Toribío, el pueblo indígena más golpeado por las Farc en el Cauca, desde ya está preparado para acoger a los miembros de la comunidad que se fueron a la guerra.
“A Toribío no van a llegar guerrilleros, van a volver indígenas”
Toribío fue el pueblo que más veces se tomó las Farc y donde más reclutó jóvenes y ni?os para sus filas. Foto: Tatiana Vila de Kinorama, tomada de la página web del Centro de Memoria Histórica.
Toribío, el pueblo del norte del Cauca que más veces se tomó las Farc, ya está listo para recibir a los ex guerrilleros que se van a desmovilizar. Los indígenas Nasa llevan siete años haciendo un cambio de “chip” que otros pueblos de Colombia apenas están pensando. Los indígenas ya tienen un plan para acoger a por lo menos 400 que, según sus cuentas, volverán al resguardo con el Acuerdo de Paz.
El cambio de "chip"
Lo primero que tuvieron que hacer los Nasa fue cambiar su forma de pensar sobre los combatientes. Hace siete años, si un miembro de la comunidad se metía en la guerrilla lo castigaban con el destierro.
“No nos pregunten cómo estamos preparados para el regreso de excombatientes, porque aquí no van a llegar guerrilleros, van a volver indígenas”, dice Esnéider Gómez, consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin).
Con esto quiere dar a entender que a pesar de que se fueron para las Farc, los guerrilleros nunca dejaron de ser Nasa, una identidad más profunda que la ideología de la guerra.
Llegar a esta idea no fue fácil. Poco a poco las autoridades fueron entendiendo las razones que llevaban a los muchachos a la guerra, como el abandono estatal, la falta de oportunidades y las mismas presiones de las Farc. Así moderaron su mirada hacia los combatientes.
“Fue duro, pero lograron entender que los niños, sea como se fueran, siempre se los llevaban forzados, y que las Farc llenaba vacíos en su vida”, explicó una funcionaria humanitaria que asesora a la comunidad en reclutamiento forzado.
El plan de regreso
Hace seis años, los Nasa del norte del Cauca se inventaron el programa “El camino de regreso a casa”, uno para adultos y otro para niños, un proyecto que para ellos fue un éxito, pues en medio de la guerra lograron rescatar a 58 menores de edad de las filas de las Farc.
El programa les exigía terminar sus estudios, les brindaba acompañamiento psicológico y espiritual y la aspiración era que terminaran trabajando en los proyectos productivos de Toribío.
La iniciativa para adultos se fue deteriorando con los años por la falta de dinero y sobre todo por las amenazas contra los que participaron en ella, pero siguió en el escritorio de la Acin.
Esta semana, las autoridades indígenas lo desempolvaron y ahora lo están releyendo a la luz de la implementación de los acuerdos.
El renovado "Regreso a casa" estará en construcción durante el año y ahora los indígenas contarán con el apoyo de la ong Consejo Noruego para los Refugiados y la plata saldrá de la Unión Europea.
Hasta ahora están contrastando el programa con el Plan de Vida, un acuerdo que los cabildos indígenas de la Acin terminaron el año pasado y que une su cosmovisión con los proyectos para el desarrollo de la comunidad en los próximos 50 años.
Con eso sabrán cuáles son las nuevas necesidades, los que el primer plan no cubrió, y los temas peliagudos que trae el Acuerdo de Paz, como la discusión sobre la jurisdicción indígena versus la jurisdicción especial para la paz.
El proyecto tomará dos años, casi lo mismo que la primera fase de la entrega de armas e implementación de los acuerdos.
El plan de los indígenas es pionero en su tipo y un modelo para los otros municipios porque, además, se ajusta a lo que la Agencia para la Reintegración recomienda que debe tener un programa para que un ex guerrillero se quede en un lugar: que tenga familia (el componente más importante), que haya posibilidades de empleo y que la comunidad los acoja sin rechazo.
Toribío cumple el primer punto. El pueblo le aportó muchos comuneros al conflicto y algunos, entre milicianos y combatientes, aunque estaban en las Farc nunca se fueron del territorio. “Ellos todavía visitan su familia y tienen sus parcelas. Ellos están aquí”, afirma Gómez, el consejero de la Acin.
Insiste en que algunos milicianos ni quiera pasarán por la zona campamentaria, que está a dos horas de camino en el municipio vecino de Miranda. “Tal vez simplemente están esperando a que se acabe el proceso y como no hicieron nada grave, van a quedarse sanos”, dice el consejero.
Pero hay otros que sí viajarán a las zonas de concentración, entregarán las armas y luego subirán de nuevo a las montañas de Toribío a recuperar su vida. “Y ahí tendrán que decidir”, dice Gómez, “porque aquí deberán unirse al plan de vida Nasa”, dice con contundencia el líder.
