Mercedes Ortega, profesora de la Uninorte, analiza el machismo nacional a partir de nuestra literatura.
"Hay más mujeres escritoras pero todavía no las ponen a leer en los colegios"
Mercedes Ortega González-Rubio. Foto: Ever Mejía
Acaba de celebrarse la II Feria del Libro en Barranquilla, que coincidió con los 80 años del nacimiento de Marvel Moreno. Ella fue una escritora caribe del siglo XX que a través de su obra denunció la opresión ejercida contra las mujeres desde los roles que la sociedad les ha impuesto y los obstáculos que tienen que enfrentar para liberarse de ellos.
Su obra, como la de la mayoría de las escritoras colombianas, es poco conocida y estudiada en colegios, universidades y por el público en general, aunque cada vez hay más producción literaria de mujeres
Por esa razón Mercedes Ortega, profesora de Literatura del Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad del Norte en Barranquilla, a quién La Silla Académica entrevistó, cuestiona la forma como durante décadas las mujeres hemos sido representadas en la literatura mayoritariamente masculina y los efectos que eso ha tenido en la realidad y en la construcción como nación.
Ortega es autora, entre otros, del artículo “Antagonismo y sororidad en dos cuentos del Caribe colombiano” y del capítulo “Feminidades trastornadas: las amazonas al descubierto” que hace parte del libro “El tejido de la brisa. Nuevos asedios a la obra de Marvel Moreno y Germán Espinosa”.
Y acaba de lanzar su libro “Cartografía de lo femenino en la obra de Marvel Moreno”.
La Silla Académica: Acaba de celebrarse la II Feria del Libro en Barranquilla y los 80 años de Marvel Moreno, una escritora caribe que usted ha estudiado bastante.
Tenemos un presidente, cuya bandera de la economía naranja, mira hacia la cultura ¿Qué rol juega o ha jugado la literatura en este país?
Mercedes Ortega: La literatura ha sido muy importante para conformar la nación.
Al principio era una literatura restringida, centralista, andina, perteneciente a la élite y reservada a hombres blancos y letrados.
Poco a poco, durante el siglo XX y lo que va de corrido del siglo XXI se ha ido ampliando para incluir el vasto panorama nacional.
La literatura producida por los afros, las mujeres, gente de otros estratos, los indígenas, empieza a ser considerada literatura colombiana.
La manera como está compuesta la literatura habla de qué tan inclusivos o excluyentes somos.
LSA: Se supone que la literatura abre la mente ¿qué tanto ha operado esto en el caso de la relación desigual que hay entre hombres y mujeres?
M.O. Hay que distinguir la literatura, lo que se escribe, de la institución literaria, es decir, la teoría y la crítica, que deciden qué es la buena y la mala literatura. Por muchos años la buena literatura fue la de los hombres blancos, letrados, que hablaban de política, de cosas importantes. Lo que producían las mujeres ni siquiera fue considerado como tal o fue tenido por mala literatura.
De qué iban a escribir si su papel había estado relegado al hogar, a lo doméstico, si acaso podían hacer biografías.
Por otra parte, la literatura como creación, como arte, le ha permitido a las mujeres de todos los tiempos poner sus pensamientos y sentimientos en el papel, sus experiencias, sus voces, a través de los personajes, abriéndose poco a poco un pequeño espacio en esa vasta institución que en un momento fue exclusivamente patriarcal y machista.
LSA: ¿Qué tanto ayudan los premios y festivales como el de Barranquilla para visibilizar a las mujeres escritoras?
M.O. En las últimas versiones de la Feria del Libro de Bogotá, por ejemplo, ha habido un pequeño cambio y más escritoras están participando. aunque siguen siendo minoría, como conferencistas, invitadas y autoras.
La mayoría de los paneles incluyen una mujer, dos mujeres, pero hay muchos paneles de solo hombres -all male panel-, aún si el tema es menstruación o maternidad.
La literatura refleja el mundo real: en las librerías el 70 u 80 por ciento de las obras han sido publicadas por hombres
Como autoras, la literatura refleja el mundo real: en las librerías el 70 u 80 por ciento de las obras han sido publicadas por hombres, y las de las mujeres hay que buscarlas casi que con lupa y hay pocas librerías especializadas en mujeres.
LSA: Usted habló de la Feria de Bogotá, ¿qué pasa con la de Barranquilla?
M.O. Hablé de Bogotá porque hay un poco más de mujeres, pero es el mismo fenómeno.
