'Los gobiernos dejaron que la excentricidad de Escobar con los hipopótamos amenazara la biodiversidad'

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Germán Jiménez, izquierda; Sebastián Restrepo, derecha.

Germán Jiménez y Sebastián Restrepo, de la U. Javeriana, analizan las alternativas que hay en la mesa.

 

La historia es conocida: en los años 80, Pablo Escobar importó ilegalmente hipopótamos para su zoológico privado de animales exóticos. Una vez cayó su imperio de excentricidades, estos pasaron a ser responsabilidad de autoridades regionales y fueron relocalizados en zoológicos colombianos.

Pero no se quedaron ahí. Desde 2007, se han visto hipopótamos por fuera de la hacienda y se ha generado un debate nacional sobre cómo controlar su expansión, pues los conservacionistas alertan sobre los peligros que tiene la presencia de esa especie invasora para la biodiversidad local.

La Silla Académica entrevistó a Germán Jiménez, profesor del departamento de Biología de la Pontificia Universidad Javeriana y a Sebastián Restrepo Calle, profesor asistente de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales en la misma universidad.

“A hippo in the room: Predicting the persistence and dispersion of an invasive mega-vertebrate in Colombia, South America”, es el artículo que publicaron junto a otros autores este año, y ha sido debatido entre animalistas y otros académicos porque recomiendan la cacería de algunos de ellos.

Hablamos con los autores para entender la magnitud del problema y las posibles alternativas de solución que hay en la mesa. Esta semana, el ministro de Ambiente, Carlos Eduardo Correa, hizo mención de las opciones, pero sin comprometerse todavía con ninguna.

La Silla Académica: Según los datos que recogen en el artículo, ¿qué tanto ha crecido la población de hipopótamos en el país desde los 80 hasta hoy?

Germán Jiménez: Esta historia comenzó con un macho y tres hembras que llegaron a la Hacienda Nápoles desde los 80. Hoy estimamos que en el país hay 90 de ellos.

Son estimaciones porque nadie sabe el número verdadero de los hipopótamos que hay en Colombia.

Nuestro cálculo está basado inicialmente en observaciones que hemos hecho. En 2017 viajamos a la cuenca del Magdalena Medio junto con investigadoras de la Universidad Internacional de la Florida y empezamos a mirar qué era lo que estaba pasando.

Una de las primeras sorpresas que tuvimos fue darnos cuenta de que los hipopótamos no estaban solamente en el pueblo de Doradal (Antioquia), donde siempre han sido reportados, sino que se encontraban más hacia al norte de esa misma cuenca, incluso hasta el puerto de Yondó, ya cerca de Barrancabermeja: un pueblo que en línea recta desde Doradal puede estar a 150 o 200 kms de distancia.

Estas observaciones, más otras que realizaron distintos investigadores, nos permitieron construir un primer modelo poblacional que estimó cuánto han crecido: los cálculos indicaron para 2017 que los hipopótamos podían llegar a crecer hasta el 11 por ciento y en el artículo ya los modelos nos indican que han estado creciendo a una tasa sostenida del 14 por ciento anual.

En extensión geográfica, junto con colegas del Instituto Humboldt y Cornare, para 2018 calculamos que los hipopótamos podrían llegar a habitar un área que puede ir hasta la depresión momposina (Caribe). Es decir, un área aproximada de 13 mil kilómetros cuadrados.

La Mojana, rica en agua y humedales, sería el hábitat ideal para ellos y hasta allá pueden llegar.

LSA: Este crecimiento contrasta con su situación en África, donde son considerados una especie vulnerable. ¿Por qué han crecido tanto los hipopótamos aquí?

GJ: El hipopótamo es una especie que habita el África Subsahariana, con una población estimada de unos 115 mil a 130 mil individuos.

