“La transición que exige el cambio climático es una oportunidad a un futuro de bienestar”

“La transición que exige el cambio climático es una oportunidad a un futuro de bienestar”

Ilustración: Fiorella Ferroni

No hay ningún factor que vaya a tener tanto impacto en el futuro como la crisis climática que vive el mundo por el calentamiento global.

En nuestro nuevo episodio del podcast “El Futuro del Futuro”, patrocinado por Sura, hablamos con Isabel Cavelier, cofundadora y directora de Transforma, un centro de pensamiento y acción que promueve estrategias para el desarrollo sostenible y la mitigación del cambio climático.

Desde el 2011, Cavelier viene trabajando en temas ambientales. Fue asesora para asuntos ambientales en el Ministerio de Relaciones Exteriores; líder en la Asociación Independiente de Latinoamérica y el Caribe, alianza que agrupa a ocho países de la región en materia de cambio climático; y actualmente es asesora senior de Mission 2020, un proyecto que busca atender el impacto del desarrollo global en el cambio climático y así proteger a los más afectados por este fenómeno.

Esta es la entrevista editada para mayor claridad. Si lo prefieren oír, aquí pueden escuchar la conversación. Los invitamos a suscribirse al podcast.

Podcast

5. La transición que exige el cambio climático es una oportunidad

L.S.V. La Silla Vacía

I.C. Isabel Cavelier

L.S.V. Haciendo este podcast nos hemos dado cuenta de que todo en el futuro tiene que ver con el cambio climático. ¿Por qué es eso?

I. C. Efectivamente es así porque el cambio climático está en la base de nuestras economías, sociedades y medio ambiente.

Migrar es un riesgo y eso es lo que hace el buen emprendedor: toma riesgos más y más grandes.

¿Por qué de la economía? Porque todos los sectores de la economía dependen fundamentalmente de la disponibilidad de recursos naturales, que está amenazada por los cambios en la atmósfera, en particular la variabilidad climática y el cambio climático en el largo plazo.

Segundo, porque la mayoría de sectores de la economía, y en particular los sectores que tienen grandes impactos en la producción, dependen de combustibles fósiles, que son la principal causa del cambio climático. Entonces la transición para evitar el cambio climático impactará a los sectores de la economía de forma muy profunda.

En términos sociales, si la economía tiene que cambiar de forma tan acelerada, el impacto en la sociedad va a ser muy profundo.

Si no cambia la economía de forma acelerada para evitar el cambio climático, los impactos en los ecosistemas van a tener directa correlación en grandes cambios para la sociedad: grandes migraciones, grandes desastres relacionados a eventos hidrometeorológicos, grandes cambios de los patrones de cómo hacemos nuestra vida en el día a día.

Y por supuesto, en términos ecológicos, pues toda la estabilidad planetaria está en cuestión, en función de si cambia o no cambia mucho el clima en el futuro.

Básicamente esa es la razón.

L.S.V. Los pronósticos de lo que puede suceder si no cambiamos la senda de desarrollo van desde lo catastrófico hasta el negacionismo. Realmente, ¿qué dice la ciencia que puede pasar en diez años?

I. C. Estamos a punto de ver la última publicación del IPCC, que es el órgano intergubernamental dedicado a la ciencia del cambio climático, y realmente es la autoridad global científica. Ellos cada cierto tiempo publican nuevos reportes sobre el estado de la ciencia, y justo en agosto se va a publicar el reporte del grupo de trabajo número uno, que es sobre el estado de la ciencia climática. 

Lo que sabemos hasta el momento es que ya hemos aumentado la temperatura de nuestro planeta respecto de lo que fue la temperatura estable durante todo el Holoceno; o sea, 10 mil años, toda la civilización que conocemos, hasta el punto de quiebre que fue la Revolución Industrial, cuando empezamos a usar combustibles fósiles de manera sistemática en toda la economía. 

Desde ese punto hasta hoy ya hemos aumentado cerca de 1.1 grados centígrados —casi 1.2 grados— la temperatura promedio global. Eso ya lo sabíamos. Eso no es nuevo. Ahora la ciencia está dándonos nuevos modelos que nos dan más precisión sobre eso. 