El panel sobre la poetisa colombiana Meira Delmar, por ejemplo, estaba conformado sólo por hombres, 4 o 5, pese a que hay muchas investigadoras y profesoras que trabajan el tema. Además no se le da la misma visibilidad a los paneles con mujeres. Yo estuve en el de Marvel Moreno, que no estaba dentro de la programación principal de la feria.
LSA: ¿Cómo ha cambiado la producción literaria del país en cuanto a mujeres escritoras y a la representación de las mujeres en la literatura?
M.O. Desde hace varios años leo principalmente literatura escrita por mujeres por lo que no podría hablar de un panorama tan general, pero eso ha hecho que mi visión sobre su representación en la literatura haya cambiado de manera radical y que ya no lea igual la literatura escrita por hombres.
Hace un par de años leí una novela de Evelio Rosero que me pareció fantástica pero, aparte de eso, la representación de la mujer es sumamente sexista.
Con el cambio en el rol de la mujer, ha habido también un auge de mujeres autoras. Habrá unas buenas y unas malas, pero entre más haya mejor porque hemos ganado en diversidad y en representación: mujeres de todos los estratos, lugares de Colombia, lesbianas, indígenas, afro, y no solo mujeres burguesas de la élite blanca.
LSA: ¿Por qué tomó la decisión de leer solo mujeres escritoras?
M.O. Solo leo literatura de mujeres para compensar que durante 30 años leí casi exclusivamente la de hombres. Los programas de colegios y universidades tienen un 90, 95 por ciento de libros escritos por hombres, cuando uno se da cuenta de eso la acción más honesta es compensar esa desigualdad.
Solo leo literatura de mujeres para compensar que durante 30 años sólo leí la de hombres
También es mi pasión y una fascinación. A medida que fui leyendo más literatura de mujeres, me sentía cada vez más identificada con lo que escribían. Dostoyevski es genial pero después de leer a la novelista soviético-francesa judía Irène Némirovsky, me di cuenta que no sabe nada de mujeres.
Dostoyevski es genial pero, comparado con Irène Némirovsky, no sabe nada de mujeres
En latinoamérica, a mi me encanta Borges, pero me pregunto por qué no me presentaron antes a la escritora argentina Silvina Ocampo, por ejemplo. No me dieron también esa opción. Es como si hubiera vivido engañada porque sólo había tenido acceso a una cara de la moneda cuando tiene miles.
Sin importar si uno tiene muchos o pocos libros, al revisarlos es fácil darse cuenta que están escritos por el mismo tipo de autores europeos, norteamericanos, de la élite, de poder, blancos, hombres. Nuestra literatura tiene un sesgo terrible que conduce a una representación deformada de la realidad.
No digo que Cortázar, Borges o García Márquez no sean fantásticos, pero a la hora de representar a las mujeres son ellas quienes tienen el privilegio de saber sobre lo que están escribiendo, su observación de lo femenino es mucho más detallada, mientras los hombres ven un panorama general y muchos de sus personajes femeninos son meros objetos y no sujetos de la obra.
LSA: Usted ha dedicado buena parte de su estudio a la obra de Marvel Moreno, una escritora barranquillera que no es tan conocida; ¿cuál es su aporte a la literatura nacional?
M.O. Marvel Moreno es la escritora colombiana más importante del siglo XX. He leído bastantes escritoras y ella es la de mayor densidad y calidad.
Representa la guerra de los sexos, la situación de la mujer que no se halla conforme con el lugar que se le ha asignado. Sus personajes siempre están tratando de construir una identidad más afín con lo que quieren, pero tienen que enfrentar muchos obstáculos porque la sociedad no quiere que evolucionen, quiere que estén en la casa sin chistar y, sobre todo, aguantando el maltrato. En su obra esa violencia está muy bien descrita.
Moreno hace una radiografía descarnada de lo que somos como colombianos y latinoamericanos y por eso creo que no cae muy bien. Cuando a uno le tiran en la cara toda la porquería que tiene por dentro -hablando a lo Fernando Vallejo- genera rechazo. La gente dice ‘no pero eso no es así’. Es un espejo en el que no nos queremos reconocer.
A nivel de estilo, sobre todo hacia el final de su vida desarrolla una escritura experimental que no ha sido suficientemente estudiada: coquetea con técnicas más visuales, cambios de perspectiva, de focalización, de voces; es una escritura ruptural.
LSA: ¿Cuáles son las herederas actuales de Marvel Moreno en la literatura?
