Hablamos con Camilo Umaña, profesor del Externado, sobre la influencia de los medios en la identificación de justicia con cárcel que está detrás del discurso anti impunidad de las objeciones a la JEP.
"Los medios muestran la justicia como el cine muestra la guerra"
Camilo E. Umaña. Foto tomada por Marcela Becerra
El pasado 9 de abril se conmemoró el día de las víctimas cuya protección ha estado en el centro del debate sobre las objeciones presidenciales a la ley estatutaria de la JEP y sobre la reforma constitucional presentada por la Ministra de Justicia para que los delitos sexuales contra menores de edad no sean conocidos por justicias transicionales en el futuro. En el fondo hay un mensaje de lucha contra la impunidad que parte de identificar la justicia con la cárcel, que también estuvo presente durante la campaña por el No al Plebiscito.
Sobre este tema la Silla Académica entrevistó a Camilo Umaña, profesor del Departamento de Derecho Constitucional de la U. del Externado, y autor del artículo “La justicia mediática en Colombia: un modelo de análisis para la relación entre el entendimiento del crimen y los medios de comunicación masiva” y del artículo “Justicia Transicional e Impunidad: una relación de ambivalencias y oposiciones”.
Usted dice que no sólo el conocimiento sobre el crimen está mediatizado, sino también sobre el funcionamiento del sistema judicial ¿por qué?
Camilo Eduardo Umaña: Los medios de comunicación informan sobre muchas cosas, pero el mundo del delito es una especial obsesión comunicativa. En la investigación que hicimos encontramos que en el diario El Tiempo, por ejemplo, la referencia a la palabra delito entre 1990 y 2016 fue de 94 noticias diarias en promedio. En una muestra aleatoria que hicimos sobre esas notas encontramos que, año tras año y desde 1919, el lugar en el que figuraban esas noticias era el de la primera página o páginas principales.
“Para los medios de comunicación el mundo del delito es una obsesión comunicativa”.
No pasa sólo con El Tiempo. Las primeras páginas de la prensa, los titulares de radio y televisión están relacionados con delitos, basta con sintonizar alguno de estos medios. ¿Por qué? Es una forma fácil de comunicar mensajes y de generar emociones potentes en la gente como la indignación, que fidelizan una audiencia.
Por el contrario, el mensaje que busca construir requiere un proceso de reflexión y elaboración de largo aliento y los medios de comunicación están metidos en unas dinámicas cotidianas que, generalmente, no les da ni tiempo ni espacio para ello.
LSA: ¿Por qué enfocarse en el delito es tan efectivo?
C.E.U.: Lo primero es que el delito es un fenómeno social que está presente en todas las sociedades porque todas tienen conductas criminalizadas. Se trata de un lenguaje universal que entienden nacionales y extranjeros, la gente que está en las ciudades y, también, la que está en el campo.
Pocas cosas tienen tanto impacto generalizado como el delito y eso permite reducir complejidad de los mensajes de una forma tremenda. Cuando hablas de hurto le estás pegando a la sociedad de Pasto, de Bogotá, de Medellín o de Cartagena, pese a las diferencias culturales, por ejemplo.
Lo segundo es que el delito está diseñado para generar reproche hacia quien infringe las normas, no para generar empatía con el infractor. El delito curiosamente también está desapegado de una víctima concreta porque su principal mensaje abstracto es que “la víctima somos todos” y el conjunto de normas que rigen nuestra sociedad. Esta víctima abstracta permite disciplinar bien las conciencias: ‘no estás con el infractor, estás con el orden’. Esto genera ciertos niveles de cohesión social que en un país tan fragmentado como Colombia son necesarios para que haya “orden”.
En tercer lugar, el énfasis en el delito evita que la sociedad tenga que hacer un análisis moral de lo que pasa en el trasfondo del conflicto social del cual emerge.
“El delito evita que la sociedad tenga que hacer un análisis moral de lo que pasa”.
LSA: ¿En qué sentido?
C.E.U.: La sociedad colombiana muchas veces es indiferente frente a los problemas sociales. La atención frente a lo que sucede está concentrada en lo que hace el sistema jurídico al respecto y, más concretamente, lo que trasciende a los medios, que es el manejo de la responsabilidad penal.