También más precisión sobre los impactos que tiene eso, y lo que sabemos, además, es que estamos aproximándonos de forma muy peligrosa a superar el umbral que la ciencia ha dicho que es realmente catastrófico, y es que supere el 1.5 grados centígrados de aumento de temperatura.

L.S.V. ¿Catastrófico por qué?

I. C. La gente se pregunta “pues si yo estoy aquí en Bogotá y hace un grado más, pues rico, hace más calorcito”. Pero eso no es realmente lo que va a pasar.

Cuando la temperatura global promedio aumenta en más de 1.5 grados centígrados, los impactos en los sistemas planetarios hacen que se desencadenen efectos de retroalimentación negativa. 

Un ejemplo es que va a generarse ya, sin retorno, el descongelamiento de las capas de hielo que cubren Groenlandia y la capa occidental de la Antártida. 

Otro es que se va a descongelar el permafrost, que es el suelo congelado en toda Siberia, que captura grandes cantidades de gas metano y que tiene muchísimo más potencial de aumento de temperatura que el CO2. Es como si, de repente, el propio calentamiento que creamos se auto amplía muchísimo más. 

La sabanización de la selva amazónica, que lo trae más a casa, también es un efecto de superar ese umbral. También la pérdida absoluta y definitiva de todos los arrecifes de coral, con los impactos que eso tiene. 

Entonces, los impactos son supremamente graves. Lo que hay que entender es que estos impactos son cosas que se van desencadenando en el tiempo, y porque no las veamos ocurrir de un día para otro, no quiere decir que no van a ocurrir, o que van a ocurrir en un futuro distante. 

Estamos hablando de las próximas décadas. Incluso, ya lo estamos viendo hoy en día. 

L.S.V. Los huracanes, por ejemplo.

I. C. Pues el edificio que se cayó en Miami, para no ir más lejos. Ya han mostrado cómo en Miami al año está subiendo el nivel del mar nueve milímetros, y posiblemente tuvo que ver con la socavación de las bases del edificio que generó su colapso. 

Por supuesto, siempre va haber teorías. Siempre va haber unos que digan “no, pero no es sólo eso''. Pero si uno se pone a ver los patrones de manera sistemática, ya está más que claro que está relacionado con ese cambio en la atmósfera. 

L.S.V. ¿Esa superación del umbral catastrófico pasaría en los próximos diez años, o cuándo? 

I. C. Justo ese es el debate que hay ahora en la ciencia. 

Hay una corriente de científicos que dice que es muy probable que superemos ese umbral pronto, posiblemente en el 2026. Hay otros que dicen que no es tan probable que sea en el 2026, y que seguramente ocurra entre acá y el 2050. 

Es una cuestión de probabilidades, nadie va a decir exactamente la fecha. Está el debate de que tenemos el 50 por ciento de chance de superarlo, o el 42 por ciento de chance, o el 60 por ciento de chance. 

Pero cuando uno lo ve en términos más sencillos, lo que estamos diciendo es algo como lo siguiente: si usted se va a montar a un avión y le dicen que tiene el 50 por ciento de chance de que ese avión se caiga, ¿se monta? Se baja inmediatamente.  

Eso es lo que nos estamos jugando. Ya estamos en ese punto. Tenemos más o menos el 50 por ciento de posibilidades de lograrlo, o de no lograrlo. Y que lo logremos, depende realmente de que tomemos decisiones hoy. No dentro de cinco gobiernos, sino de inmediato. 

L.S.V. ¿Qué en diez años no haya retorno significa que habrá más huracanes, que se inundarán algunas ciudades? ¿O realmente la vida no se va parecer en nada a la que vivimos hoy si no echamos reversa desde ya?

I. C. Hay varias discusiones respecto de la respuesta a esta pregunta. 

Hoy en día la ciencia habla bastante de un concepto que se llama en inglés el “overshoot scenario”.  Es el escenario en el que superamos por unos años ese umbral, y luego logramos “secuestrar carbono” de la atmósfera, o sea, absorberlo para volver a bajar los niveles de concentración de gases en la atmósfera y volver a bajar la temperatura promedio global. O sea, que haríamos una especie de curva en la que llegamos a un pico y lo volvemos a bajar. 

