Esta sección cumple un año. Para celebrarlo entrevistamos a James Lesmes, el experto de La Mesa de Centro y uno de sus lectores más asiduos, sobre el primer mes de Iván Duque.
La Silla Académica celebra su aniversario en La Mesa de Centro
La Silla Académica está cumpliendo un año de vida. Nació para acercar el conocimiento que se produce en las universidades a la discusión sobre los temas que más importan a los colombianos, para agregar nuevas perspectivas acerca de éstos y elevar los argumentos del debate público.
Hemos publicado 41 historias basados en textos académicos de las universidades y facultades suscritas que han permitido hacer un análisis de la realidad que va más allá de lo coyuntural. Las cifras demuestran que la gente está interesada en entender mejor lo que pasa en el país. En promedio las historias tienen más de once mil vistas y, lo mejor, un tiempo de lectura promedio de más de siete minutos.
También hemos promocionado 735 eventos académicos, 620 libros y artículos, y tenemos un directorio de profesores y profesoras para que los medios de comunicación y otros interesados los consulten sobre sus temas de investigación.
Hace un año arrancamos con la Universidad Javeriana, El Externado, La Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, El Rosario, el Instituto de Estudios Urbanos de La Nacional y, ahora, orgullosamente, se nos sumó una regional, la Universidad del Norte, que era una de las solicitudes de nuestros lectores.
Para celebrar este aniversario decidimos no entrevistar una profesora o profesor, que es lo que hacemos usualmente, sino a un asiduo usuario de La Silla Académica, el experto de La Mesa de Centro, James Lesmes, para reirnos un poco y al mismo tiempo analizar el primer mes de gobierno de Duque, o más bien al revés: para analizar el primer mes del gobierno de Duque y reirnos un poco, pero con cierto nivel de reflexión para no salirnos del todo de la seriedad que hemos querido que caracterice a la Silla Académica y que es propia de los trabajos que aquí visibilizamos.
Las opiniones del entrevistado y su particular visión sobre el gobierno de Duque no reflejan las opiniones y visiones de los profesores y profesoras citados.
Iván Duque está cumpliendo un mes de gobierno. ¿Cuál es su balance?
James Lesmes: La portada más reciente de la revista Semana dice “El país que Duque encontró”. El problema no es el país que encontró Duque, sino que Duque no se ha encontrado.
Tal vez porque todavía él mismo no termina de creer que sea Presidente, como mucha gente todavía no lo puede creer. Me ha pasado: estoy frente al televisor tomándome un jugo y me pregunto: ¿este joven es el Presidente?
Lleva un mes en esa búsqueda y espero que la concluya pronto. Estoy ansioso por saber quién es realmente nuestro Presidente. Por saber qué va a hacer con los temas importantes; los grandes temas, como lo dijeron los profesores Edna Bonilla y Jorge Iván González aquí en La Silla Académica.
LSA: ¿Grandes temas como el de la reforma agraria, de lo cual el Presidente ha dicho muy poco?
J.L.: Sí. ¿Qué pasó con la discusión sobre el impuesto predial, el catastro multipropósito y la modernización del Instituto Geográfico Agustín Codazzi? La falta de acción del Instituto debe tener revolcando en su tumba al ingeniero Belisario Ruiz Wilches, abuelo de mi apreciado vecino y cartógrafo aficionado William Alejandro Wilches.
En el tema de impuestos la discusión se quedó en si el ministro Carrasquilla propuso expandir el IVA a nombre propio o en nombre del gobierno.
Según los profesores Bonilla y González, hay unas fincas en Apulo que pagan 300 mil pesos de impuesto predial. Y dejo de paso declarado mi conflicto de interés, o más bien falta de conflicto: no tengo finca [risas]. Mi abuela tenía un lote por Sogamoso, pero en la sucesión mis primos del lado Lesmes Luque se terminaron quedando con eso [risas, tos. Toma un poco de agua].
Los congresistas en promedio tienen más de ocho predios, mientras que el resto de colombianos no alcanza a tener ni uno. No me lo estoy inventando, es lo que explican Bonilla y González. Y para rematar, Duque nos tiene ahora con el eufemismo de que lo que él tiene es un plan de reactivación económica. O sea, no es una reforma tributaria sino una reforma tributaria.
LSA: Muchas personas pensaban que si ganaba Petro el país iba a tener un régimen populista ¿Cree que dado que Duque tiene un estilo de gobierno basado menos en su figura, estamos lejos de un gobierno populista?