Por ejemplo, hay muchas quejas sociales sobre la reincidencia en el delito porque se percibe que la gente comete delitos de manera constante. La forma tradicional de aproximarse a este reclamo es atendiendo las consecuencias más no las causas. Es mucho más fácil hacerlo así porque preocuparse por las causas requiere de un análisis y unas reformas a profundidad.
LSA: Ante la impunidad que hay, ¿es preferible que haya aunque sea justicia mediática?
C.E.U.: El sistema penal atiende pequeñas manifestaciones de los conflictos sociales, de manera muy fragmentaria y, en ese sentido los medios de comunicación ayudan a llenar un vacío muy grande. Hay un gran cuerpo de infracciones que se cometen a diario, hay un pequeñísimo cuerpo que trasciende a la opinión pública y hay un cuerpo mucho más pequeño que va al sistema judicial.
En ese sentido los medios de comunicación son una especie de resorte social en cuanto envían el mensaje de que la sociedad sí le presta atención a lo que ocurre. Pese a que en la realidad el foco está puesto en muy pocas infracciones y frente a cierto tipo de personas (no necesariamente frente a los ricos y poderosos).
La atención de las consecuencias es deficitaria y la de las causas es indiferente. El resultado es una sociedad profundamente irresponsable no sólo frente al delito sino a todo lo que ocurre.
LSA: ¿A qué se refiere con profundamente irresponsable?
C.E.U.: A la tendencia a no permitir que las cosas trasciendan a un análisis y no darse la oportunidad de transformar la realidad. Esto hace que los de hoy sean los mismos problemas que buscaban resolver los proyectos de reformas penales del siglo XIX. Los colombianos contemporáneos podrían comunicarse fácilmente con los de ese siglo a través de la discusión sobre los mismos problemas: el hurto, las drogas, la violencia política.
O los del siglo XIX estaban muy avanzados o nosotros estamos muy estancados.
LSA: En su investigación encontraron más casos de cubrimiento de acusaciones que de inocencias. Con frecuencia los medios solo publican las historias que alguien se interesa en ver publicadas. En el caso de los delitos, ¿a quién le conviene que sea así?
C.E.U.: Los medios de comunicación no son empresas homogéneas ni unidireccionales en la medida que las personas que trabajan en ellos tienen formaciones y posiciones diferentes, pueden tener una actitud crítica y hay disenso. Pese a ello, es cierto que el ejercicio periodístico tiene en general una orientación parecida y es la noticiosa, es decir, la de dar información novedosa a un público.
Una primera hipótesis para ello es que todos los medios de comunicación masiva pertenecen a unos mismos poderes políticos y económicos que imparten un tipo de orientación similar, lo cual, en todo caso, es un análisis muy macro y estructural.
Hay una segunda hipótesis que he encontrado más acertada y es la de la teoría de la racionalidad penal moderna desarrollada en Canadá por el profesor de la Universidad de Ottawa, Álvaro Pires. Analizando los ordenamientos jurídicos de Occidente encontramos que aunque hay diferencias graduales, todos comparten una forma de responsabilidad penal que viene desde la modernidad hasta hoy.
LSA: ¿Qué caracteriza ese sistema de responsabilidad penal?
C.E.U.: Es atomista, porque se enfoca en una persona, en un hecho y en sus consecuencias y busca resolver cada conflicto en particular dejando de un lado las relaciones sociales que se tejen alrededor. También es hostil y negativo en su respuesta. Está basado en el reproche social por lo que nadie puede aceptar que una persona que es responsable de un crimen pueda estar en unas condiciones de tranquilidad o, de todas formas, mejor que antes de cometer el crimen.
Si cada uno revisa, seguramente, comparte esa idea, tiene ese ‘chip’. Eso atraviesa la labor de los medios: si uno habla con un periodista de un medio liberal, con el de un medio godo o con el de uno alternativo, probablemente piensen lo mismo. Es un problema de racionalidad, del mapa mental que tenemos para navegar el mundo y los medios no escapan a eso. Asumen, por ejemplo, que es reprochable que a una persona le den casa por cárcel, porque se está siendo ‘amistoso’ con alguien que fue ‘malo’ con la sociedad.
