El martes fue aprobado en primer debate el proyecto de cadena perpetua que sería poco efectiva. Ana Rita Russo, psicóloga de la Uninorte, habla de otros acciones para prevenir y reparar los abusos contra los niños.
En vez de la cadena perpetua, hay tres cosas que sí protegerían a los niños
El martes, la Cámara de Representantes aprobó en primer debate el proyecto de cadena perpetua contra violadores de niños, una medida con pocas probabilidades de ser efectiva.
Hay unos abusadores considerados perversos desde la perspectiva psicológica que “tienen el deseo de abusar, lo hacen premeditadamente y encuentran goce en ello, independientemente, del castigo que puedan tener, por eso la cadena perpetua no los disuade” dice Ana Rita Russo, investigadora de la Uninorte, a quien La Silla Académica entrevistó.
Por el contrario, hay otros abusadores que sí podrían resocializarse, pero no tendrían el chance de hacerlo, así haya la posibilidad de que se revise su condena pues tardaría mucho tiempo. “Es el tipo de agresores que cometen un abuso de forma aislada e impulsiva, en circunstancias particulares como las de una alteración psíquica que genera, a veces, una mayor excitación sexual”, anota Russo.
Y según cifras del Inpec, el 16 por ciento de los que están pagando una condena por acceso carnal violento (no solo contra menores de 14 años sino contra cualquier persona) son reincidentes (no es claro, además, si es por el mismo delito u otro), frente a un 42 por ciento de reincidencia en quienes cometieron un hurto y un 20 por ciento en quienes cometieron un asesinato.
Por estas razones el esfuerzo del Estado debería concentrarse en otros frentes que podrían tener un impacto positivo en el desarrollo psicoafectivo de los niños, y no tanto en los abusadores. Esto contribuiría a prevenir abusos y reparar a los niños que hayan sido víctimas. Este es uno de los objetivos de Pisotón, el programa de la Universidad del Norte que dirige la investigadora Russo. Ella es también coautora del libro “Recuperación Psicoafectiva: Una infancia resiliente” .
Estos son los frentes que ella propone:
En los papás o quien cuida los niños:
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Para detectar las señales de alarma
Los padres, cuidadores y educadores necesitan entrenarse para estar atentos a los síntomas y actuar oportunamente. “Más que oír, señala Russo, hay que mirar a los niños, normalmente no cuentan que están siendo abusados, lo actúan”.
Hay que prestar atención a sus ansiedades: si no está durmiendo, si no está comiendo, si está exaltado, si busca ser regañado, castigado, dice la profesora Russo. “Muchas veces los padres creen que se está portando mal, lo que se está es sintiendo mal”.
“Hay niños que se masturban delante de la clase entera para ser vistos porque algo está pasando. Lo llamo “el grito desesperado”: con el comportamiento gritan lo que no pueden poner en palabras” anota Russo.
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Para que no reproduzcan la violencia que ellos mismos sufrieron
Por encima de la violencia sexual, los tipos de violencia que más sufren los niños son la violencia física (26.5 por ciento para mujeres y 37.5 por ciento para hombres) y la psicológica (21 por ciento para mujeres y 9.5 por ciento para hombres) según la encuesta de violencia contra niños, niñas y adolescentes aplicada en Colombia y citada en esta entrada.
Además, la mayoría de quienes reportan tener problemas de salud mental fueron víctimas de violencia psicológica por parte de sus padres, cuidadores y familiares. A lo que se suma que los principales agresores sexuales son familiares y amigos, según la misma encuesta.
Por esa razón, “para que los padres, cuidadores, madres comunitarias, educadores que hacen parte del entorno de los niños puedan contribuir a su desarrollo psicoafectivo, en vez de interferir en él, debido a sus propios traumas, hay que ayudarles a trabajar en ellos”, dice Russo.
“Los niños se co-construyen, necesitan un adulto que entienda sus necesidades porque cuando eso es así son más seguros de sí mismos y pueden detectar a tiempo el malestar que otro (el abusador en potencia) les está causando”.
Según cifras de Pisotón, cuando inició el programa el 80 por ciento de los padres y cuidadores tenían una mala relación con los niños a su cargo, no entendían los conflictos por los que pasan en su crecimiento, recurrían al castigo físico en vez de manejar los límites de una forma más constructiva, por ejemplo. Hoy paso todo lo contrario, tienen un 70 por ciento de niños y adultos que han podido relacionarse adecuadamente.