M.O. La literatura de Moreno no deja a nadie indiferente, y las escritoras contemporáneas que se interesan por lo que han escrito otras mujeres, tarde o temprano van a llegar a ella.
Sin embargo, hay unas que se reconocen como lectoras y herederas de ella. Una de ellas es Margarita García Robayo, la escritora cartagenera de 39 años muy sonada últimamente. “Primera persona” es su último libro y se ganó el Premio Casa de las Américas 2014 por el libro de relatos “Cosas Peores”.
García Robayo escribió una pequeña introducción para la última edición de “En diciembre llegaban las brisas” de Marvel Moreno. Escribe muy diferente a ella, pero dice que fue una de las lecturas de su juventud que más la marcó. Es reconfortante darse cuenta que existió antes alguien con tus mismas inquietudes.
En la crítica literaria feminista es importante reconocer que hay otras mujeres que encendieron la chispa, que hay una línea, una genealogía. Las escritoras no son excepciones que surgieron de la nada. Hay que reconocer y enseñar las que hubo antes, para que surjan más.
LSA: ¿Qué tan diferente es la literatura que hacen mujeres hoy en día, como Pilar Quintana o Margarita García Robayo, frente a las escritoras de generaciones pasadas?
M.O. Según algunos estudios como los de Luz Mery Giraldo, Betty Osorio o Helena Araújo, la literatura colombiana escrita por mujeres hasta cierta época fue tradicional pero en un momento encontraron una voz revolucionaria sobre todo en el tema de la sexualidad. Hasta los 60 nuestra literatura en general fue muy pacata y la de las mujeres mucho más.
Aún Meira Delmar o Marvel Moreno, que ahondó en la sexualidad de las mujeres, lo hicieron mediante alusiones no de manera directa.
Ahí veo una evolución en las escritoras actuales. Pilar Quintana o Margarita García Robayo hablan de la sexualidad sin tapujos, sin pelos en la lengua, sin rayar tampoco en lo vulgar.
Donde hay una continuidad es en la preferencia por personajes femeninos, porque se plasme la voz de la mujer. Eso pasa con “La Perra”, la maravillosa novela de Pilar Quintana, en la que desarrolla el personaje de una mujer tan diferente y tan igual a uno. Una mujer negra del Chocó, perteneciente a una clase popular, sin estudios formales, pero con un mundo interno rico y complejo, con la que uno al final se siente realmente conectado.
LSA: ¿Por qué el tema de la sexualidad es tan importante para Moreno?
M.O. Según Moreno (haciendo eco de la teoría feminista) el mayor control que ejerce la sociedad sobre las mujeres es a través de la sexualidad, para que no sea exploratoria y con fines de construir su identidad, sino limitada a la reproducción, a producir hijos dentro del matrimonio, para el marido, por el bien de la sociedad.
Para Moreno esta es la primera forma de emancipación. También consideraba importantes otras como el acceso al trabajo del que habló la escritora británica Virginia Woolf, pero la sexualidad es la punta de la lanza a partir de la cual se pueden dar otros despertares. Se trata de decidir con quién (no con quien se les haya asignado), cómo, cuándo y de experimentar con las pasiones. Es en últimas poder decidir sobre nuestro cuerpo.
LSA: ¿Qué aporte específico han hecho las mujeres a la literatura colombiana?
M.O. Las escritoras colombianas nos han mostrado la historia de Colombia de una forma que no habíamos imaginado.
Adelaida Fernández es una escritora caleña, autora de la novela “Afuera crece un mundo” con la que se ganó el premio Casa de las Américas 2015. El personaje central es Nay, la esclava de “María” de Jorge Isaacs, que es el romance nacional, una de las novelas que contribuyó a la construcción de la nación colombiana.
Con esa obra nos hace despertar a una realidad que siempre estuvo presente aunque oculta.
Muchas mujeres escritoras están escribiendo o representando la voz del oprimido, del subalterno, del marginado
Muchas mujeres escritoras están escribiendo o representando la voz del oprimido, del subalterno, del marginado. Qué más importante para este país que acceder a esas voces para entender al otro y ser más tolerantes.
LSA: Usted habla de literatura patriarcal canónica del Caribe como “Cien años de soledad” de Gabo y “La guaracha del Macho Camacho” de Luis Rafael Sánchez ¿Por qué la califica así?
García Márquez fue crítico en muchas cosas pero la sexualidad y el género fueron su punto ciego
M.O. La literatura no es inocente de los males de los que sufre la sociedad. Puede ser racista, sexista, clasista, sufrir de todos los ismos que sufre el ser humano. Como la cultura es un campo tan importante para el poder, es un área que el poder va a tratar de dominar: quienes van a sonar más son quienes reproducen el statu quo.
