sí, se sacudió de la parranda de fin de año para ir a acompañar a su allegado. Muy cerca de la funeraria, el cortejo fúnebre se encontró con una fiesta de borrachos que cantaba a todo pulmón la canción ‘El escorpión’ de Diomedes Díaz. Oñate entró en cólera:
“Nancy, ¡llama a la Policía!, ¿hombe, qué falta de respeto es esta, si están viendo que va pasando un entierro”, cuenta ese compadre que dijo el cantante.
Cuando los parranderos se percataron de su presencia, quitaron la canción y pusieron a sonar ‘Amalaya’ de Jorge Oñate’ como para congraciarse con él. El juglar, como pasó en la cárcel cuando iba a visitar a Diomedes, volteó el discurso y exclamó sin mayores dudas:
“Erdaaa, compadre, yo no me acordaba que hoy era primero de enero, le gente está amanecía, está contenta, compadre, ¡hay que dejarlos!”.
Sobre Carlos Vives, alguien que dice haberlo presenciado cuenta que una vez Oñate se lo encontró: “Mi compadre Carlos Vives, usted es un honor para el folclor vallenato”, pero minutos después, cuando Vives ya no estaba aseguran que dijo: “Ese no canta es ná. Marica ese, se cree cantante”.
En realidad, Oñate no necesita que sus rivales en la música se vuelvan invisibles para él brillar. Junto a varios otros grandes, él fue fundamental para que el vallenato dejara de ser considerado un folclor menor y para que el papel protagónico quedara en manos de los cantantes y no de los acordeoneros. Junto a él se coronó en el Festival Vallenato Miguel López, el primer rey que no cantaba: sólo tocaba el acordeón mientras el juglar lo acompañaba en el micrófono con su voz. Toda una hazaña. “El rey mudo”, lo bautizó Andrés Landero.
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(Así eran las portadas de los discos cuando comenzó Jorge Oñate: el cantante era adicional al grupo).
Jorge Oñate también fue el primer cantante vallenato en participar y ser declarado fuera de concurso en el Festival de Orquestas de Barranquilla.
Y más cosas buenas: nunca abandonó su pueblo a pesar de que tuvo los recursos para irse a una capital y se debió siempre a su madre ya fallecida, doña Delfina Oñate.
De unos años para acá, y ante la arremetida de la llamada nueva ola del vallenato con sus estribillos pegajosos y por lo general de poca filigrana, su carrera se había mantenido en una tranquila línea recta.
Hasta que la Fiscalía lo llamó a interrogatorio por la muerte de Efraín Ovalle y sacudió con ello todo en torno al cantante que se creyó más que todo el mundo.
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(Los pimpineros de La Paz se ven a lado y lado de la vía principal del pueblo).
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(Cuando Oñate grabó con el gran Colacho Mendoza su carrera se volvió imparable).
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(Celso Guerra, respetada autoridad experta en el vallenato).
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(Javier Fernández, hombre conocido por todos los músicos del vallenato, clave para ellos a la hora de lanzar sus discos).
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(Cuando Jorge Oñate fue declarado fuera de concurso en el Festival de Orquestas, su siguiente disco llevó ese título).
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(Río Guatapurí, inspiración de los compositores vallenatos). Fotos (excepto la de Jorge Oñate): Laura Ardila Arrieta.