Entonces, muchos están diciendo “bueno, que superemos el umbral de 1.5 grados un año, dos años, unos años, no quiere decir que ya lo perdimos para siempre”. Sin embargo, hay otros que sí están muy alarmados, y están diciendo que si lo superamos se desencadenarán esos efectos en cadena de ciclos de retroalimentación negativa que harán que vaya a ser imposible retornar. 

Yo creo que no es ni lo uno ni lo otro. Es algún lugar intermedio. Hay ciertas cosas que definitivamente van a pasar. Por ejemplo, ya sabemos que los corales muy probablemente no van a sobrevivir. 

L.S.V. ¿Y qué pasa si no sobreviven?

I. C. Hay una inmensa cantidad de la población mundial que consume fauna marina que depende de los corales, eso es un ejemplo. Pero también los corales tienen funciones reguladoras de ecosistemas. 

Voy a poner un ejemplo más sencillo. Pensemos en las barreras de coral que impiden que los huracanes destruyan por completo la civilización. 

Supongamos un ejemplo apocalíptico. Si efectivamente se derriten del todo las capas de hielo que cubren Groenlandia y el occidente de la Antártida, el nivel del mar durante los próximos 100 años aumentará 13 metros. 

Obviamente, eso no va a ocurrir de aquí a mañana, pero sí durante las próximas décadas. 

Lo mismo pasa con la sabanización de la selva amazónica. La selva amazónica tiene una función de regulación hídrica, no solamente para sí misma, sino para todo el continente. Para explicarlo en términos más sencillos, la selva crea su propia humedad y tiene un punto en el que si ya no hay suficiente vegetación, no habrá suficiente humedad por la deforestación, y se secará a sí misma. 

Básicamente, perdemos el régimen de lluvias que define gran parte de la productividad agrícola de Colombia. 

El problema es que es muy difícil decir en qué año llegaremos al punto de no retorno, y los científicos climáticos son muy claros en eso. 

Muchas veces sólo nos damos cuenta cuando ya superamos los umbrales mirando hacia atrás. Y por eso llevamos muchos años hablando del principio de precaución. Eso está en los tratados de la ONU desde el año 72, porque no nos podemos dar el lujo de decir que ya me monté al avión y que, por cierto, tenía el 50 por ciento de probabilidad de caerse, mientras se cae. No podemos dejarnos llegar allá. 

L.S.V. ¿Estamos haciendo lo suficiente para evitar llegar a ese punto?

I. C. No estamos haciendo lo suficiente. Eso sí está claro. 

Sí ha habido compromisos importantes, y cambios importantes que hay que resaltar. Que Colombia se haya comprometido a reducir sus emisiones a la mitad en diez años es muy importante, porque es lo que está pidiendo la ciencia. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. 

Una cosa es decir que lo vamos a hacer, y otra cosa es, al mismo tiempo, a las tres semanas, aprobar una ley de transición energética que da incentivos a combustibles fósiles. Eso es seguir incentivando, es contemplar la idea de que vamos a depender del carbón, por ejemplo. Es seguir invirtiendo recursos de nuestra empresa pública Ecopetrol, en aumentar las reservas de petróleo. Son recursos que no deberíamos poder usar, realmente. 

Entonces no estamos haciendo lo suficiente ni en términos de política pública, ni en términos de cambio de la sociedad en general. 

Yo creo que hay señales políticas grandes que han ocurrido en estos últimos meses que son bien importantes. Que Joe Biden tenga un discurso súper claro a propósito de no superar el umbral de 1.5 grados, cambia el partido. Que China haya dicho que se comprometió a llegar a un pico antes del 2030 dice mucho. 

L.S.V. ¿China ya entendió que el cambio climático también tiene que ver con ellos? 

I. C. Sí y no, porque del dicho al hecho hay mucho trecho. China políticamente está ahí, y a la misma vez, por el otro lado con el codo, no ha cancelado su apoyo al carbón. Su economía sigue siendo carbono intensiva, depende del carbón como combustible fósil, que es el más contaminante de todos. 

No estamos haciendo lo suficiente. Todos tenemos que hacer más. Y eso hay que verlo como una especie de fractal. Uno tiene que reducir las emisiones a la mitad en su vida personal, en su casa, en su empresa, en su municipio, en su ciudad, en su país. 

