El muro del racismo contra la minga indígena en Cali
El término en sí mismo ya genera discusión, porque implica aceptar la existencia de la “raza”. Pero Mara Viveros, profesora de la Universidad Nacional, dice que la raza, la clase y el género son las tres categorías que han servido para organizar jerárquicamente la sociedad. Y que hablar de racismo permite registrar los efectos desiguales que produce en la gente.
La minga indígena dejó Cali el miércoles 12 de mayo después de que algunas voces, empezando por la del Presidente, Iván Duque, se los pidieran argumentando que eso ayudaría a bajar la tensión que se vive en la ciudad y que alcanzó uno de sus puntos máximos el domingo pasado.
Ese día los indígenas se enfrentaron con residentes del Sur de Cali que, tras días de estar sitiados por el bloqueo de la Minga, trataron de impedir la llegada de más comuneros a Cali. En medio de la refriega, unas personas, al lado de Policías que no hicieron nada para impedirlo, les dispararon a los indígenas, hiriendo de gravedad a cuatro.
La Silla Académica entrevistó a Juan Muelas, indígena Misak y director del Programa de Encuentros Interculturales de la Universidad Externado que beca cada semestre a cerca de 60 estudiantes de etnias indígenas para que estudien en esa universidad y pongan en diálogo sus saberes tradicionales. Y a Carlos Alberto Benavides, profesor del Departamento de Antropología de esa misma universidad y autor del libro “Tiempos de vida y muerte. Memorias y luchas de los pueblos indígenas en Colombia”.
Muelas y Benavides analizan las narrativas y representaciones de lo indígena detrás del muro del racismo que construimos.
El miércoles esas narrativas terminaron siendo tendencia en redes bajo los numerales #MingaCriminal #Mingaterrorista #Mingatraqueta después de que la Policía encontrará unos kilos de marihuana en una de las chivas que iba a recoger a los integrantes de la minga en la Universidad del Valle. Hermes Pete, consejero mayor del Cric, negó que fueran de ellos.
1.
La narrativa de que son unos mantenidos para desvirtuar una deuda social histórica
La Constitución de 1991, según Benavides, profesor de la U. Externado, se basa en el reconocimiento de la deuda histórica que tiene el Estado colombiano con los pueblos indígenas, como lo señaló el Taita Lorenzo Muelas en la Constituyente.
Esa deuda ha sido contrarrestada por una narrativa que según Benavides se fortaleció durante el Gobierno Uribe de que dichos pueblos son terratenientes, principalmente, por los terrenos que tienen en La Amazonía.
El conflicto por la tierra, según Benavides, se remonta a la Ley 89 de 1890, que estableció que para ser ciudadanos los indígenas tenían que dejar de ser indígenas, es decir, tenían que ser evangelizados. Al mismo tiempo esa Ley reconoció los resguardos como una estrategia para poder seguir explotando a los indígenas que estaban en ellos.
Pero después con base en esa ley los indígenas reclamaron la propiedad de esos resguardos, donde también había haciendas, y los conflictos por la tierra subsisten hasta hoy.
En el Cauca la presión por la tenencia de la tierra viene según Benavides, de varios frentes: de los ingenios cañeros, de la MULTINACIONAL SMURFIT-KAPPA-CARTÓN Colombia, del extractivismo, sobre todo, de oro.
Según cifras de un INFORME DE LA FAO DE 2015, los resguardos indígenas en 2009 correspondían a un 32 por ciento del territorio nacional, pero cerca de un 85 por ciento está ubicado en “zonas desérticas y selváticas, con escasa vocación agropecuaria”.
Lo que coincide con que según Muelas, director del Programa de Interacciones Multiculturales del Externado e indígena Misak, “aquí en el Cauca las mejores tierras las tienen los industriales”.
Cree que los occidentales los consideran un obstáculo para el desarrollo: “Su lógica es que todo lo que genere dinero es susceptible de ser destruido y eso tiene en riesgo la subsistencia de las diferentes manifestaciones de vida: de los insectos, de las abejas”.
Junto a la narrativa de que son terratenientes, está la de que son unos mantenidos.
“Tiene razón Martha Lucía Ramírez cuando dice que mantener una minga es demasiado costoso”, dice Benavides. Pero la respuesta no está como lo sugiere la Vicepresidente en actividades rentables de dudosa procedencia, sino “en una economía basada en intercambios y reciprocidades comunitarias”, según el investigador.
“También en la capacidad de organización que han desarrollado, sobre todo los Nasa, por el movimiento de reclamación de tierras”.
2.
La narrativa de que pertenecen a otro lugar y deben quedarse allá
El llamado que hizo el presidente Iván Duque al Consejo Regional Indígena del Cauca -Cric- de retornar a sus resguardos parte de la idea de que éstos se encuentran en la liminalidad (orilla) del Estado, según Benavides. “Como si hubiera una suerte de Apartheid a la colombiana”.
Esto lo ratifica, según el investigador, la referencia decimonónica de Omar Yépes, director del Partido Conservador, al “hábitat natural” de los indígenas en un tweet que borró, o LA PROPUESTA hace un tiempo de Paloma Valencia de hacer un referendo o una consulta ciudadana tendiente a dividir el departamento del Cauca en dos entidades territoriales: una para los indígenas y otra para los mestizos.
De acuerdo con Benavides, la construcción del Estado colombiano responde a la lógica de un centro y una periferia donde están los parias: los terroristas, los narcotraficantes.
“Pero la solicitud de Duque tuvo el efecto no deseado de reafirmar la propiedad de los pueblos indígenas sobre sus resguardos”, dice Benavides.
