En medio del nerviosismo por los casos confirmados de coronavirus, Zulma Rueda, profesora de la U. Bolivariana, da luces para redimensionar la epidemia y reducir el pánico.
"Información incorrecta lleva a que se transmita el coronavirus"
Zulma Rueda. Foto: Jauder Cardona
Nota de la editora: esta entrevista la publicamos originalmente el 1 de marzo de 2020, cuando todavía no había casos confirmados de coronavirus en Colombia. En este momento hay tres casos confirmados y aunque ahora hay más de 100 mil infectados y van 3819 muertos en el mundo, los porcentajes de mortalidad que están en esta entrevista no han cambiando sustancialmente y la información que trae para dimensionar la epidemia está vigente. Dada la importancia del tema la republicamos.
Anoche llegaron a Bogotá los colombianos que estaban en Wuhan, mientras el país ha estado expectante por una eventual llegada del coronavirus.
La Silla Académica entrevistó a Zulma Rueda, médica, Doctora en Epidemiología y profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana. Rueda ha publicado múltiples artículos sobre enfermedades respiratorias y estudios de factores de riesgo, así como, tuberculosis, otra enfermedad infecciosa como lo es el coronavirus.
Uno de ellos “Myths and realities about knowledge, attitudes and practices of household contacts of tuberculosis patients”, justamente pone de presente los estigmas que se dan en estos casos y sus consecuencias.
Rueda junto con José Luis Albarracín, médico internista que está haciendo su subespecialización en enfermedades infecciosas y aporta la perspectiva clínica, arrojan luces que pueden ayudar a redimensionar la epidemia y prevenir el pánico. Porque no solo las instituciones deben estar preparadas sino la gente.
La Silla Académica: La pregunta fundamental ¿nos vamos a morir todos?
Zulma Rueda: La respuesta es No.
Esto opera para cualquier enfermedad infecciosa: exposición no es igual a infección, infección no es igual a enfermedad y enfermedad no es igual a muerte.
Las enfermedades infecciosas son producidas por microbios: parásitos, bacterias, hongos y virus, principalmente. Hay unos virus muy infecciosos y otros no tanto. Unos con altas tasas de mortalidad y otras con menores.
Un ejemplo de un virus altamente infeccioso es el sarampión: 9 de cada 10 personas que no tienen la infección pero se exponen -tienen contacto- con alguien que está infectado, se infectan de igual manera.
La rabia, por su parte, es un virus con una alta tasa de enfermedad. Todas las personas que se infectan, se enferman, es decir, presentan síntomas.
Y el mejor ejemplo de un virus muy letal es el ébola. Aunque hay varios tipos, tiene una tasa promedio de muerte del 50 por ciento y en algunos casos ha llegado al 90 por ciento.
Lo que han dicho los números hasta ahora sobre el coronavirus es que no es tan letal. El 3.3 por ciento de los que se han enfermado en China, se han muerto. En otras palabras de 100 personas que se enferman, poco más de tres se pueden morir. Y ese porcentaje se reduce a un 1.5 por ciento por fuera de China.
Hasta el jueves iban 82294 casos de enfermos por coronavirus en el mundo y 2804 personas muertas.
LSA: Las personas fantasean (y el cine o las series ayudan) con el fin de los tiempos. Usted es especialista en enfermedades infecciosas como la tuberculosis, por ejemplo. ¿Este tipo de virus es cómo otros que ha habido a lo largo de la historia o tiene unas características que podrían dar sustento a esas fantasías?
Z.R.: El coronavirus no es apocalíptico. No es un virus que vaya a acabar con la humanidad. Aunque puede causar muchas muertes si se esparce por todo el mundo, varios estudios señalan que el 81 por ciento de los casos son leves y no llegan a cuidados intensivos: se pueden manejar quedándose en la casa y tomando las precauciones que las personas habitualmente toman cuando tienen una gripa.
LSA: ¿Qué sustenta entonces que estén prendidas todas las alarmas?
Z.R.: No se prenden porque sea letal, sino porque es nuevo, se está transmitiendo activamente de humano a humano, se está esparciendo en el mundo y se están produciendo unas muertes. Las alertas son porque hay que estudiar cuántas personas hay enfermas, de éstas cuántas se mueren, cómo se transmiten, de manera que los Estados puedan estar preparados y prevenirlo.