Pero allí están amenazados por muchas razones. El cambio climático los afecta porque cada vez hay más fragmentación y pérdida de hábitat, lo que les quita cuerpos de agua y ecosistemas de tierra de los que dependen, pues son animales anfibios: reparten su tiempo entre el agua y la tierra.

En cambio, aquí los hipopótamos han encontrado hábitats más favorables, pues tienen las condiciones cálidas y húmedas de las que dependen allá, pero con la diferencia de que aquí tienen cambios estacionales menos fuertes, por lo que no son afectados por los periodos de sequía que allá sí los obliga a desplazarse y a exponerse.

En Colombia, tampoco los amenaza la depredación por parte de jaguares, caimanes y leones que allá sí. Así que aquí tienen tasas de mortalidad más bajas y pueden dedicar más energía a reproducirse.

Adicionalmente, en África también los afectan causas humanas: los cazan ilegalmente para obtener carne y marfil.

Las poblaciones de hipopótamos (creciendo al 14 por ciento anual) alcanzarán su crecimiento más alto en 2034 con una población final de 1418 individuos.

Sebastián Restrepo

LSA: Ustedes afirman en el artículo que apenas estamos viendo el comienzo de un patrón de crecimiento que se hará aún más dramático en los años que vienen. ¿Qué proyecciones hacen de ese crecimiento?

GJ: Si partimos de la base de que hoy son 90 hipopótamos en el país, podríamos suponer que tenemos 30 machos y 60 hembras, pues normalmente la proporción de machos es menor a la de hembras en los clanes, los cuales que se estructuran en un sistema de apareamiento polígamo.

Estas 60 hembras están teniendo cada una, más o menos, dos crías cada dos años. Es decir que a los cuatro años están produciendo 240 crías. Y como el ecosistema del Magdalena no experimenta estaciones secas, se asume que el 80 por ciento de las hembras puede reproducirse en Colombia.

A esto se suma que los hipopótamos tienen una esperanza de vida alta, entre 40 y 50 años, de los cuales la hembra puede ser fértil hasta los 45 y desde los 5 o 6, así que tiene unos 40 años de vida fértil.

Sebastián Restrepo: Con estos datos de natalidad y mortalidad, que incluimos en el modelo matemático usado en el artículo, calculamos que las poblaciones de hipopótamos (creciendo al 14 por ciento anual) alcanzarán su crecimiento más alto en 2034 con una población final de 1418 individuos.

Un crecimiento que se daría en la extensa red de ciénagas del río Magdalena y en las planicies de inundación del medio y bajo Magdalena. 

LSA: ¿Por qué es tan problemático este crecimiento?

GJ: Es problemático biológicamente porque el hipopótamo actúa como un vector crítico de nutrientes que van desde la tierra al agua.

El 50 por ciento de las heces de hipopótamo (que pueden llegar a ser de seis kilogramos por animal al día según nuestra colega Elizabeth Anderson) son depositadas directamente en el agua, lo que incrementa significativamente las concentraciones de fosfato y nitrógeno que tiene.

Por estas razones, en las ciénagas podría cambiar la estructura química del agua, favoreciendo el crecimiento de bacterias potencialmente tóxicas para muchas especies.

Cuando las bacterias crecen en el agua, consumen mucho oxígeno que extraen de ella, pero de ese mismo oxígeno viven los anfibios y las plantas que están ahí, lo que hace que empiecen a morir por falta de oxígeno.

Esto, además, puede tener el efecto de que los cuerpos de agua se vuelvan anóxicos, es decir, que empiezan a quedarse sin oxígeno. El efecto más visible de esto es el mal olor que toman los ríos y lo podemos ver en los tramos del río Bogotá que están completamente oscuros y contaminados.

Cuando el hipopótamo sale del agua, y esto lo vimos nosotros en trabajo de campo, las zonas que están alrededor y en las que hubo su pisoteo quedan totalmente dañadas. Se vuelve un peladero alrededor.

Pero también hay efectos socioeconómicos adversos.

