El apoyo de la Iglesia ha sido clave no sólo para para mantener la protesta –pacífica– viva, sino para meterle presión al Gobierno para que se siente a negociar con los comités que las lideran.
La Iglesia, la fuerza moral de los paros en el Pacífico
Luego de los desmanes del viernes, el sábado y el domingo la gente salió a las calles de Buenaventura para demostrar que el paro cívico y pacífico seguía vivo. Foto: cortesía
Con el mensaje de respaldo de la Arquidiócesis de Cali y las cinco Diócesis del Pacífico ayer a los paros en Chocó y Buenaventura, y que llegó justo después del caos que se vivió en el puerto en la noche del viernes, la Iglesia le sumó su fuerza moral a las protestas.
“La gente quedó desmotivada. Lo peor que le puede pasar a un pueblo es la desesperanza, creer que todo está perdido, que ya no hay nada que hacer. Se requería una voz de aliento para que no desfallecieran”, le explicó a La Silla el padre Luis Carlos Hinojosa de la Diócesis de Quibdó. “El rol de la Iglesia es motivar a la gente para que no pierda sus esperanzas en los momentos más álgidos de las dificultades".
La Iglesia ha estado acompañando los paros desde antes de que empezaran y no es la primera vez que lo hace. Su apoyo ha sido fundamental, no sólo para para mantener la protesta –pacífica– viva, sino para meterle presión al Gobierno para que se siente a negociar con los comités que las lideran.
La organización
Aunque tanto en Buenaventura como en Chocó la Iglesia ha sacado comunicados en los que señala que ellos no son los organizadores del paro sino que son acompañantes, en ambos casos, hay miembros de la Iglesia en los comités que lideran las protestas.
En Buenaventura, el liderazgo lo ha tenido el padre Jhon Reina, que es miembro del Comité por el Agua de Buenaventura y ha sido uno de los encargados de promover la creación de mesas temáticas para que la sociedad civil haga seguimiento a las promesas incumplidas del paro del 2014.
En Chocó, el obispo de Quibdó Juan Carlos Barreto delegó, a petición del Comité, a tres miembros de la Diócesis para que acompañaran no sólo la parte logística sino también las mesas de negociación con el Gobierno.
"Es signo del acompañamiento y compromiso que la Diócesis tiene en las justas luchas de la población. El Comité siempre pide la presencia del Obispo, o su delegado, para la mesa de negociación como garante de los acuerdos a los cuales se llegue. Es por eso que frente a los incumplimientos pasados, en donde el Obispo estuvo como testigo y garante, la iglesia en el Chocó tenía toda la moral para llamar la atención al Estado frente a esto", le explicó a La Silla el padre Hinojosa.
El Gobierno, sin embargo, se opuso a que la Iglesia tuviera un puesto en la mesa argumentando que le quitaba imparcialidad a la Institución (como si eso fuera una responsabilidad del Gobierno).
“Dijeron que Iglesia ya había tomado partido a favor del pueblo”, le contó a La Silla el concejal Yesimar Álvarez que hace parte del Comité y estuvo presente en la reunión. “La presencia de la Iglesia le da credibilidad al paro y le mete presión al Gobierno porque tiene mucha influencia a nivel nacional e internacional”.
La iglesia reconoce que lo que le interesa es que las organizaciones sociales y étnico territoriales asuman su liderazgo. Que se empoderen.
Este proceso incluye que se promuevan liderazgos religiosos entre los afros y los indígenas "lo cual", dice el padre, "facilita la misión de acompañamiento y evangelización de estos procesos porque son personas que pueden vibrar con los intereses del pueblo. Son líderes de su entraña, los acompañan, les dan esperanza. Eso anima a cualquiera".
El padre asegura además que la presencia de la Iglesia ha ayudado a que en los paros no se filtre la violencia y personas que quieren que fracasen las movilizaciones, porque asume la responsabilidad de apoyarlas. "Eso legitima la protesta", dice.
Eso ha quedado claro en esta nueva movilización, que en el caso de Chocó no busca nuevas promesas del Gobierno, sino que se cumplan los acuerdos que ya se habían pactado antes y que a pesar de que pasa el tiempo, siguen siendo sólo promesas. Y en el de Buenaventura pide que se declare la emergencia social y económica en el puerto para haya soluciones inmediatas a la crisis que motivó el paro.
El respaldo: el ejemplo de Buenaventura
El viernes, luego de que se desató el caos que cobró la vida de una persona y en el que terminaron saqueados los principales supermercados, bancos y el centro comercial de la 14 en el barrio Bellavista de Buenaventura, el padre Jhon Reina llegó al sitio para organizar una cadena humana para contener los robos.
El padre llamó por teléfono a la emisora Voces del Pacífico y pidió a los vecinos que salieran a las calles y lo acompañaran.
Su mensaje era que “los buenos somos más”, según le contó a La Silla el profesor de la Universidad del Valle, Mauricio Aguirre, que salió corriendo de su casa para atender el llamado.