Hasta el momento lo que hemos aprendido es que quienes se mueren y parecen ser más vulnerables principalmente son adultos mayores de 65 años y personas que tienen otras enfermedades de base como la diabetes, presión alta o problemas cardíacos.
LSA: ¿Por qué el coronavirus ataca más fuerte a adultos mayores que a niños, siendo ambos vulnerables?
J.A.: No lo sabemos con certeza. Posiblemente los niños no tienen los receptores que necesita el virus para unirse a las vías respiratorias, o su sistema inmune no está tan desarrollado entonces el virus no actúa tan agresivamente.
LSA: Uno de los vacíos de información que tenemos es cuántas personas que se exponen al virus desarrollan los síntomas ¿cómo se puede saber esto?
Z.R.: No sabemos cuántos expuestos hay y de esos cuántos están infectados porque no a todos los evalúan.
Piense en un estadio de fútbol que tiene un aforo de 40 mil personas. Si una persona asiste al estadio de fútbol y está infectada, no podemos saber quiénes se expusieron porque todos mostraron la boleta pero no su cédula, para entrar.
Aún si supiéramos quiénes se expusieron, habría que hacerles a todos pruebas para saber si están infectados y no hay ningún país en el mundo que tenga los recursos para hacerlo de forma masiva.
Estudios de modelación matemática -que harán mejores predicciones cuando se tenga más información- estiman que una persona enferma por coronavirus puede infectar a 2.6 personas.
En todo caso, tampoco es posible saber cuántos de esos se enferman tras el período de 14 días en que deben aparecer los síntomas (período de incubación).
LSA: ¿Por qué lo dice?
Z.R.: Por lo general solo alguien que tiene síntomas puede transmitirle el virus a otro, pero esto no es siempre así.
Se reportó que una familia de cinco personas se enfermó de una familiar que tenía el virus pero que siempre estuvo sin síntomas. Esta persona viajó de Wuhan para visitarlos a Anyang en China. La segunda razón es que se han conocido tres casos en que el tiempo desde que el virus infectó a estas personas hasta enfermarlas fue de 19 días, 24 días y otro en que fue de 21 días. No es lo común de todas maneras.
LSA: En varios medios hacen referencia al coronavirus como “misterioso virus”. ¿Está de acuerdo? no lo son todos en un comienzo...
J.A.: Lo de misterioso es porque no se sabe de dónde proviene. Inicialmente se dijo que de murciélagos y recientemente que de un pangolín.
Hay más de 100 coronavirus, todos de origen animal, pero de esos sólo siete pueden afectar al ser humano hasta ahora. Se llaman así porque su envoltura parece una corona.
De los siete, cuatro afectan solo las vías respiratorias superiores: la nariz, la laringe y la tráquea, y son causa común de gripas.
Los tres restantes sí afectan las vías respiratorias inferiores (de la tráquea hacia abajo) y son: el SARS que apareció en 2002 en Asia y se atribuye a los murciélagos, el MERS que apareció en 2012 en Medio Oriente y se atribuye a los camellos, y ahora el coronavirus que aparece en 2019 en Wuhan, China.
LSA: ¿Siempre ha habido virus en animales que después se transmiten entre personas o eso es algo nuevo?
J.A.: Todos los virus tienen esa posibilidad. Los organismos vivos: los hongos, las bacterias, los virus, están reproduciéndose y teniendo mutaciones constantemente. Para reproducirse tienen que hacer copias de su material genético, supongamos que son celdas que se multiplican, pero ocurren errores por azar y una celda queda en otra posición. Puede que no ocurra nada pero puede que ese cambio le de una ventaja y le permita saltar de un animal a un humano.
Es muy difícil que pase lo contrario, que un humano contagie un animal. Por eso las fotos en China de perros con tapabocas muestran la paranoia.
LSA: Algunos culpan a los chinos porque dadas sus costumbres fue posible la transmisión de este virus ¿Está de acuerdo?