J.L.: No estoy seguro de que “muchas personas” en Colombia tenían esa idea que apunta tu pregunta. Esa generalización tuya se conoce como el ‘fenómeno Alberto Casas’: por temor o temeridad, el interlocutor proyecta su especulación en el colectivo. Es la fantasía de la objetividad desde la subjetividad.
No estoy seguro de que “muchas personas” en Colombia tenían esa idea que apunta tu pregunta. Esa generalización tuya se conoce como el ‘fenómeno Alberto Casas’.
LSA: Pero volvamos al tema…
J.L.: Luciana Cadahia te respondió esa pregunta hace un par de meses. Ella decía que Duque tiene muy pocos elementos populistas: “Busca presentarse como una figura muy formada que ha ocupado altos cargos en el exterior, un técnico con una propuesta que implica mayor privatización, según él, exitosa”.
Duque tal vez lo tiene claro en teoría, pero no ha podido en la práctica. El Presidente no ha logrado instalar su perfil tecnocrático, y al tiempo intenta hacer lances populistas. Su táctica principal son las guitarras. Hace poco le cogió la guitarra a los muchachos de Monsieur Periné. Casi a escondidas. Eso puede prestarse para malos entendidos. Si yo fuera asesor de Duque, le llevaría una guitarrita a todas partes.
LSA: Duque ha nombrado en su mayoría un gabinete técnico ¿Él mismo está logrando serlo?
J.L.: Por ahora, el Presidente se dedica a dar ‘ted-talks’ y a hacer su versión de los consejos comunitarios con los talleres ‘Construyendo país’. El gerundio es elocuente: son discusiones que nunca terminan, que están en desarrollo. Un eterno presente.
Es la pesadilla de cualquier oficinista: reuniones semanales de diez horas donde se habla de todo y no pasa nada. El riesgo de eso es lo que los gringos denominan “muerte por Power Point”. Y si no me cree, pregúntele a cualquier de los ministros de Duque, que todos los lunes mueren por sobredosis de Power Point en los consejos de ministros.
LSA: ¿Cree que como pasa con los “consejos comunitarios” la idea de Duque de que todos podemos ser emprendedores también está lejos de ser efectiva?
J.L.: La economía naranja es, hasta ahora, una máquina de humo. Creo que fue acá en LSV donde leí que en el primer consejo comunitario de Duque trajeron a una muchacha que pintaba con los pies y la pusieron en el ‘stand’ de la economía naranja. ¿Qué sigue? ¿Motivar a los vendedores de los semáforos para que monten un ‘start-up’?
El Presidente quiere modernidad y riqueza por decreto. Como dijo el profesor Juan Ricardo Aparicio en la Académica: “cuando la idea de emprendimiento no está enmarcada en una igualdad de derechos, corre el riesgo de moralizar la pobreza”. Es decir, el que es pobre es porque quiere, porque no quiso ser un emprendedor exitoso.
LSA: Está rondando la duda si el doble discurso frente a ciertos temas muestra que hay una división al interior del uribismo del ala más radical en torno a Duque, o sí es algo así como la teoría del policía bueno y el policía malo. ¿Cuál cree que sea la verdad?
J.L.: Según Francisco Gutiérrez Sanín, “un punto de honor de los uribistas es nunca desautorizar a sus extremistas”. El grueso del uribismo no es tan extremista, pero los moderados no se atreven a disputarle la narrativa a ese uribismo extremo. Empezando por el presidente Duque, que no sólo no contradice a esas voces, sino que hacen parte de su gobierno.
Aunque le reconozco al presidente Duque el tono decididamente conciliador que tiene, hay demasiado miedo en ese uribismo moderado. Y con miedo no se puede hacer política. Yo no digo que saquen un comunicado cada vez que María Fernanda Cabal diga una barbaridad, porque eso implicaría tener un jefe de prensa y un ‘community manager’ solo para eso. Pero sí responderle alguna vez o no quedarse callados.
LSA: ¿Lo dice también por el ministro de Defensa Guillermo Botero y sus declaraciones sobre la protesta social? Ya van dos veces en que el Ministro se va lanza en ristre contra la protesta social…
J.L.: El pasado del uribismo como oposición es reciente y está hiper-documentado por ellos mismos. Son como un millennial que registra toda su vida en las ‘Denominadas Redes Sociales’.
Para no ir lejos, búscate en Facebook las movilizaciones sociales que ellos impulsaron hace menos de dos años con el eslogan de ‘resistencia civil’. Una resistencia que en Bogotá hicieron unos ciudadanos prestantes que pidieron un Uber para llegar a la séptima. Una marcha de diez cuadras.