“La minga, por su parte, regresó al Cauca para reforzar su punto de bloqueo en la vía Panamericana, reafirmando también que es su territorio, sabiendo en todo caso que muchos indígenas no retornan porque viven en la ciudad”, agrega.
En Cali hay más de 12 mil indígenas según el censo de la Alcaldía.
Frente al llamado de retornar al Cauca, Muelas, el indígena Misak, director del programa de Interacciones Multiculturales, en todo caso, se pregunta: “¿Por qué por el hecho de ser indígenas del Cauca eso los hace ajenos a lo que pasa en el Valle del Cauca”.
O ajenos a políticas nacionales, como parecería inferirse de esta pregunta que le hizo Néstor Morales, el director de Mañanas Blu, a Hermes Pete, el consejero mayor del Cric: “usted (Hermes) me dice: No a la reforma tributaria, no a la reforma a la salud, no a la reforma pensional,... ¿en qué los afectan esas reformas a ustedes?”.
3.
La narrativa de que no son ciudadanos
“Al final yo no soy ni ciudadano ni soy indígena, soy Misak. El otro es cubeo o wayuu”, dice Muelas afirmando la diversidad.
Para él la palabra “indígena” es un constructo social: “antes nos llamaban indios y antes animales con figura humana, una expresión que retomó Laureano Gómez”.
Algo similar cree que pasa con el término “campesino”. “Desde las zonas urbanas al campesino lo marginaban porque era sucio, sólo servía para sembrar papas como decía el Dr. Ordóñez”.
En cuanto al término “ciudadano”, se pregunta qué implica: “¿Ser incluido en la lógica de vida occidental?”.
Benavidez explica que por mucho tiempo, con la Constitución de 1886, ser ciudadano fue equivalente a ser hombre, blanco, de ciudad. Por lo que muchos no encajaban en esa categoría. Por eso el reconocimiento de la interculturalidad implicaría, según él, hablar de “ciudadanías”.
Entonces, más allá del racismo implícito en un titular como este de Caracol televisión: “Ciudadanos e indígenas se enfrentaron”, lo fundamental para Muelas es lograr que tanto en el lenguaje como en la práctica se reconozcan las diferentes formas de existencia y que se pueda coexistir en esa diferencia.
4.
La narrativa de vándalos/bárbaros versus la gente “de bien”
La Minga indígena se fue el miércoles, 12 de mayo, de Cali hacia el Cauca, en medio de aplausos de muchos de los jóvenes del paro en puntos como Puerto Resistencia y la Universidad del Valle.
Cientos de caleños se apostaron en el oeste de Cali, sector El Ancla y La Portada al Mar, para aplaudir a uniformados de la Policía Nacional, luego que se desbloqueara ese punto de la ciudad. #VocesySonidos pic.twitter.com/wJNq90Tsub
— BLU Pacífico (@BLUPacifico) May 11, 2021
Unas marchas similares habían ocurrido el martes 4 de mayo, después de la sangrienta noche que quedó registrada en videos que inundaron las redes sociales en los que policías le disparaban a personas en Siloé y el sector de La Luna.
Para Benavides, si bien el color blanco ha simbolizado en marchas anteriores la paz, “en una ciudad tan tremendamente intercultural como Cali, como lo denota el género mismo de la salsa, con una población afro e indígena considerable, ese color también tiene una carga simbólica de “ser blanco” o de limpieza que vale la pena discutir”, dice el investigador.
“Hay un temor infundido entre las élites del país desde niños, que se lee incluso en “Cien años de soledad”, de que en algún momento vendrán las hordas de gentes desde tierras lejanas a atacarlos”.
Hace parte, según Benavides, de una falsa dicotomía que ha habido entre el mundo rural y el mundo urbano.
Las imágenes de personas de la minga indígena CON MACHETE caminando por la ciudad el domingo 10 de mayo, los carros que quemaron y su entrada con un camión a un conjunto privado en Pance, encuadran bien en esa narrativa.
Muelas ve lo que pasó el domingo como algo propio de reclamaciones que tienen lugar en medio de multitudes, donde cada persona reacciona diferente ante la provocación del otro. En el caso de los indígenas cree que hay raíces profundas de inconformidad: miles de acuerdos históricamente incumplidos por los gobiernos, por ejemplo.
“A uno le enseñaron en historia que los indígenas se habían acabado porque la estrategia para educar fue así, cuando la gente descubre que ha sido marginada, pues la gente reacciona”.
Refiriéndose a la idea de que los indígenas Misak son “violentos” o “radicales” porque tumban estatuas, como dijeron Nestor Morales y Ricardo Ospina, al final de la entrevista con Hermes Pete.
Dice que hay que tener en cuenta que “en estas estatuas colocan gente que generaron sufrimiento a su pueblo. Y ¿qué hay de la violencia de quiénes dispararon con fusil, están en el mismo nivel?, se pregunta”.
En cualquier caso, dice: “la negación entre las partes, las agresiones físicas, de palabra o de lo que fuere, no nos va a llevar a ningún lado”.
Esta cita de una autoridad indígena mencionada por Muelas ilustra bien su punto:
“Nosotros somos y sabemos ser y estamos siendo como somos. Ustedes son como son, el mundo está hecho para todos y es para pervivir sabiendo ser y estar siendo sin dejar de vivir como somos, donde ustedes viven con sus formas de ser sin dejar de ser lo que ustedes son y donde ni nosotros ni ustedes obliguemos a los otros a vivir como nosotros ni como ustedes”.
Para citar:
Benavides, C.; Montero, O. (2019) Tiempos de vida y muerte. Memorias y luchas de los pueblos indígenas en Colombia.
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