LSA: ¿Cómo cuáles?

GJ: En nuestra visita del 2017, al norte de Doradal, entre campesinos y pescadores la visión es de temor por los hipopótamos. La gente dice: ‘Les tenemos miedo porque en cualquier momento nos pueden atacar’.

Nosotros salimos con uno de los líderes de los pescadores por el lado de Puerto Triunfo (Antioquia) y nos metimos con él en muchos de los caños que hay cerca de los márgenes del río Magdalena. Esos caños son sitios muy angostos, profundos y están rodeados de bosque. Ahí el riesgo de que se encuentren con un animal de estos es muy alto.

De hecho, ellos nos decían que a varios pescadores les han salido de repente y el año pasado un hombre de 45 años fue seriamente herido por un ataque de hipopótamo precisamente en Puerto Triunfo. Detrás de ese ataque pueden venir muchos más.

En el artículo mostramos que en África los hipopótamos son percibidos como una de las mayores amenazas a la vida de los campesinos. Allí los hipopótamos matan más personas al año que cualquier otro mamífero y se calcula que un cuarto de todas las muertes relacionadas con la vida silvestre en el continente tiene que ver con estos animales.

A pesar de esta evidencia sobre lo peligrosos que pueden llegar a ser, en comunidades que viven cerca de Doradal y en los alrededores de la hacienda Nápoles quieren mucho a los hipopótamos. ¿Por qué? Pues porque dependen económicamente de ellos. Les sacan provecho económico a través del turismo y del comercio que gira alrededor de la hacienda.

En Doradal hay dos íconos: uno es Pablo Escobar y otro son los hipopótamos. Son íconos culturales fuertes, los hipopótamos se salen al pueblo y la gente se toma fotos con ellos y los tocan y hay la creencia de que son animales dóciles y tranquilos.

Esto mientras que en África matan más gente que los leones, porque a pesar de ser un animal herbívoro es tremendamente territorial.

SR: El riesgo también está en los lugares donde estos animales le pueden dificultar la subsistencia a campesinos y pescadores que viven en las zonas rurales vulnerables.

Esto puede ocurrir porque la presencia de los hipopótamos puede comprometer sus medios de subsistencia de los pescadores a través de una degradación paulatina del ecosistema que les quita recursos: tener agua para los cultivos, para alimentarse, etc.

Puede que muchos en Doradal, por ejemplo, no lo vean ahora, pero nosotros tenemos que aplicar el principio de precaución y no hacernos los de la vista gorda con los efectos que podrá tener esta degradación, sobre todo cuando la cuenca viene siendo degradada por otras actividades productivas como la ganadería o la extracción de hidrocarburos. 

Efectos que le van a pegar, sobre todo, a los pescadores pobres cuya economía ha colapsado en los últimos 10 o 15 años y que viven en ciénagas ya degradadas ambientalmente.

LSA: Si la evidencia muestra que es tan dañino el efecto de los hipopótamos, ¿por qué las medidas que se han tomado hasta ahora no parecen contener su crecimiento?

GJ: A quien le ha tocado lidiar con el control de los hipopótamos hasta ahora ha sido a la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare), inicialmente tratando de evitar su salida de Nápoles, pero los animales se escaparon y ha tocado contenerlos.

Cornare ha intentado detener el crecimiento a través de la castración de algunos individuos. Pero obviamente esta estrategia ha sido insuficiente. Y a mí me consta, porque he trabajado directamente con ellos, que en Cornare hacen el mejor de los esfuerzos, pero les falta recursos y apoyo.

A ningún gobierno estos años realmente le ha importado el problema de los hipopótamos, han dejado convertir la excentricidad de una persona en una amenaza para la biodiversidad del país.

Y es que se volvió costoso políticamente decir que se va hacer caza controlada de hipopótamos, como muestra el caso del hipopótamo Pepe.