Marchas las del profesor Moncayo, que atravesaban departamentos enteros; eso sí era marchar. Lo de ellos fue un cross-fit político.
Pero me desvié. El historiador Roberto González resumió perfectamente la contradicción del uribismo en La Silla Académica: “No puede ser posible que cuando el Centro Democrático lidera una manifestación social, ésta sea legítima y cuando otros sectores la lideren se convierta en contra de los intereses de país”. Pero en esas estamos: cuando el ministro Botero no está hablando de lo bien que le ha ido en su finca fumigando unos naranjos con glifosato, está descalificando la protesta social.
LSA: Además del intento por limitar la protesta social, Duque anunció la conformación de una comisión para revisar si al país le conviene o no el fracking. ¿El país debería meterle la ficha a eso o a la biodiversidad?
J.L.: Para mí Colombia tiene que pensar es en el turismo. Tiene que decidir qué tipo de turismo quiere. A mí eso me preocupa. Aquí leí que los dos tipos de turistas que más plata dejan en el país son los golfistas y los observadores de aves.
A mí eso me preocupa, repito. Me parece francamente inviable desarrollar ambos, a menos que promovamos el avistamiento de aves en los campos de golf. Pero eso sería de pésimo gusto, no para el golf –que es de por sí de pésimo gusto–, sino para los aficionados al avistamiento de aves. Pregúntele al profesor Luis Miguel Renjifo si le gustaría salir a buscar un Doradito Oliváceo en un carrito de golf.
LSA: Duque no ha sido tan moderado en el tema de la dosis mínima. ¿Usted cree que el intento por regularla es producto de la influencia que ha tenido en su mandato el apoyo de grupos religiosos y conservadores?
Primero que todo tengo que decir que la voz de la ministra Gloria María Borrero es la voz de la conciencia. Pero de la conciencia culposa.
J.L.: Primero que todo tengo que decir que la voz de la ministra Gloria María Borrero es la voz de la conciencia. Pero de la conciencia culposa. Esa voz que te culpa por comerte ese postre de arequipe con chocolate y chocolate fundido; esa voz que te señala por servirte un trago más y, cómo no, esa voz que te observa mientras aspiras ese cigarrillo de marihuana como si no hubiera mañana, pero sabiendo que el mañana sí llega y es probablemente día de oficina y vas a sentirte miserable.
Y no me tome por apologista, por favor. Esta es mi respuesta recreativa. Pero sí, todos llevamos una Gloria Amparo adentro y es, como apunta su pregunta, un problema sobre todo religioso. A mí me gusta la propuesta que hace el profesor Carlos Andrés Manrique de que deberíamos debatir otras formas de ser católico o cristiano. Yo me considero católico, pero el látigo no puede ser nuestra forma de autorregulación espiritual.
LSA: Duque le dio un golpe duro a las disidencias con el anuncio este fin de semana de que el Ejército había herido a alias Guacho, uno de los símbolos actuales del reciclaje de la violencia … pero el narcotráfico, las disidencias y demás grupos ilegales parecieran estar lejos de su fin. ¿Usted cree que le va a quedar duro la consolidación de la paz?
Estoy de acuerdo con Castillejo en que la paz es reconciliarse con el otro. Es empatía y convivencia; no amistad ni consenso.
J.L.: Como dice Charly García, estamos buscando un símbolo de paz. “Y damos vuelta a la discoteca / Y ya no quedan ganas de sonreir” [tararea]. Dice el profesor Alejandro Castillejo que no hay nada peor que una sociedad que se decepciona de su propio proceso. Estamos decepcionados, pero no olvidemos que el uribismo ganó las elecciones vendiendo esa decepción. Y bueno, también es cierto que Mr. Santos vendió lo contrario: con el proceso de paz nos ofreció, en palabras de Estanislao Zuleta, “paraísos inventados”, “islas afortunadas” y –oh, casualidad– “mermelada sagrada”. No me mire así, eso dice el ensayo de Zuleta.
El caso es que creímos que la justicia transicional era –citando otra vez al profesor Castillejo y perdone que abuse de las comillas– “una verdad que nos libera, que tiene rasgos bíblicos y psicoanalíticos, y que se obtiene a través de un modelo aplicable a todas las sociedades”. Creímos que la justicia transicional iba a ser nuestro psicoanalista, pastor y redentor. La paz institucional está inflada y sobrevalorada, como los jugadores de fútbol argentino: Lamela, el muchacho ese que celebra poniéndose la mano en la cara y esa gran mentira histórica que fue Maxi López. Estoy de acuerdo con Castillejo en que la paz es reconciliarse con el otro. Es empatía y convivencia; no amistad ni consenso.