Z.R.: Probablemente hay cuestiones culturales detrás como los hábitos alimenticios. Aunque además de comer ciertos animales que para ellos tienen propiedades ancestrales, la transmisión de microbios depende mucho de la cocción pues varios se mueren en este proceso.
Pero no se puede estigmatizar a los chinos por ésto. La Influenza H1N1 que surgió en 2009 apareció en México y se atribuye a unos cerdos. El Ébola apareció en África y se atribuye a micos, gorilas y chimpancés.
LSA: En redes han circulado memes en torno a que el único mecanismo de defensa que tenemos los colombianos frente al coronavirus es el acetaminofen, que constantemente lo prescriben los médicos de las EPS…
Z.R.: La mayoría de las gripas son causadas por virus, y la mayoría de los virus no tienen tratamiento para curarlos.
El 99 por ciento de la gente que consulta al médico por una gripa en efecto le prescriben acetaminofén o ibuprofeno. Y la gente se molesta muchísimo, pero ¡eso es lo que deben recetar! porque no se puede hacer mucho más que ayudar a bajar la fiebre y disminuir el dolor en el cuerpo con alguno de esos medicamentos.
Así que varios terminan en la droguería comprando antibióticos como Amoxicilina, Benzetacil, Azitromicina -en Colombia no requieren fórmula médica- y creyendo que fue “bendito” pero generalmente es que coincide con el período en que pasa la gripa. Y además les causa diarrea y les genera un montón de resistencia.
De manera que el 81 por ciento de las personas que lleguen a estar enfermas por coronavirus y a menos que no puedan respirar, deberán quedarse en su casa tomando acetaminofén o ibuprofeno, evitando infectar a otras personas montando en el transporte masivo o yéndose para el trabajo o estudio.
LSA: Usted menciona el problema del abuso de los antibióticos, ¿el surgimiento de enfermedades como el coronavirus tiene algo que ver con eso?
Z.R.: La mayoría de la gente hace un uso irracional de antibióticos y por eso hay una alerta mundial, pues cada vez hay más bacterias resistentes, multirresistentes (a varios antibióticos) e, incluso, panresistentes (a todos).
El uso de los antibióticos en casos de virus respiratorios, además de que no mata el virus, daña la flora buena del intestino.
J.A.: Mata las bacterias buenas, que han estado con nosotros desde el principio, y hace que las bacterias malas desarrollen mecanismos de resistencia, mutan para que ya no las maten.
Z.R.: Así que no es que el coronavirus sea una consecuencia del abuso de los antibióticos, sino que una persona que se enferma por un virus puede sufrir daños en las células de una parte de las vías respiratorias, y eso facilita que algunas bacterias que tiene en su cuerpo lo pueden enfermar a su vez, eso se llama infección sobreagregada. También puede pasar que lleguen más fácil otras bacterias y quizá no hay antibióticos para atacar unas u otras.
J.A.: La penicilina se creó en 1928 y ha salvado muchas vidas. Tras su descubrimiento y durante los 50 años siguientes se descubrieron muchos más antibióticos que se podían usar para bacterias que iban desarrollando resistencia, pero nos estamos quedando sin antibióticos para usar en bacterias que tengan resistencia a muchos o a todos los antibióticos.
LSA: El coronavirus se manifiesta en su fase más crítica como una neumonía. En uno de sus artículos dice que la probabilidad de identificar las causas de una neumonía varía entre el 30 y el 70 por ciento… ¿Cómo va a la gente a poder distinguir cuál es la causa de los síntomas que tiene?
J.A.: Los síntomas que las personas experimentan son fiebre, tos y dificultad para respirar. Eso hay que cruzarlo con factores de riesgo como: si la persona ha viajado a China o ha tenido contacto con personas que estuvieron en China. Y ahora a este país se le han sumado otros como Corea del Sur, Malasia, Japón, Singapur, Irán, Emiratos Árabes, Italia y más recientemente Brasil.
Si me fui de paseo a Cartagena y volví con un resfriado no debería pensar en coronavirus.
El Instituto Nacional de Salud -INS- ya tiene además una prueba molecular que identifica el material genético del virus para hacer el diagnóstico en los casos sospechosos. No tendrá 50 millones de pruebas así que tendrá que seleccionar muy bien.
