Enrique Peñalosa piensa reemplazar los buses viejos de Transmilenio con 676 nuevos. Pueden mejorar la calidad del aire, pero no llegan antes de 2019.
La demora de los buses que pueden mejorar el aire de Bogotá
Después de que la semana pasada Medellín declaró la alerta roja por la mala calidad de su aire, en Bogotá la Alcaldía descartó que vaya a tomar una decisión similar. Pero la ciudad también tiene problemas para mejorar ese indicador y podría hacerlo, en parte, cambiando los primeros buses de Transmilenio que comenzaron a rodar hace 18 años, un proceso aplazado desde 2013. El alcalde Enrique Peñalosa solo lo logrará al final de su mandato y dando la pelea para que las empresas interesadas traigan la mayor cantidad de carros posible con tecnologías limpias.
El problema
Bogotá es una ciudad con un aire contaminado que, a pesar de cumplir los estándares nacionales, incumple los internacionales.
Aquí, como en Medellín, el transporte aporta la mayor cantidad de contaminación del aire, que no ha reportado mejoras importantes en los últimos años, como lo explicaron recientemente en un capítulo de La Pepa los profesores Luis Jorge Hernández, coordinador de Salud Pública en la Universidad de los Andes, y Néstor Rojas, director del Grupo de Calidad del Aire de la Nacional.
Los efectos nocivos están asociados a la salud de niños menores de cinco años, como la muerte por Infección Respiratoria Aguda, que en 2016 aumentó con respecto a 2015, y a la prevalencia de la tos en la noche, que se incrementó en nueve localidades.
Lo que más contamina es el transporte de carga (43 por ciento del material particulado), y Transmilenio y los buses del SITP contribuyen con el 9 por ciento, según esta información de la Secretaría de Ambiente que será usada hoy en un debate en el Concejo sobre el tema:
Información xa debate proximo lunes en Concejo, ¿menos parque automotor en ciudad y mayores controles xa disminuir contaminación aire? pic.twitter.com/KdgZZ4h9wx
— CELIO NIEVES HERRERA (@CONCEJALCELIO) 26 de marzo de 2017
Ponerse al día con la renovación de la flota de la fase I de Transmilenio, la primera que comenzó a rodar en el 2000 por las troncales de la Caracas, la 80 y la Autonorte, es una oportunidad para mejorar el panorama, de acuerdo con las fuentes consultadas. Son 773 buses viejos y para remplazarlos Transmilenio debe abrir una licitación que ya ha postergado dos veces, en la que es central el cambio tecnológico que haga que los nuevos buses contaminen menos.
La primera prórroga fue en 2013, cuando Gustavo Petro era alcalde y los buses se acercaban al límite de lo que habían acordado el Distrito y sus dueños en los contratos del 2000.
Como dejó pasar el tiempo para abrir el proceso, Petro debió renegociar y extender las concesiones de los operadores para que los buses rodaran otros 240.000 kilómetros, lo que implicaba mantenerlos hasta finales 2016. Ahí comenzaron las preocupaciones porque los vehículos, entre más viejos, más contaminan.
En octubre de 2015, tres meses antes de dejar el cargo, esa administración colgó en sus páginas web los prepliegos con las condiciones de la licitación, y una de las principales características era privilegiar las nuevas tecnologías (que contaminan menos pero son más caras) por encima de los costos.
Pero Peñalosa, tras posesionarse, no abrió la licitación argumentando que tal y como estaba planteada significaría un golpe financiero muy fuerte para un sistema que está en crisis económica. Además, según la gerente de Transmilenio, Alexandra Rojas, los proveedores de buses eléctricos no podrían cumplir con la cantidad de buses que exigía la propuesta de Petro.
Por eso prorrogó los contratos por segunda vez, agregando que los actuales buses están certificados para rodar hasta 1,5 millones de kilómetros (ya pasaron el millón).
El petrismo, por medio del único concejal que tiene, Hollman Morris, hizo ver esa movida como otra manera de borrar el legado de Petro, en este caso de orden ambiental.
Peñalosa abrirá, a su modo, la licitación, y ya publicó los prepliegos. Pero no logrará resultados que impliquen una disminución pronta de la contaminación que generan esos buses.