SR: En el 2009, se tomó la decisión de sacrificar a un individuo (Pepe), en parte por las quejas recurrentes de algunos miembros de la comunidad. Entonces ahí sí hubo decisión por parte del ministro de Ambiente de cazar al animal.

Esta acción se ejecutó de forma inadecuada. El ejército, que tenía que formar un cordón de seguridad para que los cazadores profesionales le dispararan, terminó tomándose fotos con el cuerpo del hipopótamo e inmediatamente el efecto mediático que generó esto fue que se interpretara que el ejército había matado al animal.

Esto fue algo muy negativo porque este tipo de tareas deberían ser técnicas. El sacrificio de un animal no puede ser un espectáculo. En los días siguientes ya había gente protestando al frente del ministerio de Ambiente pidiendo la cabeza del ministro y se creó la idea de que el hipopótamo era una víctima.

Al final, el efecto fue que ese mismo año un tribunal emitió una orden para prohibir la caza de hipopótamos en el país. Orden que está vigente hoy en día y que limita efectivamente su control. 

Por esto también es difícil comunicarle al público la urgencia de controlar esta población exótica e invasora, pues no sólo sus efectos adversos pueden pasar sin ser detectados y ser difíciles de predecir, sino que su control no siempre se ha hecho de la manera adecuada y ahora los costos políticos de hacerlo nadie los quiere asumir.

Foto de Germán Jiménez

 

LSA: ¿Por qué no ha funcionado la estrategia de la castración?

GJ: Cornare viene hace 10 años trabajando en las capturas para castrar animales, pero ese es un método muy complejo: hay que buscar al animal, luego dormirlo y, ahí sí, desplazarlo para poderlo operar.

Todo eso cuesta y esos recursos salen de la gestión que ha hecho Cornare para conseguir esa plata, porque no han venido del gobierno central.

Estimamos que la captura y la operación del animal sale por un valor que va de los 20 a los 40 millones de pesos por animal. En otras estadísticas, Cornare nos reportó que en tres años tratando de generar acciones para la contención y control y se gastaron 400 millones de pesos.

Es decir, estamos hablando de 130 millones de pesos al año o más que cuesta capturar 1 o 2 animales para poderlos castrar. Pero castrando unos pocos individuos no se va a detener el crecimiento de la población. Se puede hacer más lenta, pero eventualmente vuelve a crecer.

Para que se pudiera controlar la especie habría que castrar (si hay 90 por fuera) al 60 o 70 por ciento de estos individuos, y aún así, no es garantía de que eso contenga a la población si siguen quedando en el bosque otros individuos que se pueden reproducir.

Muchas personas dicen: cástrenlos a todos y déjenlos allá, pero eso no sirve porque implica que seguirán afectando esos ecosistemas durante muchos años, incluso décadas.

LSA: Otra opción que muchos han defendidoes la esterilización química, pero en el artículo ustedes dicen que esa opción es insatisfactoria, ¿por qué?

GJ: Por razones semejantes a las de la castración. Al dejar a los hipopótamos en sus hábitats no evitamos un daño ambiental que se puede seguir prolongando por 40 años.

En este momento hay una alianza con animalistas para iniciar procesos de esterilización química de las hembras con una droga que se llama Gonacon.

Pero también es un reto la aplicación de las dosis. Parece ser que con tres dosis por hembra se puede lograr la esterilización permanente. Pero para llegar a aplicar esas tres dosis por cada animal, ¿cuánto tiempo necesitamos? El piloto de prueba de esta técnica puede tardar por lo menos otros cinco años o un poco más.

Y, conociendo la región, yo diría honestamente que esta técnica no la van a poder aplicar en los animales que están sueltos, sino en los que ya están allá en Nápoles y Doradal, que son a los que se les puede aplicar inmediatamente la droga y así ver cómo reaccionan.

Los modelos que presentamos en este y en otros artículos muestran que hay un crecimiento exponencial de esta población si ninguna estrategia se adopta, e incluso si la esterilización o la castración se implementa.

