La pedagogía en Conejo siembra esperanza y dudas

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Folletos como estos les han sido entregados a los habitantes de Pondores por parte de guerrilleros de las Farc que andan de civil por la zona. (Foto: Antonio Canchila García)

Seguimos nuestro especial de crónicas desde los sitios de concentración en donde las Farc dejarán las armas. En el sur de La Guajira los pobladores creen en el proceso, pero tiene dudas y desconocimiento sobre lo que pasará.

“Nuestro objetivo sigue siendo la toma del poder para el pueblo. Nuestro sueño es la paz con justicia social para Colombia”.

Este es uno de los mensajes que, a través de folletos de pedagogía de paz repartidos este año, la Farc ha hecho en Pondores, la vereda del sur La Guajira en la que quedará uno de los seis campamentos donde esa guerrilla dejará las armas.

Lo que en realidad quieren esos pobladores es que les garanticen que no se va a repetir su historia de violencia y que les cuenten lo que va a pasar en su tierra porque la poca pedagogía, por ahora, la han hecho las Farc y los tiene con esperanza y dudas. 

 

Ese poblado es jurisdicción del municipio de Fonseca y de Conejo, el corregimiento que se hizo nacionalmente famoso desde el pasado febrero cuando las Farc hicieron allí pedagogía del proceso en armas. Está a quince minutos en carro desde el casco urbano fonsequero, tierra de cantores, como dice la canción.

Pero además de cantos, quienes habitan esos terrenos vivieron dos décadas de zozobra por las balas de la guerrilla, primero, y los paramilitares, después, que los volvieron víctimas de extorsiones, asesinatos, tomas, secuestros y otros horrores.

Con el Acuerdo Final alcanzado entre la guerrilla y el Gobierno, los habitantes de esta zonan están recuperaron la esperanza de vivir tranquilos y creen en el proceso de paz, pero tienen sus dudas.

Dudas y temores de lo que viene

Tal y como pasa en muchas otras veredas que serán sitios de concentración, en Pondores no tienen claro cómo será el aterrizaje de lo pactado y si de verdad esto les traerá tantos beneficios como les han contado algunos guerrilleros que, ya de civil, sin armas y con folletos en mano, han llegado a sus casas a contarles “las bondades” del campamento en esas tierras.

“Con los acuerdos se recogen los frutos de 52 años de lucha del pueblo colombiano y de resistencia armada (...) ganan los jóvenes planes para ingresar a la educación y al deporte. Tendrán la opción de ser profesionales y no cadáveres o lisiados de una guerra que beneficia a la clase oligárquica”, dice uno de los folletos farianos que muestra Eleida Urrutia, una ama de casa de la vereda, cuando se le pregunta por la pedagogía que le han hecho sobre los acuerdos. Se lo entregó un guerrillero de los que bajan por esa zona a hacer compras al corregimiento de Conejo.

Sin embargo, los habitantes de Pondores reclaman que sea el Estado el que, a través de la Alcaldía, la Personería o la misma oficina del Alto Comisionado de paz, les cuente lo que viene para esa zona con la ubicación del campamento guerrillero. Hasta la fecha no lo han hecho, según dicen.

Su mayor temor: “Que cuando todo esto pase (los 180 días que debe durar el campamento) vuelvan los paras y lo tengan a uno como guerrillero y ahí sí no haya quien nos defienda”, como nos lo contó un líder veredal que no citamos por su seguridad.

Es tal la falta de información y las imprecisiones que les han llegado a los campesinos que creen, por ejemplo, que los guerrilleros podrán andar por toda esta zona cuando quieran sin ningún control.

Ninguna de las personas con las que hablamos en Pondores ni en Conejo ni en el mismo municipio de Fonseca tenía claro, por ejemplo, que sólo diez guerrilleros serán los autorizados para salir de la vereda a hacer diligencias que tengan que ver con la dejación de las armas o la pedagogía de paz, como quedó acordado entre Gobierno y Farc.

Esto les será explicado a los parceleros de Pondores en las próximas semanas, cuando ya quede definido el punto exacto donde se ubicará el campamento, que, si es en algunas de las fincas, el Gobierno Nacional deberá acordar con sus dueños el arrendamiento de la misma durante los seis meses que durará el campamento, según nos contaron desde la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

Que la guerrilla quiera quedarse con sus tierras es otro de los temores que tienen los campesinos. “¿Y si esa gente se enamora de estas tierras y deciden que más bien se van a quedar aquí y empiezan a molestar con que le gustan nuestros animales o que quieren comprar la finca?. A eso es a lo que le tenemos miedo y lo que queremos es que el Estado nos garantice que no va a ser así”, señaló uno de los moradores de Pondores.