García Márquez significó una ruptura y fue crítico en muchos aspectos, pero la sexualidad y el género fueron su punto ciego, ahí tomó partido por el macho. En la literatura garciamarquiana las mujeres son o la esposa o la amante.
En la literatura garciamarquiana las mujeres son o la esposa o la amante
A Catalina Ruiz-Navarro le llovieron rayos y centellas cuando lo calificó de machista, pero hay que taparse los ojos para no verlo. Ahora bien, muchos podrán decir que no le tocaba ser crítico en este campo.
LSA: Usted dice que en la literatura latinoamericana se ha reforzado la idea de que existen dos papeles de las mujeres que son irreconciliables ¿cuáles?
M.O. Es en toda la literatura que viene de nuestras sociedades patriarcales para la que solo existen mujeres buenas y mujeres malas ¿Qué es eso? no tengo ni idea. “El otro absoluto” como lo llamó la filósofa y escritora francesa, Simone de Beauvoir.
La buena esposa, la niña virgen, la joven angelical, la monja, la buena samaritana, la mujer tierna; son solo buenas y no hay cabida para la maldad en ellas.
Del otro lado está la mujer fatal que lleva a la perdición a los hombres, a su muerte o a su ruina, “la madrastra” tan común en la literatura infantil que no tienen matices de bondad y es 100 por ciento mala.
Para los escritores hombres es muy cómodo clasificarnos en ‘la mala mujer que me dejó’ o ‘mi madre que es una santa’
Muchas veces la literatura de los hombres machistas lo que hace es reproducir esa clasificación tajante. Para ellos es muy cómodo clasificarnos en ‘la mala mujer que me dejó’ o ‘mi madre que es una santa’, y no se dan cuenta de toda la complejidad que hay dentro cada una de ellas.
LSA: ¿Qué efecto tiene esto en la práctica?
M.O. Hay una especie de círculo vicioso. La literatura representa la realidad y luego esta copia la literatura. Si tu lees a García Márquez vas a pensar que en el Caribe solo hay Úrsulas Iguarán o Pilares Ternera. Mujeres que sirven para casarse y tener hijos o para ser amantes y dar placer, lo que reduce totalmente el panorama rico de las subjetividades que hay en la región y en el país en general.
Yo no podría clasificarme ni hacerlo con ninguna de las mujeres de mi familia, por ejemplo, dentro de ese código binario.
Las mujeres no nos sentimos representadas por los dos opuestos en que nos encasilla la literatura masculina
Hay que leer esa literatura pero también otra, y la tarea de los profesores es presentarla con una visión crítica.
No hay literatura que sea incuestionable y que esté en un pedestal, la literatura es para abrir la mente.
LSA: Usted dice que la insistencia y celebración de la rivalidad femenina invisibiliza el pensamiento masculinista que hay detrás. ¿Puede elaborar sobre esto?
M.O. Los cuentos que analizo, “Las fiebres del Miramar” de Marvel Moreno y “Cuando las mujeres quieren a los hombres” de la escritora puertorriqueña Rosario Ferré, se valen de la rivalidad que se da por tradición entre esposas y amantes para explorar las conexiones que hay entre ellas. Las personajes se nos presentan al comienzo como opuestas pero es solo una trampa, porque en el transcurso de las historias, la esposa en el fondo quiere ser la amante y viceversa.
En el cuento de Moreno, así sea involuntariamente, se ayudan. La amante le enseña al esposo a ser mejor amante y luego la esposa se beneficia de ese conocimiento sexual; y, de alguna manera, la amante aprende a ver la vida de otra manera por medio del ejemplo de la esposa aún en la distancia, algo así nunca podría haber sido escrito por un hombre o por una mujer machista.
El cuento de Ferré tiene un final fantástico porque ambos personajes parecen fundirse en uno solo.
LSA: Usted dice que su interpretación del cuento de Marvel Moreno es dual ¿por qué?
M.O. Así como en García Márquez el género y el sexo es el punto ciego, en Moreno lo es la clase y la raza. La mayoría de personajes que logran emanciparse son mujeres de la élite, posiblemente eso fue lo que ella observó en la sociedad en la que vivió.
Para más allá de eso, según su narrativa, las mujeres pobres no tienen posibilidad de salir adelante, solo lo pueden lograr si tienen plata y reciben una educación de élite, lo que evidencia un cierto desprecio por la cultura popular.