L.S.V. ¿Y uno como cómo lo hace en la casa? Porque la impresión es que lo que uno haga es insignificante frente a las grandes empresas extractivas. 

I. C. Lo es, pero no quiere decir que sea innecesario. Todos los niveles van a ser necesarios. 

L.S.V. ¿Qué puede hacer uno en la casa para reducir la huella de carbono? 

I. C. En el día a día uno puede, por ejemplo, cambiar métodos de transporte, que son los principales focos de emisión. Pero lo principal es cambiar de dieta. 

Vamos a tener que cambiar hacia una dieta basada cada vez más en plantas, que en productos animales. Gran parte de las emisiones, de hecho la mayoría en Colombia, están vinculadas al uso del suelo y a la agricultura, en particular la parte pecuaria por la deforestación, pero también por las emisiones bovinas. 

El ganado es una enorme amenaza al cambio climático, junto con el petróleo, el gas y el carbón. 

Hay infinidad de páginas web que buscan ayudar a la gente a reducir su huella de carbono. Y eso es importante. Pero eso solo no va a cambiar las cosas. Necesitamos también gobernantes que les va a tocar tomar decisiones que parecerían ser impopulares a veces. 

El dilema principal aquí es que parecería que se está sacrificando el corto plazo por un largo plazo. Están diciendo “voy a recibir menos dinero en el corto plazo”. Por ejemplo, el tema de Ecopetrol es un tema buenísimo, se centra en nuestra economía completa. Cuando se cae el precio del petróleo, la economía colombiana entra en caos. 

Pero se debe pensar la transición de Ecopetrol desde ya. No esperar diez años cuando ya ni siquiera sea viable que exista nada así, sino que pensemos una transición ordenada. Yo creo que ese es el quid pro quo del asunto, largo plazo contra corto plazo. 

L.S.V. ¿No hay una forma sostenible, por ejemplo, de explotar el petróleo que no afecte al cambio climático? 

I. C. Realmente la energía fósil no se puede utilizar. Hay todo tipo de intentos científicos, impulsados por grandes productores petroleros, para decir que sí se puede utilizar. Por ejemplo en Arabia Saudita hablan de la economía del ciclo del carbono. Están impulsando mecanismos para lo que ellos llaman la captura, uso y almacenamiento del carbono. 

Ninguna de esas tecnologías todavía ha sido probada a escala, ni tampoco cierra financieramente todavía. Entonces esperar a que surja un milagro tecnológico que nos vaya ayudar a absorber lo suficiente, es lo mismo que jugar a la ruleta rusa con dos balas y dos huecos: da lo mismo, no nos garantiza nada. 

La verdad es que no hay una manera de mantener el nivel de emisiones que tenemos y mantenernos en un futuro seguro. 

L.S.V. Si cumpliéramos esta meta que propuso el presidente Duque de reducir en un 50 por ciento nuestras emisiones, ¿Cómo se imagina a Colombia en diez años? 

I. C. La verdad es que es una imaginación preciosísima, porque realmente la transición es la oportunidad a un futuro de bienestar. 

Por ejemplo, me imagino cosas muy prácticas: ciudades con el aire mucho más limpio porque hemos avanzado significativamente en la electrificación de nuestro transporte, no sólo de pasajeros sino también de carga. 

Me imagino bosques preciosos, porque logramos revertir la deforestación en Colombia. Eso sería un día de alegría absoluta, porque es nuestro principal motor de bienestar ecológico y social en nuestra naturaleza. 

Me imagino una naturaleza que florece. Me imagino una sociedad con trabajos en cosas muy agradables, no sacando carbón de un hueco. Ojalá pudiéramos dar oportunidades de transición justa a toda la gente que depende de esos sectores, que es mucha en Colombia, y no les vamos a decir ‘mañana se quedan sin trabajo porque su sector no es viable’. No. Que les digamos que dejan de trabajar ahí, pero pasan a trabajar en un sector verde, pero también digno.

Y me imagino a mí y a nuestros hijos pensando en un futuro más próspero. 

L.S.V. ¿Cuál es el sacrificio para llegar a ese mundo idílico? Porque si fuese tan fácil todos los países se meterían en esa senda. 