LSA: A partir de los problemas que tiene nuestro sistema de salud ¿cuáles son los principales problemas que tendremos para afrontar el coronavirus?
J.A.: Tenemos todavía muchas dudas pero el tiempo que se limitó la epidemia a China ha hecho que las entidades de salud se puedan ir preparando.
En todo caso es muy probable que nuestra capacidad hospitalaria (aunque eso también se puede decir de otros países), se vea rebasada, tanto en las unidades de cuidados intensivos como en la hospitalización. Además sería muy grave tener las salas de urgencias llenas de personas con gripa no por coronavirus sino por otras causas.
El desafío está en priorizar la gente a la que uno va a estudiar, que, en el momento actual, deberían ser aquellos que tengan una infección respiratoria grave o que sean sospechosos por las razones que mencionamos antes; y el otro desafío está en detectar muy rápido a los que estén infectados.
Sólo en un escenario caótico de 3000 mil casos reportados, por poner un ejemplo, la gente ya podría adquirir el virus en el país de una forma más directa y, aún así, la recomendación sería que la mayoría de la gente que no necesita atención hospitalaria, se quede en su casa. Que de ser posible no comparta su habitación, use tapabocas, evite el contacto con otros menor a un metro y se lave frecuentemente las manos.
Pese al impacto que pueda tener en la economía, las empresas deberán, por ejemplo, permitirle a los empleados que tengan síntomas, así sea algo leve, quedarse mínimo 14 días en su casa.
LSA: ¿Está Colombia preparada?
Z.R.: Colombia está preparada. El Ministro de Salud, el miércoles, anunció un presupuesto de 15 mil millones para hacerle frente a la epidemia, por ejemplo. Hay que recordar que en casos anteriores como la influenza porcina o el SARS, y, en general, cuando ha habido diferentes brotes, el país ha respondido bien a través del INS, de la red de laboratorios y de las instituciones de salud.
Ahora bien, no podemos compararnos con EE.UU. que invierte en los Centers for Disease Control and Prevention -CDC- billones de dólares, porque es un país con recursos enormes.
En todo caso, cuando haces un estudio de brote (como lo es el coronavirus) un punto crítico es la comunicación: quién da la información, cómo compartimos información en tiempo real sin generar zozobra, cómo evitamos que haya información errónea sin esconderla.
El virus no es tan letal como el pánico que genera la circulación de información falsa. La información incorrecta lleva a que se transmita la enfermedad, a que se congestionen los servicios de salud innecesariamente: “100” personas asustadas en urgencias. Y en esto, los medios de comunicación son muchas veces responsables.
Todas las personas y no solo el personal de salud debe saber como se evita que el virus se propague.
LSA: ¿Por qué lo dice?
Z.R.: El caso más gracioso y que muchas personas recuerdan es el del periodista de Citytv que se puso mal el tapabocas.
Pero aún periodistas muy destacados no están exentos de cometer errores. No entiendo por qué no buscan expertos que les ayuden a resolver sus dudas. No se me olvida, porque me impresionó, que Daniel Coronell, a quien admiro por sus investigaciones, criticó a Gustavo Petro porque en su alcaldía se habían incrementado supuestamente los casos de VIH, cuando lo más probable que había sucedido era que producto de proyectos o programas de búsqueda activa se pudo aumentar el número de personas a las que se les podía hacer la prueba de tamizaje para detectar el virus, y por ende, esto hizo que también aumentara el número de positivos. El que busca encuentra.
LSA: ¿Qué debe hacer la gente para prevenir la transmisión? ¿Hay factores culturales que nos dificultan la prevención?
Z.R.: Con el coronavirus las precauciones no son muy diferentes a las que se deben tener con las infecciones respiratorias, en general, que se disparan además con la oleada de lluvias.
En efecto, los latinos somos dados a tocar mucho. A saludarnos de pico en la mejilla, de abrazo o estrechando las manos. Para llamarte: voy y te pongo la mano en el hombro. Y no sólo eso, los latinos se viven sacando los mocos o llevándose los dedos a la nariz y la boca y cogiendo después el celular, por ejemplo. Esos comportamientos favorecen la transmisión, así que será un reto modificarlos, pero hay que hacerlo.