En su cuento quien termina ganando y llevándose toda la victoria es la esposa, de clase alta, blanca, a costa del sufrimiento de la amante negra pobre. En el de Ferré, aunque hay una exotización de la amante negra, al final no hay una ganadora sino una suerte de empate.
LSA: ¿Usted está de acuerdo con Moreno en que solo las mujeres ricas pueden emanciparse?
M.O. Ya lo decía Virginia Woolf en “Un cuarto propio”. Si no tienes “un cuarto propio” en que puedas sentarte a escribir no te convertirás en una escritora por más ganas e ideas que tengas.
En la obra de Moreno no es que todas las mujeres porque tienen el dinero se emancipen; de hecho, muchas están tan alienadas que ni lo intentan, pero ella no explora otros caminos con sus personajes. Sí lo hacen, en cambio, autoras como Lya Sierra, barranquillera en “Esa gordita sí baila”. Se trata de una mujer a quien le encanta bailar y debe un montón de plata, pero la poquita que recibe se la gasta en eso. Es una mujer súper liberada, feliz, sin pelos en la lengua, que rompe tabúes.
LSA: Usted habla del término sororidad ¿en qué consiste?
M.O. Es la solidaridad o hermandad entre mujeres, lo que no implica que todas vamos a estar agarradas de las manos sino que podemos intentar comprender más la situación de la otra y apoyarla cuando lo necesite. La sororidad busca vencer esa idea de que las mujeres somos rivales, que es la estrategia del patriarcado que no nos quiere unidas y por ende con fuerza.
LSA: A partir de los cuentos que usted analizó usted afirma que la solidaridad entre mujeres no está exenta de desigualdades ¿por qué lo dice?
M.O. El feminismo tiene muchos matices porque no todas las mujeres somos iguales y hay diferentes niveles de subordinación. Volviendo al cuento de Moreno, Liliana, la esposa blanca burguesa, se da cuenta que está subordinada al género, a su esposo, cuando se entera de que tiene una amante y se tiene que aguantar esa situación porque él es el que manda y ella depende de él.
Pero Liliana no está subordinada ni a la raza ni a la clase como la amante de su marido. Es un paso importante darnos cuenta que podemos ser mujeres y estar dominando a otras mujeres.
LSA: En su texto sobre las amazonas de Marvel Moreno, usted dice que las mujeres pueden hacer cambios a los papeles que deben encarnar aún repitiendo estereotipos… ¿puede desarrollar esto?
M.O. Pueden hacerlo reescribiéndolos. En el artículo hablo de la mujer fatal que es un estereotipo que existe desde la literatura del siglo XIX, y que Moreno retoma y amolda para que ya no represente a las mujeres que le causan estragos a los hombres sino a mujeres empoderadas y guerreras para su propio bien.
Esto no pasaba en las obras escritas por hombres. La mujer fatal era mala y punto, no les interesaba explorar dentro de ellas. Moreno le da una vuelta y muestra que el principal objetivo de esa mujeres no es causarle daño a los hombres sino liberarse, aunque en ese proceso el hombre patriarcal salga damnificado.
Tiene que ver con un proceso personal, hacia sí mismas.
LSA: Usted dice que no hay personajes femeninos puramente dominados ni plenamente emancipados...
M.O. Esto se ilustra bien a través de la obra de Moreno. A ella no le interesaban tanto los resultados como los procesos, narrar el recorrido para llegar o no a alguna parte.
En ese recorrido, precisamente, hay muchas etapas en las que las mujeres pueden tener mayor o menor éxito. El personaje de Dora en “En diciembre llegaban las brisas” al principio, muy joven, explora su sexualidad con un amante pero después cae en las garras de un matrimonio por conveniencia, con un esposo que la golpea. Uno podría decir que es una mujer fracasada, sin embargo, podemos ver un destello de deseo de liberarse aunque al final no lo logre.
La segunda protagonista, Catalina Arriaga, también encuentra obstáculos. Tiene un matrimonio infeliz pero logra salir de ahí, en buena parte porque su mamá era una libertaria que le enseñó a criticar, ella misma es una gran lectora y tenía además dinero.
LSA: En la obra de Moreno el proceso para convertirse en una mujer independiente y autónoma, una amazona, es lento y empobrecido por la soledad ¿por qué?
M.O. Cualquier persona que se sale de las normas va a ser castigada por la sociedad normativa que quiere que todo el mundo se apegue a las normas, sean buenas o malas.