I. C. Muchos se están metiendo. No va a ser fácil, sobre todo porque la gente sigue creyendo que es un sacrificio. Un sacrificio del corto plazo, un sacrificio de que ahora me va a costar más. 

Lo que hay que pensar es que parece que nos cuesta más respecto de la alternativa presente, pero nos cuesta muchísimo menos respecto de lo que nos va a costar en el futuro no haberlo hecho hoy. 

Y eso es lo que a uno se le olvida y es muy fácil no poner en la balanza eso. Si yo soy un gobierno donde la gente está con problemas de hambre, con problemas muy palpables, yo lo primero que quiero es resolver ese problema ya, no el hambre del 2050. 

Pero lo que sí toca acordarnos es que aunque nos va a costar un poco más del bolsillo de hoy, eso nos va a pedir un costo impensable del hambre del 2030, 40 o 50. Un costo que puede ser insuperable. Varias aseguradoras han dicho que un mundo de más de 1.5 grados es inasegurable, por ejemplo.

L.S.V. La crisis climática supone una cantidad de riesgos y costos para hacer esa transición. ¿Hay alguna forma en que Colombia pueda beneficiarse por este proceso?

I. C. Yo pienso que sí. Y también tenemos que ser realistas. Colombia es principalmente muy vulnerable. Es un país poco resiliente, no sólo por estar en los trópicos; la ciencia es clara es que los países tropicales son mucho más vulnerables que otros en términos físicos. 

Pero también es un país que tiene problemas estructurales, de pobreza, de violencia, en fin, mil cosas que nos hacen muy poco resilientes y más vulnerables. Tampoco vamos a decir mentiras, no va a ser fácil esa transición. Y tampoco Colombia es Marruecos que tiene sol todo el tiempo. Tiene partes de sol, tiene algún viento. 

La principal oportunidad de Colombia es su agua, que podría perder, pero que genera energía. En Colombia no va a haber más grandes hidroeléctricas. Pero podría haber generación de energía —puede ser a  una escala pequeña— a partir del agua. 

Muchos países dependen del agua de Colombia. Países como Venezuela o Brasil, que tienen mucha agua que nace en Colombia. Pero también tendrá oportunidades grandes en sectores nuevos que no estamos explorando. 

L.S.V. ¿Cuáles?

I. C. Yo no tengo esa respuesta completa, pero seguro que la tenemos que poder encontrar. 

El sector agrícola es un sector que puede crecer. Colombia produce alimentos y debería poderlo exportar de manera muy significativa. Pero ojalá también otros sectores, por ejemplo, el sector del turismo y la hotelería podría crecer mucho más. 

Hay varios sectores que pueden crecer. La tarea, que varias personas la están haciendo, es sentarse a ver cuál va a ser esa transición de los sectores que ahorita son “sucios” y que nos dan dinero en el corto plazo a sectores limpios que podrán dar dinero a largo plazo y a los que hay que meterles el hombro. 

L.S.V. En el campo personal, debe ser angustioso tener el oficio que tiene y ver al mundo arrimándose al abismo sin ser más escuchados, ¿no? 

I. C. Yo creo que cada vez más la gente está consciente de lo que está pasando. De hecho, es esperanzador ver como hay tanta gente que ya está entendiendo, dispuesta a poner esto en la agenda electoral, por ejemplo. 

Fíjate cómo fue de diferente la última elección presidencial. Esto fue un tema, no porque se nos ocurrió a tres pelagatos. Sí fue una cosa que tres pelagatos pusieron sobre la mesa, pero a la gente le importó. Lo que sí hay es un grado de angustia, que espero ahora compartir contigo. 

Pero de la angustia no hay que hacer una conclusión apocalíptica. De ahí debe salir una energía de regeneración. 

Uno puede tener dos posturas éticas en la vida: la del derrotismo o la del optimismo. Y yo pienso que uno necesita una postura ética de optimismo testarudo en esto. Porque es la única forma de caminar por el mundo tranquilamente. Pero sobre todo lleno de esperanza, de que es un futuro bello el que vamos a crear. 

Nadie dijo que iba a ser fácil, pero dediquémonos a construir ese futuro.

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