Por esa razón, un medio de comunicación transmite más fácilmente un carcelazo, una persona puesta en prisión con esposas, afligida, que una persona liberada de su responsabilidad penal y feliz, por más justa que sea esa absolución. Esto sólo es noticia si puede ser indignante porque hay un tema de impunidad de por medio.
Una condena es noticia casi que universalmente, una absolución no.
LSA: ¿Por qué no debería ser así?
C.E.U.: Un mensaje de tolerancia frente al delito haría muy difícil vivir en sociedad. Los medios de comunicación son importantes para evitar eso. Lo que pasa es que cuando cumplen esa función sin un nivel de reflexividad refuerzan una visión hostil del conflicto, poco constructiva, y eso contribuye a que sigamos alimentando una misma forma de pensar.
Los diarios de hace cien años y, los de hoy, tienen el mismo mensaje.
LSA: ¿A qué se refiere con que tienen poca reflexividad?
C.E.U.: El sistema jurídico está por ejemplo orientado por un populismo penal: la obsesión contemporánea es responder a los conflictos encerrando a todo el mundo, elevando las penas, etc.. Los medios de comunicación deberían poderse preguntar cuál es su posición frente a eso, qué mensaje quieren transmitir.
En un caso hipotético, frente a la noticia de que hubo 40 personas capturadas, los medios pueden enviar el mensaje de que ‘la inseguridad está terrible’, o también podrían enviar un mensaje de que hay algo anormal en ese número y que quizá se está aplicando una política de seguridad de una manera indiscriminada.
La agenda más pesada, claramente, está en el primer punto. Si hablas con un periodista, quizá te va a decir ‘yo no hago un talk show, yo hago una noticia, no puedo consultar a mil expertos para hacer reflexionar a la gente, porque nadie me va a leer’. Y en parte es cierto.
LSA: ¿A partir del análisis que usted hizo, clasificó los medios de comunicación en tres categorías: los relatores, los activistas aliados y los juzgadores y reformadores ¿En qué se diferencian y cuáles son sus efectos?
C.E.U.: Más que una división esquemática, esa categorización pretende mostrar que los medios de comunicación tienen una cierta posición frente a los conflictos sociales a partir de la cual hacen mayor o menor énfasis en ciertos mensajes. Es decir que tienen cierta agenda informativa. En ese sentido, muchas veces hacen el rol de activistas defendiendo una causa, o de jueces señalando cuál es la verdad. Y aun cuando parecen ser sólo descriptores de lo que pasa, están siendo en todo caso selectivos.
Los periodistas muchas veces dicen que ellos buscan informar sobre todo. Es más sensato indicar que seleccionan lo que van a informar, que tienen unas líneas editoriales y unos límites informativos.
Y en muchos casos al momento de seleccionar, el criterio es lo que más impacto genere en la sociedad y pocas cosas tienen tanto impacto generalizado como el delito. El periodismo selecciona lo que crea impacto en la gente e impulsa a que otros sistemas sociales, como el judicial, lo elijan a su vez.
LSA: ¿Cree que hay tanta información judicial por la cercanía entre periodistas y fuentes judiciales?
C.E.U.: Lo que yo he visto en mis investigaciones es que hay diferentes usos mutuos. Muchas veces los periodistas son instrumentalizados por el sistema judicial para transmitir ciertos mensajes que ese sistema considera importantes, y muchas veces los medios de comunicación generan una presión enorme en el sistema judicial.
Por ejemplo, si una captura es transmitida ampliamente por los medios de comunicación los funcionarios judiciales se sienten muy presionados a dar resultados que conlleven restricción de libertades como medidas de aseguramiento.
Los medios de comunicación le dan a la justicia cierto nivel de espectacularidad y eso estimula prácticas de ese estilo.
LSA: ¿Podría elaborar sobre la influencia de esa espectacularidad?