Moreno dice que romper las reglas tiene sus consecuencias, y a veces graves, como el suicidio. La protagonista de “Algo tan feo en la vida de una señora bien”, Laura de Urueta, pierde su virginidad muy joven, por fuera del matrimonio, y su esposo, aunque acepta esa “mancha en su vida,” se la está cobrando después todo el tiempo, hasta hacerla caer en una depresión profunda que la lleva a acabar con su vida.
Los personajes que sí logran emanciparse son mujeres felices. Las tías y la abuela “En diciembre llegaban las brisas” son mujeres que hicieron lo que quisieron, fueron felices, y se les nota el bienestar no sólo económico sino de todo tipo. Hay una moraleja humanista de que sólo la libertad nos hará felices.
LSA: Usted habla de la industria cultural como la que más influencia tiene en la construcción e internalización de las normas de género, ¿a qué se refiere?
M.O. A que son productos que en la medida en que quieren llegar a la mayor cantidad de personas, y la masa suele actuar de una manera acrítica, lo que hacen es reproducir lo que ya está y figuras aparentemente rupturales lo que están es reproduciendo la misma historia de siempre.
LSA: Usted dice que Shakira es un ejemplo de eso, ¿a qué se refiere con ello?
M.O. Shakira, al principio, en obras como “Pies descalzos” tenía muchos cuestionamientos sobre la sexualidad y el hecho de ser mujer en general. Pero, poco a poco, se convirtió en un producto de la cultura de masas. “Loba” es un muestra de eso: la mujer puede hacer lo que le plazca pero si nadie se entera, manteniendo la dualidad. El mensaje es que es mejor que crean que eres buena así en el fondo seas mala; en otras palabras, está bien ser hipócritas.
LSA: En la política colombiana las mujeres cada vez tienen más protagonismo. ¿Está sucediendo lo mismo en la literatura?
Hay más mujeres escritoras pero todavía no las ponen a leer en los colegios ni en ninguna universidad
M.O. Soy optimista, pero hay que permanecer alerta porque a veces se trata de modas que luego se apagan. Hay más mujeres escritoras pero todavía no integran ningún canon, no las ponen a leer en los colegios ni en ninguna universidad. Son goticas, aquí y allá, no son un aguacero.
Sus novelas casi no se consiguen, tienen pocas ediciones y muchas veces son autofinanciadas por sus autoras porque nadie se las quiere publicar. La obra de Marvel Moreno durante años no se consiguió, sólo hasta 2001 Norma la republica y apenas 12 años después la reeditó Alfaguara.
Hay más mujeres escritoras pero son goticas, aquí y allá, no son un aguacero
Soledad Acosta de Samper produjo más de 50 novelas durante el siglo XIX y su obra estaba desperdigada en periódicos de la época que hoy es posible conocer gracias al trabajo que ha hecho Carolina Alzate, profesora de literatura de la Universidad de Los Andes.
Laura Restrepo es una escritora maravillosa, una de las más comerciales aunque sus textos no lo sean para nada, porque son profundos y complejos y, sin embargo, siento que no se le ha hecho el justo reconocimiento.
En la literatura chilena y mexicana, en cambio, hay escritoras famosas desde hace décadas.
LSA: ¿Cuál es la escritora colombiana contemporánea que más le gusta leer en este momento?
M.O. Yo trato de leer todo lo que llega a mis manos de escritoras mujeres. Sin duda, recomiendo a ojo cerrado leerse “La Perra”, de Pilar Quintana.
“Animales del fin del mundo”, de Gloria Susana Esquivel, es una novela interesante para leer.
También está Melba Escobar, la sanandresana Hazel Robinson y Carolina Sanín. Y unas nuevas autoras muy desconocidas que están comenzando como Claudia Lama y Fadir Delgado en Barranquilla.
Para citar:
Ortega González-Rubio, M. (2018). Antagonismo y sororidad en dos cuentos del Caribe colombiano. Acta Literaria N° 56 (53-71). Universidad de Concepción, Chile
Ortega González-Rubio, M. y Mercedes Ortega González-Rubio (2017). Shakira como tecnología de género. Representaciones de la identidad femenina. En Todos me miran. América Latina y el Caribe desde los Estudios de género. Universidad del Atlántico
Ortega González-Rubio, M. y Orlando Araújo Fontalvo (2018). El tejido de la brisa. Nuevos asedios a la obra de Marvel Moreno y Germán Espinosa.
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