Lo que se juega para el aire con el cambio de buses
Los nuevos transmilenios comenzarán a llegar entre finales de 2018 y comienzos de 2019, por temprano, le explicaron a La Silla en Transmilenio, que respondió todas las preguntas que le formulamos por medio de su oficina de prensa.
Para cumplir con ese plazo es necesario que Peñalosa abra la licitación este año y la adjudique a más tardar en abril de 2018, ya que los buses no están listos en una concesionaria, sino que se mandan a hacer.
Así toque esperar, lo que ocurra en la licitación es relevante porque, como en cualquier proceso de esos, el Distrito hace una propuesta y las empresas interesadas responden con observaciones. Y lo que ya ha avanzado el proceso de Peñalosa y lo que anduvo el de Petro muestran que en esa discusión tiene un lugar central el uso de nuevas tecnologías que contaminen menos.
Cuando se publicó la propuesta de Petro a finales de 2015, por ejemplo, El Tiempo reveló que algunas firmas saltaron porque consideraban que privilegiar las tecnologías más limpias restringía la competencia.
En el fondo, también estaba la preocupación porque aplicarlas sube los costos, una inquietud que ya comienza a notarse también con la propuesta de Peñalosa.
Su objetivo es traer 676 buses (articulados y biarticulados) que tengan motores diesel más avanzados (pasar del estándar Euro II al Euro VI) y por ende menos contaminantes, y exige que entre el 5 y el 20 por ciento de los carros que compren los privados sean eléctricos o híbridos. Calificará mejor a las firmas que ofrezcan más calidad ambiental.
En los comentarios a los prepliegos, sin embargo, ya se notan prevenciones: la empresa Express del Futuro, además de considerar que se podría estar favoreciendo ciertas tecnologías al otorgar mejor puntaje a quienes se comprometan con ellas, recordó que estas “tienen otros costos y efectos asociados que podrían afectar la operación”.
En todo caso, la renovación de la flota es una oportunidad ambiental porque el cambio obligatorio de los motores implicará la disminución en la emisión de gases que afectan el aire.
En Transmilenio no se aventuraron a decir cuánto podría disminuir la contaminación cuando se cambien los buses. El profesor Néstor Rojas, de la Nacional, le dijo a La Silla que calcula que los índices podrían bajar cerca del 10 por ciento, lo que significa una oportunidad para mejorar los indicadores de salud, sobre todo en los niños, asociados a la calidad del aire.
El Distrito, además, tiene otro frente de batalla contra la contaminación: los buses viejos del transporte público tradicional y los que ruedan con el letrero de “SITP provisional”. En teoría deben ser chatarrizados para sustituirlos por otros nuevos y más limpios, pero por lo pronto no está en los planes a corto plazo.
Los filtros
Una medida eficaz, agrega Rojas, es la instalación de filtros de partículas en los carros diesel de Transmilenio y el SITP, que pueden disminuir ostensiblemente las emisiones de material particulado.
Eduardo Behrentz, ex decano de Ingeniería de los Andes, ha insistido en que esa sería una forma muy eficaz de disminuir emisiones hasta en un 90 por ciento, pero no es una obligación y por lo tanto es una medida que se juega en el campo de la voluntad política.
Petro firmó una resolución para aplicar un programa de filtros que pretendía que los operadores del sistema cuadraran con los fabricantes de buses la instalación de esos dispositivos de manera gradual y con plazo hasta este mes.
Sin embargo, hace un año la Secretaría de Ambiente de Peñalosa sometió a revisión esa medida, argumentando que "los operadores se pueden ver afectados (...) y se podrían afectar las tarifas para los usuarios". Por lo tanto, se están haciendo nuevos estudios. Behrentz ya advirtió que eso podría afectar las metas ambientales de este gobierno.
Con eso, a la espera inevitable de nuevos buses que puedan mejorar, en algo, la calidad del aire en Bogotá, Peñalosa le añadió una decisión que, así esté pensada en criterios de responsabilidad fiscal con un sistema de transporte que está en crisis financiera, dilata su posibilidad de mostrar resultados ambientales que le convendría mostrar, sobre todo por la imagen de enemigo del medio ambiente que se ha ganado a los ojos de los ambientalistas con su propuesta de intervenir la reserva Van der Hammen.
Pero como el cambio de buses y la implementación de los filtros son políticas que tiene tiempo de aplicar dentro de su mandato, de su capacidad para sacarlas adelante depende que, al final, pueda respirar más tranquilo.