C.E.U.: Para explicarlo mejor, yo haría un paralelo: el Comité Internacional de la Cruz Roja hace encuestas sobre cómo se hace la guerra y muchos de los combatientes hablan de ella como en cámara lenta, los enfrentamientos son muchas veces demorados, las preparaciones duran días, el tiempo de la guerra es trabado.
Lo que ha permitido la industria cinematográfica es ver la guerra en otra escala de tiempo que da la sensación de que el desenlace entre las causas y las consecuencias es inmediato. Simplificando un poco: los guerreros se suben en un helicóptero, después desembarcan, se matan los unos a los otros, se devuelve, les ponen la medalla a los sobrevivientes y se acabó la historia.
Pues bien, los medios de comunicación muestran la justicia como el cine muestra la guerra..
“Los medios muestran la justicia como el cine muestra la guerra”.
LSA: ¿A qué se refiere con eso?
C.E.U.: La forma como muestran los medios lo que pasa es muchas veces del estilo de una persona que cometió un delito ayer, hoy lo procesan, ‘es un desgraciado’ o alguien que debe ser absuelto, le imponen una sentencia, y se acabó. Y todos los hechos se presentan bajo el mismo esquema de manera que la solución pareciera que para todos debe ser la misma.
Una persona es acusada de violación sexual, otra de corrupción, otra de hurto, por poner tres ejemplos distintos, y la gente pide indistintamente para todos cárcel.
Estamos hablando de tres problemas supremamente diferentes a los que se responde de una misma manera sin siquiera analizar quiénes eran las personas, qué fue lo que pasó, cuál era el contexto social y cuáles van a ser las consecuencias de una condena. Muchos estudios muestran, por ejemplo, que las penas no se imponen solamente a la persona, sino que abarcan a sus círculos sociales. El padre, por ejemplo, que deja de dar sustento a su familia y que genera otro tipo de problemáticas.
En los sistemas sociales, si todo es atendido de una misma forma, se genera un desbarajuste.
LSA: ¿Cuál es entonces el manejo correcto?
C.E.U.: Más allá de que haya una solución correcta o incorrecta a priori, es fundamental conocer el conflicto social que hay en el fondo, para saber si el tipo de respuesta ofrecida es adecuada o no. Y los medios de comunicación suelen poner el acento en el desencadenamiento de los hechos porque eso les permite comunicar un mensaje rápidamente en una escala de tiempo espectacular.
Si sitúan el análisis en un punto muy atrás, les va a tocar hacer un recuento histórico. Y a quién le importa qué pasó antes y qué pasó después: ¡no tiene un valor noticioso!.
LSA: ¿El periodismo debería entonces ir en contra de lo que es noticioso para corregir las fallas de la idea de justicia en nuestra sociedad?
C.E.U.: Una sociedad que tiene más autoconciencia, más conocimiento de lo que pasa, puede leer entre líneas, sin necesidad de que el periodismo esté supliendo todo el déficit.
Este caso lo ilustra bien: en 2014 yo estaba en Canadá cuando hubo un atentado en el Parlamento en el que murió un soldado y se paralizó la capital del país por horas. Además de la tragedia humana pudo incluso haber una tragedia institucional porque ese día el Gobierno estaba reunido en el Parlamento.
La semana siguiente unos académicos hicieron un experimento social con actores en el que uno se hizo pasar por musulmán y otro por una persona que esperaba el bus. Al momento en que se iba a montar en el transporte la otra persona hablando en voz alta le pedía que no se montara porque ‘no se sentía seguro´.
Había cámaras instaladas para ver la reacción de la gente y no hubo una sola persona de las grabadas que no le hubiera dicho: ‘no sea ignorante, que se trata de un problema geopolítico, la religión musulmana no es así y bájese usted si se siente tan incómodo’.
Esto pese a que los medios habían transmitido claramente el mensaje de que detrás el atentado estaba la religión islámica porque el asesino había hecho alusión al Estado Islámico y a Alá.
Lo que muestra la reacción de los otros pasajeros del bus, es que la gente pudo leer la noticia y matizarla a partir de la información histórica y de contexto que ya tenía.
La pregunta es si la sociedad colombiana tiene instrumentos suficientes para llenar los vacíos, complementar o matizar la información que recibe.