Como él, unos 40 indígenas del municipio de Litoral de San Juan (al sur de Chocó) que están desplazados hace un mes en Buenaventura esperando atención para regresar a sus comunidades, salieron a apoyar al padre.
Ellos están viviendo en el Centro de Atención a la Juventud de Buenaventura que aún no ha sido inaugurado y que por eso, fue adoptado como albergue. Y que es vecino a la Súper Tienda Olímpica, una de las que más sufrió los embates de los saqueadores.
A la cadena se sumó también un grupo de mototaxistas que trabajan en esa cuadra. Uno de ellos tomó la vocería y según Aguirre, le gritaba a los saqueadores que dejaran las cosas en su lugar porque “robar es robar” y le dijo al único vigilante de la tienda que “no estaba solo”.
Así, la cadena no sólo logró evitar que más gente se siguiera metiendo a las tiendas a robar lo que quedaba sino que pudieron recuperar algunos de los electrodomésticos que se estaban llevando los ladrones.
“La presencia del padre fue la que calmó a los asaltantes. Les decía que no se metieran, que reflexionaran. Otros no pudieron entrar porque ya llegó más gente”, le dijo a La Silla Pacífico Narcilo Rosero, uno de los miembros del Comité que estuvo con el padre Reina esa noche.
Justo al tiempo, por redes sociales y por whatsapp, el mensaje del obispo Héctor Epalza que pedía a los bonavenreses no dejarse “provocar por las fuerzas del orden del Estado” y “no responder con violencia” se “regó como pólvora”, según contó un periodista de Buenaventura.
El obispo, además, le hizo un llamado al Gobierno para que el Esmad acabara con “la ofensiva” al pueblo de Buenaventura y respetara la vida. “Merecemos un mejor trato”, dijo.
El mensaje caló y la calma volvió a Buenaventura esa misma noche.
Al día siguiente, al menos 40 mil personas volvieron a las calles vestidos de blanco para demostrar que el paro seguía vivo. Ya se había terminado el toque de queda que decretó el alcalde de Buenaventura Eliécer Arboleda la noche anterior y que prohibió de 6 de la tarde a 6 de la mañana cualquier manifestación en las calles.
Las movilizaciones pacíficas siguieron ayer y también fueron respaldadas por la Iglesia.
Además, hoy el padre Jhon Reina volvió a pronunciarse con un mensaje que también se está difundiendo en redes para pedir que mañana desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, los comerciantes de Buenaventura abran sus locales para que la gente pueda salir a comprar víveres para abastecerse y así, “poder seguir resistiendo en este paro cívico indefinido”.
“Invitamos a que haya un pacto de amigos, un pacto de honor, una invitación que hace el comité central a toda la comunidad. Que abrimos a las 6 pero a las 6 volvemos a cerrar todo, absolutamente todo, porque reanudamos las actividades el día miércoles en la mañana”, dijo.
“Esa es la diferencia entre legalidad y legitimidad”, dice el profesor de la Universidad del Valle, Mauricio Iragorri, que conoce a fondo la situación de Buenaventura desde que fue personero delegado para los derechos humanos. “Formalmente, la Iglesia no lidera el paro pero le da legitimidad. Moralmente, su presencia es un espaldarazo al pueblo para que luche por defender sus derechos”, dice.
Todo indica que la gente va a cumplir este nuevo llamado lo que vuelve a probar la importancia de la presencia de la Iglesia en el paro. Algo que reconocen los miembros del comité Cívico.
“La iglesia, sobre todo el Obispo y el padre Jhon Reina, han tenido un papel preponderante en el paro. Su presencia ha aglutinado mucha gente y le ha dado confianza a la movilización, tanto al interior del Comité como la que se refleja hacia fuera”, le dijo a La Silla Narcilo Rosero.
La Iglesia se ha ganado esa legitimidad a pulso. Fue la primera institución, en cabeza también de Monseñor Epalza, que se atrevió a denunciar la existencia de casas de pique en el Puerto cuando la mayoría de la población callaba por miedo y a demandar la presencia del Estado en Buenaventura y protestar contra el abandono generalizado que padece la ciudad a pesar de ser la casa del principal puerto comercial del país sobre el Pacífico.
Ese mismo “atrevimiento” lo demostró no sólo la Diócesis de Buenaventura sino las principales iglesias del Pacífico en la campaña del plebiscito el año pasado.
En ese momento, tanto la Diócesis de Quibdó como la de Buenaventura y la de Tumaco, además de la Arquidiócesis de Cali, desafiaron la “neutralidad” de la cúpula eclesiástica en Bogotá y emitieron comunicados y mensajes públicos en los que llamaron a sus feligreses a votar por el Sí.
Precisamente porque estos curas sí se la juegan por lo que creen, la gente del Pacífico cree en ellos. Hoy más que nunca.