LSA: El Presidente le está cambiando el nombre a todo, especialmente a lo relacionado con el posconflicto. ¿Cree que con eso va a conseguir mejores resultados en el tema de la paz?
J.L.: El Presidente nos trae un cambio de lenguaje: ahora no se llama ‘posconflicto’ sino ‘estabilización’. Eso suena como a ‘pacificación’, a electroshocks. Tenemos un Alto Comisionado para la Estabilización. Y también tenemos un Alto Consejero en Asuntos Estratégicos y Temas Transversales. Yo propondría que fusionaran las dos consejerías en una sola: Alto Asunto Transversal para el Establo de Consejos.
Algo así como un perchero para colgar sillas de caballos. Eso sería muy útil y haría muy feliz al expresidente Uribe.
LSA: Según usted y las profesoras y profesores que ha citado nos falta hacer mucho en política interna. ¿Estamos mejor en política exterior?
J.L.: Antes que todo, espero que el canciller Carlos Holmes Trujillo no confunda su micrófono diplomático con una tarima de campaña. Y que no vaya a permitir que Alejandro Ordóñez reparta puestos en Washington. Aunque pensándolo bien no va a tener qué repartir. La profesora Claudia Dangond dijo en La Académica que un embajador no actúa de manera autónoma e independiente. Sus jefes son el Canciller y el Presidente. Entonces uno se siente más tranquilo por el escasísimo poder que va a tener Ordóñez.
Pero yo sí me pregunto por qué había tantas sillas vacías en la posesión de él. Y no es un juego de palabras con la obsesión mobiliaria de este medio de comunicación. Es una duda que no me deja dormir estos días: si más de un invitado no quiso asomarse por allá, ¿por qué no metieron las sillas en algún cuarto? Tal vez el presidente Duque quiso mandarnos un mensaje subliminal. Estamos escuchando, Presidente. Denos otra señal.
LSA: ¿Cree que Duque está manejando mejor el tema de Venezuela que Santos a quienes muchos tildaron de ser cómplice del gobierno de Maduro por no sentar posiciones de rechazo más fuertes?
J.L.: Puede que el saltinbanquismo político del presidente Duque funcione internamente, pero en el exterior es un riesgo, y sobre todo con Venezuela. Al negarse a firmar la declaración del Grupo de Lima que rechaza una intervención militar en Venezuela, probablemente el gobierno colombiano quiso hacerle un guiño al presidente Trump.
Pero a menos que Duque salga en Fox News disfrazado de vaquero hablando del tema –tocando guitarra, por supuesto– Trump no se va a dar cuenta. El Presidente arriesgó una alianza regional necesaria por ganar millas de vuelo a Washington.
Mire: dijeron que no habían firmado esa declaración porque no estaban de acuerdo en los términos, y después salieron a decir a los cuatro vientos que rechazaban el uso de la violencia. Y ahora el embajador Francisco Santos, conocido por tener el espíritu alegre e improvisador de un Golden Retriever, dice que “no se descarta” una intervención militar. Y hace unos minutos Duque lo desautorizó. Es decir, sí, pero no. En un sentido contrario y viceversa. Ese caos no tiene nada de innovador.
Venezuela no es una ficción. Como explica la internacionalista Francesca Ramos, es un problema de carne y hueso: “Son 2219 kilómetros de una frontera compartida que es porosa, con todos los problemas de seguridad, económicos, sociales y ahora migratorios, tiene que haber un diálogo, pues todas las medidas unilaterales han demostrado ser infructuosas”.
LSA: Para cerrar... Durante la campaña una de las preocupaciones de algunos electores frente a Duque era su inexperiencia ¿Cree que en este mes de gobierno la ha dejado ver?
J.L.: Me preocupa que Iván Duque vaya en saco de paño a Bucaramanga. No lo digo por una posible deshidratación o un episodio de soroche –a mí la bajada a Ibagué ya me descompensa–, sino por la ansiedad que eso denota. ¿Por qué no una camisa ligera, algo de manga corta? El Presidente se niega a verse joven; se niega a proyectar informalidad y juventud a pesar de que ese es realmente su mejor activo. A Pékerman el país le perdonó el saco y la corbata en Barranquilla porque nos entregó dos mundiales.
¿Qué nos ofrece Duque?
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