Por eso es que los medios de comunicación tienen una responsabilidad adicional en un país en el que hay un déficit educativo notable.
LSA: ¿Qué pueden hacer entonces frente a la necesidad de generar noticias en una sociedad con tantos vacíos?
C.E.U.: En el contexto colombiano debe asumirse con mayor responsabilidad el tipo de información que se va a publicar en cada caso y los efectos que eso puede tener en una sociedad como la nuestra.
Publicar por ejemplo las fotos de la familia del señor que puso la bomba en la Escuela de Cadetes puede ser irresponsable en el contexto colombiano porque puede generar que les pase algo muy grave, dado que el público no tiene cómo llenar la información más allá de la sensación de odio.
Los periodistas deberían tener eso presente y la noticia que transmitan debería tener otros mensajes que permitan a la gente leer la realidad de una forma más cercana a lo que está ocurriendo y, sobre todo, más humana. Cómo lograr esto debe ser una preocupación del periodismo.
LSA: ¿Con internet cambia esto?
C.E.U.: Creo que impone un reto todavía mayor. Internet ha impuesto una dictadura del clic en la que ustedes, quienes ejercen el periodismo, son medidos por el número de personas que ven las historias.
Entre las más “taquilleras” están en un extremo las que mayor sentimiento de indignación provocan y, del otro, las que generan un desapego total de la realidad como las del entretenimiento. Las que más clics tienen muchas veces son los mosaicos de fotos. El cubrimiento del concierto de los Rolling Stones: ‘clic, clic, clic’. El linchamiento de un ladrón : ‘clic, clic, clic, clic, clic, clic’.
En una sociedad de consumo la gente no quiere un diario que todo el tiempo le esté recordando los déficit sociales y todo lo que han dejado de hacer, para eso van a la Iglesia. ¿Quién lo va a leer? .
“La gente no quiere un diario que le esté recordando lo que ha dejado de hacer, para eso van a la Iglesia”.
LSA: Se ha visto que los medios en general tenemos poca influencia en la forma como vota la gente. Es interesante, por ejemplo, que con excepción de RCN todos los medios grandes estaban con el plebiscito y perdió ¿Qué dice eso y por qué con la idea de justicia pasa algo diferente?
C.E.U.: Hay algo importante y que no es tan perceptible: los obstáculos cognitivos o, por el contrario, las experiencias sociales favorables, que influyen en la aceptación o rechazo de ciertos mensajes que transmiten los medios de comunicación.
En lo que respecta a la idea justicia, los mensajes de indignación tiene menos obstáculos cognitivos en la población porque están alineados con una forma de entender la realidad que permite asimilarlos fácilmente como propios y que no tiene que ver con la cantidad de mensajes enviados sino con el ambiente social favorable en que se difunden.
En Colombia, por ejemplo, ha sido predominante la cultura religiosa cristiana en virtud de la cual las personas que cometen pecados deben sufrir porque es lo que las salva y se traduce en que las penas deben ser aflictivas. Esa idea cristina fue transmitida al sistema jurídico desde la Edad Media y subsiste.
Una posible explicación del triunfo del No en el plebiscito puede ser que el mensaje de reproche e indignación frente a los guerrilleros (concentrado en ese único actor normalmente) por los crímenes que cometieron durante el conflicto armado tiene mayor eco en la experiencia social de justicia de los colombianos que lo que tiene el mensaje de reensamblaje de la sociedad, de renovación política y transformación que implicaba aplazar o responder de una manera que no es la tradicional frente a la indignación.
LSA: De acuerdo a su análisis de las declaraciones de la campaña por el No en el plebiscito, estaban centradas esencialmente en que la ausencia de cárcel de los máximos responsables era sinónimo de impunidad ¿Eso es otra muestra de la idea de justicia predominante en Colombia?
C.E.U.: Sí. El problema es que la discusión hasta ahora ha tenido un trasfondo político y se ha basado en mensajes que mueven a la gente a partir de la indignación. El debate se ha concentrado en la graduación de las penas. En más o menos años dependiendo del lugar del espectro político donde se esté.