Las principales medidas de precaución consisten en no llevarse las manos a los ojos, a la nariz o la boca. En lavarse constantemente las manos durante 20 segundos con agua y jabón, o en su defecto con un desinfectante que tenga al menos 60 por ciento de alcohol, y en limpiar las superficies de contacto como llaves, el celular, las chapas de las puertas, con alcohol desinfectante. Esta medida ha demostrado disminuir la transmisión de virus respiratorio en el 50 por ciento de los casos.
Aquí un video muy bueno y divertido sobre cómo debe uno lavarse las manos.
Si la persona tiene síntomas de gripa debe sonarse con pañuelos desechables y botarlos a la basura inmediatamente. Estornudar o toser cubriéndose con el ángulo del brazo. No escupir y usar mascarilla normal (que nosotros la llamamos quirúrgica). Es cuestión de pura higiene respiratoria.
LSA: ¿Todos deberíamos usar tapabocas? hay gente preocupada porque se agoten…
Z.R.: Si vivo en Wuhan y monto en metro o en un medio de transporte masivo, probablemente usaría uno. Pero las imágenes de toda la ciudad usando tapabocas sólo generan una sensación de falsa seguridad, además de que hacen entrar a la gente en pánico. Ni el INS ni ningún país va a recomendar que toda la gente use mascarilla.
LSA: En redes he visto mensajes de personas que por ejemplo “pedían a Dios” que se cayera el avión que traía a los colombianos de Wuhan. Usted ha estudiado la estigmatización que sufren por ejemplo pacientes con tuberculosis de forma innecesaria ¿qué puede enseñar eso en el caso del coronavirus?
Z.R.: El desconocimiento lleva a medidas extremas. Contraproducentes por muchas razones, entre otras, porque las personas enfermas se deprimen lo cual dificulta, por ejemplo, que sigan el tratamiento, e incluso empiezan a tener pensamientos suicidas.
En eso nuestros hallazgos en materia de tuberculosis, otra enfermedad contagiosa, son relevadores. Encuestamos a 878 personas que conviven con enfermos de tuberculosis en Villavicencio, Pereira, Cúcuta, Bucaramanga y Bosa, cinco de los ocho lugares con más casos en el país. Para que la gente se haga a una idea, una de cada cuatro personas en todo el mundo tiene la bacteria que causa la tuberculosis en los pulmones, sólo que entre el 5 y 10 por ciento de estos se enferma y solo quien tiene síntomas la puede transmitir.
90 por ciento sabía que la enfermedad se transmite por vía aérea. Es un porcentaje muy alto, la sorpresa es que de esos 52 por ciento creía que también se transmitía si compartían los platos, los cubiertos, la ropa con el enfermo o si le daban la mano. Conclusión: la gente realmente no sabía. La tuberculosis no se transmite por eso. El que está enfermo tiene que hablar, toser, estornudar, cantar, reírse, en otras palabras, requiere una acción que convierta su saliva en gotas muy pequeñas que puedan viajar más de un metro y llegar a las vías respiratorias inferiores.
Entonces aíslan a los enfermos en sus casas. Les sacan todo a parte, lo cual es ilógico.
Los otros dos hallazgos fueron que el 60 por ciento tiene miedo de que lo diagnostiquen por lo que muchos no buscan atención médica, y el 85 por ciento de convivientes dice que evitaría o rechazaría a una persona con tuberculosis. ¡Estamos hablando de personas que han tenido contacto, y de una enfermedad que tiene cura! Solo que el tratamiento es largo, dura seis meses y requiere reclamar un medicamento diariamente porque los puestos de salud tienen que verificar que la persona se lo tome.
Estas actitudes no sólo son frecuentes en los familiares sino en los estudiantes de medicina, de enfermería y en general, el personal de salud.
LSA: Para no incurrir en este tipo de estigmatizaciones ¿Cómo se transmite exactamente el coronavirus?
J.A.: A partir de la información que hay disponible, lo más probable es que el coronavirus se transmite igual que la influenza, que es uno de los virus respiratorios más comunes.