En el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y el sistema de salud
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Para intervenir antes de que el trauma sea irreversible
Hasta los nueve años, aproximadamente, los trastornos no se han convertido en estructuras mentales difíciles de modificar.
“Si un niño recibe ayuda oportunamente es capaz de entender, usando una metáfora, que tiene una piedra pegada en el camino pero que puede aprender a andar sin tropezarse con ella. En otras palabras, pueden resignificar la historia”, dice Russo.
Frente a los traumas, las personas tienen defensas psíquicas. Las más frecuentes frente al abuso, según la investigadora, son la negación, la inhibición y la compulsión a la repetición que parte de la identificación con el agresor: el niño repite lo que vivió para poder tapar el dolor de lo que vive.
“Eso no significa que todo abusado se convierte en abusador”, anota Russo.
Hay niños resilientes a esta situación por las características con que nacieron, porque tienen un ambiente facilitador o tienen acceso a un proceso de recuperación psicoafectiva oportuno, por eso es importante garantizar que los niños abusados tengan acceso a uno.
Cuando el abusador, en cambio, es un adulto, el pronóstico de cambio es más difícil.
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Para que los niños no sean re-victimizados
Un niño que ha sido violentado no debe llegar a un sitio donde no es atendido, donde le hacen preguntas inadecuadas, o no le dan tiempo para responder: “Hace poco presencié que iban a entrevistar a un niño que fue abusado, él se cruzó de brazos y se puso a llorar. Y no había tiempo para esperar a que se calmara y hablara”, cuenta Russo.
El Estado tiene que estar al servicio de las personas en todas sus áreas de desarrollo. La atención psicoafectiva a un niño que requiere el apoyo del Gobierno, por ejemplo, no se puede limitar a cinco sesiones como generalmente ocurre, porque en ese tiempo no se logran los objetivos. Cada caso es particular y el tratamiento y el tiempo de intervención pueden variar.
En el sistema judicial:
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Para volver inaceptable la defensa de los violadores con el argumento del placer de los niños
Los abusadores, según Russo, seducen a los niños poniéndose a su nivel, desde lo infantil: con un dulce, un juguete, un juego, un cuento, una conversación o incluso ofreciéndoles algo de comer aprovechando si tienen la necesidad. Luego elevan el niño al nivel de genitalización de los adultos.
El desarrollo psíquico de las personas, explica la investigadora, está atravesado por el conflicto, que en un bebé se manifiesta a través de la ansiedad y ésta del llanto. En un segundo estadio lo hace a través de la rabia, entonces viene la pataleta y, en una tercera etapa, que se da entre los cuatro y seis años, se manifiesta a través de la curiosidad sexual pregenital, que los niños experimentan como cosquilleos placenteros en el cuerpo.
“Lo que pasa muchas veces es que los abusadores se aprovechan de que el niño está curioseando”. Algo que ha sido usado, continúa la investigadora, por algunos abogados defensores para justificar la conducta de sus representados, “pero esa curiosidad no significa que un niño o niña quiera ser abusado, sino que es parte de su desarrollo”.
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Para que no haya impunidad y más personas se animen a denunciar
En los casos de abuso, la inactividad del Estado, concretamente, del sistema judicial hacen que sigan ocurriendo casos y que se naturalice la violencia sexual.
“Muchas veces la madre comunitaria o el profesor, por ejemplo, tienen mucho miedo porque el abusador es cercano y arriesgan su integridad denunciando el caso, pero además de que no pasa nada, terminan a veces siendo despedidos de las instituciones donde trabajan o echados del pueblo, por lo que se ven obligados a abandonar el caso” cuenta Russo.
Según datos de la Fiscalía el porcentaje de condenas sobre denuncias de acceso carnal violento contra menores de 14 años (violación) es del ocho por ciento desde 2005, y es aún menor, del cinco por ciento, en los casos de acceso carnal abusivo (no hay violencia) y de actos sexuales (diferentes al acceso como la exhibición o la masturbación en frente de un menor de 14 años), que aunque el proyecto de acto legislativo no los incluye, son aún más que las violaciones.
Para citar:
Russo de Sánchez, A. et.al.(2019). Recuperación psicoafectiva. Una infancia resiliente. Universidad del Norte
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