Para el segundo punto, los Nasa también se están preparando. La mayoría de cabildos viven de la agricultura y recientemente están haciendo realidad un modelo económico que va en contravía de la tradicional venta del producto a los intermediarios. “La idea es que dejemos de ser esclavos de los compradores”, cuenta el exalcalde de Toribío y miembro de la Acin, Ezequiel Vitonás.
Los indígenas le metieron el diente al emprendimiento y ahora tienen la comercializadora de trucha Juan Tama, que vende el pescado en el Cauca y Valle. La embotelladora de agua y de jugos naturales Fxize (frío en Nasa), que tiene una planta que procesa la mora y el lulo que los mismos indígenas siembran. Está la empresa de lácteos Nasalac y la tostadora de café Kwexcafé.
Además, ha despegado la exportación de gulupa, una especie de granadilla silvestre y dulce, que llevan tres años vendiendo en Alemania y Suiza.
Según Yimer Peteche, director de la Umata de Toribío, el año pasado la gulupa alcanzó 500 millones de pesos en exportaciones.
“Aquí hay mucho para hacer si se acogen”, dice Vitonás, pues los Nasa piensan hacer ellos mismos el concentrado para los peces, meterse con la exportación de pitaya, aguacate y la shasha inchi, una semilla que da un aceite medicinal.
El punto de que la comunidad los acoja es quizá el más difícil. Pues para ser aceptados, los desmovilizados deben reencontrarse con la espiritualidad Nasa. Para eso tendrán que pasar por rituales, pues cuando se fueron a la guerra se “desarmonizaron”.
En las Farc, el indígena rompió su lazo con la tierra, su familia y su gente, y solo un mayor, un médico tradicional de la comunidad, puede recuperar este vínculo.
“El mayor le hace unas pulsaciones, revisa su energía y luego le receta un ritual para recuperar el equilibrio”, explica el consejero de la Acin. En la mayoría de casos, el desmovilizado hace una larga caminata entre montañas con el médico tradicional y al final se sumerge en una laguna sagrada. Así, después de limpiarse la guerra, “queda listo para volver a soñar y unirse al plan”, dice Gómez.
Lo que no les quita el agua y ni los rituales son los recuerdos. Para eso, la Acin plantea un apoyo con psicólogos y trabajadores sociales, pues algunos se fueron para las Farc por peleas con sus padres. También los persigue “lo que hicieron o vieron en la guerra”, cuenta el ex alcalde Vitonás.
Los retos
Los Nasa invitan a los excombatientes a participar del Plan de Vida, pero también aceptan que la integración no será fácil, especialmente por la justicia indígena.
El gobierno propio, las sanciones y los castigos que imponen las autoridades a sus comuneros han sido un punto de discordia entre los Nasa y las Farc.
No más el año pasado, la guardia indígena tuvo que restringir los horarios para transitar por los cabildos del municipio por las amenazas que recibió todo el resguardo después de juzgar a cinco indígenas guerrilleros por el homicidio de tres miembros de la comunidad.
“Eso lo tenemos que pensar, porque hay muchos dilemas. Nosotros no los vamos a juzgar por ser guerrilleros, pero queda pendiente lo que ellos como indígenas hicieron contra sus iguales. En eso tenemos una discusión volátil sin definir”, reconoció el consejero de la Acin.
Mientras discuten la jurisdicción indígena, también están poniendo en la mesa el tema político. Como explica Gómez, “ellos tienen una idea de revolución, ahora tendrán que conversarla con nuestra idea de revolución de identidad, que es ser indígena y ser diferente”.
Algunos excombatientes traen propuestas desde la ideología de las Farc, como fortalecer la economía campesina y fomentar una reforma agraria, además de las aspiraciones políticas que les recomiende el Secretariado.
Para las autoridades indígenas algunas ideas no riñen con el proyecto Nasa, pero tendrán que ser conversadas pues: “no queremos que vengan a sabotear nuestro trabajo político”, dice el consejero.
A las autoridades aún les molesta la campaña de desprestigio que las Farc hizo contra la soberanía y la política de los Nasa, sobre todo cuando reclutaban nuevos combatientes. Creen que todavía es un obstáculo para que los desmovilizados se acojan a las leyes del Cabildo.
“Los que han regresado se destacan por ser muy disciplinados y en eso aportan mucho al trabajo colectivo. Sin embargo, son rebeldes con nuestra autoridad y eso sigue siendo un problema”, cuenta Vitonás.
Como lo pintan los líderes, el camino para volver a ser indígenas no será fácil, pero el reto de recorrerlo les traerá otra oportunidad para soñar.