Ramírez es un ingeniero del oriente de Caldas. Por ese origen es amigo de pesos pesados del uribismo que también vienen de la zona, como Luis Alfonso Hoyos y Óscar Iván Zuluaga.
Inicialmente trabajó en temas de planeación regional. En 1991 Ramírez era el gerente del Ferrocarril de Occidente, que se esperaba fuera rehabilitado para transportar carga entre Medellín y Buenaventura. Luego fue director de la unidad de planeación regional del Consejo de Planeación Regional (Corpes) de Occidente y director del Plan Pacífico, dentro del Departamento Nacional de Planeación. También fue director ejecutivo de la Fundación Universidad - Empresa de Caldas.
Ramírez fue elegido Alcalde de Manizales en el 2002, cuando venció a Carlos Arturo Fehó, candidato de la coalición liberal-conservadora de Víctor Renán Barco y Ómar Yepes Alzate. Llegó a ese cargo con el apoyo del movimiento de Oscar Ivan Zuluaga, ministro de Hacienda de Uribe, y Adriana Gutiérrez, quienes también habían apoyado a su antecesor y amigo, el ministro de Transporte de Santos. También lo apoyaron el político santandereano sindicado de parapolítica Luis Alberto Gil, el caldense Luis Emilio Sierra y Colombia Siempre, el partido que entonces lideraban Rafael Pardo y Germán Vargas Lleras.
Como alcalde, Ramírez enfrentó una investigación de la Procuraduría por un lío de contratación de la ARS que le prestaría los servicios de salud del régimen subsidiado en la ciudad. Ramírez lo dio el negocio a Solsalud, empresa cercana al 'Tuerto Gil', y a Saludvida. Posteriormente se supo que el gerente de Solsalud en Caldas, Juan de Jesús Torres, había recibido dineros de la campaña de Ramírez. Pero el tema quedó ahí.
Entre las decisiones que tomó estuvo la de no entregar el manejo de Aguas de Manizales al Comité Intergremial de Caldas, con lo que escuchó a organizaciones sociales y al senador Robledo. También fue uno de los impulsores del proyecto del aeropuerto en Palestina; cerró el Hospital de Caldas, que estaba quebrado. Además, inició los programas para implementar la gratuidad en la educación, reubicó familias en zonas de riesgo e inició un programa en prevención ambiental.
De Manizales saltó a Bogotá. Lucho Garzón lo nombró como Gerente del Plan Maestro de Espacio Público, donde impulsó proyectos como el de la reubicación de vendedores ambulantes. Con el cambio de alcalde, Samuel Moreno lo nombró gerente de la Empresa de Renovación Urbana, donde tuvo muy muy pocos resultados que mostrar. Por ejemplo, el centro comercial metropolitano de San Victorino que lleva ocho años de proyección sin que se haya puesto el primer ladrillo. Ramírez lo atribuyó a la demora de Planeación Distrital en darle el visto bueno a las obras.
A principios de 2010 aceptó la designación en el IDU. Reemplazó a Liliana Pardo, en medio de las demoras en la ejecución de los contratos de la fase III de Transmilenio y cuando apenas despuntaba el escándalo del carrusel de la contratación. Directores anteriores, como María Isabel Patiño y Andrés Camacho, terminaron en enredos jurídicos. Ramírez tenía mucho por ganar –si las obras se destrababan, podría llevarse ese trofeo– y poco por perder –si nada mejoraba, la culpa era de otros.
Lo primero que hizo, al llegar al IDU fue pedirle una renuncia protocolaria a sus directivos y exigirles a todos que tuvieran un Blackberry. Les compartió su PIN y les pidió que se comunicaran por él a cualquier hora. Lo que no sabían los directivos es que él les escribiría a las cinco de la mañana. Los contratistas tampoco sabían que se las tendrían que ver con un hombre que ha llegado a decirles “es que usted es un contratista malo, muy malo”. Además, Ramírez reforzó el seguimiento permanente de las obras. Casi todos los días hacía un recorrido por varias de ellas. Mandó instalar decenas de cámaras que puede controlar desde su oficina. Además, creó una auditoría operativa que ahora hace el IDU al contratista y el interventor, con funcionarios que se presentan en cualquier momento en las obras y exigen que les muestren planos, materiales, obreros.
Su gestión no estuvo exenta de polémica. Se habló de que era cuota del contratista Emilio Tapia, lo que Ramírez siempre negó. Fue objeto de cuestionamientos por haberse reunido con el empresario William Vélez Sierra. La Contralora Sandra Morelli le inició un proceso sancionatorio por no entregar información. El gerente del proyecto metro, Camilo Zea, señaló al IDU como responsable del atraso del metro, a lo que Ramírez respondió que a Zea la falta experiencia. La Personería Distrital le exigió tomar medidas para aliviar el impacto de las obras en la movilidad. Y, sobre todo, se dijo que Ramírez era una de las fichas de la U en la administración distrital. Ramírez lo niega, pero acepta que Germán Cardona, Óscar Iván Zuluaga y Luis Alfonso Hoyos son amigos suyos.
Sonó de director de Aerocivil y de Ministro de Transporte del gobierno Santos. Y, según La Patria, estuvo en la baraja de candidatos de La U para la alcaldía de Manizales. Pero a él parece importarle ser, algún día, alcalde de Bogotá.
Sin embargo, ha encontrado un obstáculo en su carrera. En mayo de 2011 la Contralora General, Sandra Morelli, decidió suspenderlo por demoras en la respuesta de solicitudes de esa entidad. Furioso y sintiéndose injustamente atacado, Ramírez decidió renunciar irrevocablemente a su cargo.
Antes de la renuncia de Ramírez, Héctor Jaime Pinilla, de su misma cuerda, fue nombrado Director Encargado del Instituto y luego fue nombrado como titular del cargo por la Alcaldesa Encargada de Bogotá, María Fernanda Campo.
En octubre de 2011 la Fiscalía lo llamó a interrogatorio por presuntas irregularidades en la cesión del contrato que tenían los Nule en la calle 26 a Conalvías, y en febrero de 2012 la Procuraduría le formuló pliego de cargos por su posible omisión en sancionar a los Nule por sus incumplimientos.