Las proyecciones muestran una variación que retrasa en 3 o 11 años la fase de crecimiento más rápido, pero todos los modelos predicen que igual llega a su misma capacidad eventualmente. Así que el problema de la reproducción no se acaba con esa estrategia.

LSA: Eso nos deja con las opciones de extracción, que para ustedes son dos: llevarse a los hipopótamos a un área controlada o sacrificar a algunos de ellos. Evaluemos la primera.

GJ: En cualquiera de los dos casos primero hay que ir y contarlos, hacer un censo de hipopótamos en Colombia, pues actualmente lo que tenemos son estimaciones. Una vez se haga esto, supongamos que podemos identificar zonas donde están ubicados y vamos a capturar un animal.

Pero el esfuerzo logístico de hacer esto es muy grande. Capturar un animal de estos implica, por lo menos, un equipo de diez personas entre veterinarios, biólogos y otros profesionales.

Estos animales están en su medio. Usted puede dispararles un dardo para dormirlos y en la experiencia se ha visto que a veces ni lanzándoles tres dardos logran caer al suelo. Pero supongamos que uno de ellos cayera. Igual, existen varios riesgos.

Uno es que, al animal, por el estrés y la adrenalina, no le haga efecto inicialmente la droga y que corra y termine ahogado en una fosa o en un lago porque después se queda dormido.

Suponiendo que se captura, está todo el lío logístico de transportarlo. ¿En qué se mete un animal tan pesado para moverlo? Por las zonas por donde generalmente se mueven, llevar una lancha o un camión va a ser complicado. Toca entonces en helicóptero: ¿Cuánto vale una hora de helicóptero?

A eso sume los costos de los seguros, porque esta actividad es considerada muy riesgosa y las personas que la realizan tienen que estar aseguradas. Y todo esto es para mover solo a un hipopótamo.

Nosotros hemos hecho intentos de pedir plata a fondos internacionales para financiar estas actividades de extracción y lo que le dicen a uno es: ‘¿Por qué no los sacrifican si son una especie invasora?’. Nosotros respondemos que queremos tomar una opción que implique moverlos pero no matarlos, pero dinero para eso no dan.

El otro problema es a qué áreas controladas desplazarlos. Habría que diseñarlas, pero con un sistema de contención muy fuerte, porque el hipopótamo se lleva lo que sea. Sólo con que salga a un río, ya tiene una autopista para escaparse. Y habría que diseñar planes de mantenimiento de los animales allí (bienestar, alimentación, etc).

Toda esa infraestructura también cuesta y por ahora no hay ningún plan que indique de dónde saldría la plata y cómo se ejecutarían recursos para esto. Por ahora lo que tenemos son cuatro machos castrados y dos hembras esterilizadas entre 2011 y 2019.

Estamos hablando de una disyuntiva entre controlar unos cuantos hipopótamos o dejar morir potencialmente cientos o miles de especies

Germán Jiménez

LSA: Aquí es donde llegamos a la opción de sacrificarlos que tanta controversia ha generado.

GJ: Somos conscientes de que este es un tema sensible porque los hipopótamos son apreciados por muchas personas, especialmente por aquellas que en Doradal dependen económicamente de ellos.

Nosotros mismos no querríamos nunca estar en una situación en la que nos tocara matar un animal, pero la realidad en este punto es que desde el 2018 el Instituto Humboldt ha llamado la atención sobre la necesidad de controlar la expansión de hipopótamos, y Cornare lo lleva haciendo desde hace décadas.

Ahora, ¿cómo lo vamos a hacer si las otras opciones parecen muy difíciles de practicar, están desfinanciadas o sencillamente no cumplen el propósito de reducir el crecimiento de la especie?

La cacería de control no es entrar a matar hipopótamos sin ningún método. Existen unos parámetros técnicos y éticos que regulan estos procedimientos.