Si la discusión tuviera un trasfondo técnico se sabrían y analizarían las cifras de las personas que han salido libres por amnistías en la historia republicana de Colombia, se harían las reformas para atender las causas del conflicto, e incluso, dada la centralidad en la impunidad, se estaría tramitando la gran reforma al sistema penitenciario que se ha planteado y revisando de fondo el sistema penal colombiano. Las cifras muestran que la mayoría de casos que atiende son por tráfico de estupefacientes y hurto. No delitos sexuales, por ejemplo, que es lo que hoy quieren que vaya a esa justicia ordinaria.
Lo que percibo es que la sociedad no tiene el chip reflexivo para darse cuenta que se están saltando los debates de fondo. La división entre los del Sí y los del No, invisibiliza la división más grave entre quienes participan de los asuntos públicos y los que no, que son la mayoría.
La ingeniería social en Colombia es la división que no atiende los problemas sociales de fondo. Hay más de 9 millones de víctimas, 120 mil personas desaparecidas, y el problema parece ser poder meter a la gente en la cárcel. Hay un problema social mucho más grande.
LSA: Si nos guiamos por la idea predominante de justicia en Colombia que identifica no cárcel con impunidad ¿podríamos decir que también las víctimas piensan en su gran mayoría eso?
C.E.U.: Nils Christie, un sociólogo y criminólogo noruego, habla de las víctimas ideales. Estas son las ideas de víctimas desprotegidas, que pertenecen a una minoría, y que no están empoderadas en sus derechos, y con base en esa representación que mete en el mismo saco a todas las víctimas, el Estado, por ejemplo, establece que todas necesitan el mismo tipo de justicia.
Hay que reemplazar el esquema de la “víctima ideal” por el de las “víctimas concretas”. Y en ese sentido los medios de comunicación tienen una ardua labor de mostrar la diversidad que hay en ellas por más que tengan poco tiempo o poco espacio.
Hay que reemplazar el esquema de la “víctima ideal” por el de las “víctimas concretas”.
No es cierto que todas las víctimas apoyaran el Acuerdo de Paz y estuvieran en pro de una justicia restaurativa. El Gobierno Santos usó mucho el discurso de que las víctimas son más generosas que el resto de gente.
Tampoco es cierto, como lo dijo la oposición de derecha, que todas las víctimas quieren que los victimarios se pudran en la cárcel y que esperan del Estado la aplicación de unas medidas draconianas.
Unos y otros discursos paradójicamente han dado más la espalda a las víctimas. Como diría el filósofo Michel Foucault: a veces mostrando se oculta más. El desarrollo del punto cinco de las víctimas giró en torno a la discusión sobre qué va a pasar con los victimarios y hoy todavía es así. Si de verdad los derechos de las víctimas importaran tanto, se estaría atacando con seriedad las causas de lo que nos pasó para que no vuelva a ocurrir.
Se recurre a categorías hiper abstractas como “los niños violados sexualmente”, pero no se discute el dónde, cuándo, por qué, cómo pasó. Por eso Colombia es una sociedad profundamente irresponsable: se quiere responder a los grandes problemas atendiendo a las micro consecuencias de estos. Para responder a las consecuencias tapamos sus causas.
Los momentos de transición nos tienen que llevar a cuestionarnos muchas ideas. En un ámbito cotidiano: es lo mismo que pasa cuando las parejas están en crisis, cada uno tiene incluso que cuestionarse su propio proyecto de vida. Si no, adaptando palabras de Einstein, se usan las mismas soluciones impotentes para problemas que son cada vez más potentes.
Para citar:
Umaña, C. E. (2017). “Justicia transicional e impunidad: una relación de ambivalencias y oposiciones”. En Política criminal y abolicionismo, hacia una cultura restaurativa. (edit) Gutiérrez, M. & Olarte, A, M. Universidad Externado de Colombia. p. 189.227.
Umaña, C. E. (2016). “La justicia mediática en Colombia: un modelo de análisis para la relación entre el entendimiento del crimen y los medios de comunicación masiva”. En Reconciliación y Derecho Procesal. (edit) Bejarano, R. Moreno, P. & Rodríguez, M. Universidad Externado de Colombia. p. 619-650.
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