Y a diferencia de la tuberculosis, la influenza se transmite por gotas de saliva un poco más grandes que no viajan más de un metro (que es como la distancia que se necesita para abrazar a alguien). Por ende, se necesita estar muy cerca de la persona enferma para infectarse o de las secreciones de su boca. Por eso hay que insistir en no saludar de beso, ni abrazo ni apretón de manos, y en lavarse frecuentemente las manos, así como, limpiar las superficies de contacto.
LSA: ¿Qué tan lejos estamos de que desarrollen una vacuna contra el virus?
Z.R.: Ya se anunció que la Universidad de Nebraska en EE.UU. y muchas otras instituciones en el mundo están haciendo ensayos clínicos a diferentes medicamentos para tratar el coronavirus. Incluyendo medicamentos que ya están disponibles en el mercado, y que están evaluando si sirven para el coronavirus.
Pero hay que tener esperanzas moderadas. Para que un compuesto llegue al mercado han ensayado 100.
Desarrollar una vacuna no es como cocinar un arroz: tardaría mínimo 18 meses y eso que es poco probable.
Las vacunas tienen muchas fases de estudio y requiere una gran cantidad de dinero, hablamos de cientos a miles de millones de dólares aproximadamente: primero se tienen que probar en animales para verificar si atacan el virus y para constatar si tienen pocos efectos adversos. Solo si se superan estas etapas, se pasa a humanos y hay que agotar tres fases. Primero se experimenta en personas sanas para evaluar la seguridad, después en sospechosos (personas que hayan tenido contacto con infectados), para ver la eficacia y seguridad, por último, en grandes muestras para comprobar la real eficacia del medicamento o la vacuna.
La complejidad de los microorganismos es además muy alta porque como dijimos mutan, por eso nos tenemos que vacunar cada año contra la influenza. En la vacuna contra el VIH se han invertido miles de millones de dólares por más de 30 años sin suerte. Algo parecido ha pasado con la malaria o la tuberculosis.
LSA: ¿Implica algún desafío el movimiento antivacunas?
Z.R.: Lo que hace una vacuna es activar las defensas para generar “memoria inmunológica”, es decir, que en el evento que me exponga al virus sepan cómo reaccionar. La protección promedio de las vacunas está alrededor del 90 por ciento.
Los posibles efectos adversos que pueden tener son de una probabilidad similar a que a uno le caiga un rayo. Y tienen el efecto progresivo de que ciertas enfermedades desaparezcan en el mundo con el tiempo como pasó con la viruela.
A diferencia de los antibióticos su consumo no genera resistencia. Lo que ha generado el movimiento antivacunas más recientemente es que los CDC de EE.UU. donde, por ejemplo, el sarampión había prácticamente desaparecido, estén reportando más de mil casos al año.
LSA: El miércoles salió una noticia que llamaba la atención sobre que el dengue debería ser la principal preocupación de los latinoamericanos y no el coronavirus ¿estamos mirando hacia donde no es?
Mientras el mundo mira al #coronavirus, América Latina vive la peor epidemia de #dengue de su historia. Más de 1.565 personas han muerto en la región durante los últimos 14 meses.
— Álvaro Sierra (@AlvaroSierraF24) February 26, 2020
https://t.co/6J8eJXOsH6
Z.R.: Como el dengue, hay muchas enfermedades infecciosas que causan millones de enfermos y muertos en el mundo.
En Colombia, puntualmente en Medellín, en los últimos tres años ha habido una reducción ostensible a partir de un programa de investigación que ha venido adelantando la Universidad de Antioquia con apoyo de científicos australianos y que a grandes rasgos consiste en infectar a los mosquitos que transmiten el dengue con una bacteria que evita que le transmitan el virus a los humanos. La solución no puede ser acabar con los mosquitos por qué dónde queda la ecología.
El mensaje es que muchos microbios como el dengue, el VIH, la malaria, la tuberculosis subsisten y siguen causando muchas muertes, pero eso no quiere decir que no se esté haciendo nada.
Volviendo al coronavirus, hay que tener paciencia, esperar que surjan las investigaciones: universidades en el mundo entero están acompañando a la Organización Mundial de la Salud -OMS- y agencias estatales, y muchos científicos están trabajando para tener mejores respuestas.
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