El “doble discurso” ha hecho mucho daño al Gobierno. Ha sido interpretado como que quiere quedar bien con todo el mundo, o –mucho peor- que no hay que confiar porque no se sabe si es una maniobra que en realidad busca generar un efecto distinto del anunciado.
A tres bandas
El Presidente Santos hace permanente alusión a la expresión “tacar burro” para señalar que no tienen razón quienes afirman algo o critican una posición del gobierno. Se trata del calificativo que en el billar a tres bandas se le da a quien juega con la bola equivocada, “le pega a la que no es”. De su afición por ese juego no se sabía pero se entiende porque cuando se espera que la bola deba dirigirse en un sentido se dispara hacia otro esperando que por el efecto y la dirección rebote de cierta manera que termine llegando a donde se esperaba.
Esa técnica la ha desarrollado el gobierno pero desafortunadamente la mayor parte de las veces la carambola no se produce y el público termina confundido.
En las últimas semanas hay varias muestras del estilo de juego gubernamental: el llamado a romper los diálogos de La Habana hecho por uno de los miembros de la Junta de la Fundación Buen Gobierno, donde se supone que se concentran las fuerzas que buscan la reelección presidencial; la negativa a estudiar una fórmula de rebaja del precio de la gasolina del Ministro de Hacienda mientras el Ministro de Minas dice que estudiará la fórmula; la propuesta del Ministro de Defensa de endurecer penas y establecer una especie de “estatuto de seguridad” para prevenir nuevas protestas como las del paro agrario después de que otros funcionarios reconocen el derecho a la protesta y se esfuerzan por llegar a acuerdos o por cumplir lo pactado.
El “doble discurso” ha hecho mucho daño al Gobierno. Ha sido interpretado como que quiere quedar bien con todo el mundo, o –mucho peor- que no hay que confiar porque no se sabe si es una maniobra que en realidad busca generar un efecto distinto del anunciado. A veces el doble discurso es simulado y ya pocos lo creen, pero en ocasiones no lo es y expresa dos posiciones distintas que el Presidente no decide o que las decide con el lado derecho del corazón.
El juego ha traído consecuencias nefastas para el Gobierno: ha bloqueado propuestas de contenido social como el proyecto de pensiones que nunca se presentó; ha confundido a los funcionarios como en el sector de tierras en el que creyeron que era verdad y promovieron las demandas por acumulación indebida de tierras en la altillanura que en la Casa de Nariño están viendo como desmontan; y ha erosionado la credibilidad presidencial.
El cálculo permanente he hecho que nada de lo que haga el Presidente salga bien porque la gente no cree, siempre parece jugando a tres bandas.
En materia de paz, la táctica sí que es funesta. Ha erosionado el apoyo ciudadano al proceso y además muchos creen que al Presidente no le importa genuinamente la paz sino que está haciendo un cálculo electoral.
Que alguien cercano al Presidente afirme que ha llegado la hora de romper no hace sino daño. Si creen que se “manda un mensaje”, una especie de jugada a tres bandas, bastaría con que miren los resultados de las encuestas para darse cuenta que el juego ha salido mal.
Cualquiera esperaría que las energías estuvieran dedicadas a facilitarle las cosas al grupo negociador, a ambientar los eventuales acuerdos, a hacer comprender las dificultades y los obstáculos. Tareas es lo que hay por si acaso en la Fundación Buen Gobierno no se han percatado.
Lo mismo ocurre con la “agenda social”, si así se le puede llamar. El Ministro de Salud da en solitario una pelea por cambiar aspectos estructurales del sistema de salud y ministros como el de Hacienda miran desde lejos. Ya pasó –como se señaló- con las pensiones.
El Ministro de Hacienda también parece calculando. Emprende febriles giras nacionales que parecen actos de campaña, pero no de reelección sino propia, como la que adelanta por estos días llevando los giros que corresponden a las universidades en virtud de la reforma tributaria. Si cada uno no estuviera en su propia campaña, sería la Ministra de Educación la que llevaría la platica.
Santos aparece ahora como el pendenciero. Después de tener un discurso conciliador, de llamar todo el tiempo a la Unidad, de hacer gestos con quienes fueron en el pasado sus contradictores, ahora no desperdicia tribuna para “echar vainas”, para hacer chistes que solo entienden los que lo rodean y que en cambio lo desgastan en discusiones políticas innecesarias.
Si, como contó La Silla, hay una nueva estrategia de posicionamiento del Presidente, las actitudes de los últimos días parecen producir el resultado totalmente contrario. Al Presidente hay que contarle que no se ha recuperado en las encuestas como esperaban sus asesores cercanos pasados los efectos del paro. Al Presidente hay que contarle que temas como el de la disminución del precio de la gasolina, a algunos les pueden parecer populistas, a las petroleras peligrosas, pero a la inmensa mayoría de los colombianos necesarias. Es insostenible políticamente oponerse a esa propuesta. Al Presidente hay que decirle que los que le dicen que no se puede eran los mismos que decían que el tal paro no existía y que no había más plata para el campo, que la olla estaba raspada.
¿Será que al Presidente hay que decirle tantas cosas o será que está jugando a tres bandas?