Al hipopótamo se lo puede dormir a distancia con un dardo, y luego practicarle la eutanasia, o se le puede propinar un tiro directo en una zona específica y con un calibre que asegure que el animal va a morir rápido y con el menor dolor posible. 

Esta es una práctica que ejecutan cazadores profesionales al menos desde los años 60 y que se hace con algunas poblaciones alrededor del mundo cuando se trata de especies invasoras que afectan los hábitats para muchas otras especies nativas.

De hecho, es algo que nosotros mismos hemos hecho en Colombia con la cacería controlada del pez león y la rana toro (que también son especies invasoras). Lo que pasa es que con los hipopótamos muchos han generado un grado de filiación mayor y esto es lo que hace que la discusión sea más compleja.

Aunque yo me pregunto: todos los días matan pumas en Boyacá, o también osos de anteojos en Cundinamarca, o jaguares en la Sierra Nevada. ¿Por qué no tenemos ese nivel de filiación con las especies de fauna y flora nativas?

La regla es que todo país debe primero conservar su propia fauna y biodiversidad y en este caso estamos hablando de una disyuntiva entre controlar unos cuantos hipopótamos o dejar morir potencialmente cientos o miles de especies que habitan esas regiones del Magdalena.

En los cálculos de nuestro modelo, con el escenario de una tasa anual de extracción de 20 individuos, la población decrece hasta 2042 pero vuelve a un tamaño de 1500 individuos. Sólo extrayendo 30 hipopótamos por año, comenzando en el 2021, se podría eficientemente frenar su crecimiento.

Es decir, no se trata de matar a todos los hipopótamos, sino de cazar estratégicamente a un número suficiente (como los machos dominantes de las manadas), para evitar su crecimiento exponencial. Aunque esto tiene el problema de que en campo no se pueden diferenciar los machos de las hembras, y hacerlo, requiere la captura y una intervención para mirar sus gónadas y determinar si son macho o hembra.

Esto no es algo que va a pasar de un momento a otro, será un proceso gradual, y no ocurrirá en un lugar como Doradal, porque los niveles de resistencia que generaría dicha medida serían muy altos. Allí podrían funcionar el confinamiento y la castración.

Pero en otros lugares de la cuenca sí serían necesarias las eutanasias pensadas bajo criterios éticos.

LSA: Considerando las objeciones de los animalistas, ¿cómo defienden éticamente esta opción?

SR: La opción de la cacería controlada no es una que va a estar falta de objeciones, este es un escenario en el que no se puede dejar contento a todas las partes, pero la evidencia científica nos está señalando que hay un problema que va a crecer si no hacemos nada, y lo que me parece éticamente cuestionable es saber esto y preferir la inacción. Cada día las decisiones serán más costosas éticamente.

Ahí cabe una responsabilidad ética sobre los políticos que, por no comprometerse con una decisión difícil, prefieren no hacer nada mientras el problema crece para todos.

GJ: Yo lo pongo en una balanza. De un lado tengo una especie invasora y, del otro, a toda la biodiversidad del Magdalena Medio. Para mí la balanza se inclina más del lado de la biodiversidad y del buen estado de los ecosistemas, pues de ellos depende la vida no sólo de muchas especies sino de pobladores del río, cuyo sustento requiere que los servicios que prestan (agua, peces, oxígeno) funcionen adecuadamente.

No podemos castigarnos y castigar a otros por los errores que cometió alguien en el pasado, tenemos que tomar una decisión, la que sea, pero tiene que ser algo distinto a lo que ha sido hasta ahora: la inacción de muchos gobiernos que no han querido hacer nada y han dejado que el problema crezca y se vuelva más problemático éticamente, pues cada vez serían más los individuos que tocaría cazar.

A los animalistas yo les diría: ¿por qué no luchamos más fuertemente por nuestros ecosistemas, por nuestras especies?

 

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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