Esa vereda cuenta con una escuela de tres aulas donde reciben clases de primaria los niños del área. No hay puesto de salud y aún cocinan en leña. La energía con la que cuentan no es de Fonseca si no del vecino municipio de San Juan del Cesar. Esas regulares condiciones se suman a la sequía y al olvido que a ratos los golpea y hace sentir a los campesinos que habitan esas tierras como unos colombianos de segunda.

El que es considerado por los pobadores de Pondores como el último enfrentamiento entre la guerrilla y el Ejército ocurrió el 24 de diciembre del año 2010.  Olegario Serrano, un campesino que lleva más de dos décadas en esta zona, recuerda que ya empezaba la parranda de Navidad en su parcela, cuando quedaron en medio del fuego cruzado. El tiroteo y el estallido de granadas los obligó a tirarse “de barriga en el piso” para evitar que una de las balas los alcanzara. Momentos como ese son las que no quieren repetir.

Ahora, desde hace seis meses, los guerrilleros transitan por la vereda de civil y sin armas, lo que ha llevado a los moradores a perder el temor.

Ya hasta alias Silfredo, “un paisa de menos de 40 años”, como nos lo describió un finquero, quien comanda a los miembros del frente 59 que operan actualmente en la zona, pasa por las fincas y conversa con los campesinos.

“Si usted hubiera venido ayer se lo encuentra. Él bajó con tres compañeros más. Ahora andan en unas motos y siempre son amables con uno”, me contó un campesino que pasaba por la finca El Ceibal, donde el pasado 9 de agosto se dio la reunión para verificar la zona. Hasta allí llegó una comisión de miembros de la ONU, la oficina del Alto Comisionado para la paz y guerrilleros de las Farc. En contraste con esa zozobra que viven en Pondores, los vecinos de Conejo están más convencidos del proceso de paz.

 

El convencimiento de Conejo

A diferencia de las dudas que tienen en Pondores sobre el proceso de paz y la llegada de un campamento de las Farc a esa vereda, a unos cinco minutos por vía destapada, en el corregimiento de Conejo (al cual pertenece esa vereda) es generalizado el sentimiento de convicción de que los acuerdos se convertirán en una nueva oportunidad para el desarrollo de la región.

Conejo es el más grande de los tres corregimientos de Fonseca, con una población superior a los tres mil habitantes y se ubica a 14 kilómetros del casco urbano. Cuenta con un parque, la iglesia, un puesto de salud y un colegio. Hasta el pasado mes de febrero era totalmente desconocido en el país. El 18 de ese mes las Farc lo hicieron famoso porque hasta ahí llegaron guerrilleros armados a hablar de paz en compañía de los jefes Iván Márquez, Joaquín Gómez (que es guajiro) y Jesús Santrich.

Los conejeros no se asombraron con el evento de ese día porque ya están acostumbrados a ver transitar por la zona a guerrilleros armados y vestidos de camuflado. No porque sean auspiciadores de ese grupo armado, sino más bien porque les tocó adaptarse a tenerlos como vecinos.

Y es que a pesar de la angustia que causaba saber que las Farc estaban en esa zona, a los conejeros lo que más los llenó de miedo fue la llegada, a finales de los 90, de los paramilitares.

“Yo prefería encontrarme mil veces con un guerrillero, que una vez con un paramilitar”, nos contó un campesino de Conejo que todavía recuerda como si fuera ayer un día del año 2001 en que los paras los citaron a todos al parque y después de intimidarlos y amenazarlos se llevaron a cinco pobladores: asesinaron a dos y a los otros tres los liberaron después de unos días. Todo bajo la excusa de que eran colaboradores de las Farc.

Precisamente esos choques frecuentes con ese grupo y los enfrentamientos entre guerrilla y paras y guerrilla y Ejército hicieron ir a varios conejeros, al punto que algunas calles del pueblo quedaron desoladas.

Hoy el panorama es otro. Las calles del pueblo, buena parte de ellas pavimentadas, recobran vida y sus habitantes están convencidos de que en todo esto los ganadores serán ellos. Si las Farc dejan de ser un grupo armado, por ejemplo, aquí  dejarán de ser estigmatizados como “el pueblo amigo de la guerrilla” y además esperan que el Estado sepa compensar los años que llevan padeciendo con con los alzados en armas.

Yasmira Urbina, una amada de casa de ese corregimiento, lo visualiza así: “Esto tiene que traernos desarrollo, más ofertas para trabajar, mejores servicios públicos y más educación para nuestros hijos. Yo anoche cuando vi lo de la firma de la paz en Cuba hasta lloré de la emoción de saber que eso significa un respiro de tranquilidad para nosotros”.

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